Mostrando entradas con la etiqueta maristas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta maristas. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de diciembre de 2012

Promoción Maristas 1972 - 2012, 40 Años de Vida y Logros

Dedicatoria

El 26 de Abril pasado recibí un sucinto email de Héctor Villena compartiendo una inquietud que quería desarrollar para recordar y celebrar los 40 Años de nuestra promoción.  Me pedía algunas líneas en las que le facilitara ayuda poética, lírica, creativa, simbólica y de toda la sinonimia que se me pudiese ocurrir; para adosarla a la conmemoración que Héctor estaba preparando.  "Mándame unas cuantas líneas e ideas para esta generación -no perdida- sino re-encontrada…" me dijo cándidamente en su email, para "una generación de incisivos al viento y con destino provisorio como los agitados años 70’".

Aquí fué donde me entró el pánico: las palabras: poética, lírica, creativa, simbólica no son simples palabras, sino acabados conceptos de una riqueza inmensurable.  "Yo no soy nada de eso" – me dije a mí mismo y me quedé pensando en las palabras de Héctor...   

Después de unos dubitativos y profundos instantes decidí que este evento necesitaba de estos conceptos, y aunque sin tener las cualidades necesarias para describir las emociones de tan magno evento; pero como soy loco, me decidí a abordar el papel, y también porque ya mi pluma estaba inquieta por salirse de un tintero sin sombras.

Y entonces escribí.  Escribí untando mi pluma en mis memorias garrapateándolas sobre una límpida y blanca hoja de papel, límpida y clara como las vidas nuestras de aquellos días.   Gracias Héctor por despertar mi inspiración y mis deseos.  A nombre de Héctor Villena y mío, les dedicamos este escrito con indeleble cariño a nuestros Maristas del '72.

Promoción Maristas 1972 - 2012, 40 Años de Vida y Logros

El día 22 de Marzo de 1972 comenzaban otra vez las clases en el Instituto Alonso de Ercilla de los Hermanos Maristas en Santiago de Chile, en una mañana clara y soleada, llena de encuentros y abrazos.  Una marea incontenible de sonrisas inundaba las aún frías baldosas verdes del patio que nos recibía con nostalgia una vez más, por última vez...

A los profesores y a los Hermanos les faltaban manos para saludar al gentío que les rodeaba, y los alumnos nuevos miraban alrededor con desconcierto y timidez, pero los Maristas son tan cariñosos, que nadie se sentía excluído o extraño en esta gran Casa de Enseñanza.

La campana que llamaba al orden estaba silente, respetando este coloquio de reencuentro.   En ese momento ninguno de nosotros nos imaginábamos lo sacudido que ese año sería, ni los acontecimientos que éste año nos reservaba en su cubil sin fondo; resonantes hechos que cambiarían los destinos y el futuro; no solo del país, pero también el albur de nuestras desenredadas, despreocupadas y promisorias vidas.

Pero cada uno de nosotros, los indelebles caudillos de nuestra Promoción del año de 1972, llegamos a este día inicial de clases que sería nuestro último año, uno a uno, poco a poco, inconscientemente y a lo largo de muchos años, para  finalmente darnos cita con el destino en este minúsculo, pero tan importante punto del planeta, en donde la historia nos escribió en sus anales con letras y estandartes de oro.  Durante este pingüe año, nos amalgamamos para siempre en una mentalidad; en un ente singular, magnífico y creador, en una colectividad humana de hombres excepcionales, y que en ese día final; lejano ya, el día de nuestra graduación en el colegio Marista de Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, nos precipitamos con gran ilusión a la vida sin olvidar quienes éramos, ni como éramos.  

¿Han pasado ya?, ¡y no sé cómo!, 40 años desde ese magnífico y feliz día, ese día que fué meta, y que fué partida.  Recuerdo que fuimos juntándonos de a poco desde el Kinder, gota a gota, como las gotas de las lluvias de la Primavera que caen limpias y brillantes desde el éter sobre la escarpada y abrupta ladera de una gran montaña, nos juntamos poco a poco como el polvo de las estrellas se acumula en esos inmortales sueños nuestros.  Estas partículas entonces se comenzaron a unir a otras que llegaban; y lentamente comenzamos a unirnos y a desplazarnos imperceptiblemente al principio, bajo el amable y amante ojo vigilante de los abnegados Hermanos Maristas, formando el origen de un pequeño y frágil manantial que intentaba viajar hacia el lugar desconocido que nos  esperaba allá abajo, en el gran valle de la vida.

Durante nuestra jornada por las aulas, nos fuimos puliendo paulatinamente a medida de que  estrellábamos nuestras rudas e inacabadas aristas en contra de aquellos libros y textos de estudio, mientras que nuestros profesores y nuestros magnos educadores nos pulían magistralmente con dedicado amor y firmeza esas aún afiladas esquinas de nuestras salvajes  pero inocentes y precoces naturalezas; y así, poco a poco, día tras día y con paciencia infinita, ellos lijaron nuestras asperezas y alteraron nuestras alocadas direcciones, y nos moldearon con el mismo cariño con que se moldea la arcilla de Pomaire, y agrandaron nuestro tamaño de hombres, y no descansaron hasta que nos pusieron en el umbral de nuestros futuros, en la plataforma de nuestros sueños, desde donde cada uno de nosotros comenzó a inventar la heroicidad y la tenacidad con que ahora vivimos nuestras vidas.  Y somos fuertes porque no nos hemos olvidado de que un día fuimos débiles, y porque nunca abdicamos nuestra iniciativa.

Y los Hermanos Maristas, ¿quiénes eran estos hombres tan extraordinarios?  ¿De dónde venían?  ¿De qué estaban hechos?  ¿Qué les inspiraba?  ¿Qué alimentaba sus corazones incansables?  ¿Qué magnífica luz alumbraba sus estupendos caminos?  ¿Y de qué estaban hechas sus deleitosas almas?

Españoles no eran porque los españoles de España no eran así, nunca lo fueron; estos hombres eran españoles de Chile, extraterrestres que nos trajeron una nueva misión y una más amplia visión, un nuevo enfoque cosmológico, una inmaculada educación, y más que nada, una inédita esperanza y un nuevo nivel de calidad humana.  Cada uno de ellos junto a nuestros profesores, nos impactaron de diferentes maneras, nos regalaron esos pedacitos de naturaleza tan propia de ellos en pequeñas pero apasionadas porciones, contribuyendo así a construír la base de los hombres que somos hoy; palabra por palabra, lección por lección, y que con esto nos ayudaron a zafarnos de aquel pequeño marco de "proyectos de hombre" que éramos antes de que comenzásemos a crecer y nos colocaron encima de un sólido pedestal, construído pacientemente y con la puntual dedicación y desenfrenada entrega con las que sólo sus santas y dedicadas manos podían hacerlo.

Las curtidas huestes de nuestra promoción compartió una historia única solo para nosotros, conllevamos una semblanza humana y espiritual común, una trayectoria continua tejida con amistad y compasión, y todos nosotros crecimos aferrados a una ideología comulgante y cotidiana.  Hoy compartimos las abundantes memorias y los locos desafíos de nuestras jóvenes vidas, esas decisivas risas y esos contenidos llantos, y más de una vez nos costó vivir, pero nunca nos perdimos ni nos extraviamos, y aunque a veces erramos por duros senderos, y nos desconcertamos en oscuras noches, y hasta aguantamos viviendo a todo poder esos días secos de felicidad, e incluso cuando pisamos dolorosos caminos sin el calzado apropiado, jamás nos rendimos; y la vida puede ensañarse con nosotros y herirnos profundamente, pero nosotros no sangramos y cuando lloramos lo hacemos sin llanto, porque un invencible Marista como los de nuestra Promoción '72, ¡nunca se rinde!

Quizá ahora ya no miremos juntos hacia el futuro que soñábamos, y quizá a algunos de nosotros ya no les queden quimeras que perseguir; y quizá porque ahora tampoco compartimos los días difíciles que Santiago nos solía obsequiar en aquellos inquietos y asustados años, o quizá sea porque ahora nos sentimos con menos energía, pero aunque hayamos desacelerado un poco nuestras vidas, no hemos bajado la velocidad de nuestros sueños, ni la intensidad con que deseamos, ni las ganas de vivir con que lo hicimos antaño; y seguimos caminando sobre el agua, y continuamos siendo invaluables para los valores que servimos, y no hay pilares más sólidos que nuestras vidas, y aún nos cuelga indeleble ese escapulario de enseñanzas que nos inculcaron Marcelino y sus santos Cruzados; y a la postre, no habrá huella más profunda que la que nosotros hayamos dejado.

- ¡Chitas la payasá!  ¿Quién será este viejo barbudo que me mira?  ¿Será que lo conozco?  ...uhmm, debe ser uno que me conoce...
- ¡Puchacay!  ¿Vos soy el Loco?
- ¡Sí p'o!
- ¡No gueí!
- ¡No p'o!
- ¡Hola loquitooo!  ¡No hay cambia'o n'a p'o!  ¡Yo soy Cifuentes!
- ¿El del 4° "B"?
- ¡Sí p'o!
- ¡Flaquitoooo!  ¿Y como est'ay?
- ¡Bien p'o!  ¿Y tú?
- ¡Bien también p'o!
- ¡Qué güeeeno!
- ¡Claro p'o, y que cont'ay?
- N'a p'o, ¿Y tú?
- N'a tampoco
- Ahaa...
- Sí p'o...
- Qué güeeeno...

Espero que en realidad tengamos más que contarnos en este histórico reencuentro, pero ¿cómo relatarnos los últimos 40 años?  ¿Qué podremos decir para resumir una exuberante vida en un breve encuentro?  ¿Qué emociones deberían salir primero de nuestros corazones?  ¿Importará que ahora estemos pelados y guatones?  ¿O de que hayamos alcanzado nuestros sueños o nó?  Creo que no...  Creo que nada de esto importa porque lo que creo que importa es nuestro reencuentro, revivir y redescubrir esas caras ocultas entre la madura vejez, volver a sentir el preciado tesoro de esa tibieza Marista que poseen esas cálidas manos que estrecharemos una vez más, y disfrutar estos efímeros momentos que se aferrarán a nuestras vidas hasta el día que éstas se apaguen con el más grande suspiro que jamás hayamos exhalado.

Estas cosas nos pasan ahora que estamos más gastados, porque la edad empujada por el paso del tiempo nos ha erosionado esas duras capas que cubrían nuestros corazones, almas y espíritus, las han debilitado, ajado, y las han hecho vulnerables y quebradizas, y entonces han podido aflorar de aquella alcuza de esencias que teníamos ocultas bajo la piel de la juventud y de la impetuosidad; han aflorado tal como lo hace un pollito de su cascarón; y esas cosas que han aflorado ahora tienen un lugar preponderante un nuestras relaciones, como por ejemplo: la ternura. 

Es por eso que ahora ansiamos estos reencuentros.  Ya las diferencias y los rencores; la mayoría de ellos al menos, han tomado un lugar secundario en nuestras vidas, y ahora podemos mirar a nuestros viejos camaradas con ojos sin tapujos; con amistad, y con esta nueva habilidad que ahora llevamos en nuestros corazones a la que llamamos ternura, en otras palabras, de la forma en que nos mirábamos lo unos a los otros en aquel patio de verdes baldosas aquel día que se quedó enredado para siempre en 1972.  Ahora con este nuevo ingrediente, les podemos echar un vistazo a aquellos viejos aliados con los mismos sentimientos y cariño con que una vez nos  miramos en aquel viejo edificio del Alonso de Ercilla que se vestía silencioso de un cansado amarillo.   La ternura no nos hace "blandos", sino espléndidamente magnánimos.

Espero que este enaltecedor reencuentro nuestro nos concurra un espacio para dialogar, para desarrollar y compartir ideas, para intercambiar experiencias y momentos felices; para mostrarnos fotos de nuestras familias, para hablar de nuestras quimeras, de nuestros quehaceres cotidianos, o simplemente para darnos un sincero y firme apretón de manos; sincero como las amistades que forjamos en ese patio de baldosas verdes, y firme como nuestra resolución de vivir, cosas que fraguamos y urdimos en aquellos lejanos años; quizá los años más importantes y más relevantes de nuestras vidas.  También espero que este reencuentro de Titanes Maristas les inspire para que vuelvan con renovada energía y dedicación a vuestras familias, y a vuestros lugares de trabajo; y también espero que les abramos las generosas puertas de nuestros corazones a nuestros viejos camaradas, con el amor y la generosidad con que nuestros Hermanos Maristas nos las abrieron a nosotros un día allá atrás en el pasado, una acción tan simple y tan llena de devoción, que marcó profundamente desde ese día del pasado, nuestros días del presente.

Somos quiénes somos mi queridísima Promoción del 1972, y somos más grandes aún que el paso del tiempo, más poderosos que los pensamientos buenos, y seguimos más resistentes que el pellejo de una mula porfiada; y en gran parte creo que es debido a ese temprano, frágil y vigoroso enlace en nuestras inquietas, tempranas y enriquecedoras vidas Maristas, valores que se han inmortalizado en nosotros, y que después de 40 estoicos años se seguirán perpetuando más allá del término del tiempo.

Hoy que el destino se ha dado maña para juntarnos una vez más aquí, quiero hacer un sentido brindis por nosotros los sobrevivientes; por aquellos audaces camaradas que han debido de partir en pos de los más altos sueños del alma; y por los que aún perseveramos en esta larga jornada de vivir; para que guardemos y atesoremos la memoria de este singular y eterno momento para siempre en nuestros invencibles corazones.

¡Salud y Larga Vida Promoción '72!


El Loco

sábado, 10 de abril de 2010

El Hermano Luis Izquierdo Madariaga: un Marista al cubo (Marista3)

Este es un humilde homenaje a mi querido Tío Lucho, a mi profesor de la ciencia y de la vida, a mi guía espiritual, a mi amigo incondicional, a mi sólido refugio en los tiempos de mi más excelsa inquietud, a quien quiero y respeto más que a la vida misma; a este egregio e irreemplazable Marista que ha dado su vida entera desinteresadamente y sin caprichos por el bien de su familia, de sus alumnos, y de sus hermanos, y de sus amados seres humanos todos sin excepción alguna, a quienes siempre puso en un lugar preponderante y en frente de su vida y de sus necesidades.

Quizá fuí el más loco de tus sobrinos, quizá el más inmaduro de tus alumnos, quizá el más desordenado de tus seres humanos, quizá el más estrepitoso capítulo de tu vida familiar, y tal vez el más grande dolor de cabeza que jamás hayas tenido y el que te dió la mayoría de las canas que ahora adornan tu santa cabeza; pero no te quepa duda alguna querido Tío Lucho que te profeso el amor más profundo que un alma puede contener, el respeto más sólido que un corazón pueda albergar, y sin duda alguna el reconocimiento más caro que ni el más alto sacerdote de la más alta silla sería capaz de obtener, y quiero que sepas que aún conservo prístina y atesoro egoístamente aquella luz mágica y renovadora con la que generosamente me investiste y me inundaste durante aquellos largos años míos incomprensibles de inmadura indecisión, con la que has iluminado mi arduo camino.

No quiero hacer referencia histórica de tu vida ni de tu irrevocable vocación Marista en esta misiva que te escribo hoy desde el profundo, claro, y sereno fondo de mi indomable corazón, el que sigue siendo tan salvaje, latiendo a destiempo, y silvestre como antaño. Esto no es una biografía tuya. Todos sabemos lo mucho que has hecho por tantos y durante tantísimo tiempo. Todos sabemos cuánto has dado desprendidamente tantísimas veces, y sabemos de las numerosas manos que se extendieron hacia tí con esperanza que recibieron tu cariñosa y pródiga ayuda sin tener que esperar. Esta misiva mía es simplemente una de mis extravagantes formas de darte las gracias por lo que mucho significas en mi vida, y en la de innumerables otros.

A veces me pregunto acerca de los aciagos días de tu extrema niñez, y de cómo sorteaste las innumerables vueltas y artimañas con que la vida te puso a prueba, y cómo lograste tan eficientemente transformarte en quién eres hoy. No tengo respuestas a esta preguntas, solo tengo los resultados a la vista. Te envidio en una forma sana y cariñosa, eres mi Tío y un ejemplo indeleble que perdurará en mi tiempo infinito y en la memoria de los hombres, especialmente en los apretados pliegues de mi apasionada memoria y en lo que me quede de tiempo útil en este baladí punto del Universo. Para saber de ti, es sólo materia de buscarte en la Internet, en las memorias de tus alumnos, en los recuerdos de los Hermanos, en las almas de tus amigos, en las sonrisas de tu amante familia, y en el reguero de luz de estrellas con que has marcado la ruta de tu increíble y titánica vida.

Sé que la mayoría de la gente te conoce como el "Hermano Luis Izquierdo", tu "alias" en la comunidad, tu título en el clan Marista, y eso está bien porque has sido un hermano para todos, pero nosotros, los más cercanos a ti, te conocemos como el "Tío Lucho".

Para mí, las palabras "Tío Lucho" incluyen mucho más que tu dedicada vida profesional y las incontables cosas buenas que hiciste para tantos, incluye tu poderoso espíritu de gran alcance y el sentido inmenso de la vida que te condujo para hacer tanto, para tantos, y en tan poco tiempo. Y digo poco tiempo porque realmente no importa cuánto tiempo vivirás entre nosotros, porque las vidas de gente como tu son siempre demasiado efímeras para los que te conocemos y te amamos. Tal vez yo haya sido el ser humano más afortunado en la historia de la humanidad por haberte conocido desde mi más temprana edad, de tener el privilegio de conocerte y de amarte, y el tiempo que he pasado contigo es un tesoro inusitado que nadie podrá quitarme jamás.

Fuíste como un padre para mí en muchos aspectos; fuíste un amigo para mí en gran medida, fuíste mi confidencial traficante de esperanzas, me aconsejaste sabiamente, me enseñaste a mirar las caras más feas de la vida con un ángulo diferente, a transformarlas en talantes más hermosos y más aceptables, nos reímos juntos y también me hiciste reír hasta en los momentos más amargos, y me enseñaste que el humor es más importante que la seriedad de un ceño fruncido. Y estoy orgulloso de haber aprendido todo esto de tí, y contigo.

Lo más importante y valioso que he aprendido de tus sabias y fraternales palabras fué que no debo seguir los caminos ya construídos, pero en cambio debo ir donde no hay caminos y dejar una senda; que mi medida como hombre no reside en cuando estoy gozando de momentos de éxito, pero reside donde mi corazón y mi alma se encuentran en tiempos de desafío y controversia; que mi supremacía sobre otros anida en la virtud y no en el poder; que es absurdo que un hombre gobierne a otros quien no puede gobernarse a sí mismo (Absurdum est ut alios regat, qui seipsum regere nescit); que debo correr mas rápido que mis sueños para poder alcanzarlos; que todos soñamos de diferente manera, que aquellos que sueñan de noche en las hendiduras polvorientas de sus mentes despiertan para descubrir que su sueño fué una mera y quimérica vanidad, pero aquellos que soñamos de día somos peligrosos porque podemos cazar nuestros sueños para hacerlos posibles, y que el futuro le pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños; que aquellos con imaginación y sin deseos de aprender son pájaros sin alas; que es duro ser derrotado, pero que es aún más duro no haber tratado de triunfar; que las pequeñas mentes son víctimas de domesticación y son fácilmente vencidas por desgracias, y que las mentes superiores se elevan sobre todo esto; que nuestras vidas deben ser una excitante y salvaje aventura, o ser nada; que la vida es como un dado, que a pesar de que te dá una cara, te muestra cuatro más y sabes que aún hay por lo menos otra cara escondida; y que no importa quién lleguemos a ser en esta vida, porque después del juego, el Rey y el Peón terminan en la misma caja. Me enseñaste un tremendo montón enorme de muchas cosas más, pero el resto quiero atesorarlo mezquinamente en el invariable poder de mi existencia para poder disfrutar de pasarlo y compartirlo en algún apropiado momento con mis hijos, con mis amigos, y con el resto de la humanidad.

Desde niño he leído sobre grandes hombres en los pesados y cenicientos volúmenes de historia, pero estos libros nunca describen la experiencia humana verdadera. Hablan de grandes hombres, pero ¿cuántos de esos hombres han tocado realmente nuestras vidas de una manera significante? ¿Cuántos de esos grandes hombres te formaron con amor y cuidado y fijaron el curso para el resto de tu vida? La mayor parte de los grandes hombres de historia tocaron muchas vidas, pero en forma ligera y tangencial, desde la difusa distancia, a través de las secas palabras de un libro, pero tú me mostraste que los hombres verdaderamente grandes, los héroes inolvidables, tienen un impacto directo en las personas, ellos imprimen una diferencia palpable y superior, un impacto más positivo y más duradero en aquellas afortunadas vidas que tocaron. Los verdaderos grandes hombres son simplemente como tú, mi querido Tío Lucho.

Al final, la historia de la humanidad no es la historia del mundo, si no que es la biografía de nuestros grandes hombres.

Quiero agradecerte humildemente el me hayas enseñado a luchar cada lucha con toda la energía y el poder de mi existencia, con un sólido escudo de sonrisas, con la inquebrantable espada de la verdad y con una reluciente capa de humanidad para que mis enemigos huyeran en pánico ante la vista de tan magnífico paladín. Tus enseñanzas me prepararon para batallar cada batalla con gracia, y a no dar ni pedir tregua, y a luchar hasta que se evapore la última gota de mi irreverente energía. Siempre lucharé con la gracia, con la virtud, y con la determinación que tu fértil alma me regaló.

Por último mi querido Tío Lucho, quiero agradecerte que hayas tenido la paciencia de plantar de una manera tan subrepticia esas pequeñas semillas que provocaron una diferencia tan fundamental en nuestras vidas, por lo menos, en la mía. Por ejemplo, me enseñaste a que debemos reír y encontrar siempre el humor en las cosas sin importar cuáles éstas sean; me enseñaste a que lleve mi “vida” adentro y no arrastrándola detrás mío. Tu sabes esto mejor que nadie porque tu no vives tu vida, tú la celebras, la disfrutas al máximo cada día, tú haces cada momento de tu vida un momento apoteósico, tu transformas el diario vivir en una gala cotidiana, en un olímpico saludo a sí misma, haces de cada día una explosión colorida de vida y con eso, me enseñaste a sentirme bien de mi mismo, me enseñaste que para ser una buena persona no necesito talento o capacidades, y también me enseñaste y nos demostraste fehacientemente que la “familia” lo es todo.

Tío Lucho, quiero que sepas (y para que quede claro y sin duda en los historiales de nuestras vidas todas) que no has cruzado nuestras vidas desapercibidamente, y que yo, tu sobrino loco -el humanitario cultivador de infiernos-, está infinitamente orgulloso y egoístamente agradecido de que seas "mi" Tío Lucho.

¡Larga vida a ti Tío Lucho!
Rodrigo
(El Loco)