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jueves, 1 de agosto de 2013

El Burro

Esta historia incontrastable es para los que se sienten un poco decaídos, menoscabados, o quizá un poco deprimidos.  Este epigrama no le resolverá nada de su situación actual, pero le dará una perspectiva inconmensurable y además, una alternativa diferente al escenario en que está viviendo de momento.

Usted ya se habrá dado cuenta de que en este mundo siempre hay un prójimo más desdichado que nosotros, más pobre que nosotros, más solo y aislado que nosotros, más tonto que nosotros, más chico que nosotros, más guatón que nosotros, más grande que nosotros, más flaco que nosotros, más inteligente que nosotros, más necio y más desesperado que nosotros.  ¡Ah!, y más feo y más pelado que nosotros también.

La cosa es ponerse uno mismo en una seria perspectiva con respecto al mundo que nos rodea, por más injusto o vacío que éste parezca.  Acuérdese que la libertad y la justicia son una fantasía, sólo el vivir de sueños es lo verdadero.  Si usted no es capaz de hacer esto con el poder innato que le brinda su calidad de ser humano, o cree o piensa por un segundo que usted no tiene sobrada calidad humana para levantarse de cualquier caída;  pues entonces usted está convirtiendo una situación en algo mucho más serio de lo que parece.  No se quede sentado esperando por milagros porque no existen.  Si se cae tres veces, ¡levántese cuatro!, y si quiere caminar, ¡no se siente! 

Por más disminuído que usted se considere o se conciba en algún momento de su vida, sepa que usted tiene un valor innato.  Acuérdese de que usted fué el único sobreviviente que logró llegar a la meta final en la carrera más difícil, más mortífera, más dura, más combativa, más injusta y más larga de su vida; una carrera tan definitiva que decidiría el resto de sus existencia.  Está cabrón, ¿ah? 

Usted fué el único sobreviviente de más de 2,500,000,000 (dos mil quinientos millones por lo menos) de inquietos y nerviosos espermios que compitieron con usted en esa carrera vital por alcanzar el indiviso óvulo de su madre, y como nadie lo conocía a usted, todos estos giles estaban tratando de joderlo desde que comenzó la carrera, y estoy seguro que usted no estaba en la primera fila cuando comenzó la espantada.

Y aunque no le hubiese gustado, usted compitió porque no había mañana para los perdedores, y movió su colita y empujó con su cabecita, y no dió codazos porque no tenía codos todavía, pero estoy seguro de que se tiró peos, estornudó, transpiró, escupió, maldijo, le hizo zancadillas a los otros espermios, etc., y hasta recibió un "pollo en el ojo"(1); en otras palabras, asumió su responsabilidad de espermio e hizo lo que era menester hacer.

(1) Esta poco intuitiva expresión popular jerigonzal es una especie de fandango lingüístico-gramatical chileno.  Aunque la frase es gramaticalmente correcta, su significado académico escapa a la comprensión colectiva del lenguaje Castellano, y si usted no es chileno; necesita traducción.  Esta expresión de la lengua Castellana significa básicamente que usted ha recibido inesperadamente y en contra de su voluntad, la asquerosa esputación a alta velocidad de un tangible material  inanimado mucoso-pringoso, y de abiertas características viscoso- secretorias (ejemplo: moco, gargajo, mucosidad, secreción, flema, vela, loro, y pollo entre otras) sobre uno de sus desprevenidos ojos.  ¿Qué cosas, no?

Quizá nadie nunca sepa cuántas contingencias pasó en esta vital carrera, qué tremendo esfuerzo usted invirtió en este capital camino, y ni cuántas veces estuvo a punto de rendirse...  pero no se rindió, ni se detuvo a quejarse, y ni tampoco se arrinconó a llorar solo triste y abandonado en una olvidada arruga del útero.  Lo que hizo fué confrontar las circunstancias, ¡y luchó!  Solo gracias a su victoria basada nada más que en su propio e inalienable esfuerzo, es la única razón para que usted esté aquí y ahora leyendo las palabras de este loco, el que un día también ganó esta carrera en otra Olimpíada Uterina fenomenal.  Eso tiene un valor enorme, ¿no lo cree usted?  Pues entonces estampe una sonrisa en sus labios ¡y levántese!, porque aunque usted no lo crea, hay muchos ahí afuera que han depositado su confianza y sus esperanzas en usted...

Para empezar, el único problema que por ahora aún no tiene solución, es la muerte; pero ésta es una solución en sí misma.  ¿Qué cosas, no?  Lo paradójico de la muerte es que cuando usted se muera se le resolverán automáticamente todos sus problemas, pero si usted se suicida (no es que se vaya para Suiza), perderá totalmente su calidad humana, que es el tesoro más grande y más valioso al que un ser vivo puede optar.  Y es irrecuperable.

¿Y la perspectiva?

De vuelta a la perspectiva.  Esto pasó en Chisdasvinto, a unos kilómetros de Enevadita, y al sur de Pordócimo, en el límite norte con Cracopia, en el paupérrimo país de la goma. Chisdasvinto era una aldea de las más pobrísimas que han existido en la historia de la Humanidad, tan pobre así, que sus pobladores no podían beber agua porque ni siquiera tenían sed.  Todo en el pueblo era paupérrimo: las casas estaban casi derruídas por completo, las calles tenían más hoyos que la teoría de la relatividad, los animales eran transparentes y no tenían sombra, y los pobres niñitos del pueblo estaban tan flacos que después de que comían garbanzos, parecían un rosario ambulante, y de lo pobretones que eran, y el río que cruzaba el pueblo ¡tenía solamente una orilla!  La situación era definitivamente peor que la suya.

Un día temprano en la mañana, Hermenegildo (que era tan pobre que no tenía sombra) se levantó temprano como lo hacía cada mañana, y se fué en busca de su porfiado burro Hércules para comenzar la faena matutina de arar la mísera faja de tierra en la que plantaba algunos vegetales para el sustento de su familia.  La tierra era tan seca que cuando cosechaba las uvas, éstas ya eran pasas, y las alcachofas apenas daban una hoja.  Cuando se acercó a la gastada estaca clavada en el suelo la que servía de hangar, corral, meadero de perros y habitación para Hércules; éste no se encontraba allí.  Hermenegildo se alarmó grandemente porque Hércules nunca se alejaba de su cómodo alberge. 

Rápidamente y en una forma un poco frenética,  Hermenegildo se puso a buscar a su burro por todos los lugares que conocía y que le fué posible.  Nada.  El burro no estaba por ninguna parte.  Abatido, triste y un poco consternado por el extraño desaparecimiento de Hércules, Hermenegildo corrió desesperadamente de vuelta a casa a preguntarle a Elisenda Emeditación, su mujer de muchos años; a ver si sabía algo del paradero de Hércules.  Para su descorazonamiento, Elisenda Emeditación no tenía la más peregrina idea del paradero de Hércules, pero tanteó:

Elisenda Emeditación:  ¿Le diste agua a Hércules anoche? 

Hermenegildo:  ¿Agua?  - Vaciló un instante - ¡Se me olvidó!

Elisenda Emeditación:  ¡Qué jodienda contigo Hermenegildo!  ¡Ésta es la tercera vez que lo haces!  ¡Anda tú a saber por dónde anda el jodío burro tratando de beber!

Hermenegildo salió apresuradamente a la carrera (en Chilensis Sordidus Coa Linguam: "apretando cachete") y en silencio en busca del burro otra vez, y sin contestarle una sola palabra a su mujer porque él bien sabía que Elisenda Emeditación, a pesar de ser una cariñosa esposa, tenía un genio de los mil tres demonios.  Hermenegildo se dirigió expeditamente y corriendo más rápido que un Chasqui(2) en esteroides a preguntarle a su vecino que tenía su rancho ubicado unas dos leguas al sur de la alquería de él, y cuando llegó al lugar; encontró a Domiciano ordeñando alegremente una vaca overa.

(2) Los Chasquis eran  ágiles corredores de largas distancias en conjunto o en postas con un físico altamente capacitado para esta función, los que llevaban y entregaban mensajes, manjares reales como pescado y otros objetos de valor a través y a lo largo y ancho del Imperio Inca, principalmente al servicio del Sapa Inca.  Los Chasquis eran despachados a lo largo de miles de kilómetros, aprovechando el vasto sistema Inca de carreteras y puentes colgantes diseminados en los Andes de Perú y Ecuador.  En la costa de lo que hoy es Perú su ruta funcionó desde Nazca a Tumbes.  Las rutas Chasquis también se extendían hacia otras partes del Imperio en partes las que ahora son Colombia, Bolivia, Argentina y Chile.

Hermenegildo:  ¡Domiciano!  ¿Has visto a Hércules?

Domiciano:  ¡Coño de la Madre, Domiciano!  Pillé a Hércules montando a Bernardina esta mañana, y la sucia vaca ésta lo estaba disfrutando!  ¡Cuida a tu jodío jumento porque no quiero estar emparentado contigo, ¿oíste?! - refunfuñó Domiciano airado.

Hermenegildo:  Perdona Domiciano, te juro que no volverá a suceder.  ¿Sabes por dónde agarró Hércules?

Domiciano:  Lo ví arrancando p'al pozo seco.  A veces con la lluvia, el pozo coge algo de agua.

Hermenegildo salió disparado en dirección al pozo en busca de Hércules mientras que Bernardina lo observaba alejarse en tanto que rumiaba pienso con una enorme sonrisa y mientras que su cola se meneaba con una sospechosa velocidad.  Cuando Hermenegildo llegó a las cercanías del pozo, no vió a Hércules por ningún lado, así que comenzó a llamarlo en voz alta: "¡Héééérculeeees!,  ¡Héééérculeeees!, ¿¡dónde estáááááás!?  Después de unos instantes, escuchó un desabrido rebuzno que salía desde el fondo del pozo seco.  Se acercó presuroso al borde del pozo y miró hacia abajo.  Para su completo espanto, ahí se encontraba Hércules.  Estaba sentado en el fondo del pozo, y parecía no estar herido o magullado.

Le entró la helada desesperación a Hermenegildo porque el pozo era muy hondo y oscuro, y sería difícil rescatar a Hércules.  Mientras se rascaba los pocos pelos que aún se le aferraban al sebáceo cuero cabelludo, pensaba frenéticamente como iba a sacar al burro del pozo, pero con el nerviosismo, no se le ocurría nada práctico.  No podía bajar un lazo porque al comenzar a tirar el burro hacia arriba, éste se ahorcaría con su propio peso.  Nadie podía bajar a amarrar el burro porque de otra manera no habría forma de que él solo pudiese tirar al burro y al ayudante hacia la superficie, aunque hubiese conseguido más ayuda y correr la peligrosa eventualidad de tener entonces dos cautivos en el hoyo. 

Nadie tenía una grúa, un tractor o una polea, o ningún artefacto similar que pudiese servir para levantar tamaño peso.  Mientras esto pasaba, Hércules rebuznaba cada vez más alto, contribuyendo a la desesperación de Hermenegildo.  Con el ruido de los aullidos bestiales que pegaba Hércules, los pocos vecinos de la región se comenzaron a juntar alrededor del pozo atraídos por la infaltable curiosidad, y para ver cómo podrían ayudar a Hermenegildo con esta delicada situación.

Entonces, en un improvisado cónclave, Hermenegildo y sus vecinos se pusieron a discutir el asunto del burro:

Cloroaldo:  Oye Hermenegildo, ¿No es éste el burro viejo y flaco que tú tienes?

Hermenegildo:  Pues sí.

Andrónico:  La verdad es que está bien flaco.

Trigídia: ¡Pues claro!  - dijo la mujer de Andrónico.

Nicéforo:  Además de flaco y viejo, ya no sirve para nada…

Englatina:  Eso es cierto, eso es cierto - replicó la esposa de Nicéforo.

Domiciano:  ¡Pues p'a culiar vacas sí que sirve el mulo ése!

Sandalio:  ¿Cuánto pesa Hércules?

Hermenegildo:  Como unos 150 kilos…

Andrónico:  ¿¡150 kilos!?  ¡Putas si está flaco el jodío burro!

Trigídia: ¡Pues claro! 

Nicéforo:  Humm… debería pesar por lo menos unos 270 kilos para estar sano…

Englatina: Eso está bien.

Hermenegildo:  ¡Joder!  ¿¡Vamos a hablar de la salud del burro, o lo vamos a sacarle del hoyo!?

Trigídia: ¡Pues claro!

Domiciano:  Pero espera un momento, Hércules probablemente esté herido y te va a costar un ojo de la cara el veterinario.

Hermenegildo:  Además, si ya no va a poder trabajar en el campo, ni para charqui te va a servir.

Sandalio:  No hay forma de sacar a Hércules de este hoyo, deberíamos sacarlo de su miseria…  - entonces Hércules dejó escapar un rebuzne fenomenal que les puso los pelos de punta a todos.

Hermenegildo:  Quizá ustedes tengan razón… pero es como de la familia…

Englatina: Eso está bien.

Nicéforo:  ¡Mujer, a ver si te callas la boca!

Domiciano:  Creo que ya tienes suficiente familia con Elisenda Emeditación; ¿para qué coños quieres ese burro despilfarrado?

Trigídia:  ¡Pues claro!

Andrónico:  ¡Joder!  ¡Tú también Trigídia!  ¡Por dios cállate la boca!

Englatina:  Eso está bien.

Sandalio:  A ver ustedes mujeres, ¿por qué no se van a desplumar gallinas y le dejan estas cosas a los hombres?

Trigídia:  ¡Pues claro!

Englatina:  Eso está bien - y las dos se pusieron a caminar en dirección al gallinero que estaba a un tiro de piedra del pozo mientras Englatina preguntaba: ¿Está bien eso? - a lo que Trigídia respondió: - ¡Pues claro!

Nicéforo:  Mira Hermenegildo, si Hércules no se muere pronto, lo mataremos tratando de sacarlo.

Sandalio:  No hay forma de sacar a Hércules de este hoyo, deberíamos sacarlo de su miseria…  - entonces Hércules dejó escapar otro rebuzne más fenomenal que el anterior que les puso la carne de gallina a todos, especialmente a la conciencia de Hermenegildo.

Cloroaldo:  Aparte de eso, si se nos muere en la intentona, tendremos que enterrarlo, y eso es más trabajo.

Hermenegildo:  ¿Qué hacemos entonces?

Andrónico:  Sugiero que le dejemos caer una piedra grande en la cabeza a Hércules, y después lo enterramos en el mismo pozo.  Este pozo ha sido un peligro y tenemos que resolverlo.

Hermenegildo:  ¡Pero eso es cruel!

Sandalio:  ¡Más cruel es dejarlo sufrir en estas condiciones!  ¡Joder!  ¡Acabemos con el burro de una vez ya!  - a esta altura, Hércules apenas emitía rebuznos ya que estaba agotado de tanto rebuznar-.

Hermenegildo:  (profundo suspiro).

Finalmente, Hermenegildo decidió que el burro ya estaba muy viejo, estaba sufriendo, ya no servía para mucho y además, el hoyo del pozo seco necesitaba ser tapado de todas formas para evitar accidentes como éste en el futuro.  Y en un sanseacabó, Hermenegildo resolvió que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo, y que lo mejor sería enterrarlo y acabar con esta tragedia.

Apesadumbrado por esta decisión pero consciente de que esto era lo mejor, le pidió a todos sus vecinos que le ayudaran en tan nefasta tarea.  En silencio todos fueron a buscar sus palas, con la excepción de Cloroaldo, que se puso a buscar una piedra grande.  Unos minutos más tarde, Cloroaldo regresó al pozo donde ya los otros estaban esperando con palas, con una enorme piedra que apenas la podía sostener.

Hermenegildo:  No quiero tirar la piedra.  ¡Es como matar a un miembro de la familia!

Domiciano:  ¡Joder Hermenegildo!  ¡Ya te he dicho que ya tienes más que suficiente con Elisenda Emeditación!  ¡Acaba de joder!

Nicéforo:  Cloroaldo, dame esa piedra que yo la aviento.  - Seguidamente y con algo de dificultad, Cloroaldo le entregó la piedra a Nicéforo. 

Hermenegildo:  Apunta con cuidado Nicéforo para que no lo hagas sufrir.

Nicéforo:  No te preocupes que le daré en medio de la cabezota que éste tiene. - Y se asomó a la orilla del pozo para ver mejor.

Hércules que estaba mirando hacia arriba y escuchando lo que sucedía, se dió cuenta de lo que estaba pasando y comenzó a rebuznar desesperadamente, y los rebuznos ahora le salían con gallos. 

Hermenegildo:  ¡Apúrate Nicéforo que no puedo aguantar más esta tragedia!

Entonces Nicéforo sin más dilación cerró el ojo izquierdo para apuntarle a la cabeza del burro.  El problema era que Nicéforo era turnio y no se podía determinar si le estaba apuntando a Hércules, o a la luna.  Después de una neurasténica sesión de rápidos parpadeos y cambios de ojo, Nicéforo aparentemente pudo enfocar el ojo pivotante, y sin más prórroga arrojó la dura piedra al vacío.  Se hizo un profundo silencio que duró apenas un par de segundos, y de pronto se escuchó un ruido pesado y seco; como cuando uno deja caer un trozo de carne con violencia en un mesón de madera.  Se oyó un quejido que al principio fué fuerte, pero inmediatamente se disolvió en el silencio del fondo del pozo.  Acto seguido, todo se aquietó y no hubo ni un ruido que saliese del pozo…

Silenciosamente y sin hablar, todos los vecinos cogieron sus palas y empezaron a tirarle tierra al pozo en una forma maquinalmente resignada.  Ya se estaba haciendo de noche, y la visibilidad comenzó a perderse rápidamente, así que el piquete se apresuró aún más con las paladas de tierra.  Menos de media hora después ya estaba completamente obscuro, y apenas se reflejaban las siluetas de los aplicados vecinos que se encajaban contra el horizonte de la obscuridad del campo; típico de las noches Chisdasvintias.  De pronto, Cloroaldo dijo:

Cloroaldo:  Parece que ya acabamos con esto...

Hermenegildo:  ¿Por qué dices eso, Cloroaldo?

Andrónico:  Parece que se escucha la tierra que tiramos cayendo al fondo, que ya debe estar bastante elevado.

Trigídia: ¡Pues claro!  - dijo la mujer de Andrónico que había regresado con Englatina trayendo vino para los sedientos trabajadores-.

Nicéforo:  Sí, yo también puedo oír el ruido, pero no puedo ver nada con la obscuridad.

Englatina:  Eso es cierto, eso es cierto.

Domiciano:  ¡Ya llegaron las cotorras otra vez!

Sandalio:  ¿No te parece que el ruido es un poco extraño?

Hermenegildo:  Ahora que lo dices…

Andrónico:  Tienes razón, suena bastante raro, ¿no?

Trigídia: ¡Pues claro! 

Nicéforo:  Humm… deténganse.  Demos una mirada.  ¡Englatinaaaa!  - gritó - ¡trae una vela!

Englatina: Eso está bien.

Cuando todos se acercaron a la orilla del pozo bajo la temblorosa luz de la titilante candelilla, Hermenegildo y los otros se quedaron totalmente sorprendidos de lo que vieron... el ruido que oían, era producido por el mismo Hércules, que con cada palada de tierra que le caía en el lomo, se la sacudía y daba un paso encima de la tierra, acuñándola con sus pezuñas...   Y había estado haciendo esto con cada palada de tierra que los hombres arrojaban al negrísimo hoyo del pozo; de una negrura y lobreguez que emula el futuro político de nuestros pueblos.

Y en un instante, todo el mundo miró atónito y boquiabierto cómo Hércules de un ágil salto, alcanzó hasta la boca del pozo, pasó graciosamente por encima del borde, y salió trotando con la cabeza erguida levantando polvo de tierra con sus cascos pollinos, y con un tremendo chichón adornándole la frente.  Hércules inmediatamente se encaminó directamente al bebedero de los cerdos que estaba cerca, y bebió hasta que se hartó. 

Después de beber y de patear el suelo dos veces, se dirigió a ver a Bernardina que estaba con su hermana Santupalancia, que por cierto era una diosa de vaca con una ubre divina, y unas ancas que cualquier yegua se las envidiaría; y que podía abrir de par en par unos ojos adornados con unas cepilladas pestañas más ampliamente que cualquier vaca del Condado cuando estaba ejecutando "aquello".  Caballerosamente y con gran delicadeza, Hércules se las desayunó a ambas en perfecto orden y en medio de un festival de alegres quejidos y rumiadas de vaca.  Esto lo hacía porque Hércules era de Talagante(3).  Después se fué a su estaca, se acomodó encima de una gavilla de paja que descansaba al pie de la estaca, y se durmió placenteramente.

(3)  Talagante es una pequeña ciudad, capital de la comuna y de la provincia del mismo nombre (¿qué original, no?).  Esta localidad se encuentra en la región metropolitana de Santiago de Chile.  La palabra "Talagante" es una palabra derivada de la lengua Quechua (Talacanta), lo que significa literalmente "Lazo de Hechicero".  El título de Hechicero era el epígrafe propio del Curaca, o Gobernante de la tribu.  Los Quechuas habitaron y dominaron este vallecito central por encargo del Imperio Inca hasta la disruptiva llegada de los españoles.  Con respecto a lo del burro...  es otro cuento.

Domiciano:  ¡Jodío animal!  ¡P'a lo único que sirve la bestia ésta es p'a culiar vacas inocentes! ¡Que lo parió!

Hermenegildo se encogió de hombros sin decir nada, se dió media vuelta, y enfiló hacia su pago.

Y aquí acaba la historia de Hércules.  Lo que importa de la historia es sólo lo que podamos aprender y estrujar de ella.  Muchas veces la vida nos va a tirar tierra, lodo, piedras, y todo tipo de porquerías...  Nuestros conocidos hablarán de ayudarnos, pero quizá en realidad no les interese, y hasta puede que te empujen más hacia abajo en el hoyo, porque muchas veces, los seres humanos cuando no están un milímetro por sobre el simio, están un largo centímetro bajo el cerdo.  Esto te hará sentirte solo, abandonado, sin amigos, sin salida… 

El truco para salir del pozo es sacudirse la bazofia y la mierda que la vida te arroja, y usarla para dar un paso hacia arriba, aunque sea un pequeño paso a la vez.  Toma cada uno de los problemas y las situaciones difíciles de tu vida como un escalón hacia arriba, hacia la boca del pozo.  Si no te rindes y tratas, podrás salir de los pozos más profundos, y así construirás tu carácter.

Cuando uno evoluciona, también crea evolución a su alrededor.  Eres libre para tomar decisiones con coraje, desprendimiento y a veces; con una dosis de locura.  Aprender es envolverse en el mundo de lo desconocido.  No tengas miedo de esto, ni miedo de cambiar, atrévete a desafiarlo todo.  Insiste una y otra vez sin cansarte, recuerda que sin determinación se puede perder una batalla que ya parecía ganada.

Nunca te des por vencido, siempre empieza de nuevo y nunca te olvides de lo que quieres y de lo que eres.  No tengas miedo de equivocarte, de cometer errores y de saber que es necesario se humilde para aprender.  Ten paciencia para encontrar el momento adecuado para actuar.  El mundo está en las fuertes manos de aquellos que sueñan, de los que tratan, y de los que corren el riesgo de vivir sus sueños.  Recuerda que aquel que no se arriesga, no cruza el río, y que camarón que se duerme, se lo fornican los sapos.  Tu valor como ser humano no cambia bajo ninguna de las efímeras circunstancias que cruzan tu camino a diario.  El valor de Hércules el burro, siguió siendo el mismo mientras estaba en el pozo y cuando estaba fuera de él. 

Tú eres esto y mucho más, simplemente porque eres un ser humano, y además; tu valor no es solo el que te asignan los demás, pero es principalmente el valor que tú te asignas a tí mismo.  Lo más importante de esto, es que en esta incolora historia hay envuelto un  concepto que si no es el más brillante, es el agente más diligente y dinámico del éxito: la Perseverancia. 

La Perseverancia es una facultad que desarrollan los hombres que están conscientes del potencial de su poder interno; aquellos que por virtud de la convicción que tienen en sus propios méritos y capacidades, obtienen generalmente el logro de éxitos notables y de numerosas consecuciones fructíferas.  Perseverancia no es ni más ni menos que el triunfo de la fuerza de Voluntad sobre las falacias de sí misma.

Pocas personas nacen en una cuna de oro, empero; todos y sin excusa pueden aspirar a conquistar fortuna en sus vidas, esto a través de una secuencia continua de esfuerzos racionales y de un gran atrevimiento personal.  Aquí no hay espacio para flojedad, indecisiones, pereza, desmadejamiento, o excusadas debilidades; porque el poder de voluntad sin perseverancia ni método, no puede existir.  En esto tampoco hay zonzos milagros envueltos ni la fantasiosa y fachendosa intervención divina; esto es puramente una realidad humana alcanzable y palpable que se llama claramente: Perseverancia.  Hércules y los espermios, son tremendamente perseverantes.



El Loco

lunes, 1 de julio de 2013

Longitud


Es curioso como a veces la búsqueda de algo específico nos puede conducir con albúrico azar al insólito descubrimiento de otro objeto; muchas veces, impensado.  Éste es el caso de la Longitud.

Vivimos en una avanzada era de comunicaciones en que el conectarse con otro individuo –independientemente de la distancia a que se encuentre el uno del otro-  solo toma oprimir uno o dos botones de su aparato comunicador (al que antaño se le llamaba "teléfono"); y que para encontrar información no hace falta nada más que garabatear unas cuantas palabras en una placa electrónica portátil, o simplemente dictarle verbalmente las instrucciones al "confingunt exuperet automaton", y poder acceder así a un mundo de información que vive flotando allá arriba, en las etéreas nubes. 

O si queremos saber dónde estamos, ya sea de que estemos caminando o viajando en algún vehículo, solo basta apretar un menudo botoncito en nuestro "navegador", y ¡Eureka!, nos dice exactamente dónde estamos, con solo unos centímetros de error posicional, y en un par de cortos y consecutivos segundos.  Lo curioso es que este par de cortos y consecutivos segundos son una eternidad eternal eterna de perpetuidad pertinaz, porque el viaje de ida y retorno de la señal que le envía su aparatito a un satélite que está en una órbita asincrónica a unos 20.000 kilómetros de la Tierra, solo tarda alrededor de unos 600 milisegundos (0.6 segundos).

Esta maravilla sucede porque hoy tenemos una increíblemente enorme red de satélites en  órbita, tan avanzados tecnológica y ópticamente, que no solo pueden ubicar una hormiga en un decímetro cuadrado, pero que hasta pueden decirnos a qué velocidad camina, de qué color es, cuántas patas tiene, y cuál es la temperatura del suelo en que pisa.  ¡Y a mí que me cuesta tanto encontrar mis lentes!  ¿Qué cosas, no?

Esto no fué siempre así, claro está.  Durante el período de la historia del hombre en que comenzó a navegar las mojadas aguas de su planeta desde la simple balsa, pasando por los Fenicios y los barcos de vapor, hasta nuestros submarinos de la clase "Virginia" de propulsión nuclear; tenían que mantener la tierra siempre a la vista sin que desapareciera detrás del horizonte; de otra manera, estarían irremediablemente perdidos, y a merced de los míticos monstruos de los anchos, desconocidos y peligrosos océanos.

Cualquier embarcación de hoy tiene la capacidad portátil de determinar su ubicación exacta con respecto a la Longitud.  No solo las embarcaciones marítimas, pero cualquier vehículo que se mueve, incluyéndolo a usted si tiene un GPS (Global Positioning System) en su "teléfono"(1).  Pero en aquellos instintivos entonces, el saber dónde se encontraba una embarcación mientras estaba navegando, era una gran disyuntiva problemática mundial, la que persistió inmutable por muchos siglos. 

(1)  El asuntito al cual los viejos como yo seguimos llamando "teléfono", no es ya más un teléfono. Solía ser ese aparatito que transformaba la voz humana en un sonido por medio de señales electrónicas, por las cuales dos individuos se podían comunicar "hablando" aunque no estuviesen en las misma vecindad.  Esos aparatos hoy tienen nombres diferentes (IPhone, Blackberry, Palm, Remotum Loquela, etc.) y ya no son simples "teléfonos", sino que constituyen complejísimos dispositivos con mecanismos electrónico-multicomunicacionales.  Un largo camino recorrido desde la simple e inocente paloma mensajera (Columba Livia).  Si Alexander Graham Bell pudiese ver estos inventitos ahora, ¡estaría más contento que tortuga con ruedas!

Como los barcos de la época se pasaban perdiendo constantemente en los mares, estrellándose en contra de ariscas y peligrosas costas, y naufragando en arrecifes desconocidos; cuando llegaban a puerto lo hacían con semanas o meses de atraso debido a que nunca sabían exactamente dónde estaba el punto de la costa en el que debían arribar para atracar sus naves.  Las corrientes marinas y los vientos los desviaban tanto de sus rutas, que el hecho de que llegasen a tierra, ya era una suerte y un logro extraordinarios.

La completa carencia de un procedimiento práctico y exacto para determinar la Longitud, mantenía a los capitanes de estas embarcaciones infatigablemente adivinando hacia dónde navegar.  En aquellos días de ciega exploración, cada capitán navegaba aferrado a una divagante y peregrina idea de dónde carajos estaba parado, y para donde coños iba; esto a pesar de haber tenido tablas de navegación, compases, cuadrantes celestiales y brújulas a su disposición.  En otras palabras, aquellos navegantes andaban mas perdidos que Adán en el Día de la Madre.

La ciega y embobada navegación de aquellos días era tan astuta como la forma en que nuestros políticos de mierda y de pensamientos hermafroditas; aquellos catatónicos hircismus axilares de pseudo lenguaje posesionados de una bancarrota moral completa,  que navegan las anoréxicas y patogénicamente estíticas economías contemporáneas de nuestros infortunados países.   

Entonces, el apuntarle al puerto de destino era una verdadera hazaña.  Grandes navegantes como Marco Polo, Hernando de Magallanes, Vasco De Gama, Zheng He, Bartolomé Díaz, Cristóbal Colón, Vasco Núñez de Balboa, Juan Caboto, Sir Francis Drake, Jacques Cartier, Vicente Yánez Pinzón, y hasta Juan de la Cosa; todos ellos llegaban a destino la mayor parte de las veces por actos del acaso, del capricho, por casualidad, por desconocidos impulsos de buena suerte, o por mágicas razones, y no como el soberbio Capitán de un  Buque Manicero. Cuando no le apuntaban al puerto de destino, seguro que encallaban en algún otro lugar desconocido, o sin saber cómo; arribaban a una costa completamente desconocida y se convertían automáticamente y sin quererlo; en "Descubridores".  ¿Qué cosas, no?

Debido a las gigantescas pérdidas de peculio, riquezas, barcos y tesoros a raíz de extralimitados naufragios marítimos, los gobiernos de los países exploradores y sus navegantes comerciales, ofrecían formidables sumas de dinero a quien fuese capaz de inventar o desarrollar un método de navegación que fuese más exacto, y que pudiese remediar el problema imposible e inexistente de la navegación Longitudinal.

Los más renombrados y famosos astrónomos de la época aceptaron el reto de desenredar el enigma de la navegación Longitudinal.  Todos ellos basaron sus trabajos de investigación  en las recientemente descubiertas "mecánicas del universo".  Astrónomos como Giovanni Doménico Cassini (Italiano-Francés, 1625-1712); Christiaan Huygens (Holandés, 1629-1695); Galileo Galilei (Italiano, 1564-1642); Sir Isaac Newton (Inglés, 1642-1727); y Edmond Halley (Inglés, 1656-1742), todos ellos acabados conocedores del cosmos, recurrieron a los astros, a la luna, a cuerpos astrales y a las estrellas para extraer su conocimiento y poder aplicarlos al arcano entresijo de la Longitud.

Debido a le enorme cantidad de dinero ofrecida y en juego, por todos lados surgieron observatorios, miradores siderales y balaustradas galácticas que emperifollaron la mayoría de las ciudades grandes como Talca, París y Londres, con el solo designio e intención de determinar la jabonosa Longitud basados en las señales y marcas que ofrecen los infinitos cielos.  

También hubo abundancia de aquellas mentes más estrechas y de baja celeridad que desde sus fimbriados pedúnculos cerebrales proponían poner un oráculo en el barco y preguntarle a los ángeles que estaban colgados del cielo por dónde ir, otros; planteaban interpretar los aullidos de un perro herido a bordo, y otros un poco menos estultos; el ubicar de alguna manera una línea marítima de barcos a través del océano que disparasen sus cañones para guiar acústicamente a los barcos que estaban de paso.  Esto parece completamente ridículo y chusco, pero no tan estúpido como los dodoístas y beocios comentarios del omnismo típico de esta decadente era, saturada de aquellos cartujos, tan necesitados de una pequeña dosis de lógica y realidad.

A través de los muchos esfuerzos que se iniciaron para poder definir la Longitud, todos aquellos que se aplicaron a esta tarea terminaron elevando algunos métodos ya existentes a un nivel más avanzado; y también terminaron desenmascarando otros importantes descubrimientos que influyeron grandemente cómo el Hombre enfocaba su visión de la bóveda celeste y el universo; esto último para gran detrimento de la alcatótica Iglesia Católica.  Estos nuevos descubrimientos y aparatos que se inventaron durante la jornada del largo y fosco camino hacia la Longitud,  ayudaron a determinar los primeros cotejos, cálculos y mediciones reales de la distancia de la Tierra a las estrellas, y asentaron la vigente velocidad de la luz; también para el infinito y pavoroso horror infligido en la mágicas prácticas de la quoz e incoherentemente mostrenca Iglesia Católica Romana. 

Como el tiempo pasaba rápido e inexorable sin que nadie pudiese producir un método fiable y claro para medir la escurridiza Longitud, la pesquisa de la respuesta a esta incógnita alcanzó proporciones épicas a nivel científico y general durante los siglos XV, XVI y XVII.  Los capitanes y sus tripulaciones también participaban activamente en la búsqueda de la solución porque el botín a cobrar, era altísimo.  Entre osadía, temeridad y ambición, estos navegantes comenzaron a desarrollar ciertos "ajustes de navegación" basados en observaciones destinadas a obtener una mejor medición de las incógnitas distancias con respecto al Este o al Oeste de sus embarcaciones y con respecto a sus puertos de origen. 

En un intento por hacer mejores y más precisas mediciones, los capitanes dejaban caer por la borda un grueso madero que flotase atado a una sirga que llevaba una gran cantidad de nudos espaciados equitativamente, y con esto; podían observar la velocidad linear con que sus navíos se distanciaban de esta boya flotante momentánea.  Después de observar unos instantes cómo se alejaba el madero del barco y de contar los nudos que le habían seguido, recuperaban el madero jalándolo a bordo; y repitiendo la maniobra otra vez hasta que estaban satisfechos de los resultados.  Así es como se determinaba la velocidad marítima o "velocidad linear" en "nudos", medición que sigue vigente hasta hoy. 

Para ayudarse con estas imprecisas medidas de pilotaje náutico, utilizaban como complemento para sus observaciones las estrellas, la dirección de navegación, los inexactos relojes de arena o de bolsillo, y sus brújulas; datos que anotaban celosamente es sus toscas bitácoras.  Con esto registraban su calculada estimación de la distancia recorrida, y lo que demoró el recorrer dicha distancia.           

Considerando lo escaso que sabían de los cambios e influencias de las corrientes marinas, incluyendo el calculado impacto de los inestables vientos, e injiriendo sus propios errores de juicio, estos capitanes y navegantes entonces determinaban lo que creían o pensaban que era en ese momento su posición con afinidad a la Longitud.  A pesar de estos complicados esfuerzos por determinar su Longitud, los viajes se alargaban demasiado mientras que los bajeles muy a menudo erraban en encontrar tierra donde conseguir agua y verduras frescas, lo que causaba estragos entre la marinería condenados a sufrir escorbuto, producto de una dieta incompleta desprovista de frutas, hortalizas y verduras frescas lo cual les privaba especialmente de vitamina C. 

El escorbuto conllevaba al deterioro completo de la salud de la marinería.  Un peligroso efecto del escorbuto es que fragiliza los vasos sanguíneos haciendo que se rompan fácilmente con una rozadura, lo que a los argonautas les llenaba el cuerpo de moretones con el menor impacto.  Esto es muy parecido (pero no tan virulento) al homeomerous escorbuto moral de los abogados deshonestos.

Peor aún, en el caso de heridas abiertas, éstas no sanaban; a la marinería se les hinchaban las piernas y los brazos a causa de la retención de agua, sufrían hemorragias espontáneas incontrolables, las hinchadas encías les sangraban profusamente, se les soltaban los dientes, sufrían falta de aliento lo que prevenía grandemente su rendimiento, padecían de un agotamiento severo, y si llegaban a golpearse la cabeza, los vasos sanguíneos intracerebrales se les reventaban, causándoles una rápida y dolorosa muerte.  En otras palabras, en ese tiempo el escorbuto era más peligroso que recoger el jabón en la  ducha de una cárcel. 

En estas condiciones, el sufrimiento y la pérdida de vidas humanas era ya enorme, pero se acrecentaba aún más con los gigantescos estragos económicos obrados por la falta de una fórmula apropiada para conjeturar la Longitud. Con esto, las rutas marítimas que usaban las flotas bélicas y mercantes se reducían solo a unos escasos derroteros oceánicos bien conocidos, los que brindaban más seguridad de navegación.  Esta embarcaciones y su tripulación estaban forzadas a navegar confiando solamente en sus cálculos de Latitud, por ende; manteniéndose muy cerca a tierra y en un pasillo de litoral costero bastante angosto, lo cual a su vez convertía este ceñido y lineal pasaje en un tumulto naval.                         

Como si la falta de Longitud no causase suficientes problemas simplemente por su ausencia, a esto se agregaba otro gran problema.  Como había solo una estrecha carretera oceánica para navegar sin perderse, todos los barcos la usaban: navíos de guerra, buques mercantes, barcas balleneras, bateles pesqueros, falúas cargueras, barcos de pasajeros, carabelas piratas, bergantines corsarios, balandros bucaneros, y bajeles filibusteros; los que cruzaban rutas entre ellos muy a menudo, y caían presa el uno del otro.  La piratería era también un problema catastrófico; algo así como vivir a merced de una ciudad llena de abogados deshonestos impúdicos, políticos libertinos y corruptos, y frailes pedófilos mentirosos y degenerados.  ¡Ah!, y también con unos pocos "Patos Malos". (2)

(2) Entre las expresiones lingüísticas etimológicas más extrañas se encuentra ésta.  La filología moderna no ha podido encontrar una explicación sensata, filológica y lingüísticamente acertada desde los tiempos de Pergamum en Alexandria, Egipto entonces bajo el dominio de Roma.  En "Vilitates Chilenus Linguam" (lenguaje vulgar Chileno) la expresión es usada para referirse a netos delincuentes y proscritos habituales consuetudinarios; quienes se ubican en la escala social un amplio y claro centímetro por sobre los facinerosos nombrados en el párrafo precedente.

Extremadamente urgido por la gran cantidad de calamidades marítimas y por el monto y costo abismal de pérdidas que éstas causaban, el Parlamento Británico aprobó el "Acto Parlamentario Británico de la Longitud" durante el caluroso y entusiasta Verano del año de 1714; año que comenzó prestamente un Lunes por la mañana, y el mismo año en que se estableció la primera comunidad europea en el territorio de Luisiana, USA; y el afortunado año en que nació el astrónomo Francés César-François Cassini de Thury, y en que murió Ana Stuart, Reina de los tronos de Inglaterra, Escocia, e Irlanda. 

Este desesperado acto gubernamental prometió como recompensa la cantidad de 20.000 Ducados (Libras Esterlinas - £), aproximadamente el equivalente a $12 millones de dólares en la numismática de hoy(3); ofrecida a cualquier individuo que diseñase un aparato, o desarrollase una técnica o un método efectivo que le permitiese a los navegantes encontrar su Longitud exacta; y esto, con un error de unas 30 millas náuticas más o menos, lo que traducido a una medida decimal terrestre son unos 55.56 Km.  Es como ir desde la ciudad de Santiago a Valparaíso, pero terminar en Melipilla, un extraño y misterioso lugar donde enigmática y celadamente se acumulan las gentes que pierden sus sillas.  ¿Qué cosas, no?

(3) Para poner esta cantidad ($12 millones de dólares) en perspectiva, en aquellos entonces un artesano experto, como un albañil o un carpintero, podría llegar a ganar alrededor de 7 peniques por un día de trabajo, alrededor de 7 centavos de dólar en moneda de hoy (unos 35 pesos chilenos por día).  Indudablemente era una cantidad colosal de dinero.

Entre otros componentes y otras recompensas del Acta de Longitud, se estableció un panel llamado "Ribete Azul", que era un colectividad de magistrados a cargo de juzgar los resultados que se presentasen, al que se le denominó "La Junta de Longitud".  Esta Junta incluía entre sus integrantes renombrados científicos de la época, experimentados Almirantes, y para el infaltable e inerte relleno; algunos funcionarios del gobierno, conocidos en todas partes como sanguijuelas.  Dictado en el Acta de  Longitud, esta autoritaria Junta podía otorgar no solamente los premios prometidos, pero también podía suministrar estímulos económicos para ayudar a inventores algo paupérrimos y a otros más necesitados para incluírlos en el esfuerzo, y así no perder alguna idea promisoria que pudiese ayudar a resolver el formidable problema.  

Una de las obligadas exigencias y como un estricto requisito que cualquier invento, método o técnica tenía que cumplir, era que éstos se deberían probar a bordo de uno de los navíos de Su Majestad; y la travesía determinada como estándar de medida de pruebas, era la marea entre un determinado puerto de Inglaterra y otro puerto en las Indias Occidentales elegidos por los Comisarios de la Junta.  Para pasar la prueba, los nuevos artificios y las técnicas para medir la Longitud deberían arribar a estos señalados puestos  sin perder su Longitud más allá de los límites definidos por el Acta.

La Junta después de que se hizo público el anuncio de las recompensas, comenzó a recibir diariamente una cantidad ingente de propuestas.  Los "inventores" se apiñaban en las puertas del edificio de la Junta para presentar sus trabajos, y para exigir que sus diseños se les revisase en orden de llegada.  La "colas" (hileras, filas) de inventores eran sumamente largas, pero ni parecidas las colas de las JAP (Las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios) de la UP (Unidad Popular) en Chile, un tétrico período de vergüenza nacional en que los funcionarios de gobierno podían robar sin descaro porque tenían "carnet" para ello, y lo que el resto de pueblo podía conseguir a un alto precio de moneda desvaluada, era un kilo de pan añejo por familia después de haber estado esperando a la intemperie en esta "colita" entre cuatro horas y tres días.

La cosa es que la Junta durante sus 100 largos años de existencia, muchas veces estuvo a punto de derrumbarse bajo el peso de esquemas, proyectos, planos, dibujos, bosquejos, croquis de "máquinas de movimiento perpetuo"; y un sinnúmero de compendios, modelos, ideas, borradores, ensayos, planteamientos y muchas otras propuestas que aspiraban desde resolver cuadraturas circulares, pasando por la maquinación de darle sentido linear al valor de pi (π); y terminando con otros tratando de probar que se podía hacer oro (Au79) del plomo (Pb82), aunque estos chirimbólicos intentos y soluciones no tuviesen absolutamente nada que ver con el urgente y apremiante asunto de la Longitud.

Después de haber invertido colectivamente una increíble cantidad de cacumen, los científicos y devotos entusiastas de la Longitud de la era, concluyeron que para poder medir con exactitud, y en base a esto poder contestar la escuchita cuestión de la Longitud, deberían crear o elaborar un artificio(4) más preciso para mantener la medición del tiempo.

(4)  La palabra "reloj" se deriva de las palabras Goidelicas y Proto-Celtas "clagan" y "clocca", que significan "campana".  Se cree que el reloj se desarrolló en Italia alrededor del año de  1500, o quizá un poco antes; y basado en un tipo de dispositivo portátil de cronometraje que ya estaba comercialmente disponible alrededor de 1450.  En cualquier caso, estos relojes eran más inexactos que el pronóstico del tiempo.

Entonces, la idea era el poder mantener los intervalos de tiempo lo más exactamente a bordo de un navío, para después de la marea; compararlos con la hora correcta que se mantenía en los puertos de origen y destino.  El poder comparar la hora local en los puertos de arribo con el cómputo del tiempo de navegación, permitía entonces a los navegantes el  lograr convertir la diferencia de tiempo –o los lapsos de tiempo- y los errores deferenciales de cálculo, en una secesión geográfica llamada: Longitud.  

Considerando de que la mayoría de ustedes saben que el planeta Tierra es aparentemente una esfera de arbitrarios 360° de circunferencia, y que a esta piedrita esferoidal le toma un día entero para girar sobre sí misma con respecto al sol; entonces si dividimos estas 24 horas por los 360°, estos corresponden a 15°.  Esto es, claro está; de que un grado de longitud en tiempo es equivalente a cuatro minutos en cualquier punto del planeta, pero en términos de distancia, un grado en el Ecuador mide 68 km., y en los Polos se reduce a 0 (cero) km.   ¿Qué cosas, no?

Aunque la frenética carrera por conquistar la Longitud seguía delirante, alrededor de 1550  quedaban solo dos serios y pertinaces contendientes por el premio ofrecido.  En un equipo estaba el completo e indiviso estatuto científico de Europa; en el que sus plurales y numerosos científicos estaban enfrascados y ensimismados con un enrevesado y confuso sistema de observaciones y anotaciones estelares al que llamaban "Distancias Lunares", apostillas que usaban para determinar el tiempo transcurrido entre dos puntos, y así poder establecer la Longitud con respecto a la Latitud.

En el otro bando se encontraba un solitario pero audaz paladín de la imaginación de nombre John Harrison Uhrmacher.  Juanito Harrison era un soberbio autodidacta y relojero Bretón.  Harrison proponía un mecanismo horario que mantendría con precisión y puntualidad los lapsos de tiempo transcurridos entre dos puntos del planeta, por remotos y separados que éstos estuviesen.  Ésta era una idea audaz y revolucionaria para aquellos opacos tiempos de descubrimientos accidentales y poca ciencia.  El resto de los contendores habían ido desapareciendo paulatinamente uno a uno, ante la imposibilidad de producir una solución práctica y transferible para desvelar la clandestinidad de la Latitud.

Según los rumores del "Correo de las Brujas", Juanito Harrison tenía dos problemas esenciales de popularidad para con la Junta de Longitud: primero, él era un forastero de Inglaterra y no Italiano; o en el peor caso, Francés.  Segundo, Juanito era un "geek" al que se le consideraba por debajo de la reputación de los "científicos" de la época.  Prueba de esta arbitraria intolerancia social y embargada discriminación esnobista, es que incluso Sir Isaac Newton cuando actuaba como primer Comisionado de la Junta de Longitud, emitió una marginante opinión expresando que el reloj de Harrison nunca sería capaz o competente para mantener la precisión del tiempo a bordo de un buque en movimiento, y menos el poder prestar un beneficio para la tarea de la correcta determinación de la famosa Longitud.  Ésta era la actitud general de aquellas mentes Nibelungas de esos entonces.

A Harrison le importó una "güeva" (vulgi testiculum nervumque chilensis) la opinión de Newton, y siguió trabajando compendiosamente en su relojito mecánico, el que tiempo después demostró sin dejar lugar a dudas, ser el método superior a todos, incluyendo las intituladas selenitas "distancias lunares".  Desafortunadamente y para reafirmar la diferencia clasista, Harrison no poseía una educación formal, y jamás fué un aprendiz o estudiante de relojería; pero anteriormente él había compuesto una serie de maquinillas de intervalos de tiempo (relojes) a los cuales había provisto con una fricción casi inexistente (el principio del movimiento eterno), y sus partes no necesitaban lubricación alguna.  

Harrison no quería utilizar los aceites y grasas lubricantes de la época simplemente porque estos eran susceptibles a cambiar su viscosidad constantemente con los acérrimos cambios de temperatura, lo que inminentemente causaba una gran variación en la velocidad y desplazamiento angulares correlativos del pseudovector cuantitativo de los planos bidimensionales interactivos de los engranajes múltiples y cremalleras diferenciales de sincronización mecánica del ordenador horológico autónomo; haciéndolos altamente inexactos e ineficaces.  En otras palabras un poco menos anamórficas y menos gnósticas: los aceititos no servían. 

Juanito Harrison también decidió astutamente no hacer uso del péndulo porque los relojes de péndulo deberían mantenerse en superficies fijas y sin movimiento y en forma constante  para que pudiesen funcionar apropiadamente, lo que jamás ocurriría a bordo de una embarcación aunque no estuviese navegando.  Otra innovación que introdujo fué el uso de aleaciones y bimetales con las que construyó las partes de su reloj.  Esto obedecía a que Harrison sabía que los metales fácilmente se  expanden cuando se calientan, y se contraen en base a un canon diferente cuando se enfrían. 

La genialidad de esta innovación reside en que Juanito, sabiendo manejar las normas de dilatación y contracción térmica de los metales; combinó en aleación diferentes metales para fabricar los diferentes engranajes y partes de sus reloj de tal modo que cuando uno de los componentes se dilatara o contrajera, uno de éstos contrarrestaba la menor alteración del otro, y con esta causa de efecto mecánico conexo interactivo y recíproco (lo que siempre me hace recordar a Isaac Newton); podía mantener constante la velocidad de su máquina medidora de tiempo.  ¿Qué cosas, no?

Después de una verdadera guerra en contra del establecimiento mental engatusado con la mohína añagaza religiosa, y embetunado con el marcado oscurantismo científico del  período, John Harrison con mucho esfuerzo y gran éxito completó una larga sucesión de experimentos, pruebas y ensayos marítimos a bordo de muchas embarcaciones incluyendo las embarcaciones de la corona, producto de los cuales; sus resultados no podían ser ya  ignorados. 

Esto causó épicas batallas y desgañitadas discusiones argumentativas en el Parlamento, el cual finalmente tuvo que aceptar que los progresos de Harrison eran calificados, y entonces se le recompensó por sus esfuerzos; pero esto ocurrió después de más de 40 años de ácidas reyertas con la sempiterna intriga política, la maledicencia académica generalizada, la inconsciente insidia y encarnada estupidez religiosa, y hasta cierto grado, por la inestabilidad económica reinante.  Esto es simplemente una pequeña muestra de los cordajes y aparejos que formaron parte de la gran intriga de la Longitud.

Para el desmedro de nuestra civilización inteligente, John Harrison nacido en 1693, murió apenas 83(5) años después en 1776, pero no antes de habernos legado quizá el más fabuloso tesoro científico que nos ha servido tan bien: La Longitud.  Lo paradójico de este asuntito de la Longitud, es que solo gracias al reloj de Harrison pudo ser domada y sometida; phanerosis que nos servirá para siempre.  

(5)   ¡John Harrison fué exacto hasta para morirse!  Nació un 24 de Marzo y se murió sin boleto de regreso también  un 24 de Marzo.  Fué un acabado carpintero  autodidacta y luego un increíble Horologista (relojero o quien estudia el tiempo).  Harrison fué nombrado número 39 en una encuesta pública de la BBC en el año 2002 para "Los 100 Británicos más Grandes de la Historia".

John Harrison, gracias al oscurantismo, la ignorancia y nulidad religiosas -como tantos otros; se convirtió en el venerado mártir de los relojeros del planeta entero.  Por largas décadas permaneció postergado por el ciego establecimiento social y religioso, pero tenazmente armado con su clara y férrea obstinación; fué el único individuo en el mundo que buscó y encontró una solución real y configurable al cronometraje destinado a resolver el problema de la Longitud.  Y todo en base a un desnudo relojito que ni siquiera era parte de esta carrera.  ¿Qué cosas, no?

Súbitamente y a raíz de este inocultable, extraordinario y asombroso desarrollo intelectual y politécnico de Harrison, ingentes catervas y tropelísticas profusiones de relojeros de todos los rincones del planeta se dedicaron a emular este aparato horológico de Harrison, y entonces comenzó una nueva y frenética carrera para construír el cronómetro marino.  La persecución por la perfección del cronómetro marino se convirtió rápidamente en una colosal y rentable industria que significó un extraordinario auge económico, bélico y de dominación para los países marítimos.  

La historia y los horologistas son tremendos y ponderados testículos de que el inusitado trabajo de Harrison fué una de las más serias y determinantes causas, y la razón gestora principal del dominio de Inglaterra sobre el mar océano, y por ende; la definitiva constitución de lo que se conoce ahora como el Gran Imperio Británico.

Grandes compañías marítimas mercantes como la "East India Company", poderosas flotas navales de todo el mundo como la "Royal Navy" de Inglaterra, y capitanes de todo tipo de embarcaciones flotantes se arremolinaron como hambrientos enjambres alrededor de las fábricas de estos fabulosos cronómetros marítimos, -y todos sin excepción alguna- pagaban el importe del elevado costo de estas extraordinarias maquinitas de su propio bolsillo, y ninguno se quejaba del costo de su portentosa compra.

La endémica revolución de la navegación había sido desatada en toda su furia por el reloj de Juanito Harrison.  En todas las bitácora navales de las embarcaciones del siglo XVII se encuentran exactas anotaciones de navegación  las que comenzaron velozmente a cambiar la fisonomía de la navegación oceánica.  Las observaciones diarias anotadas en las bitácoras comenzaron a mostrar manifiestas referencias con respecto a las lecturas de Longitud basadas en este nuevo y fantásticamente preciso "cronómetro". 

Tan efectivo fué este aparatito creado por John Harrison, que en el año marítimo de 1791 de Su Majestad, la compañía mercante "East India Company" comenzó a publicar nuevos manuales y tratados oceánicos de navegación para los capitanes de sus navíos, que en sus páginas desglosaban una columna especial para anotar las observaciones de "Longitud por cronómetro".   

Empero, muchos otros capitanes menos astutos o más paupérrimos, continuaron navegando y haciendo sus observaciones argonáuticas basados en las cómicas y desacertadas  "Distancias Lunares".  Estos eran lo únicos giles que todavía se perdían en la tina.  Desde el primer cronómetro marino que inventó Harrison, en 1735 solo había uno en existencia –el de Harrison; pero en 1815, solo 80 años después, había en uso más de 5.000 instrumentos.  Esto es una gran cantidad si se toma en cuenta de que estos instrumentos se fabricaban a mano, y tomaba meses la manufacturación de uno.  Una vez cuando yo era apenas un proyecto de hombre, ví una simulada réplica de este instrumento en el glorioso almacén "Cori".

La practicidad infinita y la total carencia de creencias en magia en la perspectiva y visión de John Harrison se demostró tan fehaciente, irrebatible, e irrefutablemente que desde aquellos tiempos en que se encontraba solo contra el mundo, y además en contra de la insípida política, y contra de las necias y mentecatas corrientes religiosas completamente deshabitadas de razón; todos estos insípidos enemigos se hicieron humo en el aire tan rápido como desaparece un acólito después de recoger el diezmo.

Longitud entonces, es una coordenada geográfica imaginaria que especifica la posición de Este a Oeste de un punto sobre la superficie de la tierra.  Es una medida angular expresada en grados (°), y se denota por la letra Griega Lambda (λ).  Puntos con la misma Longitud se encuentran denominados en líneas imaginarias que van desde el Polo Norte al Polo Sur.  Por una Convención de obscuros orígenes, uno de ellos, el Meridiano que pasa por el Observatorio Real de Greenwich, Inglaterra; establece la posición de cero grados de longitud (0°).

Por otro lado, si la Longitud la hubiesen descubierto los chilenos, ese arbitrario Meridiano Bretón en vez de pasar por Greenwich, sin duda estaría pasando por uno de los lugares más preponderantes del planeta, el que sería el verdadero Meridiano 0, y ciertamente se le habría denominado "El Meridiano de Pelotillehue".

Probablemente usted tenga un inventito nacido de las ideas de Harrison en su "teléfono", el que usa para no perderse en las junglas metropolitanas única y exclusivamente gracias a la carrera de la Longitud y a la brillante mente de John Harrison.

Persiga ese pequeño y olvidado sueño que nunca persiguió, porque si no lo hace; éste le perseguirá a usted por el resto de su vida.


El Loco

domingo, 3 de octubre de 2010

Semblanza

Estas son algunas de las entrecortadas memorias que asaltaban mi introversión durante las desasosegadas e impacientes vísperas de mi apremiante e inminente evacuación de las Calderas de Pedro Botero.

Hace mucho tiempo ya que dejé atrás, pero no olvidadas, aquellas injustas y arbitrarias tierras que me vieron crecer, y que vieron mi escuálida alma morir de a poco y lentamente mientras luchaba incesante, pero estérilmente por mi libertad. Luchaba por mi libertad intelectual, por mi libertad moral, y por mi libertad de pensamiento y expresión, los cuales tal como mi vapuleado espíritu; se desangraban a manos de la aridez social de aquellos entonces, en donde no había ni esperanza, ni se veía ninguna luz desde el oscuro fondo de la displicente caverna en donde vivíamos hacinados emocionalmente.

Yo quería salvar a cualquier costo mis bestiales y primitivos sueños de la momificación espiritual e intelectual que se enseñoreaba virulenta alrededor de nuestras vidas desorientadas en esa tierra de negación. Y por sobre todo, porque sabía que mi patria estaba dondequiera que morara la Libertad. Siempre creí que había nacido en el lugar erróneo y estaba convencido de que estaba morando en un tiempo extraviado, así que era menester de que encontrara un lugar apropiado para poder sincronizar mis efímeras y libres ideas, y el desacertado forcejeo existencial de mi alma durante aquellos infelices y desdichados tiempos.

Aquellos eran días aciagos y llenos de desaliento en la tierra de la cruda incertidumbre. Quizá aquestos días estaban acentuados por mi lógica inmadurez y mi falta de experiencia en las cosas de la vida; o quizá esos infaustos días eran protervos debidos al desequilibrio de la caterva inconsciente que vivía en esos autocráticos feudos intelectuales y políticos que consumían a nuestra desvalida sociedad. En aquellos negros y nefastos días aprendí dolorosamente cuándo hay que interrumpir la discusión antes de que se transforme en falsedad, y dónde debemos iniciar la encarnizada oposición y la inflexible resistencia para salvaguardar la libertad; y todo esto, en medio de la horda de bueyes hipnotizados con mentalidad de inconsciente manada que corría ciegamente hacia ninguna parte.

Pero, ¿qué sabe un pendejo imberbe de unos 15 años (más o menos) acerca de Libertad? ¿Dónde anduvo deambulando este aprendiz de Hombre que se le enredó en la sensatez este sedicioso concepto? ¿Cómo se invistió de emancipación este proyecto de Ciudadano en frente de todo el mundo, y nadie lo notó? ¿Dónde aprendió a masticar pensamientos este triste bosquejo de Adulto? No lo sabemos, pero sospechamos que el virus de la manumisión lo infectó en algún lugar entre la tiranía y la injusticia, o quizá fué entre el despotismo y los sucios y babosos tentáculos del establecimiento político gubernamental... No lo sabemos... Lo único que puedo asegurar es que ¡si la Libertad tuviese culo, ya se lo abría agarrado!

Quizá los negreros de cerebros que perseguían a la juventud en aquellos días impávidos de equidad fueron quienes despertaron esos irascibles sueños con avidez de libertad, paridos dolorosamente desde ácido y maloliente vientre de la injusticia, o quizá simplemente fué el extranjero y corrosivo hecho de que una nueva raza estaba germinando en medio de este circo hecho de testículos mentales y rancios escrotos emocionales... No lo sabemos... Nunca lo sabremos...

En aquel entonces en esa tierra bruna rodeada de los colosales edificios del desafuero, el frágil kiosco de La Libertad no existía, era etéreo e imperceptible como el amor. Había almacenes abarrotados de caciquismo moderno y grandes tiendas atiborrados de cinismo y mordacidad. Los supermercados preñados de gusanos políticos infestaban esta macilenta ciudad de cloacas, y el putrefacto aire colmado de vapores bastardos de curas y abogados hacían que el aire da la ciudad fuera denso e irrespirable. Hacia el Centro, siempre se veía el humo de las incansables chimeneas de los crematorios que escaldaban incesantemente los afanes de independencia moral de la raza humana. Y no había ningún boliche o kiosco por ningún lado en donde comprar un humilde trocito, o un frugal mendrugo de libertad.

Eran aquellos tristes y nubosos días en que la muerte caminaba a pasos flacos y largos, en que las esperanzas se esfumaban más vertiginosamente que el vapor de nuestros alientos en aquellas erosionadas praderas de la vida en que no crecía ni la esperanza; en donde la juventud ya era vieja y estaba ya tan cansada de vivir sueños ajenos.

Aunque no todos los paisanos de mi generación estaban atrapados en estos lapsos sociales esquizofrénicos, la mayoría de mis congéneres estábamos siendo sepultados vivos en la inmunda bazofia de la sociedad, de la cual sabíamos que el aceptar una injusticia significaba abrir el camino a todas las que seguirían, y estábamos hartos de peregrinar por las negras sendas de iniquidad y esclavitud, así que decidimos atravesar desiertos intransitables e infecundos en pos de aquellos escurridizos pastos verdes, armados con nuestras juventudes, con nuestros indomables espíritus, y con nuestras indeliberadas ideas hambrientas y escuálidos sueños.

Como muchos otros, en cuanto comprendí que obedecer o aceptar leyes injustas y aquellos decálogos falsos y despóticos era contrario a mi dignidad de hombre libre, ninguna tiranía podría dominarme ni contenerme nunca jamás. Y así, me fuí en pos de mi futuro montado en el lomo de mis más salvajes e indomeñables sueños cargados de fantasías reales. Me fuí un poco triste tal vez, pero me fuí decididamente y sin mirar atrás. A pesar de mi verde edad, yo sabía que el precio de la libertad me costaría mucho más, y que su importe sería mucho más alto y costoso que soportar el peso de la tiranía. Pero yo tenía a mis sueños de mi lado, y además estaba irremediablemente condenado a ser libre porque la libertad es genética y espiritualmente heredada. El desenfrenado caos de aquellos días se me identificó claramente como el más evidente síntoma de libertad.

En aquellos perpetuos momentos que arriaban furiosamente las amargas vísperas de mi éxodo, cuando urgentes pensamientos y ansiosas pasiones inundaban mi ser hecho de astrales deseos y de renovados sueños, mientras deambulaba impotente por mi fantasmagórica ciudad en busca de una luz que no existía, yo pensaba así:

"Hoy hace frío en la ciudad. Tal vez hace más frío que ayer. Las calles acordonadas de casas parecen más húmedas, las nubes blancas de respiración son más nítidas que de costumbre y las caras con ojos llorosos de las gentes van precedidas de narices más rojas aún.

Los apesadumbrados baches en el gastado pavimento de las calles están llorosos y no sonríen, y un cansado barro delinea cuidadosamente sus quebrados y ariscos contornos. Los pájaros decidieron no salir hoy a cantar, solo podía escuchar los sordos ladridos de un perro ronco que aullaba detrás de alguna casa perdida en alguna de las frías calles adyacentes.

El cielo está oscuro. Parece que lloverá. Los automóviles corren soñolientos con empañados vidrios y acurrucados pasajeros. Los árboles están silentes y glaciares, como ignorando al día que hoy será sádico y torturará a las terrenas criaturas con gélidos soplos de cortante aliento empapado de cordilleranos ventisqueros. Los individuos corren ciega y atropelladamente a sus oficinas, en cautivas hordas, presas del pánico laboral.

Todo esto acaece vertiginosamente a mi alrededor, pero yo me paro porfiado y desafiante en medio de la bulliciosa y transitada calle porque yo sé darme mi lugar. Pues para algo tengo 16 años… o un poco menos. No soy altanero, pero soy orgulloso. Miro mis manos… están claras y vacías… El frío viento repentinamente arrancó una ardiente lágrima de mi ojo izquierdo porque a mi ojo derecho ya no le quedan lágrimas para derramar. La vida ya las había bebido todas.

Veo unos niños arrastrados por una madre que les lleva atrasados al colegio. Veo un anciano que en un paradero de bus se limpia las arrugadas narices como si su vida dependiese de ello. Veo un semáforo que se entretiene parpadeando entre rojo y verde y con un sutil pestañeo de amarillo. Te distingo claramente entre el ruido… te oigo manifiestamente en lontananza... pero no puedo verte…

Camino ágilmente entre metálicos edificios infestados de balcones que les tienden sus escarchados brazos a palomas que nunca llegan. Las pintadas rejas que rodean las casas del vecindario se lamen el rocío que el sereno les depositó cuidadosamente durante la noche anterior. Llego al parque y las marchitas flores no se molestan en saludarme. No se interesan en salir de su pálido letargo para descubrir un gris día, peor que el de ayer. Las sombrías bancas del parque están húmedas e impasibles. Imposible sentarse en ellas sin sentir una dentellada de agua y hielo en las tibias nalgas que se aprietan desesperadamente al cuerpo para escamotearle un poco de calor a la espalda.

Veo al glauco Carabinero que se pasea enérgica y nerviosamente de un lado a otro entre dos rigurosos árboles, frotándose las manos y mirando hacia una ventana perdida en medio de un largo edificio flaco como la economía, y sucio como la política, y por la cual se asomará esa mucama que luego bajará presurosa, o a comprar la leche, o a comprar el pan. Es lo mismo. Es sólo un pretexto para verse y capturar mutuamente esa indulgente sonrisa que será su cómplice por el resto de ese día. El sucio y maloliente camión de la basura pasa escupiendo fétidos gases de petróleo sin quemar, y repicando sin cesar su histérica y aguda campanilla hiriendo profundamente mis tímpanos como aquella cruel frase de despedida que tú me diste…

Mis pulmones se estremecen y tiritan incongruentes al recibir el aire frío que irrita mi pobre piel. Veo al destartalado “canilla” que pregona sus periódicos casi sin aliento y con bocaronadas de triste vapor con olor a pobreza. La parroquia toca el llamado a la matutina misa, y las viejas con moños beatos entran al templo a pasitos cortos e indecisos arrastrando sus arrugas, como erales al matadero, como los condenados en el corredor de la muerte. Veo al mendaz cura que busca afanosamente un canasto más grande que el de ayer para recaudar el inmerecido diezmo de sus víctimas, mientras se deleita al ver el desfile de mentecatos entrando al templo de las apariencias. Veo un joven bien peinado que corteja a una sonriente muchacha en la puerta de la panadería de don Pablo…

Mis pies y mis manos están helados… mi alma también. Veo gente que corre escondida entre paquetes de regalos y bolsas delatoras llenas de compras, seguidas por unos ojos colmados de complicidad y sonrisas de satisfacción. Tal vez la Noche Buena sea más cálida que el despiadado día que la precede. En medio del parque, hay una empecinada estatua de bronce olvidada por todos, la cabeza pintada blanca de palomas anémicas y gorriones insolentes. Su pedestal, otrora adornado de jacintos nuevos, de alegres lirios y perennes alelíes, ahora con restos de orina de borrachos y de perros vagabundos.

Veo el cerro allá lejos, oculto en cunclillas detrás la espumosa bruma. Sé que en algún lugar por ahí estás tú. Puedo sentirte... Me duelen los pies, y el corazón también. Hemos caminado mucho y no hemos encontrado nada. Mi alma no habla… ha estado desmenuzada por mucho tiempo ya… Sé que estos son mis postreros momentos en esta ciudad de muertas magnolias y de desinfladas quimeras. Tal vez en otro tiempo mis ojos vean lo mismo, pero con otro cristal.

Regresaré a casa con paso cansino y mirando al cielo mientras arrastro mis pies por las calles atiborradas de difuntas y silentes utopías. Llegaré a casa y me dormiré profundamente sobre mi abultado jergón de sueños, y soñaré otra vez contigo un dulce sueño. Ojalá ese sueño trepane mi piel y me grabe en los tejidos con los pasos de las alondras de oro esos lagos profundos de tu infinita y dulce mirada. Esa mirada que enajenó mi aliento y mi sentir el primer día en que te ví.

Mañana será otro día y quizá entonces pueda ver más claramente a través del los empañados cristales de mi trizada alma. Las doce han dado, y sereno..."

Desde entonces y desde que llegué aquí a esta tierra forastera, he sido capaz de ponerle a mi trizada alma de antaño algunos parches emocionales, algunas cataplasmas morales, y algunos emplastos de amor y paciencia, y le he hecho algunos remiendos variados por aquí y por allá, composturas que la han mantenido en una pieza, y que le han permitido vivir el sueño que salí a buscar temerariamente en un instante de fulminante decisión hace algunos siglos atrás.

Desde entonces he vivido más de mil años y he vivido mi vida más de mil veces. La escurridiza libertad que buscaba a oscuras y a tropezones en mis años mozos, y que encontré de sopetón al hacer un viraje inesperado en una de las muchas ciegas esquinas del destino, fué mucho más de lo que creía que era y mucho más de lo que esperaba encontrar.

Desde entonces, he aprendido a ver la belleza en lo grotesco, la alegría en lo triste, la risa en el llanto, el triunfo en la derrota, la paz en el desasosiego, el amor en el odio; y lo más importante es que he aprendido a distinguirme a mí mismo entre la turba amorfa y el enjambre multitudinario, y ahora puedo levantar mi cabeza por sobre la marea de mediocridad y mezquindad, mientras que el mundo se revuelve en un torbellino de afanados y precipitados giros que rotan maquinalmente cada vez más rápido.

Desde entonces todo esto acaece vertiginosamente a mi alrededor, pero yo me paro porfiado y desafiante en medio de la bulliciosa vida porque yo sé darme mi lugar. Pues para algo tengo ahora más de 16 años… más de 16 ahora... No soy altanero, pero sigo siendo orgulloso. Miro mis manos… siguen estando claras, pero no vacías… El frío viento ahora puede arrancarme ardientes lágrimas en tropel de ambos ojos y dárselas a la sedienta vida que nunca apagará su sed, pero que ahora no podrá bebérmelas todas.

Sueña, porque tus sueños te darán la libertad, y porque las cadenas solo pueden atarte las manos, son tus sueños los que te liberarán. Sueña hermano, porque la libertad como principio no tiene valor alguno, el verdadero valor de la libertad está en la búsqueda de ella y en los logros que ésta te trae.

Sueña hermano porque el amor más grande de tu vida lo forjarás en los colores de la bandera de la libertad. Sueña hermano porque la única forma de sustentar tus sueños y sostener tu libertad, es el estar siempre dispuesto a morir por ellos; y nunca jamás olvides que la libertad solo existe en la tierra de los sueños.

Ven, te invito a soñar la libertad.

El Loco