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domingo, 2 de agosto de 2015

La Gallina

Para poder entender a este circunspecto pájaro y poder evaluar y valorizar su increíble y masiva influencia en la raza humana, primero tenemos que conocer mejor a este sorprendente y extraordinario Gallus gallus Domesticus. Alias: La Gallina.

Me decidí a escribir sobre este comedido gallináceo porque el otro día –como siempre ocurre- me acordé de un suceso que ocurrió mientras estudiaba Ingeniería en la Universidad Santa María en Valparaíso, Chile.  Nada cebó este recuerdo; ni una imagen, ni una coincidencia, ni una peripecia.  Las cosas e ideas simplemente surgen rápidas, repentinas, y en forma aleatoria en mi cabeza, tal como se hacen presentes los terremotos y los pedos inesperados.  Simplemente concurren a mi realidad sin invitación alguna, y por arte de magia.

Cuando recorría los amplios y serenos patios de la gloriosa y memorable Universidad Técnica Federico Santa María; antes, entre, y después de las clases yo solía colocar furtivamente en las murallas –o en cualquier superficie altamente visible- una pequeña etiqueta engomada de un centímetro de ancho y dos de largo con la siguiente leyenda impresa en ella: "Por aquí pasó la gallina".  Además, este marbete llevaba dibujado unas intrigantes huellas de pisadas de gallina.  Desparramaba incógnitamente estas etiquetas por doquiera que yo andaba y preocupándome de que nadie me descubriera.  Nunca nadie lo hizo.

Me entretenía mucho mirar a los transeúntes, profesores, mentores y alumnos pararse momentáneamente a leer la etiqueta, y a veces, a comentar sobre ella.  Varias veces me acerqué casualmente al grupo que leía uno de mis rótulos para escuchar los comentarios que se hacían y que variaban desde leerla, agitar la cabeza en consternación, y alejarse tan raudamente como habían llegado al lugar; a otros que obviamente no tenían mucho que hacer y se conglomeraban a hacer comentarios sobre la leyenda, las huellas, y tratar de elucubrar como descubrir al perpetrador de semejante intriga gallinácea.   En un par de semanas, "Por aquí pasó la gallina" estaba en la cabeza y pensamientos de todo el alumnado y el cuerpo docente de este lugar de estudios, y nadie tenía la más peregrina idea del origen de este hierático y sigiloso enigma.  Este desnudo enigma de la etiquetita engomada de "Por aquí pasó la gallina" nunca fué resuelto por ninguno de mis contemporáneos.  ¿Fué esto Ingeniería haciendo su trabajo?  No.  Simplemente Psicología de masas, y porque me divertía grandemente.

Esto es solo una referencia a mis casuales e imponderables pensamientos, pero quiero hablar aquí de la gallina real sin importar por donde ella haya pasado, o de quién es el padre de sus huevos porque no quiero sembrar cizaña (1) en el establecimiento del avem Gallus gallus Domesticus.

(1) La cizaña (Lolium Temulentum) es una maleza rastrojera que tiene mucho en común con cierta basura sub-humana que contamina nuestras sociedades.  Lolium es el nombre genérico que Publius Vergilius Marone, el antiguo poeta Romano de la época de Augusto le dió a esta problemática maleza.  Esta maleza crece en las zonas productoras de trigo y esta plantucha está parasitada por un hongo tóxico, el cual produce un veneno que se acumula en el grano y lo ponzoña a un punto que es mortífero para el consumo humano.  De ahí viene su estricta similitud con los políticos, los abogados deshonestos y los sacerdotes degenerados.

También en esa época estudiantil, la gallina tenía un nexo profundamente arraigado con nuestras exaltadas y galopantes juventudes.  En aquellos memorables e inolvidables tiempos, muy seguido me venían unos impulsos obstinadamente homicidas estertóricos y empecinados que en las noches de luna llena (en realidad en cualquier noche), me inducían con un poderoso impulso irremediable e incontenible de querer "matar la gallina(2).  Estos asesinatos impulsivos, consecuencia de los efectos naturales y propios de nuestra superproducción de hormonas, nos convertían en el típico caso del extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, y salíamos por la noche en busca de las víctimas que sucumbirían a nuestro "puñal de cuero". 

(2) La serendipitesca expresión: "matar la gallina", en Chile tiene una connotación sexual afrodisíaca y libidinosa, y a la vez; erótica, genital, carnal y amatoria.  Para los efectos parlante-lingüísticos y etnofonéticos de significado imbuído; la expresión significa: culiar.

Como todos saben, la famosa gallina es un ave domesticada, una subespecie del ave roja salvaje.  Está coronada entre los animales domésticos más numerosamente comunes en la faz de la Tierra, con una población ebullente y constantemente creciente de la que un censo en 2003 arrojó más de 24 mil millones de integrantes.  Hay más gallinas en el planeta que cualquier otra especie de pájaro incluyendo al pájaro loco; las que nosotros los hambrientos seres humanos las usamos principalmente como una fuente de alimentación, consumiendo su carne y sus huevos; y el resto, lo usamos para manufacturar una miríada de subproductos mayormente domésticos.

Se cree que la domesticación más antigua conocida hasta la fecha de la gallina se produjo en el norte de China unos 8.000 a 10.000 años antes de la Era Común (AEC).  Esto se determinó a partir de la datación arqueológica por radiocarbono de los huesos de pollo.  Estudios genéticos anteriores a esta datación, rubrican múltiples orígenes maternos en el Este y Sureste Asiático, pero la rama descendiente o "Klados" encontradas en las Américas, Europa, el Medio Este y en África, se originaron en el subcontinente Indio.  Desde la India entonces, el viajero pollo casero fué importado a Lydia (actualmente Turquía) en el Oeste del Asia Menor y Grecia por allá por el siglo V antes de la Era Común (AEC).  En Egipto desde mediados del siglo 15 AEC, la gallina se conocía como "el pájaro que da a luz todos los días".

También contribuye a la creencia de que la domesticación temprana de la gallina se originó en el sudeste asiático, es probable porque la palabra para denominar al pollo doméstico: "Manuk", se deriva de la reconstruída lengua Proto-Austronesia, hablada por la cultura Lapita, los que criaban perros, cerdos, y gallinas como animales domésticos.  La cultura Lapita fué la primera cultura neolítica de Oceanía, quienes eran habitantes prehistóricos de Océano Pacífico desde 1,600 AEC hasta el año 500 AEC.  Los arqueólogos piensan que los Lapitas fueron los antepasados de las culturas históricas en la Polinesia, Micronesia, y algunas zonas costeras de Melanesia.

Un dato curioso que se atañe a los chilenos, es que también se cree que después de que la gallina llegó a la Polinesia por los Lapitas hace unos 3.300 años atrás, arribó a las Américas.  Aunque muchos historiadores suponen (acuérdese que solo los tontos suponen) que la gallina domestica había sido traída a las Américas por los conquistadores españoles, pero esta teoría fué derrotada porque se encontraron restos gallináceos precolombinos de esta especie en varios sitios a través de todo el continente americano, especialmente en la zona de "El Arenal-1" en Chile, que datan cerca del año 1350 de la Era Común.  Las gallinas Castellanas del navegante Español Cristóbal Colom llegaron atrasadas a las Américas por lo menos unos 150 años, mientras que El Trauco ya comía gallinas "al palo" en Talcahuano.

El Arenal-1 es un sitio arqueológico en la península de Arauco ubicada en el centro sur de Chile (Talcahuano), donde se ha identificado evidencia directa de contacto pre-colombino con la gente de mar de la Polinesia, entre los años 1300-1420 de la Era Común.  El sitio se encuentra a 3 km hacia el interior desde el lado sur de la península de Arauco. 

Los artefactos encontrados en El Arenal-1 incluyen cerámica y otros objetos que ilustran una directa conexión con el complejo horticultural "El Vergel", lugar en Chile en que ya estos horticultores vivían aproximadamente entre los años 1000 y 1500 de la Era Común.  Estas fechas se han determinado usando termoluminiscencia en cerámica, las que sugieren que El Arenal-1 fué ocupado entre aproximadamente los años 700 y 1390 de la Era Común.

En el 2014, una reciente secuencia obtenida de ADN antiguo y moderno de los gallináceos en cuestión (Thomson et al.), identificó los presuntos marcadores genéticos de las auténticas gallinas polinésicas.  Los científicos atestiguan que entre los pollos de la Polinesia hay un grupo determinado de ADN mitocondrial llamado Haplogrupo D, que es la rúbrica del linaje gestador de las gallinas Polinésicas.  El Haplogrupo E es la pieza clave de evidencia genética para establecer la presencia precolombina de las gallinas de la Polinesia en la costa de América del Sur.  Thompson dice que la presencia del Haplogrupo E existe tanto en las gallinas de Rapa Nui (Isla de Pascua) como en el área costera de El Arenal-1 en Chile.

Thomson y sus colegas argumentan que la presencia del Haplogrupo E en pollos de Rapa Nui es la contaminación.  Si los pollos ya estaban contaminados a esta altura, esto es prueba fehaciente de la temprana presencia de políticos halitosos de mentalidad "foetor ex ore" en el área afectada.  En todo caso, no es culpa de las gallinas.  O sea que la gallina es más vieja que mear en las murallas.

La Leyenda

Esta es la historia de cómo la gallina salvo a la civilización Occidental y de cómo conquistó el mundo.  Se dice que la epopeya comenzó hace unos 10.000 años atrás en una perdida y primitiva selva asiática, y que ahora la gallina se ha establecido en todas las cocinas del planeta.


Según la leyenda, este sabroso pajarraco que salvó a la civilización occidental fué casualmente descubierto en el costado de una carretera en Grecia, durante la primera década del siglo V antes de la Era Común.  La leyenda nos cuenta que el general ateniense Temístocles (cuyo nombre significa: "Gloria de la Ley:) y que participó en la batalla de Maratón y combatió a los Persas en dos invasiones; iba en camino para hacerle frente a las fuerzas persas invasoras cuando se detuvo en su marcha para observar a dos gallos de pelea que estaban trenzados en singular y mortal combate, y entonces llamó a sus tropas diciéndoles: "He aquí, éstos no luchan por sus dioses domésticos, ni por los monumentos de sus antepasados, ni por gloria, por libertad o por la seguridad de sus hijos, pelean sólo porque uno no le va a ceder el paso al otro".

La historia no describe que fué lo que pasó con el gallo perdedor, ni tampoco explica por qué los soldados encontraron este abierto despliegue de agresión instintiva y sin sentido como una profunda fuente de inspiración en vez de pensar que esta riña de gallos, era inútil y deprimente.  Pero la historia cuenta de que los griegos se arengaron tanto con este hecho, que inspirados y suscitados repelieron a los perversos persas invasores de mierda.  Basados en esta leyenda, entonces la preservación de la civilización occidental que conocemos hoy hay que agradecérsela con honores a esas plumíferas y belicosas criaturas a las cuales hoy recordamos comiéndonoslas apanadas, fritas, asadas, en sopa, o bañándolas en la salsa de nuestra elección; con lo que la gallina (o el pollo) se ha convertido en la comida ubicua e ineluctable de nuestra era, cruzando fronteras culturales, políticas, etnolingüísticas y físicas con una facilidad pasmosa.

La gallina cruzó desde su cultura guerrera al ambiente culinario con el advenimiento de la segunda(3) revolución industrial.  Según lo que nuestros arqueólogos han descubierto y saben hasta la fecha, estas aves fueron domesticadas inicialmente, no para comérselas; sino que para peleas de gallos.  Cuando llegó la era de la producción industrial en gran escala en el siglo 20, la contribución económica y nutricional de los pollos dejó de ser modesta.

(3) La Primera Revolución Industrial fué el proceso de transformación económica, social y Tecnológica que se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Gran Bretaña, y que se extendió unas décadas más tarde en gran parte de Europa occidental y en los  Estados Unidos, la que concluyó entre 1820 y 1840 .

Incluso el Griego fabulista Esopo usó las gallinas para sus fabulas y enseñanzas.  Esopo era un personaje de aspecto realmente repugnante.  Era barrigón, poseía un torso cortísimo y deforme, su cabeza era también deforme, poseía una enorme nariz chata, era de piel oscura, enanoide, cojo patizambo, no podía abrir los ojos completamente, su labios oscuros parecían pedazos de hígado, en otras palabras; la humanidad física de Esopo ilustraba a una monstruosidad mirífica que hacía lucir bien hasta al Chupacabras, pero a pesar de todo esto; su cerebro era el de un Titán colosal.

Solo con el propósito de ilustrar mi historia, les recordaré una fábula de Esopo sobre las gallinas.

En una granja perdida en el campo, en un amplio y cómodo corral vivían una parvada de gallinas.  Algunas de estas gallinas estaban muy bien nutridas y cebadas; y otras, se veían bastante más flacas y desmedradas.  Como en toda sociedad, estos grupos estaban separados por el ancestral clasismo que afecta a todas las criaturas de la faz de la tierra.


Las gallinas gordas y mofletudas, orgullosas de su buena y saludable apariencia y proporciones, constantemente se burlaban de las gallinas escuálidas y desnutridas, y se burlaban de ellas mofándose de su apariencia.  Las insultaban llamándolas huesudas, desgarbadas, muertas de hambre, enfermizas, depauperadas, etc., y todo porque estas gallinas eran más flacas que canilla de canario.


Cuando llegó el Año Nuevo, el pueblo cercano se preparaba para una fiesta, y el dueño de las gallinas ofreció algunas de sus gallinas para preparar algunos platos para el banquete de la festividad.  Entonces el granjero se fué presto al gallinero, y eligió las mejores gallinas que tenía.


La elección no fué nada de difícil. El granjero se precipitó veloz sobre unas cuantas de las gallinas más regordetas que tenía, y cogiéndolas por las patas, les estiró el cogote con un habilidoso movimiento, y las mató.  Las otras gallinas orondas corrían en pánico total por el gallinero tratando de salvar sus vidas, mientras que las gallinas flacas observaban la hecatombe gallinácea sin inmutarse.

Cuando el granjero tuvo las gallinas que necesitaba, dejó el gallinero y regresó a su casa dejando al resto de las gallinas guatonas en estado de pavura.  Entonces cuando las gallinas gordas se dieron cuenta de su fatal destino, envidiaron la mejor suerte de sus compañeras flacas y esqueléticas, y nunca más se burlaron de ellas.

Esopo siempre tenía una moraleja en sus fabulas, y la moraleja para ésta es:

No despreciemos jamás a los débiles; quizá tengan algunas ventajas sobre nosotros.
-Aesop-

Nota del Autor:
Cuando el granjero "mató las gallinas", esto no tiene nada que ver con la apostilla reseñada anteriormente en esta gallinácea crónica.

Previamente a este suceso, la gallina no pudo competir con el caballo o el buey o la mula quienes movían a la humanidad sobre sus veloces y poderosos cascos, así que la gallina no pudo hacer nada para cambiar el curso de la historia humana aparte de haber salvado nuestra civilización Occidental, pero cuando la segunda patita de la revolución industrial se concretó, la gallina se convirtió en un elemento esencial para la subsistencia humana en el planeta.

La gallina alcanzó su reconocido estrellato en el año 2004 cuando un equipo internacional de genetistas obtuvo por primera vez un mapa completo del genoma de la extraordinaria y asombrosa gallina.  La gallina fué el primer animal domesticado, el primer pájaro, y como resultante evolutivo; el primer descendiente de los dinosaurios; por lo tanto: ¡Honor y Gloria a la Gallina!

El mapa del genoma de la gallina suministra una excelente oportunidad para facilitar el estudio de cómo milenios de domesticación puede alterar una especie en forma tan amplia y dinámica.  En un proyecto liderado por la Universidad de Uppsala de Suecia, donde Michael Zody –un Biólogo Computacional que desarrolla estudios sobre genética en el Instituto Broad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT)- y sus colegas han estado investigando las diferencias entre el la gallina selvática roja (red junglefowl) y sus descendientes de corral, nuestras contemporáneas gallinas; incluyendo las "razas" de gallinas criadas para producir cantidades prodigiosas de huevos, y la clase "broiler", raza que es regordeta y con mucha carne.

Estos brillantes investigadores encontraron una serie de mutaciones fundamentales en un gen llamado TBC1D1, que es el que regula el metabolismo de la glucosa.  En el genoma humano, las mutaciones en este específico gen se han asociado con la obesidad.  Con esto se establece que los guatones son medios gallináceos, pero contrario a esto; esta mutación genética en las gallinas destinadas a la mesa de comer, es un rasgo positivo en esta criatura. 

Otra mutación transcendental que resultó de la cría selectiva, es en el gen receptor de la hormona estimulante de la tiroides llamada TSHR.  En los animales salvajes este gen coordina la reproducción con la duración del día y las temporadas meteorológicas confinando la reproducción y cría a temporadas específicas.  La mutación que permitió incapacitar las facultades hereditarias de este gen ahora les permite a las gallinas criar y ponen huevos todos los días del año.  ¿Qué cosas, no?

La Gallina hoy

Según las estadísticas recolectadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, en el año 2011 la cantidad de gallinas en el planeta pasaba los 19 billones, aproximadamente tres gallinas por persona.  El ganado es segundo en la carrera de reproducción, seguidos por los políticos; ¡perdón, por los cerdos!, y finalmente las ovejas.

Con tantas bocas que alimentar, China es el líder mundial en el número de gallinas, cerdos y ovejas, mientras que Brasil lidera la producción de ganado para los amantes de la carne de vaca muerta, la India y su reverencia por este Bovinae, sostiene el primer lugar en el mundo con en el mayor número de ganado, sagrado; o nó.  Expresado en número de ganado en general per cápita, Nueva Zelanda tiene la distinción como el pastor ganadero más productivo del mundo con 7,5 ovejas neozelandesas por cabeza humana; y también es el segundo productor mundial de ganado con 2,3 vacas por persona.  El productor número uno del mundo en vacas (yo no compilé estas estadísticas), es la República Oriental del Uruguay (no sabía que había tantos chinos en Uruguay) con un promedio de 3,7 vacas por ciudadano.  En cuanto a las gallinas, el Estado Soberano de Brunei, un país del tamaño del Estado de Delaware en USA; o un poco más grande que la Ciudad de Buenos Aires en Argentina, lleva la Guaripola (batuta para los deschilenizados) en la producción de aves, sosteniendo el récord de 40 pajarracos por persona.  ¿Qué cosas, no?

En los Estados Unidos el consumo promedio anual de gallina por persona en 1965 fué de 44.4 libras, y basados en las estadísticas que no mienten, el consumo promedio de gallina por gringo en el año 2016 va a ser de 107.6 libras, unos 49 kilos.  El consumo de carne de vaca para el 2016 se calcula en 55 libras por persona, una disminución desde 74.7 libras por persona en 1965.  Para que anote en su récord, los malditos políticos desgraciados producen más mierda que pollo y carne combinados en el planeta, pero es lo que hay.

El comercio de la carne de gallina es un gran negocio mundial.  Según la USDA, solamente en los Estados Unidos (porque aquí hay más guatones grasientos que en ninguna otra parte del sistema solar) en el año 2009 se produjeron 8.6 billones de gallinas.  Desde ese tiempo dejaron de contar...  porque la producción de gallinas se elevó desde 1,381 millones de libras en 1950, a 40.932 millones de libras en 2013 en términos de carne de consumo.  Si consideramos que el precio promedio por libra de carne procesada se estima en US$2.10 por libra para el 2016, el negocito dejaría unos US$85.957.200.000,00 al año.   ¡Chuuuchas!

Pero la gallina doméstica no es sólo una fuente de proteínas y huevos, sino que empaquetan mucho más debajo de sus plumas de lo que uno puede ver.

La Realidad de la Gallina

·         Las gallinas domesticadas han sido criados por los seres humanos asiáticos desde las selvas del Asia.
·         Los científicos han demostrado que las gallinas madres despliegan signos de empatía por sus pollitos.
·         Los pollos son capaces de recordar y reconocer más de 100 caras; también pueden reconocer los güeones de los seres humanos.
·         Al igual que otras aves y mamíferos, las gallinas experimentan le etapa REM durante el sueño.
·         Los pollos tienen un comportamiento social muy sofisticado con una jerarquía de dominación donde los individuos más altos dominan individuos subordinados.  De aquí es de donde proviene la ley del más fuerte.
·         El macho dominante (gallo) protege a las mujeres (gallinas) quienes optan por alimentarse cerca del gallo por seguridad.
·         Las gallinas establecen una compleja comunicación donde cada llamada tiene un significado específico.  Las gallina poseen más de 30 tipos de vocalización distintos de los que somos conscientes, y sus significados van desde el llamado a los pollitos jóvenes, llamadas de alarma, y llamadas para ​​alertar a otras gallinas sobre el paradero de los alimentos.
·         Las gallinas tienen diferentes llamadas de alarma para los tipos específicos de depredadores que las amenazan, y que les permiten a sus congéneres saber el tipo de amenaza a la que enfrentan, y qué tipo de comportamiento adoptar para evitar su depredación.
·         Las gallinas son capaces de comprender que cuando un objeto se les quita y es escondido, el objeto todavía existe.  Los cabros chicos humanos son incapaces de entender esto.
·         Las gallinas son madres muy afectuosas y cariñosas.  
·         Las gallinas no pueden saborear la dulzura en los alimentos pero pueden detectar la sal, y la mayoría opta por evitarla.
·         LA gallina tiene más huevos que nosotros.  Una gallina saludable pone alrededor de 265 huevos al año.
·         Las gallinas ponen huevos blancos, cafés, azules y verdes.
·         La gallina es el pariente vivo más cercano al Tiranosaurio-Rex.
·         Hoy se producen más de 50 billones de gallinas al año.
·         Cacarear y no poner es malo en la gallina; peor en la mujer.

Y hasta aquí llegan mis surtidos pensamientos sobre la extraordinaria y fenomenal gallina.   Y no me queda más que decir que: ... Por aquí pasó la gallina...



El Loco

miércoles, 1 de octubre de 2014

La Ballena

Descargo de Responsabilidad y Gravámen Social

Antes de comenzar debo hacer una epexegésima aclaración pública y oficial para evitar cualquier malentendido o una posible sugestión errada --por descabellada que ésta pudiese parecer-- y que nos lleve por el camino del entendimiento inocentemente erróneo.  

Cuando hablo de "ballena" me refiero al incomprendido miembro Mammalia Eutheria del orden Cetacea; y no a mi suegra, aunque el parecido sea innegablemente prodigioso.  Este error me ha hostigado previamente por no haber aclarado específicamente mis ediciones sobre hipopótamos con Obesidad Mórbida, rinocerontes con Gota, morsas con problemas glandulares, enormes paquidermos que sufren de Elefantiasis Trópica, con bovinos afectados con el Síndrome de Proteus; e incluso, con orangutanes con un severo ataque de celulitis.

Sobre Ballenas

Hace aproximadamente unos 65 millones de años atrás cuando la Era Mesozoica estaba en pleno auge y mejor conocida como "La Era de los Dinosaurios", los océanos  del  planeta eran el domicilio general de los peces y de los feroces y predatorios reptiles marinos.   Entonces por razones aún desconocidas e inciertas para nosotros, los dinosaurios que caminaban la tierra y los reptiles marinos desaparecieron callada y misteriosamente de la exuberante y salvaje naturaleza de aquel entonces.

Un rato más tarde, hace unos 50 millones de años, algunos grupos de mamíferos usaron la ventaja que los océanos abiertos les ofrecían ahora sin los aterrorizantes depredadores, comenzaron a desarrollar sus especies de tal modo que hoy en día hay alrededor de 100 especies distintas de mamíferos que habitan nuestros sucios océanos.  El único grupo de mamíferos que tuvo una única e increíble variedad de adaptaciones que las moldearon para mantener una vida acuática total y completa fué la famosa Ballena.  La ballena y el hipopótamo son la misma especie que se derivó de un ancestro común: el Cetarciodáctilo, al final del período Paleoceno.   ¿Qué cosas, no?

Materialis Intret (Entrando en Materia)

Para los más curiosos, la palabra ballena (Whale en Inglés) se origina en el Inglés Antiguo de Proto-germánico "hwalaz hwæl", que es el nombre común para los diversos mamíferos marinos del orden Cetacea.  La palabra Cetus del Latín significa "animal grande".  El término ballena a veces se usa para referirse a todos los cetáceos, incluídas todas las llamadas "marsopas", y a menudo incluyendo a los sandungueros delfines y a las graciosas toninas. 

Estando llegado hace poco a USA, una vez me fuí al Estado de Maine a visitar --de puro curioso que soy—y porque me contaron que se podían ver a las ballenas apenas a unos 30 kilómetros de la costa.  Esto ocurrió a fines de Mayo así que las aguas del Atlántico no estaban tan frías comparadas con las aguas de la austral y heroica ciudad de Punta Arenas y sus tierras Onas, y esto poco antes del Verano.  Entonces para poder ver a estas magníficas y soberbias bestias de cerca, tomé un tour con una compañía de nombre "CAP'n FISH'S WHALE WATCH", localizada en la pequeña Bahía de Boothbay en el Condado de Lincoln; y que era una de las más antiguas compañías de la región, según me dijeron.

En aquellos tiempos mi Inglés todavía era bastante "Atarzanado" y mayormente trium syllabarum (trisilábico), y el acento con que perpetraba los sonidos cuasi ingleses era más pesado que un rosario de boyas; pero me las arreglaba para que los gringos me entendieran entre los berridos de pseudo-inglés y los notables ademanes, gesticulaciones, cabriolas y "manu motus" con los que me ayudaba a comunicarme.  Tenía hecha una reservación para esto, tal como lo habían hecho los tres amigos que me acompañaban.  Dos de ellos sabían menos inglés que yo, pero que eran osados y resueltos como lo soy yo, así que las dificultades de la aventura no significaban nada para nosotros.

Cuando digo "amigos" me refiero simplemente a conocidos que son compañía por un tiempo, ya sea en el trabajo o en los fines de semana, pero que no califican dentro de la definición correcta y cabal de "AMIGO".  Para el medio perdido, AMIGO del Latín "amicus" se refiere a una persona con la que tenemos una relación de afecto mutuo.  La amistad es una forma más fuerte de unión interpersonal que una simple asociación.  Esta definición de "amistad" es el producto de un estudio que envuelve sociología, psicología social, antropología y filosofía, incluyendo la teoría del intercambio social, la teoría de la equidad, la dialéctica relacional, y los estilos de apego.  Por lo tanto y de acuerdo a lo expuesto anteriormente, estos giles que me acompañaban eran básica, técnica y estrictamente: "asociados".

Uno de mis "asociados" era un alegre ciudadano Boliviano que estaba en un estado de embriaguez emocional y en un éxtasis total casi afrodisíaco por el hecho de que iba a navegar por primera vez en una embarcación diferente a una balsa hecha de totora, y en un mar con olas y agua salada, un lejano parangón analógico de lago.  Su cara de Uro asustado me recordaba las buenas gentes Aymará que conocí en la retraída Isla Chelleca en el estrecho de Yampupata del lago Titicaca en el Departamento de La Paz, una vez que visité esos lares tiempos A.

Otro "asociado" era un gil subproducto de Mayagüez; Puerto Rico, el que hablaba una jerigonza pseudonipona  infernal y sosaina, porque Castellano no era.  Primero se refería a mí como "Jodrijo" en vez de "Rodrigo", la capital del Estado de Georgia era "Alanta" en vez de "Atlanta", ellos viven en "Puelto Jico" en vez de "Puerto Rico" (algunos viven en Viljinia, USA), y "chal palante" es "avanzar hacia adelante".  En otras palabras más civilizadas y sofisticadas, este perecedero ejemplar mortal era un litri de un lenguaje impepinablemente ininteligible y intermitentemente incoherente, claros cascotes procedentes de un lenguaje sedimentario paleohispánico.

El tercer sujeto era un ciudadano de Zambia, lo que conocíamos antiguamente como Rodesia del Norte.  Rodesia se deriva de un gil británico de nombre Cecil Rhodes, que explotaba, o mejor dicho usufructuaba de las riquezas minerales de la región.  El nombre Zambia se deriva del rio Zambezi que significa "el río de dios" y no tiene nada que ver con la Zamba Canuta.  La cuestión es que este gallo era más opaco que el petróleo con la luz apagada, y que cuando estaba serio parecía una aceituna con ojos.  El asunto es que él nunca estaba serio.  Siempre tenía en su cara una amplia sonrisa de oreja a oreja y desplegaba unos macizos dientes blancos como el salitre de Calihue

A todos mis "asociados" los conocí en el ómnibus que nos transportó desde Virginia a Maine para los efectos de observar a la ballenas en su hábitat natural.

Había leído en el folleto de la compañía de tours que decía que con suerte, se podrían ver la ballena jorobada, la ballena piloto, la ballena Minkus (o ballena pigmea), otras ballenas surtidas y hasta algunas orcas que eran algunos de los asiduos y ocasionales visitantes de las heladas aguas de Maine.  También --vociferaba el folleto-- había posibilidades de ver focas, delfines y otras especies marinas a lo largo de la marea.  Cuando leí lo de las focas, me acordé de las bulliciosas focas de Caleta Tortel de las que sus ladridos se oyen hasta la Isla de los Muertos.

Cuando el bus llegó a la Bahía de Boothbay estábamos hambrientos y cansados del largo viaje, así que como lo habíamos decidido durante el viaje, comenzaríamos por llenarnos las tripas y descansar antes de abordar la excursión hacia las ballenas al día siguiente.  Digo esto porque no era recomendable comer mucho antes de embarcarse en caso que uno tuviese regar el mar con agrio vómito.  Cuando nos desembarcamos del autobús yo ya estaba listo para desalojar con mi mochila aventurera colgada ya sobre mi espalda, pero noté que mis "asociados" estaban esperando que el chofer abriera las entrañas del bus para sacar sus pertenencias. 

Cuando el chofer abrió las compuertas de carga me quedé estupefacto: el Boliviano recogió dos maletas de mediano tamaño, pero el "pueltojiqueño" traía cinco maletas, todas abarrotadas y "glandes".  Todos veníamos sólo para la excursión ballenera, y para retornar el día subsiguiente a Virginia.  No había ninguna necesidad de traer más de uno o dos cambios de ropa, pero el "boricua" aparentemente tenía otros planes.  El Zambiano, mejor dicho el Bemba (porque pertenecía a la tribu "Bemba") era de la capital Lusaka, y al igual que el Boliviano, traía una menuda fajina de pertenencias viajeras.  Éste sí hablaba Inglés; y perfecto.

Apenas dejamos nuestras pertenencias en un pequeño hotel, nos fuimos a la oficina de Turismo para validar nuestros boletos para el crucero en el que nos habíamos inscritos independientemente con anterioridad y que se realizaría al día siguiente, y después de esto; salimos a la calle en busca de un restaurant para cenar.  Era ya casi de noche, y la temperatura estaba bajando rápida como escupida de músico.  En estas fechas, las temperaturas en Maine fluctúan entre una máxima de 24.5° Celsius durante el día, y una mínima de 7° Celsius durante la noche y la madrugada.  Un poco frío, pero perfecto para las ballenas.

El restaurante que encontramos cerca de la ensenada tenía una gran variedad de platos marinos, mariscos y cerveza ("selvesa" y "malisco" para el boricua).  Recuerdo que me comí un sabroso plato del famoso "Clam Chowder" (sopa de almejas) al estilo New England, seguido de un par de "Crab Cakes" (croquetas de jaiba), y en vez de "selvesa" me tomé una refrescante jarra de limonada.  El Boliviano comió frugal.  No sé si fué porque no le alcanzaba el dinero, o quizá a causa de que no tenía hambre, porque "apunado" no estaba y no le ví ninguna bolsita de hojas de coca colgando por ninguna parte.  El Bemba también comió en forma civilizada acompañada de con unos ademanes pulcros y elegantes como reverencia de Mosquetero.

El "pueltojiqueño" comió como si hubiese sido el invitado que llegó atrasado a La Última Cena.  No solo comía a destajo, pero comía con la boca abierta y hablaba duchando la mesa con sus partículas de alimento hablando de Puerto Rico como si a alguien le importase.  Este personaje nos deslumbró con un comportamiento más ordinario que ataúd de mimbre con calcomanías y banderitas.  Después de la cena, nos dirigimos al hotelcito y nos fuimos a dormir para estar descansados para la siguiente mañana.  Antes de retirarnos a nuestras habitaciones, el Bemba nos sonrió ufano y nos dió una amigable mirada con sus blancos ojos de eje azabache.  La noche cayó fría, silenciosa, y negra como conciencia de fraile; pero nadie roncó esa noche en el hotel, y pude dormir apaciblemente.

La inexperta brisa de la mañana siguiente llegó a tropezones y estaba quebradiza y tiritona.  Traía vergonzosa el vaho salado del Atlántico y se colaba por las rendijas de las ventanas disfrazada de neblina como la cordillerana y serena camanchaca que cubre silenciosa esos altos y AntiguosCaminos andinos.  Por allá a lo lejos se oían los ásperos graznidos de las flotantes gaviotas, y el penetrante olor a café recién colado inundaba insolente e indiscreto las estrechas habitaciones de la reposada posada.  Los vidrios de las semi-limpias ventanas de mi habitación estaban empañadas con mi humedad pulmonar nocturna.

Nos levantamos temprano esa mañana porque la embarcación del tour zarpaba a las 7:00 AM.  Las ballenas en Maine se levantan temprano.  Cuando bajé al área del desayuno, busqué una mesa desocupada para cuatro y me senté a esperar a mis "asociados".  El lugar era pequeño y estaba abarrotado con unas mesitas pequeñas las que me hacían recordar los pupitres de mi temprana edad.  No había mucha gente en el lugar, y los que estaban presentes estaban comiendo los suministros del desayuno(*) en silencio, y aspirando el café o el té con pequeños sorbos, tan pequeños y desconfiados como la moral política; y con la vista cabizbaja clavada en la servilleta de sus mesas. 

(*) Nota del Autor: El nombre "desayuno" se deriva del hecho de que normalmente los seres humanos  no comen mientras  duermen, por lo que al levantarse por la mañana se encuentra en "ayunas", rompiendo ese ayuno al ingerir esta primera comida (des-ayuno) del día.  La mayoría de la gente llama ayuno a la abstención de comer sólo en las mañanas ( el  desayuno), mientras que para todas las otras abstenciones de ingerir alimentos sólidos y líquidos por un tiempo más elongado, incluyendo las necedades religiosas de tortura alimenticia, se usa la palabra "Diyuno".  ¿Qué cosas, no?

No tuve que esperar mucho para que apareciesen mis "asociados".  El primero que se me unió fué el ciudadano Boliviano que venía caminando con unos pasitos cortos pero muy  enérgicos y decididos hasta que llegó a la mesa.  Menos de un minuto después hizo su entrada el Bemba con su imborrable sonrisa y sus ebónicos ojos de Acacia Melanoxylona.  Nos saludamos y esperamos por el "pueltojiqueño", pero como el tiempo pasaba presuroso e imperdonable y éste no aparecía, decidimos comenzar a merendar sin su presencia.  El Boliviano demostró tener un hambre de león enjaulado, lo que compensó con creces lo poco que había comido la noche anterior.   Tomé una nota mental de ir al baño antes de que lo hiciera este ciudadano solo por razones de seguridad nasal y blindaje del olfato.  El Bemba era hombre de pocas palabras, pero de activas y eficientes mandíbulas, y también probó ser un excelente deipnosofista.

Ya casi terminábamos de desayunar cuando apareció el "pueltojiqueño".  Venía apurado y con un aspecto "ajumao" que daba la impresión de que había dormido con la ropa puesta, y se había saltado la ducha matutina.  "Me dolmí, bródel" (del Inglés: brother: hermano) --dijo con una voz traposa y caliginosa-- y procedió a agarrar alborotado cuanto alimento había sobrado en la mesa metiéndolo en un cartucho de arrugado papel blanco, el que introdujo dentro de una sospechosa, delicada y afeminada cartera de cuero sintético que leía "Puerto Rican Sweetheart".  "No hay tiempo que peldel", agregó con voz de pito apurándonos con amaneradas gesticulaciones e instándonos con sus cuidadas y exquisitas cejas a que nos marchásemos mientras que se encajaba un gran trozo de pan en su amplio hocico.

Salimos a la calle, la que nos recibió osadamente con una fresca y húmeda brisa y nos encaminamos hacia el muelle donde nos esperaba la embarcación la que hacía profundas y graves reverencias con su proa al compás de las macizas olas.  Apenas arribamos a su eslora, presentamos nuestros coloridos boletos de embarque y abordamos rápidamente la nave tratando de escoger la mejor ubicación para el viaje.  Como yo soy ducho en estos asuntos argonautas, me ubiqué en la proa porque no sabía en qué dirección pegaría el viento, y quería asegurarme de que los sorpresivos y explosivos vómitos por mareo no me ensuciasen la camiseta nueva de $4 que había comprado en "K-Mart" unos días antes.

Incertidumbre

Para mí, el peor sentimiento de todos es la incertidumbre porque siempre viene cargada de perplejidad, vaguedad y ambigüedad.  Cuando la barca zarpó desde la dársena de madera desde la cariñosa ribera que la bañaba, una tremenda incertidumbre me atacó la pajarilla.

¿Por qué menciono ésto mis queridos y bien amados lectores?  Porque yo tenía una agenda diferente a sólo observar las ballenas, y en el preciso momento de desatracar mi agenda secreta entraba en efecto, pero no tenía muchos detalles acerca de cómo diablos la iba a ejecutar con éxito.  Preparado estaba, pero los altos y salvajemente variables elementos de riesgo siempre corren paralelos y siamésicos a cualquier aventura.  Mi agenda era simple: saltar al agua en la proximidad de una ballena, y nadar lo más rápido posible hasta tocarla.

¿Locura dirá usted? No.  ¿Irresponsabilidad dirá usted? No.  ¿Monomanía dirá usted? No.  ¿Insensatez dirá usted? No.  Tampoco es imprudencia, atolondramiento, irreflexión, demencia, delirio, o ningún tipo de frenesí o esquizofrenia emocional.  Hay que entender que cuando uno es Loco como lo soy yo, estas pundorosas y acertadas palabritas que enlisté en el párrafo anterior no tienen ningún sentido porque en la aventura, lo único que cuenta es el desenlace.

En el "Itiner" de mi "website" digo: "Narro mis historias porque la aventura no está en la meta, sino en la jornada.  Narro estas jornadas para revivir su aventura porque las metas cuando se alcanzan, pierden su valor y entonces se tornan efímeras; y se tornan efímeras porque su culminación priva a la aventura del pináculo de la meta.  Lo único eterno y con propósito, es la jornada".

Entonces como parte de mi aventura, la meta es sólo uno de sus componentes; importante, pero no lo es el todo.  Si no hubiese sido capaz de tocar la ballena, esto no habría sido --bajo ningún punto de vista-- un disuasivo grave en contra del acervado tropel de emociones que la jornada produce en su desarrollo para alcanzar la meta que nos provee.  Ballena o nó, ya el ingrediente de la emoción me embargaba la propiocepción y me secuestraba los sentidos con la poderosa droga de la anhelante anticipación.  El que no sabe o ha experimentado esto, no conoce ni concibe la aventura.

La embarcación cortaba rauda y decidida los lomos de las poderosas crestas marinas con su metálica y afilada quilla en pos de un lugar perdido en ese ancho mar azul oscuro, donde aquellas circunspectas ballenas estarían ejecutando las tauromaquias Verónicas y las escaramuzas de sus milenarias danzas y mazurcas marinas.  Había pocas nubes en el cielo y el agua salada que me salpicaba los labios sabía a llanto de huérfano.  Todos teníamos las miradas clavadas en el horizonte escrudiñando y cateando la lejanía en busca de un lomo oscuro, o una cola horizontal, o de un explosivo chorro de vapor pulmonar.

Cuando habíamos navegado en la zarandeante embarcación ya cerca de una hora, de improviso el Capitán vociferó en su metálico altoparlante: ¡Ballena sobre la jarcia de estribor!

El mensaje casi me heló la sangre y sentí un cosquilleo en la espalda mientras que los pelos del cuello empujaban por salirse de la camisa.  Sentí que a pesar de que mi corazón estaba palpitando a todo vapor, mi pulso bajó su ritmo dando paso a una lividez que se me enmarañaba sin piedad en el rostro, y mi garganta se secaba a un ritmo superlumínico.  Éstos son todos los síntomas y augurios de que las vigorosas bombas de adrenalina estaban a punto de estallar sobre sus amplios y generosos caudales.  Respiré profundamente tratando de recuperar mi compostura.  The pronto la chillona voz del boricua me perforó los tímpanos: "¡La allena, bródel!  ¡V'amo palante¡, bródel"! V'amo p'a allí", me gritó en la cara apuntando con su dedo índice hacia el océano, mientras que el viento marino le zangoloteaba las delicadas pulseritas que llevaba en su primorosa muñeca.

Mirándome de cerca agregó: "¡ Bródel!, ¡¿estás pálido?!".  Nunca supe si esta expresión fué una "plegunta" o una "afilmación" porque el tonito de la locución era desorientado, pero en el calor del momento tuve un repentino aflato sobrenatural y le contesté: "Estoy un poco mareado, me voy a ir a sentar en la cabina un rato".  Acto seguido el "pueltojiqueño" presa de un "revolú" propio de estos isleños, se fué vertiginoso y febril hacia la proa donde se aglomeraba todo el mundo, dando unos saltitos de mariposa coja mientras que su incierta bolsita colgada del hombro le golpeaba cariñosamente la nalga derecha.  Todos los pasajeros y la tripulación estaban mirando absortos con sus binoculares (los que habían arrendado por $5 para la excursión), todos oteando desde la proa hacia las magníficas ballenas, las que eran dos.

Rápidamente me dirigí hacia la cabina donde descansaba furtiva mi mochila con las herramientas de la temeraria osadía que estaba a punto de desenlazarse y perpetrarse.   Precipitadamente me saqué los zapatos, los calcetines y el pantalón que ocultaba un elegante e incógnito traje de baño que también había comprado en "K-Mart" por un muy módico precio.  Me senté en la acolchonada banqueta y mientras miraba por el "ojo de buey" por si alguien se acercaba, me coloqué unas magníficas "Güaletas" (aletas) de color rojo (creo que ya saben donde las compré) las que me impulsarían a gran velocidad hacia la ballena.  El griterío de proa había incrementado sus decibeles considerablemente porque las ballenas ya estaban sumamente cerca de la embarcación, a unos 30 metros más o menos calculados al "ojímetro".  Apuradamente me saqué la chaqueta y la camisa, me coloqué el "snorkel", la máscara, y corrí apurado como pude con las güaletas puestas hacia la borda de estribor.  Me senté en el húmedo borde, y sin vacilar; me dejé caer de espaldas hacia las oscuras y frías aguas del Atlántico Norte.

El gélido sopetón de frío que me propinaron las frígidas aguas apenas hicieron mella en mi determinación sin límites cuerdos.  Comencé a dar braceadas frenéticamente en dirección a estos magníficos mamíferos.  Afortunadamente durante la entrada al agua la máscara no se me soltó, y el "snorkel" se mantenía firme en su estratégica y vital posición.  Mientras nadaba como un energúmeno en pos de las elegantes amniotas endotérmicas, tuve un repentino recuerdo en blanco y negro del Húngaro Peter Johann Weismüller (Johnny Weismüller), aquel extraordinario Tarzán de mi ingrávida pero profunda niñez.

Creo que nadie se percató de mi zambullida, pero corto tiempo después de comenzar a nadar, escuché gritos de espanto surtidos.  Con el rabillo del ojo preso en la máscara pude ver a los escandalizados pasajeros apuntando hacia mí.  No podía discernir qué era lo que sus voces decían, pero sí pude ver claramente la impávida cara del Boliviano, y los desmesurados y sorprendidos ojos del Bemba.  Cuando vislumbré al Boliviano entre las gotas de agua de mi máscara, me acordé del curioso "Ekeko" que compré una vez en un kiosco en el Salar de Uyuni.  En ese preciso momento recordé con espanto que con el apuro y la nerviosidad, se me había olvidado instalar la cuerda con nudos que había preparado para poder encaramarme de vuelta a bordo.  Era demasiado tarde para preocuparme de esto ahora, así que seguí mi apasionada y colérica carrera para palpar una ballena.

Acotación

No sé si ustedes se habrán dado cuenta de esto, pero es imposible mear cuando uno está nadando.  Ésta es una necesaria función biológica que es sencillamente impracticable e inalcanzable de ejecutar durante una carrera de natación.  Parece que el esfínter a cargo de la evacuación y mecánica de fluídos corporales se declara en una recalcitrante huelga permanente.  Tampoco en estas apremiantes circunstancias la vejiga urinaria sirve de vejiga natatoria.  ¿Qué cosas, no? 

Palpando Nirvana

Perdí completamente la noción y el sentido de tiempo.  Cada vez que alzaba la vista, me encontraba más y más cerca de las ballenas.  Debo reconocer que me invadió un poco de julepe porque mientras me acercaba a estos enormes vertebrados, su gigantesco tamaño crecía rápidamente en susto y amedrentamiento, pero al mismo tiempo sentía una paz comunicada, era como si la ballena más cercana compartía conmigo la curiosidad del uno por el otro.  Lo que más me asustaba de la ballena era su tamaño, y de lo que más estaba asustada la ballena de mí, era de que yo era un humano.

Inesperadamente y con gran consternación de pronto escuché el rugir de un motor a gasolina que hería mis mojados tímpanos y parecía acercarse a tranco largo hacia donde me encontraba.  Traté de mirar sobre mi hombro, pero no ví nada.  Airadas voces también se oían.  En ese momento supe que venían por mí.  Reanudé mis  delirantes esfuerzos hacia la ballena que ya estaba a un corto tiro de piedra.  Estaba comenzando a sentir un cansancio pesado.  Mis pulmones bufaban con estruendo.  Mis piernas me dolían con el esfuerzo.  Ya no sentía en mi piel las incesantes y afiladas agujas de las bajas temperaturas del agua.

A pesar de que uno vé a las ballenas desplazarse en cámara lenta sobre el agua, éstas nadan a una gran velocidad, pero creo que la ballena más cercana a mí estaba curiosa y me dejó acercarme a ella, y hasta creo que apaciguó conscientemente los bufidos de su espiráculo para no asustarme tanto.  El motor a gasolina se acercaba indetenible.  Mis oídos me lo advertían a medida de que el ruido del motor se acrecentaba.  Ya casi, casi llegaba a la ballena, y ésta parecía saberlo.  De pronto, la ballena hizo un giro lento pero poderoso en mi dirección.  Se me pararon todos los mojados pelos de todo el cuerpo, incluídos aquellos; pero al mismo tiempo fué como si ella me estuviese premiando por mis esfuerzos.

Empalme

Por unos segundos, la ballena se quedó calmada como un gran árbol en frente de mi asombradísima persona.  En ese momento no escuché ni el motor del bote ni el griterío de sus enajenados argonautas.  Su lomo era oscuro y sin brillo, suave a la vista, y regado de moluscos holgazanes como abogados, los cuales se le colgaban en el pellejo por doquiera.  Me encontré atraído como un imán hacia su cuerpo.  La toqué con ambas manos por unos efímeros pero gloriosos momentos.  Palpé su duro y resistente lomo como si estuviera tocando una fina y quebradiza porcelana.  Su piel estaba helada como el corazón de un fraile, pero ésta era honesta y me transmitía sus sentimientos.  Con ambas manos sobre su lomo, sentí que una fuerza invencible y grandiosa nos envolvía a ambos.  No sentí ni el frío de las aguas, ni el embate de las olas, ni a los pequeños humanos que se acercaban insolentes a interrumpirnos.  No sé cuánto tiempo duró este acuático trance, pero pienso que fueron sólo unos efímeros y escuetos segundos.

De pronto esta infanta de Neptuno dejó escapar un bufido energúmenamente poderoso, y el vapor de sus pulmones irrumpió en el aire como la explosión de un volcán en celo perenne.  Sentí que las espumosas aguas que me rodeaban se arremolinaban intranquilas, y que la ballena comenzada a moverse pesadamente otra vez.  Ése era el inequívoco aviso de que el contacto terminaba, esto; cuando mi ansiedad estaba enarbolada en su pico más alto.  Me alejé rápidamente de la ballena mientras que ella se alejaba rápidamente de mí.  Sabía que nunca jamás la volvería a ver, y ella sabía que jamás me vería otra vez en nuestras vidas.  Cuando se alejó, se volteó disimuladamente para verme con el rabillo de uno de sus ancestrales ojos.  Creo que me sonrió.  Me quedé flotando en las frías aguas sin ningún lugar donde ir, pero aquello no duró mucho.

De Regreso a la Realidad

De pronto sentí que un garfio me agarraba del brazo derecho y me jalaba fuera del agua, e inmediatamente percibí otras manos que se peleaban por agarrarme y subirme al bote de rescate.  Mi piel estaba resbalosa y glacial.  Esas múltiples e insolentes manos estaban más tibias que la temperatura del agua.  El ruido de los gritos retornó a mis oídos y comencé a escuchar una sarta de necedades.  Las histéricas y encendidas voces decían que era peligroso, que arriesgaba mi vida, que era ilegal, que era estúpido, que era irresponsable, que era un mal ejemplo...  pero sus tristes y devaluadas voces se esfumaban inciertas en mis oídos, eran apenas sordos ecos de un mudo murmullo nomotético propio de políticos y abogados indecentes, esos bien establecidos procuradores de vuestra miseria para el beneficio de sus propios bolsillos.

Sentado en el bote de rescate sentía que la piel me ardía como mordisco de Chile Habanero, pero mis palmas estaban en paz con los elementos.  Me miré las palmas pero no ví ningún cambio en ellas, aunque sabía que sus táctiles y sensuales memorias guardarían ese raro y extraordinario momento de empalme por una eternidad infinita.  Los sordos ecos de las voces seguían martillando incesantes mis insensibles oídos, pero rebotaban en mis orejas y se perdían allá lejos en la ciega inmensidad del océano.  ¿¡Que sabían estos pobres y tristes hombrecitos de peligro!?  ¡Hablaban de riesgo y osadía sin haberlos experimentado nunca en sus mohínas vidas!  Parloteaban convulsivos de lo que podía haber pasado a pesar de que no podían ver el futuro.  Pobrecitos esos tristes hombrecitos.  Pobrecitos aquellos tristes hombrecillos que nacieron viejos, llenos de sueños ajados y deslucidos como promesa rota.  ¡Pobres hombrecillos, no sabían nada!

Mientras que los cándidos hombrecillos de mustias vidas vestidos en sus circenses chalecos de gritones colores anaranjados escupían una absurda jerigonza sin valor ni sentido para mi, miré ansioso en lontananza hacia la ballena, pero ésta ya había desaparecido en las profundas y oscuras oquedades azules del insondable Atlántico.  Mis palmas estaban azules.

Después de una corta marea, llegamos a la embarcación del tour mientras que los turistas me recibían con una ovación digna de Emperadores.  Les sonreí de vuelta, pero estaba consciente de que estaba metido hasta la "tusa"(1) en serios problemas.  Una vez reinstalado en el barquito turístico recibí el grueso embate de la basura verbal leguleya.  Me multaron $1,000 por el "delito", me prohibieron para siempre tomar tours en esta incomprensible compañía, me amenazaron con cárcel si lo volvía a hacer, y me confiscaron todos los prácticos tesoros y herramientas delictuales que había adquirido módicamente en "K-Mart".  Suspiré profundamente y miré hacia la popa del barco.  Creí ver a Moby-Dick, pero era simplemente una monstruosa y mofletuda gorda grasienta y mantecosa de Nueva York a la que tenían sentada a popa como fardo para contrapesar la sufrida embarcación.  Noté que tenía un saquito de papitas fritas en su elefantástica mano derecha en la que sus regordetes dedos se asemejaban a salchichones inflamados.  También noté que a pesar del enorme parecido, efectivamente este seboso bulto grasiento no era Moby-Dick.

(1)   "Tusa" es una palabra Mapuche.  En la ancestral lengua  Mapudungún  la tusa  es un derivado de la palabra "Chape" que significa: trenza.  En Quechua trenza se dice: "Chimpa".  El derivado dialéctico Mapudungún es la palabra Mapuche "kerfü", lo que es la "tusa" del caballo, en otras palabras, la trenza del caballo (cagüello).  En Chile, la tusa –de acuerdo a su denotación paleoneofilológica—se encontraría en algún lugar entre el casco craneano y el último pelo parado de la cabeza; es decir, en un nivel de altura máxima.  El por qué los Chilenos usan esta expresión es un misterio.  ¿Quizá sea porque son muy "acaballados"?   

Cuando esta ordalía ya se estaba calmando, el Capitán del barco se acercó a mí con su circunspecto y cobrizo rostro, y me inquirió adustamente: ¿No tuviste miedo?

Le miré en los ojos por un sereno instante, y dibujé en mi azulada cara de azulados labios una amplia y sarcástica sonrisa que me costó esfuerzo construír.  Podría haber respondido fácilmente Sí, o Nó; pero esto no era acerca de reconocer derrota, era acerca de triunfar moral y emocionalmente aún en los más descabellados y terribles descalabros de nuestras vidas, así que le miré fijamente a los ojos le contesté presuntuoso: ¿Miedo?, ¿qué es el miedo? 

Cuando me dió la espalda alejándose de mí sin decir palabra, agregué: "Además y como pocos, yo llevo mi vida por delante y no arrastrándola miserablemente por detrás como la mayoría lo hace".  El Capitán entonces dió un medio giro suficiente para que su ojo izquierdo me pudiese ver por sobre su hombro, y me dió una corta mirada de difidencia.  Giró otra vez sobre sus talones en la dirección que llevaba, y siguió caminando impasible.  No lo ví pestañear ni una sola vez.  Estoy seguro de que el Capitán mientras que se alejaba de mí sacudiendo la cabeza con una incredulidad infinita, se estaba repitiendo a sí mismo: ¿Qué cosas, no?, ¿Qué cosas, no?



El Loco