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lunes, 1 de junio de 2015

Marruecos: Los Dominios de Willie

En el año 2013 de la Era Común, recibí una singular invitación para viajar a Marruecos y visitar con el Primer Ministro Abdelilah Benkirane, y con su Majestad el Rey Mohamed VI para discutir la posibilidad de instalar mi industria (Averter®) en el sur de este seco y arenoso país.  Marruecos es aproximadamente del mismo tamaño de Chile en kilómetros cuadrados, siendo Chile alrededor de unos 50,000 km2 más grande.  La invitación fué muy bienvenida porque nunca antes de esa fecha había visitado el Norte de África ni había visto un dromedario en persona en su tierra natal. 

Anteriormente había visto dromedarios en varios zoológicos urbanos de diferentes países, pero todos ellos lucían medios comatosos, flacos, y con cara de aburridos encerrados en sus inapropiadas ergástulas jaulas.  My experiencia con dromedarios en Marruecos cambió completamente la errada percepción y perspectiva que yo tenía acerca de estas magníficas naves vivientes del desierto, pero antes de hablarles de estas soberbias bestias, les referiré como llegué a convertirme –a la fuerza- en un diestro jinete de dromedario en esa lejana tierra.

La invitación llegó unos cuatro meses antes del viaje y traía adheridas algunas condiciones de condición no incondicional, pero acondicionadas: se me sugirió crecer una barba como un acto de solidaridad con la cultura Berber.

Yo no soy muy peludo que digamos y los desconcertados y zafios pelos que se cuelgan irresponsablemente de mi cara, son casi todos blancos.  Menos mal que me avisaron con tiempo porque para crecer una barba más o menos estimable y decorosa, me toma varios meses.  No le dí mucha importancia al asunto este de la faciem barbitium, pero cuando la barba comenzó a poblarme la cara, me entró la preocupación de que fueran a confundirme con un terrorista.  En los Estados Unidos un gil con cara de loco, con una narizota desbocada y con barba como yo; a los más saltones les parece ver a un terrorista.  Pero haciendo de tripas, corazón; crecí mi barba tratando de mantenerla lo más distinguida posible.     

La llegada

El largo vuelo desde Estados Unidos hizo escala en París para después de una larga espera, llevarnos en las tripas del pterodáctilo metálico de Air France hasta la ciudad de Rabat, en Marruecos.  Cuando llegamos a Rabat, Mr. Fauzi Chaabi nos estaba esperando y apenas tocamos suelo y nos desmontamos de la aeronave los guardias uniformados de Palacio nos condujeron al salón VIP, por consiguiente; nos saltamos la aduana.  En el salón VIP nos agasajaron con frutas, olivas, unas anchoas orgásmicas, y un té de menta riquísimo mientras esperábamos que un oficial de aduanas timbrara nuestros pasaportes con el sello oficial de Marruecos.  Después de una breve recepción de bienvenida, nos condujeron a nuestras acomodaciones en el centro de Rabat en limosinas escoltadas por policías multicolores en rugientes motocicletas.

Las acomodaciones eran ostentosas, pomposas, fastuosas, y principescas como en todos los palacios y en los hoteles en que me alojaron durante mi estadía.  La vista de la "Old Medina" (ciudad vieja) de Rabat con sus rojas murallas de defensa, callejones, fortines y almenas se veía solemne y portentosamente impresionante; un silente y convincente testimonio de las operaciones de la Legión Extranjera francesa durante el cruel período de la colonización del territorio que lo convirtió en el Protectorado de Marruecos, por allá en 1912 mientras que Chile competía en los Juegos Olímpicos de Verano en Estocolmo, Suecia.  

Esa cálida noche me llevaron a una casa de baño tradicional árabe, o Hammam (sauna).  Me dijeron que después de un baño en esta casa, dormiría como un lirón cansado y que amanecería lleno de energía.  Este lugar es una variante del baño de vapor Romano, y una exótica y estrambótica experiencia que no me esperaba.  No daré detalles de esto porque no me gusta hablar cuando ando en calzoncillos.  A la mañana siguiente me desperté repleto de energía; tanto así, que tuve que deshacerme rápidamente de una gran parte de ella en el inodoro.

El Palacio de Dâr-al-Makhzen (Rabat)

Cabe mencionar aquí que desde el reinado del Sultán Abu'l-Abbas Muhammad ibn Abdallah ibn(1) Tahir (de la cuna de la dinastía Tahirid), los Sultanes y Reyes Alauitas han mantenido permanentemente un palacio en la ciudad de Rabat.  Los Alauitas son una rama del islam chiita, seguidores de los doce Imanes (predicadores de la Fé) de Ahlul Bait, los descendientes del Profeta Mahoma.

(1) En nombres árabes, tanto "Ibn" como "bin" y se pueden traducir como "hijo de".  Por lo tanto en árabe, político se dice "bin puta".

Los turistas sólo pueden visitar las afueras de este Palacio y se pueden acercar a no más de 75 metros a éste, por ende; tuve el privilegio exclusivo de visitar el Palacio y sus magníficas recámaras y estancias por dentro, un placentero convite reservado solamente para unos pocos afortunados y limitados suertudos. 

Los amplios y hermosos terrenos del Palacio cubren una vasta área con numerosos e imponentes edificios y con jardines muy bien manicurados.  La Residencia Imperial está custodiada por un miembro de cada rama de las fuerzas armadas y la policía, cada uno con un impecable y colorido uniforme diferente.

Por un compromiso legatario, protocolar y por mi obligación fiduciaria, no puedo describir o exponer las esplendorosas dependencias de Palacio, así que a usted tendrá que bastarle mi palabra de que son espléndidas, regias, y admirables.

Las reuniones

Esta parte es muy aburrida, por lo tanto me la voy a saltar; pero por lo menos tengo que decir algo sobre el Palacio Real de Rabat donde tuve estos varios cenáculos oficiales en reuniones con el Primer Ministro, con El Jefe de Gobierno, Ministros, Oficiales de Gobierno, asesores surtidos, etc.; entre seductoras tacitas de té y excitantes conversaciones.   En estas reuniones de alta cumbre es donde literalmente se procura el "Oro y el Moro".

Una vez concluídas estas administrativas conferencias de rigor, nos retiramos nuevamente a nuestros aposentos para apropiadamente liar nuestros bártulos de viaje en preparación para la gran jornada(2) de exploración y reconocimiento que teníamos por delante, una tarea que era una parte integral del viaje.

(2) Vea el párrafo que dice "Itiner" en la columna derecha de mi sitio web para entender mi idea de "jornada".

El recorrido

Durante este viaje relámpago de dos semanas, recorrí el alrededor del 80% del país auspiciado por el Billonario Fauzi Chaabi, futuro socio en mis operaciones en Marruecos.  ¡El viaje fué brutal!  Después de las reuniones oficiales en Rabat y Casablanca, obramos un recorrido de más de 30 ciudades en menos de dos semanas.  El viaje fué efectuado por tierra en un cómodo y espacioso vehículo "Audi", el que nos llevó por esos lares en forma rápida y segura a mis tres compañeros y a mí.  Los pasajeros eran Mr. Fauzi Chaabi, un intérprete árabe, un chofer, y un Loco: yo.   Tuve que llevar un intérprete árabe-inglés porque lo único que yo sé decir en árabe es: "bajalajaulajaime", "mojamelajetajuana", "jalalajaibajetón", "quejaquecaquemejode", y "mijacójamelajuja"; lo que no es suficiente para hacerme entender bien allá.

La primera "patita" de la  jornada fué desde Rabat a Casablanca.  La limosina corría veloz por la autopista A3 (Oued Cherrat), y después de unos cortos 62 kilómetros ya estábamos en el hermoso balneario, puerto principal y centro industrial de la Prefectura de Casablanca.  Paramos para comer, dar un corto recorrido y seguir viaje hacia la ciudad Berber de Essaouira (también conocida con el nombre Portugués de Mogador) usando la ruta A5 en la región de Marrakech-Tensift-Al Haouz, en la costa atlántica.  Antes de partir y a vuelo de pájaro apurado, en Casablanca visité la Mezquita de Hassan II, la Catedral de Casablanca, y el Parque de la Liga Árabe.

Antes de llegar a Essaouira, hicimos paradas para gasolina, comida y ππ en la ciudad fortificada de El Jadida (Mazagan) -ciudad incluída en la Lista del Patrimonio Mundial- donde visité la Cisterna Portuguesa.  Después paramos en Safi, y visitamos sus antiguas y románticas construcciones fortificadas portuguesas, y también visité las grandes instalaciones pesqueras de la industria de sardinas.  Curiosamente, descubrí que los habitantes de Safi son muy aficionados al Fútbol y al Rugby.  ¿Qué cosas, no?

Después de reiniciada la marcha, arribamos finalmente a la ciudad de Sidi Megdoul, conocida hoy como Essaouira.  Essaouira ha sido considerada como uno de los mejores fondeaderos de la costa marroquí.  El navegante cartaginés Hanno la visitó en el siglo V aEC, y se estableció el puesto de operaciones comerciales de Arambys según nos lo relata el documento manuscrito "Periplus", el que enlista los puertos e hitos costeros.  Essaouira es un ejemplo excepcional y bien conservado de una ciudad portuaria fortificada del siglo XVIII, con una fuerte influencia europea traducida a un contexto norteafricano.

Allí estuvimos un día completo, y visité el pintoresco puerto de Skala du Port, sus anchas playas, la Isla de Mogador con sus interesantes estructuras, y la Galería de Arte Damgaard con su colección de arte y artesanía local.

A la siguiente mañana dejamos Essaouira siguiendo al Sur en pos de Agadir y luego Tiznit, Guelmin, Tan-Tan, Tarfaya y finalmente El Aaiún (Lâayoune) en Western Sahara, ciudad que era nuestro destino final.  En todas las ciudades y pueblos en los que hicimos escala antes de llegar a Lâayoune encontramos excelentes atracciones e insólitos lugares.  Me tomaría muchas páginas el relatar los lugares que visité por eso iré directo al meollo de la visita a este lugar.

Lâayoune en Western Sahara al igual que Tarfaya y Tan-Tan en Marruecos, son lugares en el Atlántico que están enfrente de las Islas Canarias de España.  La intención era investigar si era posible instalar plantaciones de Agavaceæ Fourcroydes Lem en esos lugares para exportar su preciado producto a las Islas Canarias; procesar estos materiales semi-crudos allí y así obtener un producto "Hecho en España".  Con una compañía en Mallorca (Islas Baleares) y una planta de producción en Islas Canarias, me puedo granjear membrecía en el Mercado Común Europeo; y por ende, poder vender my producto en toda Europa. 

El Regreso al Norte

Después de hacer las apropiadas mediciones y cálculos bióticos, infraestructurales y viales, regresamos hacia el norte pero por el lado oriente.  Desde Lâayoune nos encaminamos hacia Al Farciya, para proseguir de vuelta a Marruecos via Zag, y luego continuar al norte via Assa, Tata, Quarzazate, Marrakech, Azilal, y finalmente Er Rachidia (Errachidia), al pie de las montañas Atlas, las que su altura me dejó impresionado a pesar de que conozco bien la Cordillera de Chile, erróneamente conocida con el pseudotautonísmico apodo de "Cordillera de los Andes".  En Errachidia nos detuvimos por un par de días y nos alojamos en el Palacio Nasser, ubicado en Merzouga y al que llaman: "La Puerta del Desierto".  Hicimos múltiples paradas en nuestra travesía, pero ya ni me acuerdo de los nombres de aquellos tantos místicos y remotos lugares.

Llegamos al Palacio Nasser a eso de las tres y media de la madrugada y más cansados que el último albañil de la muralla China.  La noche estaba clara e iluminada por una luna grande y brillante, y a pesar de la ausencia de sol, hacía un calor exasperante pero había una suave brisa la que apenas se percibía y que traía un poco de fresco alivio.  Mis compañeros de viaje se fueron a dormir inmediatamente.  Mi espíritu aventurero se había alborotado durante los últimos kilómetros de viaje, y a pesar de mi cansancio, no estaba soñoliento.  Me fuí a recorrer las murallas del Palacio y a explorar sus alrededores.  Todo el mundo estaba durmiendo.  Desde una de las atalayas pude observar al personal del hotel durmiendo al aire libre, sin un techo y recostados sobre camas hechas de maderos.

Cuando bajaba por una de las oscuras escalas de las murallas, percibí un ruido sordo como un siseo el que rebotaba en las murallas de la escala.  Encendí mi linterna y dirigí su haz de luz hacia piso.  ¡Y ahí estaban!: ¡cientos de "Stenocara Dentata" o escarabajos negros del desierto corriendo en todas direcciones!  Mi corazón sobresaltado dió un tumbo de susto y apreté cachete(3) hacia el tope de la muralla otra vez.  

(3) "Apretar cachete" es una expresión idiosincrática elocutiva e idiosincrásica del caló chileno que significa: "correr a toda prisa".  Cuando uno corre aprisa o asustado, naturalmente aprieta las nalgas para evitar escapes o pérdidas de presión; y de ahí es que se deriva esta elocuente y descriptiva expresioncita.   ¿Qué cosas, no?

Cuando recuperé mi aliento y mi susto se había reducido a niveles más manejables, me asomé otra vez a mirar, pero con la linterna encendida esta vez.  Ahí estaba todavía ese enjambre de escarabajos, pero al iluminarlos; fueron ellos los que apretaron cachete.  En pocos segundos la escala se veía limpia de bicharracos así que presta y rápidamente de tres zancadas salvé la escala hasta llegar al primer piso (con los cachetes apretados, por supuesto).  Una vez en tierra firme, me sentí más valiente, y a tranco largo decidí irme a dormir.  Mientras me acostaba, no podía sacarme de la mente la escena de la película "La Momia" en donde un enjambre de escarabajos negros devoraba a uno de los incautos protagonistas...

Al siguiente día, el Palacio Nasser cobró vida y una actividad febril.  No había muchos turistas porque para aventurarse en estos lados del mundo hay que tener cojones de cuero curtido.  Salí de mi arabesca habitación y muy disimuladamente miré alrededor a ver si veía a los jodíos escarabajos negros; pero por fortuna, éstos habían desaparecido alíferos como las promesas políticas, y sus negros y sucios aspectos oscuros como moral de fraile ya no me incomodaban.

Fuera de las puertas del fuerte, los porteadores estaban esperándonos con el equipo, los bultos y los dromedarios.  La caravana estaba lista, solo faltaban los jinetes.  El aire estaba muy caliente a pesar de la temprana hora de la mañana, y la brisa del desierto apenas se hacía notar.  Miré el termómetro que colgaba en una de las murallas de adobe.  El termómetro marcaba 45 °C.  No sé si el aparatito éste estaba allí para informar a los turistas, o para espantarlos.  Según mi intérprete, un porteador nos dijo que nos apurásemos en iniciar la jornada antes de que se pusiese caluroso...  Yo había experimentado calores similares a éste en Yucatán en el sur de Méjico, pero sin el dromedario.  ¿Qué cosas, no?

Willie

Aquí fué donde conocí a Willie.  Willie era (es) un enorme dromedario(4) que según los lugareños, estaba loco.  ¡Qué coincidencia!  Decían que cuando a Willie le "salía el Indio"(5), hacía lo que le daba la gana.  ¡Qué coincidencia!  También me dijeron que Willie se iba hacia donde se le "parara el hoyo"(6) si no le gustaba la excursión.  ¡Qué coincidencia!  Asimismo me señalaron que Willie era más porfiado que Mapuche "curao" con Aguardiente.  ¡Qué coincidencia!  Entonces supe que Willie y yo nos llevaríamos muy bien.  Siempre es alentador el encontrar congéneres congeniales y compatibles en tierras extrañas.    

(4) "¡Le salió el indio!".  Este es un peculiar concepto de expresión común y ordinaria del Coa lingüístico popular chileno. Literalmente significa: Se enojó ardientemente, se espantó, o se encabronó; esto, según el registro académico gramatical del barrio en que viva usted.

(5) El dromedario es también llamado Camello Árabe (Camelus Dromedarius), es un animal grande que limita al norte con la jeta, al sur con la cola, arriba con una joroba, y abajo con dos dedos ungulados en cada pata (las que normalmente son cuatro); y las hembras tienen un guante inflado en la guata.  El primero en describir oficialmente a esta bestia seca fué el griego Aristóteles, pero su nombre binomial se lo asignó Carl Linnaeus en 1758.

(6) Otro modismo del homo chilensis, que significa dirigirse hacia donde uno quiera o se le ocurra, sin pedirle permiso ni avisarle a nadie. 

Lo moteé "Willie" porque cuando lo ví, me recordó un conocido de New York -un Turco de nombre William- porque su cara se parecía más a la de un camello que a la de un ser humano.  William tenía una protuberantísima quijada maxilar inferior y una narizota epopeyística.  Algunas malas lenguas dicen que de lo feo que es, pone celoso al Chupacabras...  Además caminaba inclinado hacia adelante haciendo que su espalda pareciera tener una gibosidad a modo de joroba.  ¿Quizá se había puesto el suéter encima de la mochila?  La cosa es que los marroquíes pensaban que yo estaba loco porque les ponía nombres a los animales.  Ellos no lo hacen nunca, piensan que es ridículo.  Humm... deberían darle una mirada a sus sandalias...

El solo propósito de la excursión era el explorar una serie de pozos de agua al borde del desierto.  Estos pozos estaban erguidos con una muralla circular de piedras y sujetas entre sí con barro.  Estos pozos se parecían mucho al pozo de Hércules.  Los pozos conformaban una línea semi curva a lo largo del comienzo de las arenas blandas.  Las arenas blandas son las que todos conocemos; de color amarillento y que el viento del desierto las modifica y reconfigura cada noche.  El fuerte estaba erguido en las arenas duras, una arena más oscura y apisonada en la que vehículos con ruedas pueden circular.  De cualquier forma, las dos arenas son desierto, y había que "camellar" bastante para llegar a este tándem acuático.  Estos pozos serían de un uso cardinal para mi industria.

Finalmente y después de rascarle la cabeza a Willie unos minutos para romper el hielo y establecer una buena relación con él, nos montamos en nuestros bastimentos del desierto para iniciar la marcha.  Es de suma importancia mencionar aquí que hay que saber montar un dromedario.  Si bien es fácil subirse a su montura porque el ungulate está acostado en el suelo, cuando el camélido se levanta sobre sus patas, hay que ser un perito en rodeos.  Como yo soy muy observador, me fijé detenidamente en cómo los Berber se montaban en sus bestias, quienes hacían parecer esta maniobra más fácil que la tabla del uno, pero que en realidad, no lo es.

Para levantarse, primero el drome posa sobre el suelo las plantas de las patas de atrás con un sacudón bastante violento, y como las patas son largas; el lomo queda por lo menos en unos 50° grados de pendiente con respecto al suelo.  Aquí es cuando la mayoría de los jinetes aficionados se caen de hocico al suelo dando un salto mortal en el aire en una cabriola sumamente dolorosa antes de azotarse la humanidad en la dura arena.  Acto seguido, don came estira sus patas delanteras y si uno todavía está sentado en el lomo, lo envía brusca y despachadamente ahora hacia atrás; y si uno no está bien sujeto a la montura, la maniobra de caerse de hocico con salto mortal y su subsecuente cabriola puede repetirse, pero esta vez en reversa, y con suerte, uno no se revienta la nuca en el suelo.  ¡Ahora entiendo el múltiple uso de los turbantes!  

Una vez parado en sus cuatro patas, el Camelus Dromedarius se sacude el hoyo del poto con su cola para quitarse la arena que tenga pegada en la labiis rectum en un movimiento disimuladamente elegante y sin toser.  El truco para no caerse está en mantener el equilibrio con el torso pivotando ampliamente con las caderas manteniendo los muslos paralelos al suelo.  Mi intérprete se sacó la cresta(7) tres veces antes de que los Berber agotaran su paciencia y lo  amarraran al camello.  No pude disimular mi risa cada vez que el intérprete volaba por el aire haciendo unas acrobacias muy grotescas, y unos inciertos ruiditos de hombre compungido.  El dromedario ya estaba cansado de pararse y sentarse con la jodienda de la montada.     

(7) Otro modismo onomatopéyico del coloquialismo chilensis.  En las peleas de gallo los picotones son tan violentos, que entre sí los gallos se destruyen y se sacan la carúncula (alias: la cresta) a picotazos el uno al otro.  El gallo que pierde su carúncula normalmente pierde la pelea con un dolor de cabeza terrible.  Entonces "sacar la cresta" es dar o recibir una golpiza fenomenal. 

Una vez que estuvimos todos montados, iniciamos la marcha.  Hay que mantener un ojo vivo durante la marcha porque a veces estos camélidos se tropiezan con piedras, y si uno se cae del lomo, lo más seguro es que se saque la cresta porque uno está sentado a mas de 2 metros de altura sobre el duro suelo.

Poco después de iniciar la caminata, con un poco de inquietud y con un suave sabor a terror debajo de la lengua me percaté de que Willie no tenía ni frenos, ni señalizadores, ni volante, ni cinturón de seguridad, ni bocina, ni luces altas o bajas...  tenía una palanca de cambios, pero mal ubicada...  El único inventito para conducir y darle dirección a esta bestia era una singular rienda colgada a un lado de la jeta del dromedario, la que con graciosos movimientos uno la mueve de lado a lado de la cabeza para indicarle al drome por dónde ir.  Me pregunto si este aparatito serviría para manejar a los políticos bin puta...

Voy a hacer un alto para explicar una diferencia importante porque hay varias desigualas fundamentales entre los camelus Bactrianos y los camelus Dromedarios a pesar de que ambos son Camelidae. A pesar de que los camellos y dromedarios han acompañado al hombre desde tiempos inmemoriales, todavía hay confusión para muchas personas cuando se trata de diferenciar estos peculiares animales.  Para aclarar las cosas, aquí les ofrezco las diferencias más importantes y visuales entre ambos camélidos.

Origen: Los dromedarios son camélidos inherentes a la Península Arábiga en la que evolucionaron soportando temperaturas que superan muchas veces los 50 °C.  Los llamados camellos son oriundos del Asia Central adaptándose a vivir en entornos de largos y fríos inviernos, por lo que desarrollaron una morfología elaborada para resistirlo.

La Joroba: ¡No me jorobe! ¡Ésta es la diferencia más clara!  Los dromedarios tienen una sola joroba en el lomo, mientras que los camellos poseen dos.  La joroba es una estructura de tejido graso que acopia gran cantidad de grasa, la cual es muy valiosa para obtener energía en los infecundos desiertos.  Pero la joroba también protege contra el frío, por lo que las dos jorobas del camello lo protegen del penetrante frío, cosa que el dromedario no necesita.

Tamaño: Los dromedarios que son más gallardos, agraciados y elegantes que los camellos y tienen las patas más largas que éstos, por lo que se mantienen más elevados de la superficie del suelo y de esta forma evitan la refracción del calor que emana del terreno.   Esta adaptación les permite movilizarse más rápido.  Los camellos son más fornidos y más adecuados para mantener el equilibrio en terrenos montañosos y en suelos helados o cubiertos de nieve.  Los dromedarios son más grandes, pero los camellos son más pesados.  ¿Qué cosas, no?

Agresividad: Ambos animales son domésticos, pero el dromedario es mucho más violento, temperamental, y agresivo que el camello; especialmente cuando lo molestan.  Los camellos son mucho más dóciles, pero por sus peculiares características físicas son menos apropiados para transportar pasajeros, por lo que se usan principalmente como animales de carga.  

 Pelaje: El pelaje es otra diferencia distintiva entre las fisonomías de estas simpáticas bestias.  Aunque el color de sus pelajes es prácticamente idéntico, los camellos tienen un pelaje más largo el que se pone especialmente espeso durante el invierno, pero lo pierde en el verano.  Los dromedarios no se mudan de pelaje y mantienen un pelo corto y uniforme durante todo el año.

Bueno, Willie es un Dromedario grandote hecho y derecho; y desafortunadamente tiene malas pulgas y se le sale el indio bastante seguido.  Aparte de esto, aprendí que Willie no tenía mucha paciencia que digamos.

Después de unas dos horas de marcha bajo el ardiente e imperdonable sol del Sahara, llegamos a un pequeño oasis que me recordó los cuentos que mi padre solía leerme cuando yo todavía era un proyecto de hombre antes de irme a la kawitu (cama en Araucano Mapuche).  La versión infantil de ese libro se llamaba "Las Mil Noches y Una Noche" con el Califa Abbasid de Bagdad Harún-Al-Rashid, el Sultán Shahriar, y la Princesa Scheherezade, hija del Gran Visir de Shahriar.

Nos apeamos en el oasis a sacudirnos el polvo y la arena de nuestros ropajes, a beber algo de agua y dejar que los dromedarios repusieran los 150 litros de agua que llevan en el vientre.  Me pregunto ¿por qué no usan a los dromedarios de carro-bomba si tienen tamaño estanque de agua y manguera?  ¿Qué cosas, no?

Acto seguido me dirigí a recorrer y a inspeccionar los pozos en hilera.  Eran muchos y se estiraban hasta que la vista perdía su potencia y alcance.  Caminaba de pozo en pozo y me asomaba a mirar en cada uno, y veía la oscura cara de del agua sentada quietamente en el fondo de cada pozo.  No sé de dónde provenía el agua, pero me aseguraron que los pozos estaban llenos todo el año.   Es difícil pensar en vertientes subterráneas en el desierto, pero indudablemente las debe haber.  Llevaba unos 45 minutos recorriendo los pozos cuando los Tuareg me comenzaron a apurar para que terminase mi indagación exploratoria.  No les hice mucho caso porque pensé que yo era el jefe, así que continué my detectivesca pesquisa.

Estaba tan absorto admirando estos pozos que son una maravilla de la naturaleza, que no me percaté de que Willie venía hacia mí a toda velocidad.  Escuché unas voces en árabe gritando: "¡teyamaya, teyamaya!" (¡cuidado, cuidado!), pero cuando advertí lo que ocurría, fué demasiado tarde.  A toda carrera, Willie me propinó un empujonazo bárbaro con su cabezota que me levantó en el aire por lo menos unos cuarenta centímetros antes de que cayera al suelo a unos dos o tres metros de distancia desde donde había estado parado un segundo antes.  Cuando me levanté del piso sorprendido y un poco espantado, Willie me estaba mirando con cara de pregunta sin respuesta, mientras que los Tuareg se reían ufanos, y el intérprete tomaba su turno para vengarse de mí riéndose a carcajadas. 

Miré fijamente a Willie con una cara seria tratando de hacerme el valiente mientras me sacudía casualmente las ropas y me trataba de arreglar el turbante que me quedó sumamente chueco con la maniobra voladora, cortesía de Willie.  Yo no sabía realmente qué hacer en ese momento, pero Willie sí sabía: mirándome seriamente con sus tremendos ojazos negros equipados con viseras hechas de unas pestañas formidablemente gruesas; se echó en el suelo en frente mío sin mucho protocolo o elegancia.  Sin más trámite y sin titubear me monté en su poderoso lomo.  Willie se levantó sin morigeración y se encaminó de vuelta hacia al reducto Tuareg que nos esperaba con sus negras tiendas que susurraban junto con el viento del desierto.  Después supe que a Willie no le gusta esperar.  Durante la marcha de vuelta, acaricié a Willie en el cogote.  Willie emitía ruidos de complacencia y agrado.

El viaje de vuelta fué sin incidentes.  Caía la noche cuando arribamos a las tiendas, y los jodíos escarabajos ya estaban saliendo de sus escondrijos y covachas a marchar por las cambiantes arenas.  Se asemejaban a un séquito de frailes mentirosos y degenerados.  Los prácticos y amigables Tuareg se encargaron de atender a las bestias, y nosotros nos fuimos a dormir, pero no sin antes tomarnos unas cuantas tacitas de té caliente.

La tienda estaba sorprendentemente fresca comparada con el calor que hacía fuera de ella.  Una suave y desértica brisa se colaba por entre los minúsculos agujeros del tejido de las paredes y el techo los que estaban construídos con frazadas hechas de apretada lana.  Me recordaron las carpas que instalábamos en el patio de tierra en la casa de mi abuelito Víctor, las que hacíamos con unas frazadas de lana de mi abuela y que siempre las dejábamos llenas de tierra, y que mi pobre abuelita tenía que lavar, pero siempre lo hacía con una sonrisa y sin reclamar ni enojarse.

Las acomodaciones no eran el Hyatt Regency, pero eran más humanas, más acogedoras, más personales y más amigables que cualquiera de los incontables hoteles en que eché mi esqueleto a descansar.  Antes de irme a dormir, salí de la tienda unos momentos para observar el silencioso y poderoso desierto.  Los escarabajos ya no se veían, empero; un hermoso cielo abigarrado de brillantes y titilantes estrellas bostezaba sobre nuestras cabezas.  Los dromedarios allá en su residencia estaban echados en las arenas y durmiendo muy seriamente.  Las arenas y sus suaves lomos se recortaban contra el cielo en un semiclaro de rojizos matices mientras que el viento las peinaba suavemente. 

No había rugidos de motores ni internet, ni discos "PARE" ni semáforos,  ni esquinas ni peajes, ni borrachos meando en las murallas, ni sirenas de ambulancias, ni bocinas de camiones; ni tampoco abogados deshonestos, políticos sucios o curas degenerados.  Solo la arena, y la noche con sus refulgentes y lúcidas estrellas subrayadas por la suave y despoblada brisa desértica.  Después de esto, bostecé dos veces seguidas y me fuí al "salier najcal" (camastro) a descansar.  Debía descansar puesto que al día siguiente habría una larga excursión para estudiar los caminos y posibles vías de de acceso a los potenciales lugares de plantío cerca del agua.

Esa mañana se levantó floja como cada día lo hace en esos lejanos parajes del ardiente desierto: despacito, calurosa y silenciosa.  Nosotros nos levantamos temprano para evitar el calor y poder desayunar antes de emprender la marcha.  La comida del restaurante del Fuerte siempre fué de chuparse los dedos.  No importa si es desayuno, almuerzo, un bocadillo o cena, la mesa siempre se poblaba de manjares exóticos y exquisitos con una abundancia sultánica.  Elijo esta denominación (Sultán) porque de acuerdo a la tradición islámica, Mahoma habría dicho: “después de mí, los califas; después de los califas, los emires; después de los emires, los reyes; y después de los reyes, los tiranos”, entonces así no ofendo a nadie.  Esto es importante porque en religión, hay que andarse con mucho cuidado; por eso es que yo les pido fervientemente a los dioses que me protejan de sus seguidores...

Tomó alrededor de dos horas llegar al camino pavimentado que cruzaba el desierto para comenzar a establecer en nuestras mentes los posibles pasajes de acceso y egreso de las plantaciones planeadas.  Durante la larga caminata, creo que me adormecí unas cuantas veces.  El bamboleo sobre el lomo de Willie combinado con el inicuo calor hizo su efecto narcotizante en mí, y cabeceé unas cuantas veces para despertarme cada vez o con la risa de los Tuareg, o con algún impulsivo corcoveo del incansable Willie.  El sudor había empapado mi turbante.  Entre pestañazo y pestañazo lo único que podía vislumbrar eran solo las infinitas arenas del Sahara.

Finalmente nos apeamos de las bestias y nos organizamos para topografiar el terreno.  Buscábamos suelos duros y estables donde pesados camiones pudiesen transitar, y lugares en donde estas huellas para los camiones pudiesen empalmar con el camino de concreto.  Las arenas duras tenían un cementerio de piedras negras las que nos servirían para delinear las rutas para los camiones.  Debíamos también identificar un lugar para que los camiones hicieran un hito en la jornada para revisar llantas y tener un lugar para reparaciones en caso de que se necesitase.  Pasamos el resto del día haciendo esto hasta que el sol se comenzó a esconder detrás de las doradas y tranquilas dunas.

Cuando volví al asentamiento desde el que habíamos iniciado estas pesquisas territoriales, me encontré que los Tuareg habían levantado sus tiendas y se las habían arreglado para encender un fuego para cocinar, y para preparar el infaltable y necesario té.  Los Tuareg estaban alegres y conversando animadamente alrededor del fuego.  Según lo que pude entender, al otro día y antes de regresar a nuestro punto de partida cerca del Palacio Nasser, participarían en una especie de competencia donde correrían en sus dromedarios por un premio que no me quedó claro lo que era, pero como eso no me incumbía, no le presté mucha atención.  Quizá debería haberlo hecho...

La nueva mañana se hizo presente acarreando un gran atado de refulgentes rayos de sol.  Las arenas se tornaron doradas otra vez, y el guirigay en el campamento no se hizo esperar.  La brisa estaba un poco más fresca esa mañana y quizá sería porque los vientos que venían de las montañas Atlas eran más fornidos que la mañana anterior, pero esto no duró mucho.  Los Tuareg no se demoraron mucho en desmantelar el campamento y cargar los dromedarios, y nos urgían a que nos apurásemos a partir.  Lo hicimos prontamente.

Después de unos treinta minutos de marcha, vislumbramos la actividad de un gentío y un dromedarío(8).  Mientras nos acercábamos pude reparar en que había varios grupos de árabes con sus dromedarios.  Esto lo sé porque sus vestimentas variaban un poco entre grupo y grupo, pero la diferencia más notoria era en el color de sus turbantes.

(8) Sé que a un grupo de gente se le llama "gentío", pero como no sé cuál es la palabra para definir un grupo de dromedarios, me refiero a este grupo ungulate como: "dromedarío; con acento en la i.  Para el récord, en Chile a un grupo de gente se le denomina: "una pila 'e güeones".

Los Tuareg de nuestro grupo estaban más contentos que suegra aprendiendo brujería.  Apenas integramos la multitud, nuestros Tuaregs entraron en animadas negociaciones con los otros grupos.  Mi intérprete me dijo que estaban organizando la participación de nuestro grupo en una carrera de dromedarios.  También me explicó que esto se hacía todos los años y que era una tradición que no podíamos perdernos.  Lo que me preocupaba un poco de esta plétora era que cuando hablaban entre ellos, continuamente se giraban en nuestra dirección apuntando hacia nosotros, y se reían mucho.

Jinete a la fuerza

Según me informó mi intérprete después de haber conferenciado entre abundantes carcajadas con los Tuareg, de que yo había sido incluído –democráticamente y sin consultarme- en una de las carreras.  Lo quedé mirando incrédulo pensando que era una broma.  No lo era.  Me explicó que los demás árabes pensaban que si un extranjero iba a participar en sus celebraciones, pues tenía que participar; entonces cerraron la discusión inscribiéndome en una carrera.  Me dijeron que no me preocupara mucho porque en la carrera en que participaría solo corrían jinetes nuevos, la mayoría muchachitos entre las edades de 7 a 12 años.  Éste es un deporte exclusivo solo para hombres.

No estaba muy seguro si esto era una buena idea, pero aprendí en mis viajes que si quieres ser aceptado, debes aplicar el sabio principio de: "donde fueres, haz lo que vieres".  Además, yo soy un avezado jinete de equino y esta práctica habilidad ecuestre la adquirí a temprana edad mayormente con el Pehuén.   Debo aclarar que esta carrera de dromedarios era proletaria.  Los jinetes no se vestían al modo de los jinetes de Polo, ni tenían cascos pijes, ni tampoco camisetas con logos pirulos.  Y los dromedarios no eran "pura sangre", sino que simples integrantes de la amplia y jornalera Artiodactyla.

En el lugar del desierto donde yo estaba, las carreras de dromedario -al igual que las carreras de caballo y de camello- son acontecimientos regionales donde se hacen apuestas, y son una creciente atracción para turistas.  Los dromedarios pueden correr a velocidades de hasta 75 kilómetros por hora en distancias cortas, y admirablemente pueden mantener una velocidad constante de unos 50 kilómetros por hora por períodos de hasta una hora.  ¿Qué cosas, no?

Las carreras eran cortas y polvorientas.  Los dromedarios corrían en línea recta unos 300 metros para violentamente recular y regresar por donde vinieron a toda carrera.  El final de la recta lo marcaba una pequeña pirámide hecha de piedras.  Se suponía que mi carrera se realizaría casi al final de la competencia, y que correría en el lomo de mi viejo amigo Willie.  Me informaron que Willie era un buen corredor, y que no me tenía que preocupar porque Willie tenía experiencia en esto, y él no necesitaba de un jinete para la carrera.  Eso estaba bien, pero lo que me asustaba era que había visto la partida de varias carreras, y varios de los jinetes experimentados se cayeron de sus monturas y se sacaron la cresta.  Varias veces.  Durante la jornada previa había practicado el sujetarme bien de la montura de Willie, así que me sentía con un poco de confianza, pero a medida de que se acercaba la hora de competir, los nervios se me alborotaban y un julepe me bajaba desde la nuca al coxis dándole manotazos a mis tripas.

Finalmente llegó la hora de la verdad.  Ya montado en el lomo de Willie, un porteador me acercó a la línea de partida.  Mientras me acercaba a la partida, un enjambre de pendejos árabes chicos revolvía a nuestro alrededor apuntándome con sus dedos y riéndose a carcajadas.  Los adultos hacían lo mismo, pero más disimuladamente.  El maricón del intérprete se cagaba de la risa.  El portero me alineó en la partida y esperamos la salida.  La sensación que tenía en las tripas era la misma que la que se siente cuando el trencito de la Montaña Rusa está llegando al altozano de la montaña antes de lanzarse al vacío a gran velocidad. 

A pesar de que estaba poniendo atención a lo que pasaba a mi alrededor, perdí el grito de partida y de lo único que me acuerdo es que el porteador le propinó a Willie un tremendo palmetazo en las nalgas mientras que su seca garganta producía un alarido escalofriante y gargantuesco; y antes de que pudiese pestañear, Willie iba lanzado a toda carrera en pos de la pirámide de piedritas allá en lontananza.  Las cosas parecían ir bien.  Con un diestro y elástico manejo de mis caderas y un apropiado movimiento del brazo derecho para compensar, Willie y yo habíamos tenido una buena partida sin que yo me haya descrestado.  Willie corría desbocado haciendo unos ruidos sospechosos y bufando como la bestia que era.  El distinguido Haik que yo vestía, flameaba elegantemente al viento y sentado en el lomo de Willie me sentía como Lorenzo de Arabia galopando libre en esas milenarias y enigmáticas arenas.  

Sí, las cosas parecían ir bien hasta que llegamos a la pirámide de piedras.  Estábamos más o menos en la cabeza del grupo de dromedarios, y cuando llegamos a la marca, los dromedarios y sus jinetes pivotaron 45° en sus monturas mientras que los astutos dromedarios se pegaban un violento pero bien ejecutado giro al pasar las piedras, y reanudaban su carrera de regreso en pos de la meta.

Bueno, primero, no tenía la más peregrina idea de la gueá de los 45° ni de la agilidad de los dromedarios para tomar curvas cerradas peligrosas.  Segundo, cuando me dí cuenta de que Willie iba en una dirección y yo en otra, traté de compensar rápidamente para no caerme de la montura y sacarme la cresta.  Gracias a mi veloz agilidad e increíble capacidad de adaptación, logré mantenerme sentado en la montura.  Esto funcionó casi bien.  Digo casi bien porque con la violencia y la velocidad del giro que me pilló completamente desprevenido, mi montura se dislocó y quedé inclinado peligrosamente hacia estribor unos 22°, lo suficiente para que my Haik se enredase en las ligaduras que sujetaban la montura al lomo de Willie, y comenzara a ahorcarme la nalga izquierda, ¡y la rienda de la jeta de Willie se fué a la mierda, porque en mi mano no la tenía!

Willie siguió corriendo como si nada, pero dando unos berridos de enojo porque ahora no solo estaba varado hacia estribor, sino que al correr, me zarandeaba como epiléptico borracho con maraca nueva.  Aterrorizado por no caerme, yo hacía lo posible por mantenerme pegado al dromedario agarrándome con dientes y muelas a la montura que estaba más chueca que ceja de flaite.  Los sacudones dolían y a esa altura del suelo comencé a tragar tierra y polvo y por más que trataba, no podía enderezarme y mi cabeza estaba muy cerca de las patas de Willie que corría herejemente.  Me dolía todo, las piernas, las manos, los brazos, la espalda, las bolas, me acordé de mi abuelita; ¡y no sé dónde mierda quedó mi turbante!, pero me sujetaba a la montura en completo estado de acatalepsia.

Finalmente y después de este Apocalíptico(*) galope llegamos a la meta, la que cruzamos últimos y entre un holgorio de risas, gritos y aullidos de histeria colectiva.  Naturalmente la caterva Tuareguina estaba eufórica.  Lo que más me dolía era el cogote.  Sin duda yo fuí la atracción de la tarde.  Con el amor propio más adolorido y vapuleado que el cuerpo, finalmente me dejé caer al suelo sin ninguna elegancia desde la güata de Willie.  Era lo más rápido y lo menos indigno.  El maricón del intérprete se reía a más no poder.

(*) Nota: ¿Ha notado que los jinetes del Apocalípsis montan caballos?  Estoy seguro de ellos que saben acerca de los jodíos dromedarios...

Willie se hizo el loco y ni siquiera me miró en el lastimoso estado en que yo había quedado temporalmente.  Los Tuareg se apiadaron de mí y me recogieron rápidamente del suelo y me sacudieron, y me arreglaron los ropajes, y unos minutos más tarde apareció un arabito trayéndome el turbante Perdido en Acción.  Después de esto comimos, cantamos y celebramos la muerte de ese magnífico día lleno de sorpresas simples pero impresionantes; al menos, para mí.  Esa noche dormí como un lirón muerto.

A la mañana siguiente volvimos a nuestros cuarteles generales en el Palacio Nasser.  Durante el camino, creo que Willie me miraba de reojo y se sonreía sarcásticamente.  A lo largo de la marcha, ni los tropezones, ni los galopes o las frenadas bruscas, ni las bajadas o las subidas de las dunas me hicieron mella.  Después de tamaña experiencia, creo que me había graduado de jinete de dromedario.  Gracias a Willie.

Escribiendo esta pequeña aventura, Willie me trajo añoranzas dormidas, así que por esta vez decidí publicar algunas fotos en honor a Willie.  Haga clic donde dice clic abajo para ver las fotos, pero le advierto que están todas desordenadas.  ¡Clic!
Y pasó por un sandalio roto, y mañana les cuento otro.  (Digo sandalio porque de otra forma no rima con sandalia)




jueves, 1 de agosto de 2013

El Burro

Esta historia incontrastable es para los que se sienten un poco decaídos, menoscabados, o quizá un poco deprimidos.  Este epigrama no le resolverá nada de su situación actual, pero le dará una perspectiva inconmensurable y además, una alternativa diferente al escenario en que está viviendo de momento.

Usted ya se habrá dado cuenta de que en este mundo siempre hay un prójimo más desdichado que nosotros, más pobre que nosotros, más solo y aislado que nosotros, más tonto que nosotros, más chico que nosotros, más guatón que nosotros, más grande que nosotros, más flaco que nosotros, más inteligente que nosotros, más necio y más desesperado que nosotros.  ¡Ah!, y más feo y más pelado que nosotros también.

La cosa es ponerse uno mismo en una seria perspectiva con respecto al mundo que nos rodea, por más injusto o vacío que éste parezca.  Acuérdese que la libertad y la justicia son una fantasía, sólo el vivir de sueños es lo verdadero.  Si usted no es capaz de hacer esto con el poder innato que le brinda su calidad de ser humano, o cree o piensa por un segundo que usted no tiene sobrada calidad humana para levantarse de cualquier caída;  pues entonces usted está convirtiendo una situación en algo mucho más serio de lo que parece.  No se quede sentado esperando por milagros porque no existen.  Si se cae tres veces, ¡levántese cuatro!, y si quiere caminar, ¡no se siente! 

Por más disminuído que usted se considere o se conciba en algún momento de su vida, sepa que usted tiene un valor innato.  Acuérdese de que usted fué el único sobreviviente que logró llegar a la meta final en la carrera más difícil, más mortífera, más dura, más combativa, más injusta y más larga de su vida; una carrera tan definitiva que decidiría el resto de sus existencia.  Está cabrón, ¿ah? 

Usted fué el único sobreviviente de más de 2,500,000,000 (dos mil quinientos millones por lo menos) de inquietos y nerviosos espermios que compitieron con usted en esa carrera vital por alcanzar el indiviso óvulo de su madre, y como nadie lo conocía a usted, todos estos giles estaban tratando de joderlo desde que comenzó la carrera, y estoy seguro que usted no estaba en la primera fila cuando comenzó la espantada.

Y aunque no le hubiese gustado, usted compitió porque no había mañana para los perdedores, y movió su colita y empujó con su cabecita, y no dió codazos porque no tenía codos todavía, pero estoy seguro de que se tiró peos, estornudó, transpiró, escupió, maldijo, le hizo zancadillas a los otros espermios, etc., y hasta recibió un "pollo en el ojo"(1); en otras palabras, asumió su responsabilidad de espermio e hizo lo que era menester hacer.

(1) Esta poco intuitiva expresión popular jerigonzal es una especie de fandango lingüístico-gramatical chileno.  Aunque la frase es gramaticalmente correcta, su significado académico escapa a la comprensión colectiva del lenguaje Castellano, y si usted no es chileno; necesita traducción.  Esta expresión de la lengua Castellana significa básicamente que usted ha recibido inesperadamente y en contra de su voluntad, la asquerosa esputación a alta velocidad de un tangible material  inanimado mucoso-pringoso, y de abiertas características viscoso- secretorias (ejemplo: moco, gargajo, mucosidad, secreción, flema, vela, loro, y pollo entre otras) sobre uno de sus desprevenidos ojos.  ¿Qué cosas, no?

Quizá nadie nunca sepa cuántas contingencias pasó en esta vital carrera, qué tremendo esfuerzo usted invirtió en este capital camino, y ni cuántas veces estuvo a punto de rendirse...  pero no se rindió, ni se detuvo a quejarse, y ni tampoco se arrinconó a llorar solo triste y abandonado en una olvidada arruga del útero.  Lo que hizo fué confrontar las circunstancias, ¡y luchó!  Solo gracias a su victoria basada nada más que en su propio e inalienable esfuerzo, es la única razón para que usted esté aquí y ahora leyendo las palabras de este loco, el que un día también ganó esta carrera en otra Olimpíada Uterina fenomenal.  Eso tiene un valor enorme, ¿no lo cree usted?  Pues entonces estampe una sonrisa en sus labios ¡y levántese!, porque aunque usted no lo crea, hay muchos ahí afuera que han depositado su confianza y sus esperanzas en usted...

Para empezar, el único problema que por ahora aún no tiene solución, es la muerte; pero ésta es una solución en sí misma.  ¿Qué cosas, no?  Lo paradójico de la muerte es que cuando usted se muera se le resolverán automáticamente todos sus problemas, pero si usted se suicida (no es que se vaya para Suiza), perderá totalmente su calidad humana, que es el tesoro más grande y más valioso al que un ser vivo puede optar.  Y es irrecuperable.

¿Y la perspectiva?

De vuelta a la perspectiva.  Esto pasó en Chisdasvinto, a unos kilómetros de Enevadita, y al sur de Pordócimo, en el límite norte con Cracopia, en el paupérrimo país de la goma. Chisdasvinto era una aldea de las más pobrísimas que han existido en la historia de la Humanidad, tan pobre así, que sus pobladores no podían beber agua porque ni siquiera tenían sed.  Todo en el pueblo era paupérrimo: las casas estaban casi derruídas por completo, las calles tenían más hoyos que la teoría de la relatividad, los animales eran transparentes y no tenían sombra, y los pobres niñitos del pueblo estaban tan flacos que después de que comían garbanzos, parecían un rosario ambulante, y de lo pobretones que eran, y el río que cruzaba el pueblo ¡tenía solamente una orilla!  La situación era definitivamente peor que la suya.

Un día temprano en la mañana, Hermenegildo (que era tan pobre que no tenía sombra) se levantó temprano como lo hacía cada mañana, y se fué en busca de su porfiado burro Hércules para comenzar la faena matutina de arar la mísera faja de tierra en la que plantaba algunos vegetales para el sustento de su familia.  La tierra era tan seca que cuando cosechaba las uvas, éstas ya eran pasas, y las alcachofas apenas daban una hoja.  Cuando se acercó a la gastada estaca clavada en el suelo la que servía de hangar, corral, meadero de perros y habitación para Hércules; éste no se encontraba allí.  Hermenegildo se alarmó grandemente porque Hércules nunca se alejaba de su cómodo alberge. 

Rápidamente y en una forma un poco frenética,  Hermenegildo se puso a buscar a su burro por todos los lugares que conocía y que le fué posible.  Nada.  El burro no estaba por ninguna parte.  Abatido, triste y un poco consternado por el extraño desaparecimiento de Hércules, Hermenegildo corrió desesperadamente de vuelta a casa a preguntarle a Elisenda Emeditación, su mujer de muchos años; a ver si sabía algo del paradero de Hércules.  Para su descorazonamiento, Elisenda Emeditación no tenía la más peregrina idea del paradero de Hércules, pero tanteó:

Elisenda Emeditación:  ¿Le diste agua a Hércules anoche? 

Hermenegildo:  ¿Agua?  - Vaciló un instante - ¡Se me olvidó!

Elisenda Emeditación:  ¡Qué jodienda contigo Hermenegildo!  ¡Ésta es la tercera vez que lo haces!  ¡Anda tú a saber por dónde anda el jodío burro tratando de beber!

Hermenegildo salió apresuradamente a la carrera (en Chilensis Sordidus Coa Linguam: "apretando cachete") y en silencio en busca del burro otra vez, y sin contestarle una sola palabra a su mujer porque él bien sabía que Elisenda Emeditación, a pesar de ser una cariñosa esposa, tenía un genio de los mil tres demonios.  Hermenegildo se dirigió expeditamente y corriendo más rápido que un Chasqui(2) en esteroides a preguntarle a su vecino que tenía su rancho ubicado unas dos leguas al sur de la alquería de él, y cuando llegó al lugar; encontró a Domiciano ordeñando alegremente una vaca overa.

(2) Los Chasquis eran  ágiles corredores de largas distancias en conjunto o en postas con un físico altamente capacitado para esta función, los que llevaban y entregaban mensajes, manjares reales como pescado y otros objetos de valor a través y a lo largo y ancho del Imperio Inca, principalmente al servicio del Sapa Inca.  Los Chasquis eran despachados a lo largo de miles de kilómetros, aprovechando el vasto sistema Inca de carreteras y puentes colgantes diseminados en los Andes de Perú y Ecuador.  En la costa de lo que hoy es Perú su ruta funcionó desde Nazca a Tumbes.  Las rutas Chasquis también se extendían hacia otras partes del Imperio en partes las que ahora son Colombia, Bolivia, Argentina y Chile.

Hermenegildo:  ¡Domiciano!  ¿Has visto a Hércules?

Domiciano:  ¡Coño de la Madre, Domiciano!  Pillé a Hércules montando a Bernardina esta mañana, y la sucia vaca ésta lo estaba disfrutando!  ¡Cuida a tu jodío jumento porque no quiero estar emparentado contigo, ¿oíste?! - refunfuñó Domiciano airado.

Hermenegildo:  Perdona Domiciano, te juro que no volverá a suceder.  ¿Sabes por dónde agarró Hércules?

Domiciano:  Lo ví arrancando p'al pozo seco.  A veces con la lluvia, el pozo coge algo de agua.

Hermenegildo salió disparado en dirección al pozo en busca de Hércules mientras que Bernardina lo observaba alejarse en tanto que rumiaba pienso con una enorme sonrisa y mientras que su cola se meneaba con una sospechosa velocidad.  Cuando Hermenegildo llegó a las cercanías del pozo, no vió a Hércules por ningún lado, así que comenzó a llamarlo en voz alta: "¡Héééérculeeees!,  ¡Héééérculeeees!, ¿¡dónde estáááááás!?  Después de unos instantes, escuchó un desabrido rebuzno que salía desde el fondo del pozo seco.  Se acercó presuroso al borde del pozo y miró hacia abajo.  Para su completo espanto, ahí se encontraba Hércules.  Estaba sentado en el fondo del pozo, y parecía no estar herido o magullado.

Le entró la helada desesperación a Hermenegildo porque el pozo era muy hondo y oscuro, y sería difícil rescatar a Hércules.  Mientras se rascaba los pocos pelos que aún se le aferraban al sebáceo cuero cabelludo, pensaba frenéticamente como iba a sacar al burro del pozo, pero con el nerviosismo, no se le ocurría nada práctico.  No podía bajar un lazo porque al comenzar a tirar el burro hacia arriba, éste se ahorcaría con su propio peso.  Nadie podía bajar a amarrar el burro porque de otra manera no habría forma de que él solo pudiese tirar al burro y al ayudante hacia la superficie, aunque hubiese conseguido más ayuda y correr la peligrosa eventualidad de tener entonces dos cautivos en el hoyo. 

Nadie tenía una grúa, un tractor o una polea, o ningún artefacto similar que pudiese servir para levantar tamaño peso.  Mientras esto pasaba, Hércules rebuznaba cada vez más alto, contribuyendo a la desesperación de Hermenegildo.  Con el ruido de los aullidos bestiales que pegaba Hércules, los pocos vecinos de la región se comenzaron a juntar alrededor del pozo atraídos por la infaltable curiosidad, y para ver cómo podrían ayudar a Hermenegildo con esta delicada situación.

Entonces, en un improvisado cónclave, Hermenegildo y sus vecinos se pusieron a discutir el asunto del burro:

Cloroaldo:  Oye Hermenegildo, ¿No es éste el burro viejo y flaco que tú tienes?

Hermenegildo:  Pues sí.

Andrónico:  La verdad es que está bien flaco.

Trigídia: ¡Pues claro!  - dijo la mujer de Andrónico.

Nicéforo:  Además de flaco y viejo, ya no sirve para nada…

Englatina:  Eso es cierto, eso es cierto - replicó la esposa de Nicéforo.

Domiciano:  ¡Pues p'a culiar vacas sí que sirve el mulo ése!

Sandalio:  ¿Cuánto pesa Hércules?

Hermenegildo:  Como unos 150 kilos…

Andrónico:  ¿¡150 kilos!?  ¡Putas si está flaco el jodío burro!

Trigídia: ¡Pues claro! 

Nicéforo:  Humm… debería pesar por lo menos unos 270 kilos para estar sano…

Englatina: Eso está bien.

Hermenegildo:  ¡Joder!  ¿¡Vamos a hablar de la salud del burro, o lo vamos a sacarle del hoyo!?

Trigídia: ¡Pues claro!

Domiciano:  Pero espera un momento, Hércules probablemente esté herido y te va a costar un ojo de la cara el veterinario.

Hermenegildo:  Además, si ya no va a poder trabajar en el campo, ni para charqui te va a servir.

Sandalio:  No hay forma de sacar a Hércules de este hoyo, deberíamos sacarlo de su miseria…  - entonces Hércules dejó escapar un rebuzne fenomenal que les puso los pelos de punta a todos.

Hermenegildo:  Quizá ustedes tengan razón… pero es como de la familia…

Englatina: Eso está bien.

Nicéforo:  ¡Mujer, a ver si te callas la boca!

Domiciano:  Creo que ya tienes suficiente familia con Elisenda Emeditación; ¿para qué coños quieres ese burro despilfarrado?

Trigídia:  ¡Pues claro!

Andrónico:  ¡Joder!  ¡Tú también Trigídia!  ¡Por dios cállate la boca!

Englatina:  Eso está bien.

Sandalio:  A ver ustedes mujeres, ¿por qué no se van a desplumar gallinas y le dejan estas cosas a los hombres?

Trigídia:  ¡Pues claro!

Englatina:  Eso está bien - y las dos se pusieron a caminar en dirección al gallinero que estaba a un tiro de piedra del pozo mientras Englatina preguntaba: ¿Está bien eso? - a lo que Trigídia respondió: - ¡Pues claro!

Nicéforo:  Mira Hermenegildo, si Hércules no se muere pronto, lo mataremos tratando de sacarlo.

Sandalio:  No hay forma de sacar a Hércules de este hoyo, deberíamos sacarlo de su miseria…  - entonces Hércules dejó escapar otro rebuzne más fenomenal que el anterior que les puso la carne de gallina a todos, especialmente a la conciencia de Hermenegildo.

Cloroaldo:  Aparte de eso, si se nos muere en la intentona, tendremos que enterrarlo, y eso es más trabajo.

Hermenegildo:  ¿Qué hacemos entonces?

Andrónico:  Sugiero que le dejemos caer una piedra grande en la cabeza a Hércules, y después lo enterramos en el mismo pozo.  Este pozo ha sido un peligro y tenemos que resolverlo.

Hermenegildo:  ¡Pero eso es cruel!

Sandalio:  ¡Más cruel es dejarlo sufrir en estas condiciones!  ¡Joder!  ¡Acabemos con el burro de una vez ya!  - a esta altura, Hércules apenas emitía rebuznos ya que estaba agotado de tanto rebuznar-.

Hermenegildo:  (profundo suspiro).

Finalmente, Hermenegildo decidió que el burro ya estaba muy viejo, estaba sufriendo, ya no servía para mucho y además, el hoyo del pozo seco necesitaba ser tapado de todas formas para evitar accidentes como éste en el futuro.  Y en un sanseacabó, Hermenegildo resolvió que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo, y que lo mejor sería enterrarlo y acabar con esta tragedia.

Apesadumbrado por esta decisión pero consciente de que esto era lo mejor, le pidió a todos sus vecinos que le ayudaran en tan nefasta tarea.  En silencio todos fueron a buscar sus palas, con la excepción de Cloroaldo, que se puso a buscar una piedra grande.  Unos minutos más tarde, Cloroaldo regresó al pozo donde ya los otros estaban esperando con palas, con una enorme piedra que apenas la podía sostener.

Hermenegildo:  No quiero tirar la piedra.  ¡Es como matar a un miembro de la familia!

Domiciano:  ¡Joder Hermenegildo!  ¡Ya te he dicho que ya tienes más que suficiente con Elisenda Emeditación!  ¡Acaba de joder!

Nicéforo:  Cloroaldo, dame esa piedra que yo la aviento.  - Seguidamente y con algo de dificultad, Cloroaldo le entregó la piedra a Nicéforo. 

Hermenegildo:  Apunta con cuidado Nicéforo para que no lo hagas sufrir.

Nicéforo:  No te preocupes que le daré en medio de la cabezota que éste tiene. - Y se asomó a la orilla del pozo para ver mejor.

Hércules que estaba mirando hacia arriba y escuchando lo que sucedía, se dió cuenta de lo que estaba pasando y comenzó a rebuznar desesperadamente, y los rebuznos ahora le salían con gallos. 

Hermenegildo:  ¡Apúrate Nicéforo que no puedo aguantar más esta tragedia!

Entonces Nicéforo sin más dilación cerró el ojo izquierdo para apuntarle a la cabeza del burro.  El problema era que Nicéforo era turnio y no se podía determinar si le estaba apuntando a Hércules, o a la luna.  Después de una neurasténica sesión de rápidos parpadeos y cambios de ojo, Nicéforo aparentemente pudo enfocar el ojo pivotante, y sin más prórroga arrojó la dura piedra al vacío.  Se hizo un profundo silencio que duró apenas un par de segundos, y de pronto se escuchó un ruido pesado y seco; como cuando uno deja caer un trozo de carne con violencia en un mesón de madera.  Se oyó un quejido que al principio fué fuerte, pero inmediatamente se disolvió en el silencio del fondo del pozo.  Acto seguido, todo se aquietó y no hubo ni un ruido que saliese del pozo…

Silenciosamente y sin hablar, todos los vecinos cogieron sus palas y empezaron a tirarle tierra al pozo en una forma maquinalmente resignada.  Ya se estaba haciendo de noche, y la visibilidad comenzó a perderse rápidamente, así que el piquete se apresuró aún más con las paladas de tierra.  Menos de media hora después ya estaba completamente obscuro, y apenas se reflejaban las siluetas de los aplicados vecinos que se encajaban contra el horizonte de la obscuridad del campo; típico de las noches Chisdasvintias.  De pronto, Cloroaldo dijo:

Cloroaldo:  Parece que ya acabamos con esto...

Hermenegildo:  ¿Por qué dices eso, Cloroaldo?

Andrónico:  Parece que se escucha la tierra que tiramos cayendo al fondo, que ya debe estar bastante elevado.

Trigídia: ¡Pues claro!  - dijo la mujer de Andrónico que había regresado con Englatina trayendo vino para los sedientos trabajadores-.

Nicéforo:  Sí, yo también puedo oír el ruido, pero no puedo ver nada con la obscuridad.

Englatina:  Eso es cierto, eso es cierto.

Domiciano:  ¡Ya llegaron las cotorras otra vez!

Sandalio:  ¿No te parece que el ruido es un poco extraño?

Hermenegildo:  Ahora que lo dices…

Andrónico:  Tienes razón, suena bastante raro, ¿no?

Trigídia: ¡Pues claro! 

Nicéforo:  Humm… deténganse.  Demos una mirada.  ¡Englatinaaaa!  - gritó - ¡trae una vela!

Englatina: Eso está bien.

Cuando todos se acercaron a la orilla del pozo bajo la temblorosa luz de la titilante candelilla, Hermenegildo y los otros se quedaron totalmente sorprendidos de lo que vieron... el ruido que oían, era producido por el mismo Hércules, que con cada palada de tierra que le caía en el lomo, se la sacudía y daba un paso encima de la tierra, acuñándola con sus pezuñas...   Y había estado haciendo esto con cada palada de tierra que los hombres arrojaban al negrísimo hoyo del pozo; de una negrura y lobreguez que emula el futuro político de nuestros pueblos.

Y en un instante, todo el mundo miró atónito y boquiabierto cómo Hércules de un ágil salto, alcanzó hasta la boca del pozo, pasó graciosamente por encima del borde, y salió trotando con la cabeza erguida levantando polvo de tierra con sus cascos pollinos, y con un tremendo chichón adornándole la frente.  Hércules inmediatamente se encaminó directamente al bebedero de los cerdos que estaba cerca, y bebió hasta que se hartó. 

Después de beber y de patear el suelo dos veces, se dirigió a ver a Bernardina que estaba con su hermana Santupalancia, que por cierto era una diosa de vaca con una ubre divina, y unas ancas que cualquier yegua se las envidiaría; y que podía abrir de par en par unos ojos adornados con unas cepilladas pestañas más ampliamente que cualquier vaca del Condado cuando estaba ejecutando "aquello".  Caballerosamente y con gran delicadeza, Hércules se las desayunó a ambas en perfecto orden y en medio de un festival de alegres quejidos y rumiadas de vaca.  Esto lo hacía porque Hércules era de Talagante(3).  Después se fué a su estaca, se acomodó encima de una gavilla de paja que descansaba al pie de la estaca, y se durmió placenteramente.

(3)  Talagante es una pequeña ciudad, capital de la comuna y de la provincia del mismo nombre (¿qué original, no?).  Esta localidad se encuentra en la región metropolitana de Santiago de Chile.  La palabra "Talagante" es una palabra derivada de la lengua Quechua (Talacanta), lo que significa literalmente "Lazo de Hechicero".  El título de Hechicero era el epígrafe propio del Curaca, o Gobernante de la tribu.  Los Quechuas habitaron y dominaron este vallecito central por encargo del Imperio Inca hasta la disruptiva llegada de los españoles.  Con respecto a lo del burro...  es otro cuento.

Domiciano:  ¡Jodío animal!  ¡P'a lo único que sirve la bestia ésta es p'a culiar vacas inocentes! ¡Que lo parió!

Hermenegildo se encogió de hombros sin decir nada, se dió media vuelta, y enfiló hacia su pago.

Y aquí acaba la historia de Hércules.  Lo que importa de la historia es sólo lo que podamos aprender y estrujar de ella.  Muchas veces la vida nos va a tirar tierra, lodo, piedras, y todo tipo de porquerías...  Nuestros conocidos hablarán de ayudarnos, pero quizá en realidad no les interese, y hasta puede que te empujen más hacia abajo en el hoyo, porque muchas veces, los seres humanos cuando no están un milímetro por sobre el simio, están un largo centímetro bajo el cerdo.  Esto te hará sentirte solo, abandonado, sin amigos, sin salida… 

El truco para salir del pozo es sacudirse la bazofia y la mierda que la vida te arroja, y usarla para dar un paso hacia arriba, aunque sea un pequeño paso a la vez.  Toma cada uno de los problemas y las situaciones difíciles de tu vida como un escalón hacia arriba, hacia la boca del pozo.  Si no te rindes y tratas, podrás salir de los pozos más profundos, y así construirás tu carácter.

Cuando uno evoluciona, también crea evolución a su alrededor.  Eres libre para tomar decisiones con coraje, desprendimiento y a veces; con una dosis de locura.  Aprender es envolverse en el mundo de lo desconocido.  No tengas miedo de esto, ni miedo de cambiar, atrévete a desafiarlo todo.  Insiste una y otra vez sin cansarte, recuerda que sin determinación se puede perder una batalla que ya parecía ganada.

Nunca te des por vencido, siempre empieza de nuevo y nunca te olvides de lo que quieres y de lo que eres.  No tengas miedo de equivocarte, de cometer errores y de saber que es necesario se humilde para aprender.  Ten paciencia para encontrar el momento adecuado para actuar.  El mundo está en las fuertes manos de aquellos que sueñan, de los que tratan, y de los que corren el riesgo de vivir sus sueños.  Recuerda que aquel que no se arriesga, no cruza el río, y que camarón que se duerme, se lo fornican los sapos.  Tu valor como ser humano no cambia bajo ninguna de las efímeras circunstancias que cruzan tu camino a diario.  El valor de Hércules el burro, siguió siendo el mismo mientras estaba en el pozo y cuando estaba fuera de él. 

Tú eres esto y mucho más, simplemente porque eres un ser humano, y además; tu valor no es solo el que te asignan los demás, pero es principalmente el valor que tú te asignas a tí mismo.  Lo más importante de esto, es que en esta incolora historia hay envuelto un  concepto que si no es el más brillante, es el agente más diligente y dinámico del éxito: la Perseverancia. 

La Perseverancia es una facultad que desarrollan los hombres que están conscientes del potencial de su poder interno; aquellos que por virtud de la convicción que tienen en sus propios méritos y capacidades, obtienen generalmente el logro de éxitos notables y de numerosas consecuciones fructíferas.  Perseverancia no es ni más ni menos que el triunfo de la fuerza de Voluntad sobre las falacias de sí misma.

Pocas personas nacen en una cuna de oro, empero; todos y sin excusa pueden aspirar a conquistar fortuna en sus vidas, esto a través de una secuencia continua de esfuerzos racionales y de un gran atrevimiento personal.  Aquí no hay espacio para flojedad, indecisiones, pereza, desmadejamiento, o excusadas debilidades; porque el poder de voluntad sin perseverancia ni método, no puede existir.  En esto tampoco hay zonzos milagros envueltos ni la fantasiosa y fachendosa intervención divina; esto es puramente una realidad humana alcanzable y palpable que se llama claramente: Perseverancia.  Hércules y los espermios, son tremendamente perseverantes.



El Loco