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martes, 1 de enero de 2019

La Mítica Orbe de Atlántida (Parte 2)

Parte II de II

Para combatir una posible anomia* existente o camuflada entre los muchos pliegues de su edad, quisiera recordarles amigablemente que la palabra “Atlantis” (Atlántida) significa: “Isla de Atlas”, y que sus orígenes siguen siendo un evasivo misterio, pero un abditivo* misterio el que quizá esté pronto a resolverse. Concluyamos ahora con esta conventícula* jornada.

Continuación de la estocástica* Parte I

A pesar de que su estatus como figura histórica sigue siendo una cuestión de amplio debate, Sonchis of Saïs o Saïte (594 AEC.) fué un alto sacerdote egipcio a quien se le menciona en los escritos griegos como quien hizo el primer relato, o el relato inicial de Atlántida. 

Los diálogos platónicos de Timeo y Critias cifrados alrededor del año 360 AEC, relatan a través de la voz de Critias sobre los viajes del estadista Ateniense Solón (638–558 AEC) a Egipto. Solón encontró en la ciudad egipcia de Sais a los sacerdotes de la diosa Neith. Uno de estos sacerdotes, uno especialmente anciano; le narró a Solón que unos 9000 años antelares a sí mismo la ciudad-estado de Atenas había estado envuelta en un gran conflicto con el gran poder de Atlántida, pero la que luego fué destruída por una enorme catástrofe.

En el diálogo de Platón no se menciona un nombre para este sacerdote, pero Plutarca (46–120 EC), en su obra “Vida de Solón” identificó a este longevo sacerdote como: Sonchis.

Cerca del delta del río Nilo y adyacente a las orillas de Canopus (nombre Griego para Peguat or Pikuat), un antiquísimo pueblo costero egipcio, Solón dice que pasó un tiempo estudiando con Psenophis de Heliópolis y Sonchis la Saïte. Sonchis fué una sacerdotisa considerada la más sabia de todos los sacerdotes; de quien Solón obtuvo un dilatado conocimiento sobre Atlántida.

En su vademécum: On Isis and Osiris, Plutarca, quien después de nacionalizarse ciudadano Romano tomando el nombre de Lucius Mestrius Plutarchus, ofrece una descripción bastante más pormenorizada de los filósofos griegos que visitaron Egipto en ese entonces, quienes recibieron dictámenes y erudiciones de los sacerdotes egipcios. Estos relatos cuentan que Thales de Mileto, Eudoxo de Cnido, Solón, Pitágoras, Lycurgus de Esparta y Platón viajaron a Egipto y confirieron con estos altos sacerdotes y sacerdotisas.

Entonces, desde los sacerdotes egipcios quienes le expresaron a Solón, y Solón quién le relato a Sócrates, y a su vez, Sócrates le pasó esta información indirectamente a Platón nos muestra una larga y rica tradición oral en tándem. Aparentemente Platón fué el primer muchacho que escribió este fantástico relato a través de sus diálogos, asentando así el registro fundamental para todo lo que se ha escrito después sobre Atlántida, incluyendo más de 40 películas, series de televisión y programas radiales. ¿Qué cosas, no?

De acuerdo a nuestros estudios modernos, Atlántida pasó por tres eras o “Edades” de desarrollo. 

Primera Edad

Durante la “Primera Edad”, los Atlantes consistían en una asociación o entidad tribal nómada primitivista conllevando una vida cotidiana como cazadores y recolectores, pero supuestamente el cálido clima que reina en África del Norte -el que era conductivo para una vegetación exuberante, incitó a los Atlantes a evolucionar hacia una vida agricultural.

Al principio los Atlantes vivían en cuevas o en asentamientos amurallados para protegerse de animales salvajes. Más tarde, estas altas murallas sirvieron de defensa contra sus enemigos humanos, pero durante aquel período, los Atlantes no tenían ningún interés en envolverse en conflictos bélicos. Cualquier combate se relegaba solamente a defenderse de animales depredadores o en un ocasional ataque de otras tribus. Su sobrevivencia y la edificación de una sociedad eran sus únicas actividades e intereses primordiales.

Se piensa que estos humanos prematuros vivieron en dos continentes los que a la fecha están bajo el agua: Lemuria, que se cree haber existido al sur del Océano Pacífico, y Atlántida, que se cree existió en África del Norte (la Estructura de Richat).

Segunda Edad

El cambio climático más desastroso fué el corrección posicional del eje rotacional de la Tierra (conocido como “oblicuidad”) con el consecuente desplazamiento y deriva de las regiones Polares, causaron el naufragio de Lemuria. Este cambio en la posición del eje terrestial también trajo consigo el desplazamiento de las placas tectónicas, grandes erupciones volcánicas, inundaciones masivas, y levantamiento de masas terrestres submarinas entre otras catástrofes, lo que conllevó a una Edad del Hielo. 

Las áreas habitables y cultivables del planeta mayormente desaparecieron y se hicieron escasas, lo que empujó a los desplazados habitantes a buscar y colonizar lugares más apropiados y hospitalarios para la supervivencia. Las bajas temperaturas forzaron a la especie humana a emigrar hacia regiones más cálidas en dirección hacia el cinturón Ecuatorial. Curiosamente, Atlántida se mantuvo substancialmente al margen de estos catastróficos cambios, pero tuvo que comenzar a defenderse de las migrantes hordas humanas exiliadas. Ahora sus defensas contra bestias salvajes tuvo que potencializarse y refinarse para defenderse esta vez, del asedio del inicuo invasor humano.

Este forzado cambio evolucionario en su cultura nativa los obligó a desarrollar estrategias defensivas, tácticas ofensivas, y otros modos de conquista. La civilización Atlante no estaba ideada para requerir un líder en particular, por lo que se gobernaban bajo un grupo de líderes. Las habilidades individuales de cada ciudadano eran evaluadas, entonces los Atlantes basados en este particular surtido de destrezas individuales, asignaban a sus ciudadanos a una actividad la que les era la más adecuada. Sus líderes iniciales eran espirituales y semi-etéreos. Y así, Atlántida progresivamente se comenzó a desarrollar como una civilización eminente.

Tercera Edad

Cronológicamente no hay una separación exacta desde donde comenzó esta tercera etapa de desarrollo, pero los avances hechos por esta civilización -teniendo en cuenta que tomó protensivos* eones para acontecer; manifiestamente muestra esta última etapa como la más espléndida.

La cultura Atlante prosperó y perduró por centurias y progresaron dilatadamente en Arquitectura, Ingeniería, Medicina y en las Artes. Además, florecieron extensamente en las industrias de textiles, cerámicas y en otras variadas artesanías. Asimismo, inventaron muchas maravillas mecánicas y científicas de las cuales continuamos hablando y admirándonos hoy.

Una vez que nuestra Madre Tierra relajó la garra y el serac* de su Edad Glaciar, la cultura Atlante ya había arribado al cenit de su desarrollo y prosperidad a través de la longitud y latitud terrestres.


¿Mito o Realidad?

Quizá Atlántida estuvo ubicada en el lugar y tiempo precisos cuando un magnífico evento estelar ocurrió en nuestro planeta. Se ha dicho por historiadores y por información pasada de boca a oído por miles de años, la que recita que entre la Primera Edad y la Segunda Edad, ocurrió un único, extraordinario y colosal evento decenas de miles de años antelares. Este evento consistió en que un gigantesco cometa cruzó tangencialmente cerca de la Tierra a gran velocidad, y desmoronándose a medida de que viajaba a esta lumínica rapidez.

Esta geromorfista* historia relata que uno de estos trozos desintegrados de este cuerpo celeste y viajero cometa que se fracturaba, cayó hacia la Tierra en dirección donde se encontraba Atlántida y se estrelló; o en la metrópoli de Atlántida, o en la región inmediatamente circundante a ella. Los Atlantes descubrieron que los restos y fragmentos de este quebrantado cometa poseía grandes propiedades desconocidas para los Atlantes en aquella época, las que a la postre, convirtieron a esta –de otra manera- raza normal de gente; en una generación extremadamente poderosa. 

Se ha teorizado por mucho tiempo que los Atlantes encontraron entre los despojos de este pedazo de cometa ciertos cristales que representaban una fuente de múltiples poderes, energía y facultades las que influenciaron cada aspecto de la vida de los Atlantes. Este descubrimiento ejerció una preponderancia no solo en los ciudadanos, pero en la comunidad completa y sus maneras de vida, los protegió y les legó un avance científico pasmoso e inconcebible que los protegió por milenios con paz y prosperidad.

Aristóteles

Este gran filósofo y científico griego antiguo nacido en la ciudad de Stagira, Chalkidiki, en el norte de la Grecia clásica, a la par con Platón, es considerado el "Padre de la Filosofía Occidental", pensaba que todo lo que subía, tenía que bajar. Esto, basado en las leyes de la fuerza Gravitacional. Pero estas leyes se pueden aplicar a otras situaciones, tal como la de Atlántida. Aristóteles comentó que tal vez los Atlantes fueron responsables por su propia destrucción.

El Poder Absoluto Corrompe

Con el tiempo a su favor, los Atlantes ejercieron su poderío tecnológico y bélico para someter a civilizaciones circundantes. Empleando el magnífico poder de estos cristales encontrados en el meteoro, lo usaron para energizar una gigantesca y poderosa armada, y según cuenta la leyenda; usando materiales comunes para labrar delicadas creaturas marinas tales como peces, tiburones y narvales. 

Los pueblos sometidos comenzaron a resistir al conquistador (fenómeno que hemos visto repetidamente a través de nuestra historia conocida), pero a la vez, los Atlantes comenzaron a ser negligentes con sus trabajos y responsabilidades, y tampoco entrenaron a sus descendientes apropiadamente a conllevar y manejar este extraordinario poder que este inesperado cometa les había obsequiado. Estos son signos tempranos e inequívocos en el decline de las civilizaciones

Los Atlantes comenzaron a pelearse y a argüir entre ellos, comprometiendo seriamente la estabilidad de la pacífica vida que hasta ahora llevaban. La población Atlante comenzó a desintegrarse en facciones opuestas y beligerantes. Aquellos que practicaban y observaban virtuosidad a través de ritos buscaron solaz en sus templos, encontrando estas prácticas cada vez más difíciles de llevar a cabo; y aquellos que se disociaron de la virtud se encontraron arrastrados en el vórtice de sus propias naturalezas, y se convirtieron en esclavos de sus bajas naturalezas. (Esto me huele a político barato). ¿Qué cosas, no?

Se profesa que la destrucción de Atlántida ocurrió en las vísperas de los planes de invasión de sus vecinos Atenas y Egipto, regiones que los Atlantes planeaban invadir al unísono.

Cuando los Atlantes iniciaron sus altaneras acciones bélicas con una fiereza y poder increíbles, su arrogancia temeraria sin límites y su negligencia en el uso y cuidado de sus prodigiosos cristales, provocó una catástrofe en donde los irresponsablemente y mal manejados cristales provocaron una fusión nuclear, y el poder de una inmensa reacción termonuclear jamás vista en la historia; esfumó a los Atlantes de la faz de la Tierra. 

Secuela

En el dialogo de Timaeus, Platón reporta que después de esta extraña “explosión”, una serie de violentos terremotos y masivas inundaciones afectaron inmediatamente a la región, y en un solo desafortunado día, esta civilización, ahora belicosa y agresiva; se hundió en el mar océano junto con la isla de Atlántida, desapareciendo ambas en las adalpelágicas* profundidades del planeta y de la historia. 

Emisarios sobrevivientes

Entre las incontables teorías relacionadas con Atlántida, hay varias que consideran a este imperio como desmesuradamente extenso y de gran alcance, con una enorme red de distribución marítima con bases a través de todo el planeta en el conocido mundo antiguo. Previamente a su destrucción, muchos Atlantes reconocieron el inminente peligro de su hecatombe, y decididamente emigraron en un gran escape desde Atlántida a los muchos rincones del mundo conocido en ese entonces, llevando consigo el conocimiento y su entendimiento acumulado por centurias a todas las regiones del globo.

Las culturas centroamericanas y sudamericanas reclaman en su historia transcrita que fueron visitados por “dioses” de gran poder, conocimiento, tecnología, ideas nuevas y enseñanzas nunca antes vistas. Los Mayas hablan de un dios llamado Votán, una figura legendaria o mitológica mencionada en los primeros relatos europeos de la civilización Maya. 

Los Incas también hablan de un dios extraordinario llamado Viracocha, y los Aztecas a su vez, atestiguan de otro ser extraordinario que les visitó llamado Quetzalcóatl. Estas culturas proclaman que estos dioses venidos desde un lugar desconocido, les trajeron ciencia, avances tecnológicos e ideas nuevas y asombrosas. Todas estas culturas precolombinas progresaron conjuntamente durante el mismo periodo de tiempo, alcanzando niveles de desarrollo nunca antes visto.

Según el legado de estas culturas, estos “dioses” inmigrantes aparecieron entre ellas después del “obscurecimiento del sol”. Este obscurecimiento del sol se refiere a los cataclismos sísmicos, masivos siniestros y explosiones volcánicas los cuales arrojaron inmensas cantidades de humo, cenizas y otras partículas en la atmosfera, causando un obscurecimiento del sol al bloquear el paso franco de sus rayos. 

Estos “dioses” no tenían mucho parecido físico con las culturas nativas a las que se integraron. Algunas de las características físicas descritas sobre estos nuevos “dioses” se encontraban ojos redondos, narices estrechas y rectas, amplias frentes verticales, y abundantes barbas y bigotes, características específicas que las gentes de las culturas meso y sudamericanas no poseían. ¿Es posible que el descenso celestial de estos seres se refiera a los Atlantes buscando refugio después de la inmolación de su propia cultura? 

Estos Atlantes en busca de refugio no solo aparecieron en las Américas, pero en varios otros lugares del planeta.

Indus

La civilización del Valle de Indus fué una sociedad que obtuvo un repentino y veloz avance en tecnología y ciencias. Literalmente y en cortísimo tiempo pasaron de ser de un estado de cuasi-civilización a una sociedad que poseía agua potable y corriente a través de cañerías de cerámica, sistemas de alcantarillado y desagües, e inodoros entre otros varios avances tecnológicos no encontrados en ese entones en ninguna otra parte del mundo. Hasta el día de hoy, los Escolares aún no pueden descubrir o ponerse de acuerdo para determinar cuándo y de donde estas gentes vinieron, ni de cómo atesoraban estas tecnologías desconocidas en el resto del planeta. Esta parte de la historia sigue indescifrable. Esta colonia de gentes pudieron haber sido remanentes de la cultura Atlante, la que encontró asilo y cobija en este valle.

Jericó

Una de las incógnitas más antiguas está representada por Jericó, una cuidad asentada en las riberas del río Jordán unos 8,000 años Antes de la Era Común. Se estima y se determina que Jericó es el asentamiento humano más antiguo del planeta, y notablemente el más hondo del mundo. Se encuentra a 244 metros bajo el nivel del mar. Lo más dramático de este caso es que esta ciudad se organizó con nómadas. Es extremadamente raro que las tribus nómadas cambien de estilo de vida. Los pueblos nómadas desde hace miles de años siguen siendo nómadas hoy, sin embargo; en Jericó de la noche a la mañana los nómadas se establecieron en una ciudad organizada con alta tecnología como sistemas de regadío y se transformaron velozmente en un centro de comercio y gobierno. 

Esto es un cambio radical de nomadismo a una organizada vida común, sofisticada y de comercio, transporte, arquitectura, irrigación masiva y administración política. Este drástico cambio ocurrió inmediatamente siguiendo a la destrucción de Atlántida. ¿Coincidencia? También se reporta en descubrimiento en los bancos del rio Jordán enfrente de Jericó, una substancia similar al vidrio o a cristales. La invención del vidrio se le acredita a los Fenicios unos 3,000 años después del establecimiento de Jericó. Hum... ¿Atlantes diría usted?

Angkor Wat

Otro misterio es Angkor Wat. Esta capital del Imperio Kilmer tomó solamente 30 años para construírse completamente. Angkor Wat posee el bajorrelieve más largo del planeta y una cuidadosamente diseñada red de fosos y lagos para representar el océano, una notable y rara característica inexistente en otra región del globo. Se dice que esta civilización era Atlante y que sus habitantes querían asemejar su nueva ciudad a la antigua Atlántida. Ahora, ¿por qué esta ciudad se construyó en medio de la selva? Esto tiene perplejos a los estudiosos de esta cultura.

Pero el misterio se complica. Volviendo a las zonas australes del planeta hay otras “coincidencias históricas” las que lucen más a antinomías que a concurrencia eventual. Una coincidencia es el acto y el resultado de concurrir o converger, de estar de acuerdo, o de convenir. La coincidencia también puede referirse a una coexistencia o una concomitancia. Lo importante de esto es que estos fenómenos (o coincidencias) deben ser conocidos entre sí, de otra manera, no se podría relacionar un hecho con otro para poder llamarlos una coincidencia. Estas culturas de las que hablo, no se conocían entre ellas, ni sabían de la existencia de las unas o las otras. Pero nosotros los humanos que no conocemos muchas palabras, nos conformamos con meter todos estos conceptos en la cazuela llamada: coincidencia. La cazuela es un plato culinario de origen sudamericano hecho de una mescolanza de carnes y verduras.

La Gente de las Nubes

Setenta años antes del descubrimiento de Machu Picchu en el alto Perú, en 1843 en una región remota e inaccesible del Perú se descubrieron los restos de unas ruinas ciclópeas, la que se estima que usó más del doble del material con que se erigió la Gran Pirámide de Giza, en Egipto.

Estas ruinas llamadas Kuelap fueron erigidas por la gente Chachapoya o “Gente de las Nubes” o “Guerreros de las Nubes”. Esta supuestamente pacífica, fecunda y prolífera civilización prosperó grandemente hasta que fué conquistada brutalmente por el Inca cerca del año 1475 de la Era Común. Después de su conquista, esta región se desmoronó y fué diezmada por una variedad de efectos perniciosos y destructores, regalo de los Incas, y seguidamente por los males gratuitos que nos trajeron los perniciosos y cacodóxicos* conquistadores españoles con sus zafias e incivilizados cánones coloniales.

Algunos teoristas aseveran que estos antiguos Chachapoya eran de alta estatura, blancos de piel, y de ojos azules. Otros escolares dicen que a pesar de que los Chachapoya eran bastante más altos que el inca regular y lucían bastante diferentes a los locales, ellos eran Amerindians en el sentido antropológico y lingüístico; pero que no poseían características caucásicas específicas. El que puso en las mentes antiguas esta idea de que los Chachapoya eran altos, blancos y de ojos azules, fué el explorador español Cieza de León, quien dijo que los Chachapoya eran los “indios más blancos” que él jamás había visto. Estas gentes aún habitan esa remota región de las alturas peruanas.

También se dice que los Chachapoya tenían una vasta red de navegación comercial que alcanzaba Europa y Asia usando el río Amazonas para conectarse con el gran sistema marítimo comercial mentado en ese entonces. Pocos restos de la civilización Chachapoya se han encontrado después de los saques sistemáticos del Inca y de los españoles. El nombre Chachapoya le fué dado a esta cultura por los Incas. El verdadero nombre con que los Chachapoya se llamaban a sí mismos no se conoce, y ha quedado perdido en la historia tal como la verdad se ha perdido en la boca de los frailes. Los Incas relatan que adquirieron alta tecnología de regadío y comercio de los Chachapoya, pero no hay prueba de esto. 

Nota:

Todas estas culturas ubicadas en distantes lugares geográficos y sin tener conocimiento de existencia entre ellas, nacieron, florecieron y decayeron durante el mismo intervalo de nuestra conocida y descubierta historia. ¿Qué cosas, no?

Y ésta es la historia que mi tintero escupió en el papel sobre La Mítica Orbe de Atlántida. Espero que se haya entretenido con este largo escrito y haya aprendido algo, aunque sea una conclusión personal.

Conclusión

No hay conclusión. Mis conclusiones pueden deferir de las suyas, eso es si es que usted tiene alguna. Mis conclusiones son basadas en lo que creo y conozco, y estoy seguro de que lo que usted cree y conoce difiere de lo mío. Lo invito a concluír sus propias conclusiones ya que es usted astuto, inteligente y capaz. Y así concluye esta historia de La Mítica Orbe de Atlántida.

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Et sub Glossarium Glossarium – (Cum amore legentibus)


Abditivo – Remoto, secreto, oculto

Adalpelágico – Lo más profundo. La zona más profunda del mar se conoce como "Las trincheras" o zona Adalpelágica. Esta zona comienza a aproximadamente 5.800 metros de profundidad y se extiende hasta el fondo del océano.

Anomia – Inhabilidad de recordar nombres

Cacodoxia – Mala doctrina u opinión errada

Conventículo – Asamblea secreta o ilegal

Estocástico – De, cómo o perteneciente a una secuencia de eventos aleatorios

Geromorfismo – La apariencia ser mayor que la edad real de uno

Protensivo – Extenso en tiempo o longitud

Serac – Pilar de hielo glacial


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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 



El Loco

lunes, 1 de junio de 2015

Marruecos: Los Dominios de Willie

En el año 2013 de la Era Común, recibí una singular invitación para viajar a Marruecos y visitar con el Primer Ministro Abdelilah Benkirane, y con su Majestad el Rey Mohamed VI para discutir la posibilidad de instalar mi industria (Averter®) en el sur de este seco y arenoso país.  Marruecos es aproximadamente del mismo tamaño de Chile en kilómetros cuadrados, siendo Chile alrededor de unos 50,000 km2 más grande.  La invitación fué muy bienvenida porque nunca antes de esa fecha había visitado el Norte de África ni había visto un dromedario en persona en su tierra natal. 

Anteriormente había visto dromedarios en varios zoológicos urbanos de diferentes países, pero todos ellos lucían medios comatosos, flacos, y con cara de aburridos encerrados en sus inapropiadas ergástulas jaulas.  My experiencia con dromedarios en Marruecos cambió completamente la errada percepción y perspectiva que yo tenía acerca de estas magníficas naves vivientes del desierto, pero antes de hablarles de estas soberbias bestias, les referiré como llegué a convertirme –a la fuerza- en un diestro jinete de dromedario en esa lejana tierra.

La invitación llegó unos cuatro meses antes del viaje y traía adheridas algunas condiciones de condición no incondicional, pero acondicionadas: se me sugirió crecer una barba como un acto de solidaridad con la cultura Berber.

Yo no soy muy peludo que digamos y los desconcertados y zafios pelos que se cuelgan irresponsablemente de mi cara, son casi todos blancos.  Menos mal que me avisaron con tiempo porque para crecer una barba más o menos estimable y decorosa, me toma varios meses.  No le dí mucha importancia al asunto este de la faciem barbitium, pero cuando la barba comenzó a poblarme la cara, me entró la preocupación de que fueran a confundirme con un terrorista.  En los Estados Unidos un gil con cara de loco, con una narizota desbocada y con barba como yo; a los más saltones les parece ver a un terrorista.  Pero haciendo de tripas, corazón; crecí mi barba tratando de mantenerla lo más distinguida posible.     

La llegada

El largo vuelo desde Estados Unidos hizo escala en París para después de una larga espera, llevarnos en las tripas del pterodáctilo metálico de Air France hasta la ciudad de Rabat, en Marruecos.  Cuando llegamos a Rabat, Mr. Fauzi Chaabi nos estaba esperando y apenas tocamos suelo y nos desmontamos de la aeronave los guardias uniformados de Palacio nos condujeron al salón VIP, por consiguiente; nos saltamos la aduana.  En el salón VIP nos agasajaron con frutas, olivas, unas anchoas orgásmicas, y un té de menta riquísimo mientras esperábamos que un oficial de aduanas timbrara nuestros pasaportes con el sello oficial de Marruecos.  Después de una breve recepción de bienvenida, nos condujeron a nuestras acomodaciones en el centro de Rabat en limosinas escoltadas por policías multicolores en rugientes motocicletas.

Las acomodaciones eran ostentosas, pomposas, fastuosas, y principescas como en todos los palacios y en los hoteles en que me alojaron durante mi estadía.  La vista de la "Old Medina" (ciudad vieja) de Rabat con sus rojas murallas de defensa, callejones, fortines y almenas se veía solemne y portentosamente impresionante; un silente y convincente testimonio de las operaciones de la Legión Extranjera francesa durante el cruel período de la colonización del territorio que lo convirtió en el Protectorado de Marruecos, por allá en 1912 mientras que Chile competía en los Juegos Olímpicos de Verano en Estocolmo, Suecia.  

Esa cálida noche me llevaron a una casa de baño tradicional árabe, o Hammam (sauna).  Me dijeron que después de un baño en esta casa, dormiría como un lirón cansado y que amanecería lleno de energía.  Este lugar es una variante del baño de vapor Romano, y una exótica y estrambótica experiencia que no me esperaba.  No daré detalles de esto porque no me gusta hablar cuando ando en calzoncillos.  A la mañana siguiente me desperté repleto de energía; tanto así, que tuve que deshacerme rápidamente de una gran parte de ella en el inodoro.

El Palacio de Dâr-al-Makhzen (Rabat)

Cabe mencionar aquí que desde el reinado del Sultán Abu'l-Abbas Muhammad ibn Abdallah ibn(1) Tahir (de la cuna de la dinastía Tahirid), los Sultanes y Reyes Alauitas han mantenido permanentemente un palacio en la ciudad de Rabat.  Los Alauitas son una rama del islam chiita, seguidores de los doce Imanes (predicadores de la Fé) de Ahlul Bait, los descendientes del Profeta Mahoma.

(1) En nombres árabes, tanto "Ibn" como "bin" y se pueden traducir como "hijo de".  Por lo tanto en árabe, político se dice "bin puta".

Los turistas sólo pueden visitar las afueras de este Palacio y se pueden acercar a no más de 75 metros a éste, por ende; tuve el privilegio exclusivo de visitar el Palacio y sus magníficas recámaras y estancias por dentro, un placentero convite reservado solamente para unos pocos afortunados y limitados suertudos. 

Los amplios y hermosos terrenos del Palacio cubren una vasta área con numerosos e imponentes edificios y con jardines muy bien manicurados.  La Residencia Imperial está custodiada por un miembro de cada rama de las fuerzas armadas y la policía, cada uno con un impecable y colorido uniforme diferente.

Por un compromiso legatario, protocolar y por mi obligación fiduciaria, no puedo describir o exponer las esplendorosas dependencias de Palacio, así que a usted tendrá que bastarle mi palabra de que son espléndidas, regias, y admirables.

Las reuniones

Esta parte es muy aburrida, por lo tanto me la voy a saltar; pero por lo menos tengo que decir algo sobre el Palacio Real de Rabat donde tuve estos varios cenáculos oficiales en reuniones con el Primer Ministro, con El Jefe de Gobierno, Ministros, Oficiales de Gobierno, asesores surtidos, etc.; entre seductoras tacitas de té y excitantes conversaciones.   En estas reuniones de alta cumbre es donde literalmente se procura el "Oro y el Moro".

Una vez concluídas estas administrativas conferencias de rigor, nos retiramos nuevamente a nuestros aposentos para apropiadamente liar nuestros bártulos de viaje en preparación para la gran jornada(2) de exploración y reconocimiento que teníamos por delante, una tarea que era una parte integral del viaje.

(2) Vea el párrafo que dice "Itiner" en la columna derecha de mi sitio web para entender mi idea de "jornada".

El recorrido

Durante este viaje relámpago de dos semanas, recorrí el alrededor del 80% del país auspiciado por el Billonario Fauzi Chaabi, futuro socio en mis operaciones en Marruecos.  ¡El viaje fué brutal!  Después de las reuniones oficiales en Rabat y Casablanca, obramos un recorrido de más de 30 ciudades en menos de dos semanas.  El viaje fué efectuado por tierra en un cómodo y espacioso vehículo "Audi", el que nos llevó por esos lares en forma rápida y segura a mis tres compañeros y a mí.  Los pasajeros eran Mr. Fauzi Chaabi, un intérprete árabe, un chofer, y un Loco: yo.   Tuve que llevar un intérprete árabe-inglés porque lo único que yo sé decir en árabe es: "bajalajaulajaime", "mojamelajetajuana", "jalalajaibajetón", "quejaquecaquemejode", y "mijacójamelajuja"; lo que no es suficiente para hacerme entender bien allá.

La primera "patita" de la  jornada fué desde Rabat a Casablanca.  La limosina corría veloz por la autopista A3 (Oued Cherrat), y después de unos cortos 62 kilómetros ya estábamos en el hermoso balneario, puerto principal y centro industrial de la Prefectura de Casablanca.  Paramos para comer, dar un corto recorrido y seguir viaje hacia la ciudad Berber de Essaouira (también conocida con el nombre Portugués de Mogador) usando la ruta A5 en la región de Marrakech-Tensift-Al Haouz, en la costa atlántica.  Antes de partir y a vuelo de pájaro apurado, en Casablanca visité la Mezquita de Hassan II, la Catedral de Casablanca, y el Parque de la Liga Árabe.

Antes de llegar a Essaouira, hicimos paradas para gasolina, comida y ππ en la ciudad fortificada de El Jadida (Mazagan) -ciudad incluída en la Lista del Patrimonio Mundial- donde visité la Cisterna Portuguesa.  Después paramos en Safi, y visitamos sus antiguas y románticas construcciones fortificadas portuguesas, y también visité las grandes instalaciones pesqueras de la industria de sardinas.  Curiosamente, descubrí que los habitantes de Safi son muy aficionados al Fútbol y al Rugby.  ¿Qué cosas, no?

Después de reiniciada la marcha, arribamos finalmente a la ciudad de Sidi Megdoul, conocida hoy como Essaouira.  Essaouira ha sido considerada como uno de los mejores fondeaderos de la costa marroquí.  El navegante cartaginés Hanno la visitó en el siglo V aEC, y se estableció el puesto de operaciones comerciales de Arambys según nos lo relata el documento manuscrito "Periplus", el que enlista los puertos e hitos costeros.  Essaouira es un ejemplo excepcional y bien conservado de una ciudad portuaria fortificada del siglo XVIII, con una fuerte influencia europea traducida a un contexto norteafricano.

Allí estuvimos un día completo, y visité el pintoresco puerto de Skala du Port, sus anchas playas, la Isla de Mogador con sus interesantes estructuras, y la Galería de Arte Damgaard con su colección de arte y artesanía local.

A la siguiente mañana dejamos Essaouira siguiendo al Sur en pos de Agadir y luego Tiznit, Guelmin, Tan-Tan, Tarfaya y finalmente El Aaiún (Lâayoune) en Western Sahara, ciudad que era nuestro destino final.  En todas las ciudades y pueblos en los que hicimos escala antes de llegar a Lâayoune encontramos excelentes atracciones e insólitos lugares.  Me tomaría muchas páginas el relatar los lugares que visité por eso iré directo al meollo de la visita a este lugar.

Lâayoune en Western Sahara al igual que Tarfaya y Tan-Tan en Marruecos, son lugares en el Atlántico que están enfrente de las Islas Canarias de España.  La intención era investigar si era posible instalar plantaciones de Agavaceæ Fourcroydes Lem en esos lugares para exportar su preciado producto a las Islas Canarias; procesar estos materiales semi-crudos allí y así obtener un producto "Hecho en España".  Con una compañía en Mallorca (Islas Baleares) y una planta de producción en Islas Canarias, me puedo granjear membrecía en el Mercado Común Europeo; y por ende, poder vender my producto en toda Europa. 

El Regreso al Norte

Después de hacer las apropiadas mediciones y cálculos bióticos, infraestructurales y viales, regresamos hacia el norte pero por el lado oriente.  Desde Lâayoune nos encaminamos hacia Al Farciya, para proseguir de vuelta a Marruecos via Zag, y luego continuar al norte via Assa, Tata, Quarzazate, Marrakech, Azilal, y finalmente Er Rachidia (Errachidia), al pie de las montañas Atlas, las que su altura me dejó impresionado a pesar de que conozco bien la Cordillera de Chile, erróneamente conocida con el pseudotautonísmico apodo de "Cordillera de los Andes".  En Errachidia nos detuvimos por un par de días y nos alojamos en el Palacio Nasser, ubicado en Merzouga y al que llaman: "La Puerta del Desierto".  Hicimos múltiples paradas en nuestra travesía, pero ya ni me acuerdo de los nombres de aquellos tantos místicos y remotos lugares.

Llegamos al Palacio Nasser a eso de las tres y media de la madrugada y más cansados que el último albañil de la muralla China.  La noche estaba clara e iluminada por una luna grande y brillante, y a pesar de la ausencia de sol, hacía un calor exasperante pero había una suave brisa la que apenas se percibía y que traía un poco de fresco alivio.  Mis compañeros de viaje se fueron a dormir inmediatamente.  Mi espíritu aventurero se había alborotado durante los últimos kilómetros de viaje, y a pesar de mi cansancio, no estaba soñoliento.  Me fuí a recorrer las murallas del Palacio y a explorar sus alrededores.  Todo el mundo estaba durmiendo.  Desde una de las atalayas pude observar al personal del hotel durmiendo al aire libre, sin un techo y recostados sobre camas hechas de maderos.

Cuando bajaba por una de las oscuras escalas de las murallas, percibí un ruido sordo como un siseo el que rebotaba en las murallas de la escala.  Encendí mi linterna y dirigí su haz de luz hacia piso.  ¡Y ahí estaban!: ¡cientos de "Stenocara Dentata" o escarabajos negros del desierto corriendo en todas direcciones!  Mi corazón sobresaltado dió un tumbo de susto y apreté cachete(3) hacia el tope de la muralla otra vez.  

(3) "Apretar cachete" es una expresión idiosincrática elocutiva e idiosincrásica del caló chileno que significa: "correr a toda prisa".  Cuando uno corre aprisa o asustado, naturalmente aprieta las nalgas para evitar escapes o pérdidas de presión; y de ahí es que se deriva esta elocuente y descriptiva expresioncita.   ¿Qué cosas, no?

Cuando recuperé mi aliento y mi susto se había reducido a niveles más manejables, me asomé otra vez a mirar, pero con la linterna encendida esta vez.  Ahí estaba todavía ese enjambre de escarabajos, pero al iluminarlos; fueron ellos los que apretaron cachete.  En pocos segundos la escala se veía limpia de bicharracos así que presta y rápidamente de tres zancadas salvé la escala hasta llegar al primer piso (con los cachetes apretados, por supuesto).  Una vez en tierra firme, me sentí más valiente, y a tranco largo decidí irme a dormir.  Mientras me acostaba, no podía sacarme de la mente la escena de la película "La Momia" en donde un enjambre de escarabajos negros devoraba a uno de los incautos protagonistas...

Al siguiente día, el Palacio Nasser cobró vida y una actividad febril.  No había muchos turistas porque para aventurarse en estos lados del mundo hay que tener cojones de cuero curtido.  Salí de mi arabesca habitación y muy disimuladamente miré alrededor a ver si veía a los jodíos escarabajos negros; pero por fortuna, éstos habían desaparecido alíferos como las promesas políticas, y sus negros y sucios aspectos oscuros como moral de fraile ya no me incomodaban.

Fuera de las puertas del fuerte, los porteadores estaban esperándonos con el equipo, los bultos y los dromedarios.  La caravana estaba lista, solo faltaban los jinetes.  El aire estaba muy caliente a pesar de la temprana hora de la mañana, y la brisa del desierto apenas se hacía notar.  Miré el termómetro que colgaba en una de las murallas de adobe.  El termómetro marcaba 45 °C.  No sé si el aparatito éste estaba allí para informar a los turistas, o para espantarlos.  Según mi intérprete, un porteador nos dijo que nos apurásemos en iniciar la jornada antes de que se pusiese caluroso...  Yo había experimentado calores similares a éste en Yucatán en el sur de Méjico, pero sin el dromedario.  ¿Qué cosas, no?

Willie

Aquí fué donde conocí a Willie.  Willie era (es) un enorme dromedario(4) que según los lugareños, estaba loco.  ¡Qué coincidencia!  Decían que cuando a Willie le "salía el Indio"(5), hacía lo que le daba la gana.  ¡Qué coincidencia!  También me dijeron que Willie se iba hacia donde se le "parara el hoyo"(6) si no le gustaba la excursión.  ¡Qué coincidencia!  Asimismo me señalaron que Willie era más porfiado que Mapuche "curao" con Aguardiente.  ¡Qué coincidencia!  Entonces supe que Willie y yo nos llevaríamos muy bien.  Siempre es alentador el encontrar congéneres congeniales y compatibles en tierras extrañas.    

(4) "¡Le salió el indio!".  Este es un peculiar concepto de expresión común y ordinaria del Coa lingüístico popular chileno. Literalmente significa: Se enojó ardientemente, se espantó, o se encabronó; esto, según el registro académico gramatical del barrio en que viva usted.

(5) El dromedario es también llamado Camello Árabe (Camelus Dromedarius), es un animal grande que limita al norte con la jeta, al sur con la cola, arriba con una joroba, y abajo con dos dedos ungulados en cada pata (las que normalmente son cuatro); y las hembras tienen un guante inflado en la guata.  El primero en describir oficialmente a esta bestia seca fué el griego Aristóteles, pero su nombre binomial se lo asignó Carl Linnaeus en 1758.

(6) Otro modismo del homo chilensis, que significa dirigirse hacia donde uno quiera o se le ocurra, sin pedirle permiso ni avisarle a nadie. 

Lo moteé "Willie" porque cuando lo ví, me recordó un conocido de New York -un Turco de nombre William- porque su cara se parecía más a la de un camello que a la de un ser humano.  William tenía una protuberantísima quijada maxilar inferior y una narizota epopeyística.  Algunas malas lenguas dicen que de lo feo que es, pone celoso al Chupacabras...  Además caminaba inclinado hacia adelante haciendo que su espalda pareciera tener una gibosidad a modo de joroba.  ¿Quizá se había puesto el suéter encima de la mochila?  La cosa es que los marroquíes pensaban que yo estaba loco porque les ponía nombres a los animales.  Ellos no lo hacen nunca, piensan que es ridículo.  Humm... deberían darle una mirada a sus sandalias...

El solo propósito de la excursión era el explorar una serie de pozos de agua al borde del desierto.  Estos pozos estaban erguidos con una muralla circular de piedras y sujetas entre sí con barro.  Estos pozos se parecían mucho al pozo de Hércules.  Los pozos conformaban una línea semi curva a lo largo del comienzo de las arenas blandas.  Las arenas blandas son las que todos conocemos; de color amarillento y que el viento del desierto las modifica y reconfigura cada noche.  El fuerte estaba erguido en las arenas duras, una arena más oscura y apisonada en la que vehículos con ruedas pueden circular.  De cualquier forma, las dos arenas son desierto, y había que "camellar" bastante para llegar a este tándem acuático.  Estos pozos serían de un uso cardinal para mi industria.

Finalmente y después de rascarle la cabeza a Willie unos minutos para romper el hielo y establecer una buena relación con él, nos montamos en nuestros bastimentos del desierto para iniciar la marcha.  Es de suma importancia mencionar aquí que hay que saber montar un dromedario.  Si bien es fácil subirse a su montura porque el ungulate está acostado en el suelo, cuando el camélido se levanta sobre sus patas, hay que ser un perito en rodeos.  Como yo soy muy observador, me fijé detenidamente en cómo los Berber se montaban en sus bestias, quienes hacían parecer esta maniobra más fácil que la tabla del uno, pero que en realidad, no lo es.

Para levantarse, primero el drome posa sobre el suelo las plantas de las patas de atrás con un sacudón bastante violento, y como las patas son largas; el lomo queda por lo menos en unos 50° grados de pendiente con respecto al suelo.  Aquí es cuando la mayoría de los jinetes aficionados se caen de hocico al suelo dando un salto mortal en el aire en una cabriola sumamente dolorosa antes de azotarse la humanidad en la dura arena.  Acto seguido, don came estira sus patas delanteras y si uno todavía está sentado en el lomo, lo envía brusca y despachadamente ahora hacia atrás; y si uno no está bien sujeto a la montura, la maniobra de caerse de hocico con salto mortal y su subsecuente cabriola puede repetirse, pero esta vez en reversa, y con suerte, uno no se revienta la nuca en el suelo.  ¡Ahora entiendo el múltiple uso de los turbantes!  

Una vez parado en sus cuatro patas, el Camelus Dromedarius se sacude el hoyo del poto con su cola para quitarse la arena que tenga pegada en la labiis rectum en un movimiento disimuladamente elegante y sin toser.  El truco para no caerse está en mantener el equilibrio con el torso pivotando ampliamente con las caderas manteniendo los muslos paralelos al suelo.  Mi intérprete se sacó la cresta(7) tres veces antes de que los Berber agotaran su paciencia y lo  amarraran al camello.  No pude disimular mi risa cada vez que el intérprete volaba por el aire haciendo unas acrobacias muy grotescas, y unos inciertos ruiditos de hombre compungido.  El dromedario ya estaba cansado de pararse y sentarse con la jodienda de la montada.     

(7) Otro modismo onomatopéyico del coloquialismo chilensis.  En las peleas de gallo los picotones son tan violentos, que entre sí los gallos se destruyen y se sacan la carúncula (alias: la cresta) a picotazos el uno al otro.  El gallo que pierde su carúncula normalmente pierde la pelea con un dolor de cabeza terrible.  Entonces "sacar la cresta" es dar o recibir una golpiza fenomenal. 

Una vez que estuvimos todos montados, iniciamos la marcha.  Hay que mantener un ojo vivo durante la marcha porque a veces estos camélidos se tropiezan con piedras, y si uno se cae del lomo, lo más seguro es que se saque la cresta porque uno está sentado a mas de 2 metros de altura sobre el duro suelo.

Poco después de iniciar la caminata, con un poco de inquietud y con un suave sabor a terror debajo de la lengua me percaté de que Willie no tenía ni frenos, ni señalizadores, ni volante, ni cinturón de seguridad, ni bocina, ni luces altas o bajas...  tenía una palanca de cambios, pero mal ubicada...  El único inventito para conducir y darle dirección a esta bestia era una singular rienda colgada a un lado de la jeta del dromedario, la que con graciosos movimientos uno la mueve de lado a lado de la cabeza para indicarle al drome por dónde ir.  Me pregunto si este aparatito serviría para manejar a los políticos bin puta...

Voy a hacer un alto para explicar una diferencia importante porque hay varias desigualas fundamentales entre los camelus Bactrianos y los camelus Dromedarios a pesar de que ambos son Camelidae. A pesar de que los camellos y dromedarios han acompañado al hombre desde tiempos inmemoriales, todavía hay confusión para muchas personas cuando se trata de diferenciar estos peculiares animales.  Para aclarar las cosas, aquí les ofrezco las diferencias más importantes y visuales entre ambos camélidos.

Origen: Los dromedarios son camélidos inherentes a la Península Arábiga en la que evolucionaron soportando temperaturas que superan muchas veces los 50 °C.  Los llamados camellos son oriundos del Asia Central adaptándose a vivir en entornos de largos y fríos inviernos, por lo que desarrollaron una morfología elaborada para resistirlo.

La Joroba: ¡No me jorobe! ¡Ésta es la diferencia más clara!  Los dromedarios tienen una sola joroba en el lomo, mientras que los camellos poseen dos.  La joroba es una estructura de tejido graso que acopia gran cantidad de grasa, la cual es muy valiosa para obtener energía en los infecundos desiertos.  Pero la joroba también protege contra el frío, por lo que las dos jorobas del camello lo protegen del penetrante frío, cosa que el dromedario no necesita.

Tamaño: Los dromedarios que son más gallardos, agraciados y elegantes que los camellos y tienen las patas más largas que éstos, por lo que se mantienen más elevados de la superficie del suelo y de esta forma evitan la refracción del calor que emana del terreno.   Esta adaptación les permite movilizarse más rápido.  Los camellos son más fornidos y más adecuados para mantener el equilibrio en terrenos montañosos y en suelos helados o cubiertos de nieve.  Los dromedarios son más grandes, pero los camellos son más pesados.  ¿Qué cosas, no?

Agresividad: Ambos animales son domésticos, pero el dromedario es mucho más violento, temperamental, y agresivo que el camello; especialmente cuando lo molestan.  Los camellos son mucho más dóciles, pero por sus peculiares características físicas son menos apropiados para transportar pasajeros, por lo que se usan principalmente como animales de carga.  

 Pelaje: El pelaje es otra diferencia distintiva entre las fisonomías de estas simpáticas bestias.  Aunque el color de sus pelajes es prácticamente idéntico, los camellos tienen un pelaje más largo el que se pone especialmente espeso durante el invierno, pero lo pierde en el verano.  Los dromedarios no se mudan de pelaje y mantienen un pelo corto y uniforme durante todo el año.

Bueno, Willie es un Dromedario grandote hecho y derecho; y desafortunadamente tiene malas pulgas y se le sale el indio bastante seguido.  Aparte de esto, aprendí que Willie no tenía mucha paciencia que digamos.

Después de unas dos horas de marcha bajo el ardiente e imperdonable sol del Sahara, llegamos a un pequeño oasis que me recordó los cuentos que mi padre solía leerme cuando yo todavía era un proyecto de hombre antes de irme a la kawitu (cama en Araucano Mapuche).  La versión infantil de ese libro se llamaba "Las Mil Noches y Una Noche" con el Califa Abbasid de Bagdad Harún-Al-Rashid, el Sultán Shahriar, y la Princesa Scheherezade, hija del Gran Visir de Shahriar.

Nos apeamos en el oasis a sacudirnos el polvo y la arena de nuestros ropajes, a beber algo de agua y dejar que los dromedarios repusieran los 150 litros de agua que llevan en el vientre.  Me pregunto ¿por qué no usan a los dromedarios de carro-bomba si tienen tamaño estanque de agua y manguera?  ¿Qué cosas, no?

Acto seguido me dirigí a recorrer y a inspeccionar los pozos en hilera.  Eran muchos y se estiraban hasta que la vista perdía su potencia y alcance.  Caminaba de pozo en pozo y me asomaba a mirar en cada uno, y veía la oscura cara de del agua sentada quietamente en el fondo de cada pozo.  No sé de dónde provenía el agua, pero me aseguraron que los pozos estaban llenos todo el año.   Es difícil pensar en vertientes subterráneas en el desierto, pero indudablemente las debe haber.  Llevaba unos 45 minutos recorriendo los pozos cuando los Tuareg me comenzaron a apurar para que terminase mi indagación exploratoria.  No les hice mucho caso porque pensé que yo era el jefe, así que continué my detectivesca pesquisa.

Estaba tan absorto admirando estos pozos que son una maravilla de la naturaleza, que no me percaté de que Willie venía hacia mí a toda velocidad.  Escuché unas voces en árabe gritando: "¡teyamaya, teyamaya!" (¡cuidado, cuidado!), pero cuando advertí lo que ocurría, fué demasiado tarde.  A toda carrera, Willie me propinó un empujonazo bárbaro con su cabezota que me levantó en el aire por lo menos unos cuarenta centímetros antes de que cayera al suelo a unos dos o tres metros de distancia desde donde había estado parado un segundo antes.  Cuando me levanté del piso sorprendido y un poco espantado, Willie me estaba mirando con cara de pregunta sin respuesta, mientras que los Tuareg se reían ufanos, y el intérprete tomaba su turno para vengarse de mí riéndose a carcajadas. 

Miré fijamente a Willie con una cara seria tratando de hacerme el valiente mientras me sacudía casualmente las ropas y me trataba de arreglar el turbante que me quedó sumamente chueco con la maniobra voladora, cortesía de Willie.  Yo no sabía realmente qué hacer en ese momento, pero Willie sí sabía: mirándome seriamente con sus tremendos ojazos negros equipados con viseras hechas de unas pestañas formidablemente gruesas; se echó en el suelo en frente mío sin mucho protocolo o elegancia.  Sin más trámite y sin titubear me monté en su poderoso lomo.  Willie se levantó sin morigeración y se encaminó de vuelta hacia al reducto Tuareg que nos esperaba con sus negras tiendas que susurraban junto con el viento del desierto.  Después supe que a Willie no le gusta esperar.  Durante la marcha de vuelta, acaricié a Willie en el cogote.  Willie emitía ruidos de complacencia y agrado.

El viaje de vuelta fué sin incidentes.  Caía la noche cuando arribamos a las tiendas, y los jodíos escarabajos ya estaban saliendo de sus escondrijos y covachas a marchar por las cambiantes arenas.  Se asemejaban a un séquito de frailes mentirosos y degenerados.  Los prácticos y amigables Tuareg se encargaron de atender a las bestias, y nosotros nos fuimos a dormir, pero no sin antes tomarnos unas cuantas tacitas de té caliente.

La tienda estaba sorprendentemente fresca comparada con el calor que hacía fuera de ella.  Una suave y desértica brisa se colaba por entre los minúsculos agujeros del tejido de las paredes y el techo los que estaban construídos con frazadas hechas de apretada lana.  Me recordaron las carpas que instalábamos en el patio de tierra en la casa de mi abuelito Víctor, las que hacíamos con unas frazadas de lana de mi abuela y que siempre las dejábamos llenas de tierra, y que mi pobre abuelita tenía que lavar, pero siempre lo hacía con una sonrisa y sin reclamar ni enojarse.

Las acomodaciones no eran el Hyatt Regency, pero eran más humanas, más acogedoras, más personales y más amigables que cualquiera de los incontables hoteles en que eché mi esqueleto a descansar.  Antes de irme a dormir, salí de la tienda unos momentos para observar el silencioso y poderoso desierto.  Los escarabajos ya no se veían, empero; un hermoso cielo abigarrado de brillantes y titilantes estrellas bostezaba sobre nuestras cabezas.  Los dromedarios allá en su residencia estaban echados en las arenas y durmiendo muy seriamente.  Las arenas y sus suaves lomos se recortaban contra el cielo en un semiclaro de rojizos matices mientras que el viento las peinaba suavemente. 

No había rugidos de motores ni internet, ni discos "PARE" ni semáforos,  ni esquinas ni peajes, ni borrachos meando en las murallas, ni sirenas de ambulancias, ni bocinas de camiones; ni tampoco abogados deshonestos, políticos sucios o curas degenerados.  Solo la arena, y la noche con sus refulgentes y lúcidas estrellas subrayadas por la suave y despoblada brisa desértica.  Después de esto, bostecé dos veces seguidas y me fuí al "salier najcal" (camastro) a descansar.  Debía descansar puesto que al día siguiente habría una larga excursión para estudiar los caminos y posibles vías de de acceso a los potenciales lugares de plantío cerca del agua.

Esa mañana se levantó floja como cada día lo hace en esos lejanos parajes del ardiente desierto: despacito, calurosa y silenciosa.  Nosotros nos levantamos temprano para evitar el calor y poder desayunar antes de emprender la marcha.  La comida del restaurante del Fuerte siempre fué de chuparse los dedos.  No importa si es desayuno, almuerzo, un bocadillo o cena, la mesa siempre se poblaba de manjares exóticos y exquisitos con una abundancia sultánica.  Elijo esta denominación (Sultán) porque de acuerdo a la tradición islámica, Mahoma habría dicho: “después de mí, los califas; después de los califas, los emires; después de los emires, los reyes; y después de los reyes, los tiranos”, entonces así no ofendo a nadie.  Esto es importante porque en religión, hay que andarse con mucho cuidado; por eso es que yo les pido fervientemente a los dioses que me protejan de sus seguidores...

Tomó alrededor de dos horas llegar al camino pavimentado que cruzaba el desierto para comenzar a establecer en nuestras mentes los posibles pasajes de acceso y egreso de las plantaciones planeadas.  Durante la larga caminata, creo que me adormecí unas cuantas veces.  El bamboleo sobre el lomo de Willie combinado con el inicuo calor hizo su efecto narcotizante en mí, y cabeceé unas cuantas veces para despertarme cada vez o con la risa de los Tuareg, o con algún impulsivo corcoveo del incansable Willie.  El sudor había empapado mi turbante.  Entre pestañazo y pestañazo lo único que podía vislumbrar eran solo las infinitas arenas del Sahara.

Finalmente nos apeamos de las bestias y nos organizamos para topografiar el terreno.  Buscábamos suelos duros y estables donde pesados camiones pudiesen transitar, y lugares en donde estas huellas para los camiones pudiesen empalmar con el camino de concreto.  Las arenas duras tenían un cementerio de piedras negras las que nos servirían para delinear las rutas para los camiones.  Debíamos también identificar un lugar para que los camiones hicieran un hito en la jornada para revisar llantas y tener un lugar para reparaciones en caso de que se necesitase.  Pasamos el resto del día haciendo esto hasta que el sol se comenzó a esconder detrás de las doradas y tranquilas dunas.

Cuando volví al asentamiento desde el que habíamos iniciado estas pesquisas territoriales, me encontré que los Tuareg habían levantado sus tiendas y se las habían arreglado para encender un fuego para cocinar, y para preparar el infaltable y necesario té.  Los Tuareg estaban alegres y conversando animadamente alrededor del fuego.  Según lo que pude entender, al otro día y antes de regresar a nuestro punto de partida cerca del Palacio Nasser, participarían en una especie de competencia donde correrían en sus dromedarios por un premio que no me quedó claro lo que era, pero como eso no me incumbía, no le presté mucha atención.  Quizá debería haberlo hecho...

La nueva mañana se hizo presente acarreando un gran atado de refulgentes rayos de sol.  Las arenas se tornaron doradas otra vez, y el guirigay en el campamento no se hizo esperar.  La brisa estaba un poco más fresca esa mañana y quizá sería porque los vientos que venían de las montañas Atlas eran más fornidos que la mañana anterior, pero esto no duró mucho.  Los Tuareg no se demoraron mucho en desmantelar el campamento y cargar los dromedarios, y nos urgían a que nos apurásemos a partir.  Lo hicimos prontamente.

Después de unos treinta minutos de marcha, vislumbramos la actividad de un gentío y un dromedarío(8).  Mientras nos acercábamos pude reparar en que había varios grupos de árabes con sus dromedarios.  Esto lo sé porque sus vestimentas variaban un poco entre grupo y grupo, pero la diferencia más notoria era en el color de sus turbantes.

(8) Sé que a un grupo de gente se le llama "gentío", pero como no sé cuál es la palabra para definir un grupo de dromedarios, me refiero a este grupo ungulate como: "dromedarío; con acento en la i.  Para el récord, en Chile a un grupo de gente se le denomina: "una pila 'e güeones".

Los Tuareg de nuestro grupo estaban más contentos que suegra aprendiendo brujería.  Apenas integramos la multitud, nuestros Tuaregs entraron en animadas negociaciones con los otros grupos.  Mi intérprete me dijo que estaban organizando la participación de nuestro grupo en una carrera de dromedarios.  También me explicó que esto se hacía todos los años y que era una tradición que no podíamos perdernos.  Lo que me preocupaba un poco de esta plétora era que cuando hablaban entre ellos, continuamente se giraban en nuestra dirección apuntando hacia nosotros, y se reían mucho.

Jinete a la fuerza

Según me informó mi intérprete después de haber conferenciado entre abundantes carcajadas con los Tuareg, de que yo había sido incluído –democráticamente y sin consultarme- en una de las carreras.  Lo quedé mirando incrédulo pensando que era una broma.  No lo era.  Me explicó que los demás árabes pensaban que si un extranjero iba a participar en sus celebraciones, pues tenía que participar; entonces cerraron la discusión inscribiéndome en una carrera.  Me dijeron que no me preocupara mucho porque en la carrera en que participaría solo corrían jinetes nuevos, la mayoría muchachitos entre las edades de 7 a 12 años.  Éste es un deporte exclusivo solo para hombres.

No estaba muy seguro si esto era una buena idea, pero aprendí en mis viajes que si quieres ser aceptado, debes aplicar el sabio principio de: "donde fueres, haz lo que vieres".  Además, yo soy un avezado jinete de equino y esta práctica habilidad ecuestre la adquirí a temprana edad mayormente con el Pehuén.   Debo aclarar que esta carrera de dromedarios era proletaria.  Los jinetes no se vestían al modo de los jinetes de Polo, ni tenían cascos pijes, ni tampoco camisetas con logos pirulos.  Y los dromedarios no eran "pura sangre", sino que simples integrantes de la amplia y jornalera Artiodactyla.

En el lugar del desierto donde yo estaba, las carreras de dromedario -al igual que las carreras de caballo y de camello- son acontecimientos regionales donde se hacen apuestas, y son una creciente atracción para turistas.  Los dromedarios pueden correr a velocidades de hasta 75 kilómetros por hora en distancias cortas, y admirablemente pueden mantener una velocidad constante de unos 50 kilómetros por hora por períodos de hasta una hora.  ¿Qué cosas, no?

Las carreras eran cortas y polvorientas.  Los dromedarios corrían en línea recta unos 300 metros para violentamente recular y regresar por donde vinieron a toda carrera.  El final de la recta lo marcaba una pequeña pirámide hecha de piedras.  Se suponía que mi carrera se realizaría casi al final de la competencia, y que correría en el lomo de mi viejo amigo Willie.  Me informaron que Willie era un buen corredor, y que no me tenía que preocupar porque Willie tenía experiencia en esto, y él no necesitaba de un jinete para la carrera.  Eso estaba bien, pero lo que me asustaba era que había visto la partida de varias carreras, y varios de los jinetes experimentados se cayeron de sus monturas y se sacaron la cresta.  Varias veces.  Durante la jornada previa había practicado el sujetarme bien de la montura de Willie, así que me sentía con un poco de confianza, pero a medida de que se acercaba la hora de competir, los nervios se me alborotaban y un julepe me bajaba desde la nuca al coxis dándole manotazos a mis tripas.

Finalmente llegó la hora de la verdad.  Ya montado en el lomo de Willie, un porteador me acercó a la línea de partida.  Mientras me acercaba a la partida, un enjambre de pendejos árabes chicos revolvía a nuestro alrededor apuntándome con sus dedos y riéndose a carcajadas.  Los adultos hacían lo mismo, pero más disimuladamente.  El maricón del intérprete se cagaba de la risa.  El portero me alineó en la partida y esperamos la salida.  La sensación que tenía en las tripas era la misma que la que se siente cuando el trencito de la Montaña Rusa está llegando al altozano de la montaña antes de lanzarse al vacío a gran velocidad. 

A pesar de que estaba poniendo atención a lo que pasaba a mi alrededor, perdí el grito de partida y de lo único que me acuerdo es que el porteador le propinó a Willie un tremendo palmetazo en las nalgas mientras que su seca garganta producía un alarido escalofriante y gargantuesco; y antes de que pudiese pestañear, Willie iba lanzado a toda carrera en pos de la pirámide de piedritas allá en lontananza.  Las cosas parecían ir bien.  Con un diestro y elástico manejo de mis caderas y un apropiado movimiento del brazo derecho para compensar, Willie y yo habíamos tenido una buena partida sin que yo me haya descrestado.  Willie corría desbocado haciendo unos ruidos sospechosos y bufando como la bestia que era.  El distinguido Haik que yo vestía, flameaba elegantemente al viento y sentado en el lomo de Willie me sentía como Lorenzo de Arabia galopando libre en esas milenarias y enigmáticas arenas.  

Sí, las cosas parecían ir bien hasta que llegamos a la pirámide de piedras.  Estábamos más o menos en la cabeza del grupo de dromedarios, y cuando llegamos a la marca, los dromedarios y sus jinetes pivotaron 45° en sus monturas mientras que los astutos dromedarios se pegaban un violento pero bien ejecutado giro al pasar las piedras, y reanudaban su carrera de regreso en pos de la meta.

Bueno, primero, no tenía la más peregrina idea de la gueá de los 45° ni de la agilidad de los dromedarios para tomar curvas cerradas peligrosas.  Segundo, cuando me dí cuenta de que Willie iba en una dirección y yo en otra, traté de compensar rápidamente para no caerme de la montura y sacarme la cresta.  Gracias a mi veloz agilidad e increíble capacidad de adaptación, logré mantenerme sentado en la montura.  Esto funcionó casi bien.  Digo casi bien porque con la violencia y la velocidad del giro que me pilló completamente desprevenido, mi montura se dislocó y quedé inclinado peligrosamente hacia estribor unos 22°, lo suficiente para que my Haik se enredase en las ligaduras que sujetaban la montura al lomo de Willie, y comenzara a ahorcarme la nalga izquierda, ¡y la rienda de la jeta de Willie se fué a la mierda, porque en mi mano no la tenía!

Willie siguió corriendo como si nada, pero dando unos berridos de enojo porque ahora no solo estaba varado hacia estribor, sino que al correr, me zarandeaba como epiléptico borracho con maraca nueva.  Aterrorizado por no caerme, yo hacía lo posible por mantenerme pegado al dromedario agarrándome con dientes y muelas a la montura que estaba más chueca que ceja de flaite.  Los sacudones dolían y a esa altura del suelo comencé a tragar tierra y polvo y por más que trataba, no podía enderezarme y mi cabeza estaba muy cerca de las patas de Willie que corría herejemente.  Me dolía todo, las piernas, las manos, los brazos, la espalda, las bolas, me acordé de mi abuelita; ¡y no sé dónde mierda quedó mi turbante!, pero me sujetaba a la montura en completo estado de acatalepsia.

Finalmente y después de este Apocalíptico(*) galope llegamos a la meta, la que cruzamos últimos y entre un holgorio de risas, gritos y aullidos de histeria colectiva.  Naturalmente la caterva Tuareguina estaba eufórica.  Lo que más me dolía era el cogote.  Sin duda yo fuí la atracción de la tarde.  Con el amor propio más adolorido y vapuleado que el cuerpo, finalmente me dejé caer al suelo sin ninguna elegancia desde la güata de Willie.  Era lo más rápido y lo menos indigno.  El maricón del intérprete se reía a más no poder.

(*) Nota: ¿Ha notado que los jinetes del Apocalípsis montan caballos?  Estoy seguro de ellos que saben acerca de los jodíos dromedarios...

Willie se hizo el loco y ni siquiera me miró en el lastimoso estado en que yo había quedado temporalmente.  Los Tuareg se apiadaron de mí y me recogieron rápidamente del suelo y me sacudieron, y me arreglaron los ropajes, y unos minutos más tarde apareció un arabito trayéndome el turbante Perdido en Acción.  Después de esto comimos, cantamos y celebramos la muerte de ese magnífico día lleno de sorpresas simples pero impresionantes; al menos, para mí.  Esa noche dormí como un lirón muerto.

A la mañana siguiente volvimos a nuestros cuarteles generales en el Palacio Nasser.  Durante el camino, creo que Willie me miraba de reojo y se sonreía sarcásticamente.  A lo largo de la marcha, ni los tropezones, ni los galopes o las frenadas bruscas, ni las bajadas o las subidas de las dunas me hicieron mella.  Después de tamaña experiencia, creo que me había graduado de jinete de dromedario.  Gracias a Willie.

Escribiendo esta pequeña aventura, Willie me trajo añoranzas dormidas, así que por esta vez decidí publicar algunas fotos en honor a Willie.  Haga clic donde dice clic abajo para ver las fotos, pero le advierto que están todas desordenadas.  ¡Clic!
Y pasó por un sandalio roto, y mañana les cuento otro.  (Digo sandalio porque de otra forma no rima con sandalia)