miércoles, 2 de junio de 2010

Los Pimientos

Este es un breve cuento sobre pimientos aunque nosotros los oriundos seres congénitos de las extremas y australes comarcas del planeta, les conocemos mejor como ajíes. Este es un pedazo sucinto de su historia y un puñado al azar de esporádicos recuerdos sobre el pasado de estos frutos seráficos, y es también una escueta y lacónica referencia a los 9.000 años de la homérica jornada que estos pimientos sobrellevaron para llegar a tu mesa.

Recuerdo que hace muchos años (alrededor de 1976) yo acababa de regresar de uno de mis inconscientes viajes al Japón; uno de aquellos ignotos viajes que llenaban aquella edad mía en que perseguía incesantemente insanas aventuras planetarias, traje conmigo un peculiar regalo que me obsequió un amigo japonés contingencial que hice durante mi viaje. El regalo consistía en una pulcra y pequeña bolsita inocente con una etiqueta que leía: “Piper Japonicum” (山椒 - Sansho), llamado a veces incorrectamente (o no), Naga Jolokia (en flaite chileno es traducido como Nalga Jodía).

El saquito parecía más bien un morralito de caramelos. Era una pequeña alforjita hecha de paños tejidos con múltiples entreverados y al frente tenía estampado un dibujo de una muñeca japonesa llamada “Kokeshi” (Muñeca), que ofrecía pimientos con una mano y con la otra sostenía un detallado abanico exquisitamente decorado con el cual ella cubría su blanquísima cara, y probablemente una hermosa sonrisa de labios rojísimos y pequeños. Un cordelito rústico de yute mantenía el bolsito cerrado. Por supuesto que en aquellos días cualquier persona podría traer lo que se le antojara como "souvenir", y el servicio de aduanas no habría tenido ningún problema con ello. Cuando llegué a mi casa en la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura, vacié encima de mi cama mi maleta de viaje en la que venía el pequeño saquito junto con otros recuerdos surtidos que traía del viaje, y guardé estos trofeos artesanales de mero valor sentimental en un baúl de tesoros que mantenía en mi pieza, en donde también guardaba numerosos pedacitos de mis sueños, trocitos de mis fantasías surtidas y violentos pensamientos inflamados de libertad. Acto seguido, cerré este cofre repleto de alucinaciones y menesteres de mi chúcara juventud y me despreocupe de todo esto.

Varios meses después, mientras que realizaba una limpieza de precipitada emergencia en mi aglomerado cuarto debido a un olor pecador, espeso, sospechoso y persistente, y más ofensivo que el lunar negro podrido con pelos púbicos retorcidos con el que mi suegra se adorna la narizota, y el que trata de camuflar lastimosamente con un maquillaje más grueso que la greda de Pomaire(1) -para describirlo con cierta justicia-; encontré el olvidado bolsito con los pimientos. Decidí rescatarlo del baúl y me lo llevé a la cocina con la intención de probar uno de estos pequeños bribones a la hora de la cena. Esa noche cuando me senté para comer con mi familia, saqué el bolso subrepticiamente y con un aire de complicidad y le ofrecí su misterioso contenido a todos. Me acordé de que me dijeron que estos pimientos eran extremadamente picantes, y que hay que poner solamente una pizca pendegesimal en la comida. Todos le agregamos un pichintún a la sopa. Estos ajíes eran realmente, realmente picantes pero sabrosos y le dieron al caldillo de mariscos y al congrio un gusto inesperadamente excelente.

Breves pero entretenidos minutos después de que comenzamos a comer, uno de mis sobrinos se integró estrepitosamente a la mesa y tan pronto como supo de los pimientos, comenzó a presumir de lo macho que era y se lanzó a contar una historia sobre este monstruoso y legendario ají chileno al que cariñosa pero irreverentemente llamamos “ají p#t@madre", y que se lo había comido a capella y nada le había sucedido, y que ni pestañó con el ajicito. Y así se puso a presumir con un albedrío muy alaraco de otros cuentos acerca de cuánto ají él podía comer y que le agregaba liberalmente a la comida sin inmutarse, y que estos pimientos no le podían sacar ni una miserable lágrima. Según él, no había pimiento en el planeta capaz de someterlo o doblegarlo. De repente, nadie podía moverse en el comedor porque la arrogancia de mi sobrino, parida por la adolescente edad del pelo largo y las ideas cortas, esa inmutable edad de las bocas grandes llenas de ecos de insensatez; había llenado todos los espacios disponibles en el comedor. No había espacio ni para tirarse un peo.

Bueno, ustedes ya saben lo que viene. Sí, por supuesto que mi sobrino tenía que demostrar públicamente su necia masculinidad, y aparatosamente le puso un ají completo al caldillo (el ají no era más grande que un fósforo desnutrido), con lo que me pareció que el caldillo comenzaba a hervir nuevamente. Después de algunos segundos, ¡habría podido jurar que su sopa chillaba! Mientras tanto, aunque yo había estado sorbiendo mi sopita lentamente con una tímida cucharita y cerciorándome de no quemarme, ya podía sentir la intensidad y la pasión oculta de estos ajíes hipócritas y traidores disfrazados engañosamente en envoltorios angelicales y en un saco con cara de golosinas.

Bien, mi amado sobrino comenzó a engullir la sopa rápidamente y con prisa porque según él, estaba atrasado para ir a una fiesta en algún lugar del que no me acuerdo. Después de que se comió a destajo esta sopa infernalmente picante, se engulló a la carrera un bistec chico de vaca muerta con una ensalada verde proveniente de matas anónimas, y salió corriendo de la casa. Nosotros acabamos la cena tranquilamente y sin apuro, y comentamos respecto a la potencia del ají japonés y de cómo mi sobrino podía ser capaz de comer esta manducatoria tan picante. Pocos minutos habían pasado desde que habíamos terminado de comer la sopa condimentada con el “Piper Japonicum”, y ya la sensación de ardor en mis labios, boca, esófago, y estómago confirmaba las alegóricas leyendas sobre la reputación de los famosos pimientitos. Después de sentir los efectos sin misericordia del ají, no podíamos comprender cómo era posible que mi sobrino pudiese comer tal cantidad de picante ¿y no sentir nada? Pero estábamos todos equivocados, muy equivocados, tristemente equivocados…

Escasos minutos después de que mi sobrino salió disparado con sus amigotes para la fiesta, uno de sus compinches lo trajo de vuelta a casa apuradísimo y traía unos ojos más desorbitados que un sapo con vómitos, y exclamó con nerviosidad insostenible que mi sobrino no se sentía nada de bien (este caos me trajo a la memoria el despelote que ocurrió en Alemania cuando los Aliados durante la II Guerra Mundial bombardearon Berlín con azúcar flor). Mi desatinadamente presuntuoso sobrino tenía la boca hinchada como ojo de boxeador, los labios los tenia inflamados como jeta de guanaco negro, tenía dificultades para respirar, y las lágrimas corrían en tropel por sus rojas y cachetonas mejillas como llanto de beata pagada. ¡Toda su cara parecía un membrillo con elefantiasis! Nos levantamos apresuradamente y apretamos cachete hacia la posta de urgencia.

Para hacer de una larga historia un cuento corto, en el hospital los doctores “arreglaron” a mi sobrino sin reírse mucho. El único daño colateral fué un ego colosal desconsoladamente desinflado, y en el baño, la redefinición épica de la expresión tan homo generis chilensis: "cagó fuego". Cuando regresamos desde el hospital a casa, el bolsito de los ajíes estaba calladito encima de la mesa exactamente en el lugar en que lo dejamos antes de salir tan precipitadamente, luciendo inocente e inofensivo. Agarré el saquito con los “Piper Japonicums” y lo puse con el resto de mis trofeos y espejismos en el sereno baúl de mi pieza. Nunca más hablamos de este ignominioso episodio familiar, aunque con la ayuda de la tecnología moderna, de cuando en cuando le envío a mi sobrino por internet fotos de guanacos negros con jetas grandes.

(1) Pomaire antes de que se me olvide
El pueblito de Pomaire está localizado en la comuna de Melipilla en la Región Metropolitana de Santiago, Chile. En las lomas que rodean este pueblito salido de un libro de cuentos existe una abundancia extraordinaria de greda (arcilla), la cual ha sido la base la economía de Pomaire y que consiste en la manufacturación de los potes, los figurines, y los utensilios prácticos y de decoración más hermosos y acabados de nuestro sistema solar y sus alrededores. Pomaire es el "La Mecca" de los souvenirs de greda los que se encuentran en una gran variedad de artículos con imaginación, los que incluyen mercancías de lana de múltiple y soñadores colores pomairinos. En la aldea hay una tradición de regalar Chanchitos, pequeñas figurillas de cerdo que los visitantes compran para regalarle a amigos y familiares para que les traiga buena suerte. Por cierto yo he comprado y recibido estos chanchitos. Y traen suerte. Si son hombres de poca fé, vayan a Pomaire y dejen que los pueblerinos les bauticen con un chanchito y les conviertan en creedores. En Pomaire y en sus pintorescos alrededores también se puede disfrutar de música folklórica y de empanadas gigantes (de "pino" y de las otras). Ustedes que viven en Santiago, ¿han ido alguna vez a Pomaire? Si no, no tienen idea de lo que se han estado perdiendo, y si es así, no les voy a contar más acerca de este tabernáculo de la potería humana, y les debería dar una vergüenza negra el ser tan flojos y poco exploradores. Tomen seriamente esta opinión y consejo que viene directamente de un curtido "Loco Marista Explorador de las Distancias Imposibles de los Lugares Remotos mas allá de la Última Frontera Infinita y de los Parajes Escondidos más Difíciles y Peligrosos del Planeta Terra por Encima y por Debajo" que dejó chico a Indiana Jones, que hace lucir como un aprendiz a Marco Polo, y que dejó a Yuri Gagarin marcando ocupado. Este elaborado título de expedicionario osado, excursionista magnífico, aventurero salvaje, viajero de los siete mares, y buscador empedernido de lo imposible me lo dió el mismo Moctezuma en persona cuando me bautizó con la poción Azteca hecha del Sudor Destilado Dolorosamente de las Sabias Sienes de los Dioses Imperecederos de la Noche Negra con Luna Llena cuando tomábamos tecito en el Templo de la Coca~Cola en Chichén Itzá. Tengo testigos.

De vuelta a los ajíes con algo de historia
Según la mayoría de los biólogos, los pimientos son nativos de los continentes del Sur y Centro América. Se cree que hicieron su aparición en el Asia del Sur alrededor del siglo XV, y debido a su éxito como condimento y otras aplicaciones, los pimientos conquistaron el comercio de especies del planeta. Cristóbal Colón nunca se imaginó el tremendo impacto que este pequeño fruto que trajo a España tendría en el resto de Europa. La nueva especie "pimiento" es tan potente que destronó a la reinante pimienta negra nativa del Asia del Sur, que era consumida en Europa en esos días de descubrimientos. Cristóbal Colón les llamó a estos frutos "pimiento" debido a su semejanza en sabor con las pimientas europeas de la familia de las pimientas "Piperaceae".

Hay acreditadas indicaciones de un amplio consumo de estas plantas en América Central, y evidencia substancial de su utilización comenzando alrededor de año de 7500 A.C. Estos pimientos son quizá las primeras plantas que se domesticaron. Los orígenes de este pimiento (Capsicum Annum) se remontan a México y América Central, y los orígenes del Capsicum Frutescens, a Sudamérica. Estas especies de pimiento primero fueron introducidas a Asia del Sur alrededor del siglo XVI, y ahora son las dos especies principalmente dominantes en la región. Hay un libro interesante que data de 1597 escrito en un lenguaje inglés medio raro y harto cuico que se publicó en Londres en 1633 sobre los pimientos. "The Herball, o Generall Historie of Plantes", escrito por el inglés Juan Gerard (1545-1612), y es el primer estudio “científico” escrito sobre los pimiento cuya primera edición fué publicada por Mawr de Bryn en 1597, y después en 1633 que publicó una segunda edición aumentada y completamente ilustrada. Algunos botánicos y arqueólogos creen que los pimientos han sido parte importante en los hábitos alimenticios humanos en las Américas desde antes de 7500 A.C. Evidencia primitiva en lugares situados en puntos al sudoeste del Ecuador apuntan al hecho de que los pimientos eran ya una planta doméstica hace más de 8000 años, convirtiendo a los pimientos en una de las primeras cosechas auto-polinizadas que se cultivaron en las Américas.

Los viajes del pimiento
Los pimientos comenzaron a ser cultivados amplia y activamente alrededor del mundo, cortesía del médico de Colón, Don Diego Álvarez Chanca, que le dió al pimiento un paseo largo en el segundo viaje a las Antillas en 1493. Cómo y según los historiadores revelan, Don Diego Álvarez Chanca conducido por el deseo de llegar a ser rico (ésta fué su primordial razón para meterse en esta aventura loca con Colón), trajo los primeros pimientos a la España(1) de hoy, solamente un año después del descubrimiento del nuevo continente el 12 de Octubre de 1492. En 1494, Don Diego Álvarez Chanca registró el primer testimonio escrito sobre las características medicinales del pimiento. Los españoles, con los puertos comerciales en su colonia recientemente conquistada en la Terra Nova -hoy México- controló la mayor parte del intercambio comercial marítimo con Asia. Con la ayuda de las embarcaciones europeas que atracaron en el nuevo mundo, los españoles comenzaron a exportar los preciados pimientos -ahora convertido en una especialidad- hacia Filipinas, luego a India, China, Corea, Japón, y por supuesto al resto de Europa. Esta exótica especie de condimento fué adoptada rápidamente por la gente e integrada permanentemente a su gastronomía local.

(1) En ese tiempo España no existía como nación. Cristóbal Colón descubrió América para los reinados de León y Castilla por eso es que la lengua hablada en el nuevo continente es llamada Castellano y no "español" como erróneamente se le llama hoy. Los blasones que se plantaron en la "Terra Nova" para reclamar esta posesión fueron los gloriosos estandartes del Reino de Castilla - ¡Plop!

Entonces, puesto que los benditos pimientos se convirtieron en una sensación y también en un artículo caro, los marineros portugueses llevaron este nuevo hallazgo gastronómico desde España transportándola a la colonia portuguesa de India para su venta. La India es hoy el productor más grande de estos pimientos en el mundo. Prontamente después de su arribo a India, el pimiento hizo su debut en Asia Central, y según las crónicas de la época, llego a lomo de caballo, burro y camello a Hungría y a Turquía, cortesía del espíritu emprendedor de los conquistadores portugueses. El pimiento demostró una resistencia notable a los viajes prolongados, a los desafíos del clima y de la erosión, y a los inesperados cambios de temporadas.

Hay muchas especies de pimiento en todos los tamaños y colores; hay pimientos dulces, pimientos picantes, y pimientos asesinos. Algunos pimientos se utilizan como ornamentos, otros como suministro de alimentos, y otros; como armas. El Habanero Negro (alias: Habanero Chocolate), se cree que es el descendiente directo de los pimientos nativos que crecieron una vez en uno de las áreas costeras más extensas del mundo, situada en Sudamérica occidental. Este pimiento es muy escaso debido a su largo tiempo de gestación y madurez lo que lo hace difícil de obtener. Algunos fabricantes españoles de guitarras les ponen uno de estos enormes pimientos habaneros negros dentro a las guitarras de fina madera que fabrican porque según ellos, el Habanero Negro ayuda a absorber la humedad de la guitarra y hacen que la guitarra produzca un sonido más “dulce” y “suave”. ¡Olé!

Cualquiera que sea el caso, todos y cada uno de los que ha entrado en serio contacto con los pimientos en uno u otro momento de su vida, tiene algo decir sobre esta fruta peculiar que parte la lengua y la raja (¡raja la lengua!). Aunque los pimientos disfrutan de la denominación de "vegetal", también son concebidos como "fruta", pero su importancia más relevante en el arte cisoria es la de "especie". Ahora, la botánica y su caballería y cohortes de soldados botánicos armados con microscopios de gran reducción, con amenazantes platillos Petri, con horripilantes pinzas, con aterrorizantes tijeras, con lupas ciclópeas, y enarbolando posters gigantescos de Madame Curie (Marie Skłodowska Curie - 1867-1934) y de Carlitos Darwin (Charles Darwin - 1809-1882); consideran esta planta excéntrica como ¡una baya de arbusto! ¡Que lo parió! ¿Pero a quién le importa? La verdad es que a nosotros y a nuestros prójimos solo nos interesa comer estos deliciosos pimientos de doble filo.

La Venganza de Moctezuma (Motecuhzoma Ilhuicamina - 1398-1469)
¿Ha oído usted hablar del Chile Habanero, o ha escuchado a la gente gritando piedad después de haberse comido uno de estos portentosos ajíes? Bien, hay versiones obscuras y conflictivas acerca del origen de esta alegoría. Esta pieza de mitología fué concebida en lo profundo del corazón de los relatos de horror que este pimiento ha generado. Según mi propia investigación en los anales de la historia y mis descubrimientos enredados en las crónicas del folklore popular Azteca antiguo, el gran Moctezuma torturaba a sus víctimas antes de sacrificarlas -normalmente guerreros en deshonra- haciendo que estos pobres diablos desafortunados comieran un gumbo espeso de Chile Habanero mezclado con “Polvo Extraño del Raspado de la Gran Garra de la Bestia Inicua Camaxtli” - dios Azteca de la caza, de la guerra, del sino, y del fuego.

Después de ser brutalmente forzado por los sacerdotes a tragarse dicha poción, la malograda víctima comenzaba a revolcarse con violentas convulsiones, con unos vómitos terribles y grisúes, acólitos de una diarrea tan fenomenal que cuando el sacrificado se tiraba un peo, los hollejos de los porotos quedaban repartidos y pegados por todas las murallas del templo (por eso es que los sacerdotes usaban máscaras). Así es el cuento de esta anécdota inverosímil, por inverosímil que pueda parecerle a usted mi querido lector. Después de algunas horas de este despiadado martirio, la víctima ahora en estado de poco entusiasmo estaba lista para el sacrificio y sin ánimos de oponer ninguna resistencia. Por supuesto estas historias populares no tienen ninguna base homologada y/o científica; sin embargo estas historias han sido narradas como “ciertas” por los viejos miembros de la cultura de Tlahuica, una de las culturas más antiguas que forman parte de los grupos étnicos de la cultura Azteca que habitó las regiones cerca del actual Estado de Morelos. Y doy fé de que esto es exactamente lo que me contaron mis entrevistados aztecas…

De cualquier manera, el gran Moctezuma y la diarrea explosiva están fusionados para siempre con la expresión “La Venganza de Moctezuma”, en tiempos modernos conocida como “La Diarrea del Viajero”. A los que han viajado al extranjero y han experimentado los estrepitosos y volátiles efectos de esta antigua maldición Azteca, no necesitan explicación alguna. Si usted cree que esto no es cierto, lo invito a cerciorarse por sí mismo. Desafortunada e inevitablemente a mí me pasó en mi primer viaje a México una pila de años atrás. Después de saborear generosa y licenciosamente un Chile Habanero (en la sopa para variar), fuí una víctima involuntaria de esta maldición Azteca, y doy fé de que me agarré una diarrea tan convulsiva y cáustica que me peló e irritó atormentadamente los sensibles labios ubicados estratégicamente en mi extremo humano opuesto donde la oscuridad es rey. Así fué como aprendí a caminar tirando besitos. Fué tan violenta la diarrea ésta, que cuando me sentaba en el trono a descargar, tenía que ponerme una escoba cruzada sobre las piernas y agarrarme ésta como que no hay mañana, para que cuando pujara (aunque fuese involuntariamente) tener de dónde aferrarme y quedarme colgado para no desaparecer por la cañería y terminar en el Mapocho(*).

(*) El Mapocho es un triste, obscuro y escueto hilillo de nebulosa agua sucia y maloliente, poblado de alegres mojones argonautas al que los Santiaguinos llaman generosamente: ¡Río!

Ahora de vuelta a los pimientos.
A pesar de su nombre, el pimiento popular llamado Chile Habanero no tiene su origen en Chile como cualquier "sui generis" individual podría deducirlo, sino que se originó en la península de Yucatán y sus regiones costeras. El Chile Habanero también se llama "Capsicum Chinense Jacquin" que es un primo cercano del “Piper Japonicum” como aquel que se comió mi desafortunado sobrino. Este pimiento es uno de los ajíes más poderosamente picantes del género completo de los pimientos. Antes de madurar, estos pimientos son de un verde claro, y mientras maduran su color puede fluctuar mucho. Los colores más comunes son anaranjado brillante y rojo vivo, sin embargo también se encuentran de un vívido blanco, de un rosa deslumbrante, y otros con vetas de marrón intensamente oscuro que se ajustan a esta acuarela natural de ardientes colores. La mayoría de los habaneros se clasifican entre los rangos de 200.000 y 300.000 en la escala de Scoville, pero el Chile Habanero está al tope de este grupo con un grado cercano a 350.000.

La escala de Scoville
La escala de Scoville es una medida de picardía o de "piquancy" de un pimiento.

Rango Scoville - Tipo de pimiento
15,000,000–16,000,000 - Pure capsaicin
9,100,000 - Nordihydrocapsaicin
2,000,000–5,300,000 - Standard US Grade pepper spray
855,000–1,041,427 - Naga Jolokia
350,000–577,000 - Red Savina Habanero
100,000–350,000 - Chile Habanero
100,000–350,000 - Scotch Bonnet
100,000–200,000 - Jamaican Hot Pepper
50,000–100,000 - Thai Pepper, Malagueta Pepper, Chiltepin Pepper
30,000–50,000 - Cayenne Pepper, Ají pepper, Tabasco pepper
10,000–23,000 - Serrano Pepper
7,000–8,000 - Tabasco Sauce (Habanero)
5,000–10,000 - Wax Pepper
2,500–8,000 - Jalapeño Pepper
2,500–5,000 - Tabasco Sauce (Tabasco pepper)
1,500–2,500 - Rocotillo Pepper
1,000–1,500 - Poblano Pepper
600–800 - Tabasco Sauce (Green Pepper)
500–1000 - Anaheim pepper
100–500 - Pimento, Pepperoncini
0 - No picante, Bell pepper

Los pimientos no tienen nada que ver con la pimienta negra (Piper Nigrum) la cual es originaria del Asia tropical. La palabra "pimiento" es una expresión confusa y malentendida con la cual se le ha apodado a este fruto ancestral, y que ha sido encajada equivocadamente en las culturas populares por más de 500 años, y que ahora no se puede cambiar. Este fruto poco característico, maravilloso y antiguo se debería llamar Chile. ¡Los Aztecas lo bautizaron así! ¡Este fruto nació en el corazón de la Terra Firma Azteca como chile! Desde épocas primordiales, los chiles han sido elementos fundamentales en las vidas de los aborígenes que los utilizaron como alimento y medicina. Toneladas de estos pimientos fueron encontrados en el valle Azteca de Tehuacán, donde fué erigida la ciudad que lleva su nombre (Tehuacán) alrededor del año 8500 A.C. - hoy la ciudad de Puebla, México. Los pimientos encontrados en el territorio Azteca fueron fechados con más de 9.000 años de antigüedad, ¡así que por favor llámenlos Chiles como lo hicieron correctamente los Aztecas en la antigüedad!

Para que usted tenga conocimiento, entre las ruinas de la profundamente arraigada ciudad de Tehuacán también fué encontrado el fósil arqueológico de maíz más antiguo que se conoce hasta la fecha.

La próxima vez que usted esté a punto de comerse cualquiera de estos majestuosos “pimientos” preparados en la forma que sea, por favor antes de devorar esta magnífica planta obsérvela por unos momentos con una sentida emoción, y nostálgicamente recuerde el largo y sufrido viaje de más de 9000 años que este prodigioso pimiento toleró para ser servido en vuestras espléndidas mesas. Por mi lado, cada vez que visito a mis amigos en Chile me como un glorioso e idílico caldillo de ese estupendo representante de la familia de las gimnótidas, la anguila (Electrophorus electricus) a la cual nosotros llamamos "congrio", con una generosa y valiente porción de Chile Habanero porque ahora ya soy un veterano más curtido, de un aguerrido estomago, y habituado al ají; y además, ya no tiro besitos.

“Los Aztecas le temen a sus dioses, sus dioses le temen al Chile Habanero”.
- Moctezuma.

El Loco

miércoles, 26 de mayo de 2010

Acerca del Dia Nacional del Exalumno Marista

Estimados Compañeros:

Les informo que el domingo 06 de junio se efectuará una misa en nuestro colegio, con motivo de la celebración del Dia Nacional del Exalumno Marista. Similares eventos se haran ese dia, en distintos puntos de nuestro pais.

Gracias por acompañarnos

martes, 25 de mayo de 2010

ENCUENTRO DE NUESTRA PROMOCION 1972 IAE




El día 07 de mayo en un restaurante denominado “Mar de Viña” se llevó a cabo una gran reunión de los sobrevivientes del terremoto y de la promoción 1972.
Fue una grata velada, acompañada por una entretenida conversación. Se presentaron algunos excompañeros que hace tiempo no veíamos. La lista de los asistentes fue: Luis Vergara, Germán Acevedo, José Luis González, Leonardo Villarroel, Miguel Castro, Fernando Bolt (estuvo con nosotros en primero medio), Hernán Medina, Raúl Cereceda ,José Antonio Cabello, Antonio Haddad, Miguel Angel Candia, Federico Zapata ,Héctor Villena, Manuel Rodríguez, Pedro Rojas, Sergio Contreras, Jaime Awad, Esteban Ahumada, Vicente López, Vicente Pérez, Francisco Fernández, Juan Carlos Carvajal, Miguel Bellot, Nelson Barriga, Octavio Calle, Angel Marticorena y Ramón Morales Total 27 asistentes

Fallo nuestro querido profesor don Jorge Gutiérrez debido a un resfrío que lo tenia enfermo.


Dentro de los brindis salió la posibilidad de hacer un encuentro en Zapallar, en casa de Federico Zapata y sus dos vecinos, en el fin de semana largo en Octubre. Se iniciarán las coordinaciones correspondientes (se espera que se forme la comisión coordinadora)


Foto Inicial: Estabamos en el Restaurante y tambien estaba la pareja que ganó el Champion de Chile (rodeo)...Nelson Barriga con su mejor postura circunspecta se retrató al lado de la pareja.....4 puntos buenos. (El restaurant completo cantó la Canción Nacional)







Foto 1: Vista general de asistencia



Foto 2: Vicente López y Vicente Pérez en grata conversación


Foto 3: Germán Acevedo, Miguel Castro, Fernando Bolt, Hernán Medina y Raúl Cereceda.


Foto 4: Sergio Contreras haciendo un salud. Jaime Awad a su derecha. El pelado de primer plano es Nelson Barriga



Foto 5: Vicente Pérez luchando con un picoroco


Foto 6: Nelson Barriga conversando con Luis Vergara



Foto 7: Manuel Rodriguez, Hector villena, Angel Marticorena y Federico Zapata.



Foto 8: Angel Marticorena, Federico Zapata y Miguel Angel Candia. Escucha Hernán Medina



Foto 9: Miguel Castro, Ramón Morales y Octavio Calle


Foto 10: Manuel Rodriguez, Hector Villena conversando con Esteban Ahumada


Foto 11: Jaime Awad y Sergio Contreras conversando con Vicente Pérez y Nelson Barriga



Foto 12: Jose L. González, Luis Vergara y Germán Acevedo




Foto 13: Ramón Morales saludando a Fernando Bolt



Foto 14: Vista General de la asistencia



Foto 15: Hernán Medina escuchando atentamente a Federico Zapata y Hector Villena


Foto 16: Esteban Ahumada (primer plano), Francisco Fernández y Hernán Medina


Foto 17: Miguel Angel Candia escuchando a Antonio Haddad, José A. Cabello, Leonardo Villarroel, José Luis Gonzalez, Fernando Bolt.



Foto 18: Francisco Fernandez se despide de Héctor Villena


Foto 19: Vista general de los asistentes


Foto 20: Juan Carlos Carvajal conversando con Miguel Castro- Mostrando su pelada, Nelson Barriga

miércoles, 5 de mayo de 2010

Punta Arenas

Mis queridos Maristas todos; hoy les escribo acerca de la inmortal ciudad de Punta Arenas porque ésta legendaria ciudad tiene un lugar permanente en las cóncavas regiones de mis recuerdos. Cuando yo era apenas un niño de corta edad pero de largos pensamientos, mi padre era un Capitán de la gallarda Marina de Chile quién me llevó en uno de sus numerosos viajes al Sur a visitar esta portentosa ciudad la cual durante mi corta visita, dejó en aquel tiempo una huella profunda y duradera en mis jóvenes ojos, y demarcada inmanentemente en el impresionable y antológico espíritu que entonces me investía.

Para el beneficio de aquellos que no conocen estos polares y remotos parajes, Punta Arenas es la ciudad más austral del planeta situada sobre el Estrecho de Magallanes a solo 1.418 kilómetros de la gélida y cándida Antártida, y que se ha mantenido viva a horcajas de una de las rutas comerciales más históricas del mundo, y su prosperidad se ha levantado y ha caído con las fluctuaciones de esta ruta humana ancestral de comercio. Punta Arenas disfrutó de su primer importante auge económico durante la fiebre del oro de California, cuando sirvió como puerto de escala a los numerosos veleros y embarcaciones durante el masivo éxodo en pos de la quimera del oro. Aunque la importancia de su puerto disminuyó considerablemente después de la apertura del Canal de Panamá (Agosto 15, 1914), Punta Arenas alcanzó su mayor prosperidad durante los inicios del siglo XIX como el centro más importante del comercio internacional de lanas. Hoy, Punta Arenas refleja una gran mezcla de culturas desde rancheros (ovejeros) ingleses a marineros portugueses; y sigue siendo un fascinante testamento de la historia de la riqueza en Chile.

Punta Arenas es también el punto de partida para excursiones a los andurriales y paisajes más espectaculares del mundo. La mejor localidad para obtener una vista impresionante de la ciudad es el promontorio Cerro La Cruz, que ofrece un espléndido paisaje de las ordenadas calles de la ciudad, de sus coloridas azoteas de latón, y por sobre la ciudad se puede ver el indomable Estrecho de Magallanes. Entre las atracciones más interesantes de la ciudad están el Museo Salesiano de Mayonino Borgatello, que lo fundó una orden de misionarios italianos (aún de origen desconocido para muchos), y el Centro Cultural Braun-Menéndez con sede en una de las rimbombantes mansiones que es herencia de una de las prósperas familias de la época. El museo Salesiano de Mayonino Borgatello ofrece una exposición extraordinaria y ecléctica a los visitantes y turistas de prácticamente cada aspecto de la región. La colección de artilugios del Museo acaparada por los misionarios durante sus extensas incursiones en el área se compone de toda clase de artefactos, desde cerámicas hasta raras especies de animales.

El Centro cultural Braun-Menéndez está igualmente aperado de artificios y ofrece una detallada e íntima ojeada de la vida de las prósperas familias comerciales y mercantiles que habitaron esta ciudad indeleble. Provista con las antigüedades europeas más finas, exquisitos pisos de mármol italiano, y con delicados y magníficos frescos delineados en los cielos rasos, ésta ostentosa mansión provee una buena reseña de la estatura económica de Punta Arenas antes del colapso económico que le propinó arteramente la apertura del Canal de Panamá.

Desde la ciudad se pueden realizar viajes por el día a las pintorescas poblaciones de pingüinos ("pingüineras"), al majestuoso Parque Nacional Torres del Paine, la grandilocuente puerta de entrada a la gran Antártida Chilena, y al sitio reconstruído del otrora sufrido Fuerte Bulnes. También sirve de punto de partida para excursiones más largas como a Christchurch, en South Island, Nueva Zelandia. Muchos de estos son viajes cortos, pero mi viaje de regreso a Punta Arenas va a ser un poco más largo. Sé positivamente que regresaré a Punta Arenas por dos razones atávicas fundamentales: le besé el dedo gordo del pie al indio Ona (o Patagón) en la plaza de Punta Arenas, y comí Maqui negro hasta que me dió diarrea. Cualquiera que sabe esto, sabe bien entonces que una jornada de regreso a Punta Arenas es inevitable.

El Maqui negro
El maqui chileno (Aristotelia Chilensis) es una fruta de arbusto que es originaria y que se encuentra profusamente en la región de la Patagonia, y de acuerdo a la escala ORAC que incluye todos los alimentos en existencia conocidos en el mundo, el maqui chileno contiene (lejos) más antioxidantes que cualquier otro alimento conocido por la impertinente raza humana. La apología Mapuche del maqui es que si comes de este fruto, regresarás una vez más a la región donde lo comiste. Leyenda o no, esto es lo que cuenta el furtivo correo de las brujas, y yo lo creo a ciegas y sin preguntas.

El mito del Indio Ona
Este es otro cuento o saga mitológica de la ciudad de Punta Arenas, un apólogo de origen insondable y de raíces diversas. De cualquier manera, la tradición dicta que si le besas (o le chupas - según sea tu gusto-) el dedo gordo del pie al indio Ona que es parte de, y está sentado bajo el monumento en memoria a Ferdinand Magellan situado en la plaza de Punta Arenas; volverás a Punta Arenas sano y salvo. La creencia más popular de esta tradición es que los marinos que cruzaban el Estrecho de Magallanes (que era peligrosísimo para la navegación) por primera vez, le besaban el dedo gordo al indio para que les protegiera en su próxima travesía por el Estrecho, y así pudiesen arribar sanos y salvos al puerto de Punta Arenas otra vez. Creo que para mí es tiempo de ir a besar ese gastado y lustroso dedo gordo otra vez.

Un poco de Historia
Punta Arenas es la capital de la región de Antártica Chilena y de Magallanes (XII Región). El nombre de esta ilustre ciudad fué oficialmente cambiado a "Magallanes" en 1927, pero en 1938 recuperó su nombre de Punta Arenas. Algunos le dan crédito al explorador del siglo XVII -Vice Almirante Británico John Byron- por el nombre y el primer establecimiento organizado de la ciudad con parte de los sobrevivientes del hundimiento de su buque el HMS Wager en la costa de Patagonia; pero no fué hasta mucho después (1843) en que el gobierno chileno la organizó oficialmente como la ciudad que conocemos hoy. El nombre de Punta Arenas se deriva del término español "Punta Arenosa", una traducción literal del nombre inglés "Sandy Point". Punta Arenas ha sido también conocida como "la ciudad de los techos rojos" por las azoteas de metal pintadas de rojo que caracterizaron la ciudad durante muchos años.

El pobladito sureño argentino de Ushuaia (¿viste?), al que los habitantes lugareños generosa, inconsciente, y desorientadamente le denominan "CIUDAD", también reclama su posición como la metrópolis más austral del mundo, aunque este caserío público tenga menos de la mitad de la población de Punta Arenas. Punta Arenas es la tercera ciudad más grande en toda la Región de la Patagonia después de las ciudades argentinas mas norteñas de Neuquén y Comodoro Rivadavia. ¿Ushuaia quiere llamarse ciudad? ¡Que lo parió!

Magallanes es parte de la región de la Patagonia Chilena y se le bautizó como tal por el explorador Portugués Fernando de Magallanes (Nacido en Sabrosa, Portugal en 1480, fallecido en Cebu, Filipinas en Abril 17, 1521) quién circunnavegó la tierra, y que pasó enfrente de la actual localidad de Punta Arenas en 1520, solo un año antes de su muerte. Documentos históricos de navegación ingleses de la época se refieren a esta localidad como "Sandy Point".

Punta Arenas está situada en la orilla noreste de la península de Brunswick. Además de la orilla del este, con los establecimientos de Guairabo, de Río Amarillo y de Punta San Juan, la península está en gran parte deshabitada. El municipio (comuna) de Punta Arenas incluye toda la península de Brunswick, todas las islas al oeste de Isla Grande de Tierra del Fuego, al norte del Canal Cockburn y del Canal Magdalena. Las islas más grandes son Isla Santa Inés, Isla Desolación, Isla Dawson, Isla Aracena, Isla Clarence, Isla Carlos, e Isla Wickham. Con la excepción de Isla Dawson que de acuerdo al último censo (2002) tiene una población de 301 habitantes, las islas están en gran parte deshabitadas. De acuerdo al mismo censo, la Isla Clarence tiene una población de apenas cinco habitantes (y tres teles).

Dos tempranos establecimientos españoles fueron intentados a lo largo de la costa del Estrecho de Magallanes. La primera incursión en 1584 fué llamado "Nombre de Jesús", que sucumbió en gran parte debido al riguroso clima, a la tremenda dificultad de conseguir alimentos y agua, y las enormes e imposibles distancias hacia otros puertos españoles. La segunda colonia, "Rey Don Felipe", fué iniciada en una localización a unos 80 kilómetros al sur de Punta Arenas. Esta localidad se conoció más adelante como "Puerto del Hambre". Estas colonias españolas fueron establecidas como vanguardias militares con el intento de prevenir saqueo y pillaje perpetrados por piratas ingleses, y por supuesto, para controlar el Estrecho de Magallanes. La parte irónica de esta historia es que un capitán inglés pirata, Thomas Cavendish, fué el que rescató al último superviviente (su enemigo) de Puerto del Hambre de las garras de la muerte en 1587. ¡Plop!

Más historia (esta parte en honor al Chunchito)
Como lo mencioné arriba, en el año 1843 el gobierno chileno envió a una expedición con la tarea designada de instituir un establecimiento permanente en las orillas del Estrecho de Magallanes. Para esto se construyó y se puso en servicio una pequeña nave de vela llamada Goleta Ancud, que bajo el comando del marino británico John Williams transportó a un equipo de 21 personas que incluían al Capitán, a dieciocho tripulantes, a dos valientes mujeres que no creían en El Trauco, más la respectiva carga necesaria para que la expedición pudiese cumplir con el mandato del gobierno chileno. El acto de fundación del establecimiento ocurrió el 21 de septiembre de 1843. Aunque el sitio era perfectamente adecuado para construír una guarnición militar con el objeto de defender la costa ya que está situado estratégicamente encima de una pequeña península rocosa, no era adecuado ni estaba capacitado para convertirse en un asentamiento civil apropiado. Teniendo en cuenta estas formidables dificultades, el gobernador militar Don José de Los Santos Mardones en 1848 decretó el cambio de la guarnición desde este punto a su actual localidad, situándola a ambos lados del río de Las Minas (que aparte de las dos mujeres de abordo, eran las únicas minas que había en la región), y rebautizando la avanzada como Punta Arenas.

Si se les quedó dando vueltas en la memoria el asunto de El Trauco, El Trauco era aquel brujo, chico como enano con joroba y feo como la bigotuda de mi suegra que pasaba sus días encaramado sobre los árboles de los sublimes bosques chilenos a la espera de lanzarse sobre alguna de las inocentes muchachas que daban cándidos paseos por la foresta. Esto es parte de la bendita mitología chilena.

A mediados del siglo XIX, Chile utilizó Punta Arenas como una colonia penal y para confinar a personal militar con "problemas de comportamiento" (de ahí es que viene la costumbre de mandar a los "cacos" al sur), asimismo como un lugar de inmigrantes colonizadores. En diciembre de 1851, se produjo un motín de prisioneros encabezado por el Teniente Cambiaso, que dió lugar al asesinato del gobernador Muñoz Gamero y del cura del destacamento, conllevando el asesinato de muchos civiles inocentes y la destrucción de una gran parte de la ciudad incluyendo la iglesia y el hospital. Este motín fue conocido como "El Motín de los Artilleros". El motín fué audazmente resuelto por Comandante británico Stewart del buque HMS Virago, un buque de vapor impulsado por ruedas de paleta, apoyado por dos naves chilenas: Infatigable y Meteoro.

Los problemas fueron resueltos y la ciudad fué restaurada expeditamente y Punta Arenas comenzó un acelerado progreso impulsado por el rápido crecimiento de la industria de las ovejas, por el tráfico marítimo debido al descubrimiento del oro en California, y con el incremento del comercio debido a su estratégica y principal posición como ruta comercial. Entre 1890 y 1940, la región de Magallanes se convirtió en la región más importante del mundo en la cría de ovejas, donde la compañía Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego controlaba más de 10.000 kilómetros cuadrados entre Chile y la Argentina meridional para este efecto. La casa matriz y las jefaturas de esta compañía al igual que las residencias de sus dueños estaban establecidas en Punta Arenas.

El molo de abrigo (puerto) de Punta Arenas, aunque expuesto a tormentas, era considerado uno de los más importantes puertos de Chile antes de la construcción del Canal de Panamá. Este puerto también fué usado afanosamente como estación de abastecimiento de carbón por los numerosos buques de vapor que transitaban entre los Océanos Atlántico y Pacífico. Hoy, Punta Arenas es una ciudad vibrante y moderna y cuenta con una población de alrededor de 160.000 gloriosos y aguerridos chilenos, una creciente industria, un comercio diversificado; y estoy seguro, con algunos inmortales Maristas.

Y lo último acerca de Punta Arenas...
En la primavera de 1962 cerca de final de año y en una de mis travesías a Punta Arenas con el engendrador de mi naturaleza, en ese entonces cuando yo todavía usaba el pelo y los pantalones cortos (pero ya no me comía los mocos), el clima en Punta Arenas no estaba muy bueno que digamos. Ese día hacía un viento más fuerte que la cresta, estaba nublado, húmedo, y hacía mucho frío. Estábamos de paso por el Hotel Cabo de Hornos que quedaba frente a la Plaza (no sé si está ahí todavía o si existe) donde pasamos a buscar a otro marino amigo de mi progenitor para ir a recorrer algunos lugares de interés en las afueras de la ciudad. Yo estaba abrigado apropiadamente para la excursión con dos sweaters que me había tejido mi mamá con lana peluda y mucho cariño, con camiseta y camisa, con una chaqueta impermeable, con calcetines gruesos de alpaca, con pantalones de tweed (que los odiaba), con un lindo gorro de vicuña que me quedaba súper grande, y con un paquete de galletas Tritón en el bolsillo de mi chaqueta. Las galletas Tritón eran mis favoritas y las fabricaba McKay S.A., fundada en Talca en 1892 (pero las galletas eran frescas). ¿Se acuerdan de "galletas McKay, más ricas no hay"?

Ese día fuimos a ver un lugar en el campo que quedaba bastante lejos de Punta Arenas (o por lo menos así me pareció) que no me acuerdo qué es lo que era, ni de dónde queda, pero en el que había una cachá grande de ovejas. Lo que sí me acuerdo es de que había un viento infernal que hacía que lloviera de lado, con unas ráfagas de viento impresionantes que silbaban entre mis canillas flacas y que me empujaban y hacían que me costara mantenerme caminando derecho y sin caerme al barro. En una de esas repentinas ráfagas hiperbóreas, el céfiro me voló el bendito gorro que a pesar de estar mojado y pesado, surcó raudamente atentando sobrevolar por el aire septentrional, pero que terminó perdiéndose entre las matas y los corderos. Unos huasos que nos acompañaban trataron de alcanzarlo y rescatarlo, pero el gorro desapareció fugazmente entre la lluvia, el viento, las matas, y las patas de las ovejas mojadas y gritonas; y nunca más lo volví a ver al gorro éste... No me preocupé mucho porque la verdad es que el gorrito no me gustaba p'a n'a.

Al final del día me acuerdo de que me dieron chocolate caliente con leche en un tacho de metal que estaba abollado por todos lados y hablaba de tiempos mejores, en el que me tomé el chocolate a sorbitos cortos y sabrosos para no quemarme los labios o la lengua mientras nos secábamos la ropa en frente de una fogata bulliciosa que emitía intermitentemente repentinos quejidos de madera mojada y de relatos fabulosos. El lugar olía a humo, a humedad e historia, y mientras el vapor se elevaba tímidamente desde mis vestimentas, en las bóvedas de mi imaginación sin riendas donde estos recuerdos aún navegan con una nostalgia cadenciosa, se sentía como estar en otro mundo de otra edad. El humo y la humedad no me molestaban, y la historia de ese momento se impregnaba lánguidamente como un epígrafe en la piel de badana que cubría mi mente hecha de primigenios cristales siderales. Me sentía contento y aventurero.

Esta es otra razón arbitraria y egoísta que esgrimo para excusar mi retorno a Punta Arenas; no para encontrar el famoso gorrito, sino para comprarme uno nuevo, pero esta vez que me quede bien y me cubra la cabeza, especialmente ahora que tiene menos pelo. ¡Punta Arenas, estás fraguada en la profunda entelequia de mi niñez! ¡Te añoro!

¿Cuántos de ustedes mis queridos Maristas indisolubles tendrán algún gallardo y aguerrido antepasado que contribuyó con trabajo, sudor, valentía, sacrificio y lealtad a forjar esta patrimonial y mitológica ciudad?... Busquen...

Bueno Maristas todos, esto pasó por un zapatito roto, y mañana les cuento otro. Estoy seguro de que ustedes saben de todo esto y quizá más que yo acerca de Punta Arenas, pero simplemente quería refrescarles la memoria desde mi escritorio Marista con mi inextinguible y pertinaz pluma que no conoce el silencio.

El Loco.

sábado, 10 de abril de 2010

El Hermano Luis Izquierdo Madariaga: un Marista al cubo (Marista3)

Este es un humilde homenaje a mi querido Tío Lucho, a mi profesor de la ciencia y de la vida, a mi guía espiritual, a mi amigo incondicional, a mi sólido refugio en los tiempos de mi más excelsa inquietud, a quien quiero y respeto más que a la vida misma; a este egregio e irreemplazable Marista que ha dado su vida entera desinteresadamente y sin caprichos por el bien de su familia, de sus alumnos, y de sus hermanos, y de sus amados seres humanos todos sin excepción alguna, a quienes siempre puso en un lugar preponderante y en frente de su vida y de sus necesidades.

Quizá fuí el más loco de tus sobrinos, quizá el más inmaduro de tus alumnos, quizá el más desordenado de tus seres humanos, quizá el más estrepitoso capítulo de tu vida familiar, y tal vez el más grande dolor de cabeza que jamás hayas tenido y el que te dió la mayoría de las canas que ahora adornan tu santa cabeza; pero no te quepa duda alguna querido Tío Lucho que te profeso el amor más profundo que un alma puede contener, el respeto más sólido que un corazón pueda albergar, y sin duda alguna el reconocimiento más caro que ni el más alto sacerdote de la más alta silla sería capaz de obtener, y quiero que sepas que aún conservo prístina y atesoro egoístamente aquella luz mágica y renovadora con la que generosamente me investiste y me inundaste durante aquellos largos años míos incomprensibles de inmadura indecisión, con la que has iluminado mi arduo camino.

No quiero hacer referencia histórica de tu vida ni de tu irrevocable vocación Marista en esta misiva que te escribo hoy desde el profundo, claro, y sereno fondo de mi indomable corazón, el que sigue siendo tan salvaje, latiendo a destiempo, y silvestre como antaño. Esto no es una biografía tuya. Todos sabemos lo mucho que has hecho por tantos y durante tantísimo tiempo. Todos sabemos cuánto has dado desprendidamente tantísimas veces, y sabemos de las numerosas manos que se extendieron hacia tí con esperanza que recibieron tu cariñosa y pródiga ayuda sin tener que esperar. Esta misiva mía es simplemente una de mis extravagantes formas de darte las gracias por lo que mucho significas en mi vida, y en la de innumerables otros.

A veces me pregunto acerca de los aciagos días de tu extrema niñez, y de cómo sorteaste las innumerables vueltas y artimañas con que la vida te puso a prueba, y cómo lograste tan eficientemente transformarte en quién eres hoy. No tengo respuestas a esta preguntas, solo tengo los resultados a la vista. Te envidio en una forma sana y cariñosa, eres mi Tío y un ejemplo indeleble que perdurará en mi tiempo infinito y en la memoria de los hombres, especialmente en los apretados pliegues de mi apasionada memoria y en lo que me quede de tiempo útil en este baladí punto del Universo. Para saber de ti, es sólo materia de buscarte en la Internet, en las memorias de tus alumnos, en los recuerdos de los Hermanos, en las almas de tus amigos, en las sonrisas de tu amante familia, y en el reguero de luz de estrellas con que has marcado la ruta de tu increíble y titánica vida.

Sé que la mayoría de la gente te conoce como el "Hermano Luis Izquierdo", tu "alias" en la comunidad, tu título en el clan Marista, y eso está bien porque has sido un hermano para todos, pero nosotros, los más cercanos a ti, te conocemos como el "Tío Lucho".

Para mí, las palabras "Tío Lucho" incluyen mucho más que tu dedicada vida profesional y las incontables cosas buenas que hiciste para tantos, incluye tu poderoso espíritu de gran alcance y el sentido inmenso de la vida que te condujo para hacer tanto, para tantos, y en tan poco tiempo. Y digo poco tiempo porque realmente no importa cuánto tiempo vivirás entre nosotros, porque las vidas de gente como tu son siempre demasiado efímeras para los que te conocemos y te amamos. Tal vez yo haya sido el ser humano más afortunado en la historia de la humanidad por haberte conocido desde mi más temprana edad, de tener el privilegio de conocerte y de amarte, y el tiempo que he pasado contigo es un tesoro inusitado que nadie podrá quitarme jamás.

Fuíste como un padre para mí en muchos aspectos; fuíste un amigo para mí en gran medida, fuíste mi confidencial traficante de esperanzas, me aconsejaste sabiamente, me enseñaste a mirar las caras más feas de la vida con un ángulo diferente, a transformarlas en talantes más hermosos y más aceptables, nos reímos juntos y también me hiciste reír hasta en los momentos más amargos, y me enseñaste que el humor es más importante que la seriedad de un ceño fruncido. Y estoy orgulloso de haber aprendido todo esto de tí, y contigo.

Lo más importante y valioso que he aprendido de tus sabias y fraternales palabras fué que no debo seguir los caminos ya construídos, pero en cambio debo ir donde no hay caminos y dejar una senda; que mi medida como hombre no reside en cuando estoy gozando de momentos de éxito, pero reside donde mi corazón y mi alma se encuentran en tiempos de desafío y controversia; que mi supremacía sobre otros anida en la virtud y no en el poder; que es absurdo que un hombre gobierne a otros quien no puede gobernarse a sí mismo (Absurdum est ut alios regat, qui seipsum regere nescit); que debo correr mas rápido que mis sueños para poder alcanzarlos; que todos soñamos de diferente manera, que aquellos que sueñan de noche en las hendiduras polvorientas de sus mentes despiertan para descubrir que su sueño fué una mera y quimérica vanidad, pero aquellos que soñamos de día somos peligrosos porque podemos cazar nuestros sueños para hacerlos posibles, y que el futuro le pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños; que aquellos con imaginación y sin deseos de aprender son pájaros sin alas; que es duro ser derrotado, pero que es aún más duro no haber tratado de triunfar; que las pequeñas mentes son víctimas de domesticación y son fácilmente vencidas por desgracias, y que las mentes superiores se elevan sobre todo esto; que nuestras vidas deben ser una excitante y salvaje aventura, o ser nada; que la vida es como un dado, que a pesar de que te dá una cara, te muestra cuatro más y sabes que aún hay por lo menos otra cara escondida; y que no importa quién lleguemos a ser en esta vida, porque después del juego, el Rey y el Peón terminan en la misma caja. Me enseñaste un tremendo montón enorme de muchas cosas más, pero el resto quiero atesorarlo mezquinamente en el invariable poder de mi existencia para poder disfrutar de pasarlo y compartirlo en algún apropiado momento con mis hijos, con mis amigos, y con el resto de la humanidad.

Desde niño he leído sobre grandes hombres en los pesados y cenicientos volúmenes de historia, pero estos libros nunca describen la experiencia humana verdadera. Hablan de grandes hombres, pero ¿cuántos de esos hombres han tocado realmente nuestras vidas de una manera significante? ¿Cuántos de esos grandes hombres te formaron con amor y cuidado y fijaron el curso para el resto de tu vida? La mayor parte de los grandes hombres de historia tocaron muchas vidas, pero en forma ligera y tangencial, desde la difusa distancia, a través de las secas palabras de un libro, pero tú me mostraste que los hombres verdaderamente grandes, los héroes inolvidables, tienen un impacto directo en las personas, ellos imprimen una diferencia palpable y superior, un impacto más positivo y más duradero en aquellas afortunadas vidas que tocaron. Los verdaderos grandes hombres son simplemente como tú, mi querido Tío Lucho.

Al final, la historia de la humanidad no es la historia del mundo, si no que es la biografía de nuestros grandes hombres.

Quiero agradecerte humildemente el me hayas enseñado a luchar cada lucha con toda la energía y el poder de mi existencia, con un sólido escudo de sonrisas, con la inquebrantable espada de la verdad y con una reluciente capa de humanidad para que mis enemigos huyeran en pánico ante la vista de tan magnífico paladín. Tus enseñanzas me prepararon para batallar cada batalla con gracia, y a no dar ni pedir tregua, y a luchar hasta que se evapore la última gota de mi irreverente energía. Siempre lucharé con la gracia, con la virtud, y con la determinación que tu fértil alma me regaló.

Por último mi querido Tío Lucho, quiero agradecerte que hayas tenido la paciencia de plantar de una manera tan subrepticia esas pequeñas semillas que provocaron una diferencia tan fundamental en nuestras vidas, por lo menos, en la mía. Por ejemplo, me enseñaste a que debemos reír y encontrar siempre el humor en las cosas sin importar cuáles éstas sean; me enseñaste a que lleve mi “vida” adentro y no arrastrándola detrás mío. Tu sabes esto mejor que nadie porque tu no vives tu vida, tú la celebras, la disfrutas al máximo cada día, tú haces cada momento de tu vida un momento apoteósico, tu transformas el diario vivir en una gala cotidiana, en un olímpico saludo a sí misma, haces de cada día una explosión colorida de vida y con eso, me enseñaste a sentirme bien de mi mismo, me enseñaste que para ser una buena persona no necesito talento o capacidades, y también me enseñaste y nos demostraste fehacientemente que la “familia” lo es todo.

Tío Lucho, quiero que sepas (y para que quede claro y sin duda en los historiales de nuestras vidas todas) que no has cruzado nuestras vidas desapercibidamente, y que yo, tu sobrino loco -el humanitario cultivador de infiernos-, está infinitamente orgulloso y egoístamente agradecido de que seas "mi" Tío Lucho.

¡Larga vida a ti Tío Lucho!
Rodrigo
(El Loco)