Mis queridos y valientes Ercillanos,
Siempre en estas fechas me acuerdo de aquellos tiempos en que celebrábamos el Año Nuevo con la familia en la casa. En aquellos tiempos yo vivía en Valparaíso y no tenía más de cuatro años. El 31 de diciembre nos tomábamos una copa de champaña, y como porteño imberbe, siempre me tocaba un vaso de vaquelita con un jodío jugo de manzanas, pero me las arreglaba para saborear un poco de champaña del vaso de algún pajarón que lo había dejado descuidado. No me retaban mucho, y esto, solo porque también era el día de mi cumpleaños.
Después de la celebración en la casa, nos íbamos al paseo Atkinson a ver los fuegos artificiales de la bahía de Valparaíso, y yo miraba los despliegues multicolores en el cielo del puerto con ojos desorbitados y llenos de imaginación, interrumpido ocasionalmente por una vieja, un petardo, un cuete, o una estrellita alrededor de donde estábamos. A mi me gustaban mas las viejas… Ahora lo puedo comprobar…
Terminado el despliegue de luminosos colores, nos desbandábamos a visitar todas las fiestas que había en el barrio, y no llegábamos a casa sino hasta la madrugada. ¡Que tiempos aquellos! No me preocupaba la economía, los negocios, los estudios, ni siquiera lo que llevaba puesto. Vivía esos intensos momentos libre de preocupaciones, y dejaba volar mi imaginación con las promesas de ese “Próspero Ano Nuevo”.
Han pasado ya 55 años… y ya casi he olvidado la mayoría de esos 31 de diciembre que nos traían siempre la promesa de bonanza y fortuna. Antaño no teníamos nada. Ahora tenemos un montón más, y tenemos que reconocer que hay mucha fortuna en ello. Ahora tenemos nuestras propias familias, nuestros hijos, nuestros logros profesionales, nuestras porciones de alegría y llanto, y nos tenemos a nosotros mismos, crecidos, conscientes.
Es cierto que a veces las cosas no nos salen como queremos, y que también nos desalientan y hasta nos ponen un poco deprimidos. Pero a la postre, tenemos un montón mas de que con lo que empezamos, y tenemos que darle el valor merecido a nuestros logros, no importa cuáles sean.
Pero el día de hoy es muy diferente, ¡es el 31 de diciembre!, ¡el Año Nuevo!, ¡es mi cumpleaños! (que desde los 50, no le doy la bienvenida como solía hacerlo). Sí, hoy como todos los Años Nuevos pensaré un poquito en varias cosas, pensare mucho en las cosas buenas y ligeramente en las malas, pensaré en recuerdos y ansiedades. Pensaré por ejemplo en saber a mis amigos de la niñez tan lejos, pensaré porque hay momentos en que a veces desfallecemos. Pensaré en aquellas ocasiones en que envidié la alegría de los niños, pero también recordaré que fuí uno de ellos.
Me acordaré de la hermosura que los atardeceres no han perdido, redescubriré aquel lucero perdido entre el rebozo de las estrellas. Me delataré a mi mismo el inmenso amor de mi madre, y suspiraré por estar a veces tan lejos de todo, en especial de mi niñez.
Me amargaré un poco porque una mariposa agoniza en los marchitos pétalos de una rosa, pero me alegraré por la alegría de mis triunfos, y por la invencibilidad de mis sueños. Me acordaré de todos, de amigos y enemigos, y ya no me importará el que a veces dude y tropiece.
Me acordaré por los que a veces se acuerdan de mí. Pensaré en aquellas ausentes sonrisas. Pensaré en pobres y ricos, en débiles y poderosos. También me acordaré de un día abracé a mi abuelo, y en el que defendí a mi hermano.
Cuando el último día del año esté por expirar, pensaré un poquito en mí, luego, pensaré unos momentos en este nuevo año que nos trae una renovada promesa. Y volveré a ser niño, aunque sea por unos efímeros instantes, y miraré la vida con ojos un poco diferentes, con mas ilusión, con mas esperanza, con mas convicción, con mas sinceridad, con mas inocencia, con mas determinación, y con mas deseos de que a cada uno de ustedes la vida les traiga bonanza, felicidad, y el amor que todos necesitamos alguna vez.
Maristas de la Gloriosa y Heroica Promoción del ‘72, les deseo un buen Año Nuevo, salud, felicidad, y que vuestro espíritu se hinche de orgullo y esperanza, que los pelos que les queden; les duren, que los dientes que les queden; se queden donde están, que la memoria no se les olvide, que nunca veamos un bastón como regalo en nuestro cumpleaños, que nunca necesitemos pañales desechables, que ojalá inventen mejores anteojos, que las cejas no nos crezcan tan salvajemente, que no nos salgan muchos pelos en la nariz ni en las orejas, y que no nos pongamos tan viejos, tan rápido, para así poder ver a nuestros compañeros de la Vieja Guardia aunque sea solo una vez mas.
El Loco.