La más noble, insigne y veraz posesión de un hombre --y que constituye una jerarquía en sí misma-- es su carácter. El carácter de una persona es la gloriosa y honorable corona más excelsa de su vida. La vida y la experiencia me han enseñado inequívocamente que el valor y la fuerza de una nación dependen sólo y exclusivamente del carácter de sus hombres, y no en la forma y la trascendencia de sus pasajeras y pintorescas instituciones, ni tampoco en las desequilibradas y turbias corrientes políticas que aporrean nuestros países. Carácter es el único cimiento seguro del estado civilizado. Carácter es lo que uno es, reputación es lo que se piensa que uno es. Quién es capaz de alcanzar maestría en su carácter, fácilmente puede controlar eventos y hombres porque la fuerza de carácter es simplemente resolución, y resolución invariablemente trae éxito. La más profunda diferencia entre los hombres --entre débiles y fuertes, entre endebles y eficaces-- es el carácter.
Carácter es la emancipación de la mente de los bizantinos prejuicios que esclavizan a las almas canijas. El mundo está lleno de individuos que se quejan constantemente de su mala suerte, pero que no invierten esfuerzos en investigar sus causas y no quieren admitir humildemente que éstas vienen de sus propias anemias morales y asténicas frivolidades.
Carácter no es, bajo ningún punto de vista; una cosa simple: es el resultado de un complicado esfuerzo para dirigir y concentrar la fuerza de voluntad sobre una sola meta: la maestría de uno mismo; y nunca dejar que la emoción prepondere sobre la razón. La vida está compuesta de miles de pequeñas resoluciones, que tomadas separadamente todas ellas parecen pueriles, pero que combinadas, forma un haz formidable.
Construírse un carácter sólido es una lucha imponente y disciplinada, pero aquel que evade la lucha debe renunciar al triunfo. El hombre no está siempre en control de sus sentimientos y facultades; es decir, no siempre depende sólo de él que la resolución de un problema descanse en la razón. Pero él está en control de sus actos, eso es; él será el dueño de sus actos desde el momento que él determina no llegar a ninguna conclusión hasta que el elemento del carácter intervenga para dictar dicha decisión. Acciones son sólo el consentimiento de una emoción que busca endosarse a sí misma.
Prodigalidad
La prodigalidad es una pasión extrema y disoluta. El pródigo nunca ha conocido el éxito, y no importa lo que digan “ciertos libros” basados en fantasías irresponsables e inmaduras, pero que para la mísera mente del ignorante, esto le es creíble aunque no sea cierto. No es en el calor del entusiasmo en que las ideas se fertilizan. Entusiasmo irracional es generalmente estéril porque siempre suena en una nota que no se puede mantener, por lo tanto, infatuación no puede perdurar. Adoptar y perseguir una idea con excesivo fervor puede fallar antes de que nuestro entusiasmo y la rápida y displicente infatuación nos permita darle a esta idea la consideración necesaria que merece. No hay nada mejor que atenerse a las leyes de la calma.
Calma
La calma es el estado de quietud moral, espiritual y mental que nos permite organizar nuestros pensamientos divergentes, y meditarlos con provecho y dividendos. Éste es un índice de poder. Sin la calma, el poder del carácter no puede existir. Calma es una facultad donde el sentimiento contiende con el sentimiento. La calma es la virtud que nos dá libertad mental. La calma de espíritu es el estado donde se consigue un completo equilibrio moral y físico, por lo tanto, es una posesión invaluable. La calma es un poder en sí mismo porque no tiene emociones y rechaza la excitación, la cual podría ser un gran obstáculo que entorpecería una reflexión clara.
La calma es el apanage de la energía, es la actitud de aquellos que, conscientes de su fuerza interior, no tienen ningún interés en despilfarrar energía en fútiles y estériles esfuerzos guiados a probarse a sí mismos el valor de sus propias existencias. Es imposible lograr fuerza de carácter si uno no se fuerza a mantener la calma, la cual es la generadora de resoluciones activas y acertadas, el fulcro del logro. Vale la pena repetir que la calma es una señal de poder, un elemento de victoria. La calma no excluye energía sino que la representa, calma sin energía es simplemente apatía.
Apatía
Apatía es una forma de negligencia sospechosamente involuntaria, no la perseguimos, pero nos sometemos a ella. Los apáticos son aquellos quiénes raramente manifiestan sus sensaciones, sus sufrimientos, sus alegrías, y sus preferencias, y en alguna forma; su apatía es simplemente flojera. El poder del carácter nunca le será revelado a esta casta, y durante todas sus vidas serán los títeres de las circunstancias, y no tendrán nunca el poder de controlarlas. Hay un abismo de separación entre apatía y calma. La apatía causa depresión, la calma trae seguridad.
Debes aprender a conocerte a ti mismo y cultivar calma de espíritu y de la mente las cuales proveerán la plataforma perfecta para poner este conocimiento y este poder, hacia un uso claro, provechoso y apropiado.
Los Asaltos del Destino
El destino no nos trae hechos y situaciones en forma ordenada y cronológica, sino que nos asalta a mansalva con ellos, y con una velocidad de trampero. No tenemos ni un segundo de tiempo para prepararnos a enfrentar estos desordenados asaltos del hado, pero sin embargo debemos reaccionar súbitamente a ellos, y ser capaces de resolver, o negociar la mejor salida para nosotros. De la única forma en que lograremos esto es estando preparados para reaccionar, y la única arma que nos dará esta ventaja insólita será la fuerza de carácter, de otra forma, nos convertiremos instantáneamente en un insignificante títere más en el amplio y avasallador teatro de la vida.
Cada ser humano es responsable por su propio desarrollo, es el arquitecto de su propio destino. Todo ser humano tiene la capacidad de forjar su destino, independientemente de los resultados, porque estos serán dictados por su carácter. Lo que quiero decir con esto es que el deber de cada uno es hacer un detallado estudio de los sentimientos que serán las herramientas maestras de sus vidas, y debe depender de su fuerza de carácter para alterarlos o modificarlos, en vías de obtener una mejora personal y un perfeccionamiento de su vida.
Lo que nosotros llamamos tan sueltamente “destino”, generalmente no es nada más que una serie de hechos y situaciones provocados por nuestras propias actitudes frente a los hechos y los eventos de nuestras vidas. El creer ciegamente que el destino es algo que esta “escrito”, algo inamovible, algo dictado por un “ser superior”; es suprimir toda iniciativa, es encadenar bajo esclavismo mental, psíquico y emocional nuestra persistencia humana. Esta creencia ciega e irresponsable como la fé ciega, trae inercia moral y física, y es el ingrediente principal en la receta del fatalismo.
De hecho, si uno admite que es imposible luchar contra el destino, entonces ¿para qué perdemos tiempo en tratar de mejorar nuestras vidas y sus cosas? ¿Por qué no permanecer inerte cuando no tiene uso el luchar? Dejar que el “destino” tome posesión de nuestras vidas es estúpido, inmaduro, y cobarde. La fé ciega es el peor virus de nuestra a sociedad y esta doctrina es compartida y aplaudida por los débiles de mente y los patéticos de carácter, porque les sirve como fácil escusa, y un pretexto conveniente, barato y desesperado para validar sus luctuosas existencias.
Cuando el destino nos asalta con sus elucubraciones difíciles y penosas, arduas y dolorosas, rápidamente las expresiones como: “Bueno, ¿Qué podemos hacer?”, “No podíamos ganar ésta…”, “El destino está en mi contra”, o “Uno no puede luchar contra el destino”; aparecen convenientemente a flor de labios. Estos son los principios que llenan e hinchan las huestes de los incapaces y los indolentes; huestes en que aquel que se sienta en la más alta silla es un mamarracho humano, una almorrana moral, un vómito espiritual, y en el mejor de los casos, una hernia mental, un escroto psíquico producto de una nefasta Melena(1) emocional sin control.
(1) En términos médicos, la Melena es una fétida diarrea negra insoportablemente nauseabunda, y manchada de negro por pigmentos sanguíneos putrefactos. En otras palabras, huele a abogado.
Muchos pretenden que estos asaltos del destino, estas fuerzas hostiles con que el acaso nos flagela, simplemente no emanan de los actos y actitudes de ellos mismos y de su propia debilidad enfrente de los hechos. Esto es sólo una paradójica excusa para justificar sus mentalidades castradas de carácter y completamente estériles de iniciativa. El mejor anticonceptivo contra el carácter y la iniciativa es la fé ciega e infundada, aquella fé ciega que cree en lo idiótico simplemente “porque el libro lo dice…”.
La fé ciega (del Latín: Fides Caecus y del griego Pistian Τυφλό) es la firme convicción de que algo es cierto sin ninguna prueba o criterio objetivo de verificación, es el antagonismo inherente a la lógica conceptual y un fenómeno de constructo psicológico que excluye la duda como punto de referencia. La diferencia entre fé ciega y convicción, es que la convicción es lógica y acepta razones. No digo que la fé ciega sea mala o perjudicial, pero hay que considerar que la fé ciega es discriminatoria hasta el punto de suprimir la capacidad de discernimiento, y desdeña rápidamente todo fundamento razonable y sensato ipso facto.
Muchas veces la gente confunde la fé ciega con determinación fundamentada, con la persistencia sostenida, con la resolución sólida y perseverante, y también con la confianza y solidez que el carácter le dá a una persona para perseguir implacablemente sus metas y sueños hasta alcanzarlos; pero éstos (fé ciega -- determinación fundamentada) son dos conceptos diametralmente opuestos y antitéticos, sin embargo, a veces consiguen conquistar las mismas metas. En la gran mayoría de los casos, la fé ciega es la conveniente respuesta a nuestra propia incapacidad y negligencia, la más fácil e indulgente respuesta de las mentes débiles y confusas.
Esto ofrece un perfecto ejemplo en contra del cual debemos desarrollar características y habilidades para combatir esta obscura entidad a la cual los débiles llaman “destino”, pero a la que los hombres de carácter llaman: futuro. Los neófitos del carácter son como los Sibaritas quiénes como no podían encontrar nada ya con qué mas excusar sus negligentes destinos, reclamaban en contra de los pétalos de las rosas que los herían porque estaban posados es sus asientos.
Resignación
La palabra resignación es usada muy a menudo para designarle un estatus a la conformidad temporal de una desgracia inevitable. Los hombres con fuerza de carácter nunca se resignan accediendo, sino que voluntariamente ceden a una resignación transitoria que no es nada más que un armisticio con el destino durante el cual planean su próximo ataque en contra de la situación. Esta resignación aparente es a menudo el simple estoicismo del que hemos estado hablando.
La resignación es la última trinchera de los cobardes, el nido en donde sólo las ratas se cobijan. La resignación es un suicidio voluntario cotidiano de las mentes exiguas. La resignación marca el capítulo final de la existencia como hombre, e inicia el comienzo de la irreversible existencia como cuadrúmano pseudo-intelectual.
El hombre que se resigna y acepta lo que no quiere ni desea, pero que es tan poca cosa, es un prójimo tan; pero tan pequeño, y que no quiere luchar para cambiar resultados, es bazofia mental, es excremento espiritual, es la esencia pura de la mierda podrida. Quin Etiam: el último rastro de "hombre" en un individuo es extirpado por la resignación. Cuando no puedas definir el carácter de una persona, dale una buena mirada a sus amigos.
Paciencia
Otra forma de la energía de carácter es paciencia. El aspecto silente de esta sólida energía no es apreciada cabalmente como se debiera. La paciencia ha hecho más que el atolondramiento por la felicidad de muchos. La paciencia es un arma poderosa en el arsenal del carácter, la cual es muy efectiva cuando se usa en contra de los asaltos del destino. La paciencia, nacida con decidida perseverancia se mueve quietamente, pero en forma segura hacia su meta; destruye todos los obstáculos sistemáticamente uno después del otro, y llega al corazón de su objetivo antes de que su enemigo haya percibido su presencia.
Paciencia es la consistente virtud de aquellos que se embarcan en propósitos de gran alcance, donde la nerviosidad y la imprudencia podrían comprometerlo todo, pero que ellos esperan por la hora precisa para actuar y conseguir los resultados deseados.
Como principio general, uno siempre debe desconfiar de aquellos que se quejan de sus vidas. El destino es cruel sólo hacia aquellos que no saben, o no quieren aceptar su embate. Estos engendros carecen de coraje e inteligencia.
La Fuerza de Carácter en Nuestras Vidas
La felicidad individual está siempre en relación directa con los esfuerzos en que incurrimos y cometemos para conseguirla. Quizá para muchos adultos sea un poco tarde para reflexionar sobre su carácter y la forma en que lo han modelado, pero el tiempo está en favor de los hijos. Es entonces indispensable que les demos a nuestros niños desde temprana edad los principios de un carácter fuerte, el cuál más tarde en sus vidas, actuará en su beneficio. Es aparente cómo la fuerza de carácter de los padres influencia a los hijos en forma provechosa. Lo contrario les pasa a aquellos hijos con padres de carácter débil o no existente.
Un carácter fuerte transformará y armará a sus hijos contra las decepciones y los reveses del destino. A menudo, previene que la “mala fortuna” influencie sus vidas, pero si esto acaece, estarán en condiciones de manejar efectivamente estas situaciones para su propio beneficio. Tampoco se olvide de que como padres tan sólo podemos ofrecerles a nuestros hijos buenos consejos, o tratar de darles una buena dirección porque la formación de su carácter estará en sus propias manos. Ya aprenderán que lo que hace a un hombre es carácter, y no las circunstancias.
Carácter es lo que nos equipará propiamente con la fuerza y el poder de resistir pasiones de pequeña y degradada naturaleza, y que en un crucial momento en nuestras vidas, nos dará la claridad de pensamiento para tomar decisiones sabias y efectivas para triunfar hasta en las más complicadas y desastrosas pruebas que nos presente nuestra existencia. Las exigencias de la vida sin duda demandan diferentes esfuerzos de cada uno de nosotros, tal como un artesano no puede hacer el trabajo de un juez, cada uno debe preparar y forjar su carácter de acuerdo a lo que espera o quiere de la vida.
El hábito de pervertir suciamente la verdad --un hábito de abogados, lo que prueba fehacientemente que no todos los hombres de carácter son honestos, de ahí la verdad acerca de la reputación global de estos gamberros sociales-- nos hace progresivamente más insensibles a la sinceridad y a la honestidad intelectual. Los abogados, --perdón--, los mentirosos no se dan cuenta de que el hecho de que tergiversen la realidad y la verdad arbitrariamente para destruír ciertos obstáculos con la palabra y con el obscuro y adúltero uso de “la ley”, no previenen el hecho de que no podrán descomponer la realidad.
Felicidad
Es una teoría absurda el pensar que la felicidad se obtiene sin esfuerzo. Tampoco la felicidad de uno engendra la felicidad de otro, y la concepción de la felicidad es diferente en cada mente. Para poder conquistar la felicidad, cualquiera que la definición de ésta sea para usted; hay sólo una forma disponible de conseguirla: ¡Carácter!, porque sólo carácter nos da la fuerza de voluntad para conquistar. No existe absolutamente ningún hombre célebre o glorioso que sea débil de carácter. Aunque la felicidad es quizá una cuestión de relatividad, la condición esencial de la felicidad consiste por sobre todo en el poder de querer conquistarla.
Otro manantial de felicidad es la salud, y la salud no puede existir sin la fuerza de carácter; una cualidad que nos advierte de excesos y nos permite cuidarnos apropiadamente. Nadie puede negar que la felicidad se vería rápidamente arruinada si los sufrimientos de nuestra salud están presentes a cada hora del día.
Conclusión
Las conclusiones de este escrito no son para gente delicada y sin carácter, por lo tanto, si usted no tiene un carácter desarrollado, no siga leyendo, pero si lo tiene, por favor remítase a PENSAR sobre lo que he dicho aquí, y no a dar su opinión.
Una crítica constructiva es siempre bienvenida. Esto es porque los elementos de una crítica constructiva que emana de una persona civilizada e inteligente, requieren que a usted le importe la persona a quién está criticando, que le preocupe el desarrollo como persona de aquel a quién critica, que su crítica se enfoque en mejoras y en progreso, en que su crítica no sea amenazadora ni humillante, en que siempre deje una puerta abierta al diálogo positivo, en que agregue valor genuino a lo que esté criticando, y en que sea específica en cuanto a su contenido; en otras palabras, una crítica constructiva contiene carácter.
En cuanto a una simple opinión, prefiero no recibir ninguna porque la opinión no requiere de carácter o de ningún elemento inteligente o civilizado, de hecho, la opinión es como el hoyo del culo: ¡todo el mundo tiene una y no es necesariamente agradable u objetiva! Creo que ésta definición de opinión es acertada, y aún más, es justa. Y si usted piensa que todo lo justo tiene que ser lógico o necesario, usted está tremendamente equivocado. La prueba está en que si se introduce el dedo pulgar hasta los nudillos en el ano, le cabrá justo, pero no será lógico o necesario para probar ninguna cosa.
Dependiendo del tipo de carácter que usted se haya forjado en la vida, usted podrá estar de acuerdo (o no) con mis conclusiones, pero cualquiera que sea su carácter, es el suyo propio, y recuerde que no tiene nada que ver con el mío.
Si hoy en día ser honesto significa ser un imbécil; ser justo es simplemente ser un tonto, tener valores morales y sentido del honor es ser estúpido; tener compasión por otros es ser un comemierda, y el decir la verdad me hace un maricón mental; entonces… ¿Cómo aplico mi carácter si soy un imbécil, un tonto, un estúpido, un comemierda y un maricón mental? Bueno, tengo la opción de vivir el resto de mi vida arrastrando este estigma y vivir en paz conmigo mismo, o ser abogado; porque para estos legisperitos los conceptos de honestidad y deshonestidad son intercambiables... aún no se dan cuenta cabal de que los espejos sólo reflejan apariencias. Por favor note que me refiero a los "abogados", y no a "Los Hombres de Ley", muchos a quiénes erróneamente se les cataloga como "abogados". Diferencia nuclearmente fundamental. La diferencia que hay entre un "Hombre de Ley" y un abogado, entre un Hermano y un Cura, y entre un ciudadano y un político es que en algún momento de sus vidas, al abogado, el cura y el político se sometieron voluntariamente a una vasectomía mental y moral irreversible.
Bueno, mi conclusión personal a este acertijo quizá no sea la respuesta correcta al suyo, pero me alegro de no ser abogado o cura, y espero que usted tampoco sea uno de estos melénicos mejunjes. A usted le será siempre posible llegar a la cima y conquistar el éxito usando sólo sus cualidades y talentos personales, pero solamente su carácter le mantendrá en ella. Recuerde que las cualidades inherentes para lograr ser un gran hombre incluyen visión, integridad, valor, comprensión, ser articulado, y por sobre todo; profundidad y fuerza de carácter. La Fama se evaporiza rápidamente como la luz en la oscuridad, la Popularidad es un fatuo accidente que no se repite, y las Riquezas se desvanecen como la camanchaca del Norte Chico. A la postre, lo único que perdura es el Carácter.
Recuerda que tu carácter es tu derecho inalienable y debes forjarlo como a tí mejor te parezca y te acomode, y nadie tiene la autoridad moral para criticártelo, y mucho menos, para darte una necia opinión sobre él, porque tu carácter siempre estará en un lugar destacado por sobre el intelecto.
La vida no es acerca de cómo sobrevivir las tormentas, sino que es acerca de cómo danzar en la lluvia, y tampoco el que hayamos sido capaces de tomar algunas grandes decisiones, éstas serán suficientes para asegurarnos el éxito. Las oportunidades de éxito en tu vida, en cualquier empresa a la que te entregues, se pueden medir siempre por la confianza en tí mismo. Esta confianza te la dá solamente el carácter.
He dicho.
Post Scriptum: Hace poco publiqué una versión en Inglés similar es este escrito en la Internet, y un clandestino neófito escondido en el cobarde anonimato de la Internet me catalogó suelta pero acertadamente como: "El Diplomático del Infierno"(The Diplomat from Hell). Quizá pensó que este inerte insulto sería una afrenta, ¡pero no lo fué! ¡Me gusta! ¡Gracias gallina!
El Loco
(Loco, pero quizá desatinadamente Honesto)