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miércoles, 1 de abril de 2020

Villa Las Estrellas


Ubi 'dies*

Escribo este artículo durante el aislamiento forzado y en cuarentena, cortesía del nuevo Coronavirus, del que hasta la fecha no tenemos la más peregrina idea de cómo se originó.  Las presunciones, hipótesis, cábalas y teorías de conspiración abundan como los dedos que apuntan en una diversidad de direcciones para encontrar un culpable.  Por ahora tengo suficiente papel higiénico, el que al parecer; es el artículo de más importancia y valor estratégico al que el público norteamericano le ha dado el valor más alto.  ¿Qué cosas, no? 

Nota: Traté de convencer a mi querida suegra de que se metiera en una jaula para gorilas que tengo en el patio de atrás por su propia seguridad, y por el tiempo necesario hasta que pasase el peligro del Coronavirus, pero ella se rehusó.  Esto prueba que un yerno, a pesar de que tenga las mejores intenciones del universo, no tiene credibilidad con su suegra.  ¡Lamentable!

Exemplum*

Mientras buscaba unos documentos que llevaban archivados por alrededor de unos 50 años, me encontré con unas fotografías que me sorprendieron porque ni me acordaba de ellas.  Al encontrarlas, las comencé a mirar y me olvidé completamente de los documentos que estaba buscando porque quedé completamente absorto, ensimismado y meditabundo con este fortuito, pero agradable encuentro.  Antiguas memorias despertaron súbitamente a la luz de estas imágenes impresas en papel brillante, las que me llevaron a aquellos lejanos parajes del recuerdo, los que solo existen en una enraizada imaginación antigua y diplomática*.

Las fotografías estaban en bastante buen estado a pesar de su edad, y por supuesto, eran en blanco y negro.  Me alegro de tener estas innatas tendencias escrinarias* porque a veces los recuerdos solo reviven en su plenitud con el tropismo* de un objeto físico, en este caso; estas priscánicas* y surtidas efigies.

Villa Las Estrellas

Una de las fotos es de la Villa Las Estrellas.  La Villa Las Estrellas es un remoto y aislado (remoto y aislado como lo estoy ahora) asentamiento chileno ubicado en el continente Antártico.  Esta pequeña y pintoresca villa es similar a cualquier otro pueblo pequeño y lejano como el Cabo San Pío, con su microsomatous* pabellón de ejercicio, una absurda y parvipotente* cartuja religiosa, una escuelilla y un boliche de souvenirs entre otros establecimientos liliputienses.  Este asentamiento es uno de un total de dos villas residenciales establecidas en la Antártica (la otra es la Base Esperanza de Argentina).  Por lo menos lo era así en aquel tiempo.  La mayoría de la población de la zona consiste en avanzadas de investigación anidadas por científicos y politécnicos.  Toma alrededor de quince minutos recorrer la villa.  La belleza de este lugar es absoluta e inversamente proporcional a su tamaño. 

Otras oficinas contenidas en este pobladito son la Oficina de Registro e Identificación del Servicio Civil de Chile, la que ejecuta todas las responsabilidades inherentes a este puesto.
Hay una oficinita postal de Correos de Chile con un solo estafeta que la trabaja en Verano.  Durante el resto del año, es maniobrada por el comando de la base aérea-naval-militar.  Este buzón antártico recibe todo su correo desde la austral ciudad de Punta Arenas, y es el centro de distribución postal de toda la correspondencia dirigida a cualquier instalación chilena en la Antártida. 

Este pequeño y remoto puesto también les proporciona servicios a algunas otras instalaciones extranjeras.  Hay también una miríada de otros servicios disponibles para esta comunidad que no tiene nada que envidiarle a tierra firme, como por ejemplo; el tráfico automovilístico.  ¿Qué cosas, no?

Esta estación de investigación (Villa Las Estrellas) está situada en la Isla Rey Jorge dentro del reclamo antártico chileno, el territorio antártico chileno y también dentro de los reclamos antárticos argentino y británico.  El gobierno de Chile considera que se encuentra en la Comuna Antártica de la Provincia Antártica Chilena, Magallanes y la Región Antártica Chilena. 

Establecida el 9 de Abril de 1984 (la misma semana en que las tropas chinas invaden Vietnam) en la base aérea-naval-militar Presidente Eduardo Frei Montalva, es el asentamiento civil de más tamaño en la Antártida.  Su población durante el Verano es de alrededor de unas 150 personas, y durante el Invierno, mantiene unos 80 inquilinos, eso es; cuando no hay nadie de vacaciones.  La Villa Las Estrellas está incrustada en el distrito de censo nominado: “Piloto Pardo”.

Periplus*

Hoy en día se puede arribar a la Antártica usando una variedad de rutas diferentes.  Hay solo dos maneras con las que estoy familiarizado.  Una es, primero trasladarse a la meridional ciudad de Ushuaia en la República Argentina, y luego iniciar una jornada de aproximadamente dos días (dependiendo de las condiciones meteorológicas) en una embarcación marítima la cual cruza el Mar de Drake, también conocido como Paso de Drake y Mar de Hoces, en dirección al Círculo Antártico; y desde allí; derecho hacia la blanca y gélida Antártida.

La otra manera de arribar al blanco continente es vía la embarcación de transporte naval “Piloto Pardo”.

Y aún otra forma de llegar allá es en avión, pero esto es para los enclenques de carácter quienes sufren de somatastenia* y resistencia moral.  Estas otras formas de arribo me importan un coco.  Usted no puede llegar allá en su vehículo aunque tenga 4-Wheel Drive y no me importa si su vehículo tiene 4-Wheel Drive u 8-Wheel Drive, ni tampoco los trenes llegan a estos lares.   

El “Piloto Pardo”

Forzosamente tengo que referirme a esta magnífica y valiente embarcación en la que mi ausente padre navegó tantas veces rumbo al Polo Sur.  Mi hermano Francisco Javier también marcó sus decisivas, fundamentales y navales huellas en la cubierta de este barco y luego en las inhospitalarias pero hermosas regiones Antárticas.

El “Piloto Pardo” fué construído a pedido del Gobierno Chileno para la Armada de Chile por las hacendosas manos de los trabajadores de la maestranza Haarlemsche Scheepsbouw Maatschappij ("Compañía Constructora de Barcos Haarlem ") localizada en de Haarlem, en los Países Bajos.  La embarcación se bautizó el 11 de Junio de 1958, y se puso al servicio de la Armada de Chile con fecha Martes, 7 de Abril de 1959, el mismo año en que Fulgencio Batista, el dictador cubano apretó cachete apuradamente de la isla de Cuba, y el mismo año en que el Estado de Alaska fué admitido como el Estado número 49 de la Unión.  

El “Piloto Pardo” fué construído bajo especificaciones concretamente determinadas para su servicio a las bases científicas establecidas en el Territorio Antártico Chileno.  Esta orgullosa y recia nave mide 83 metros de eslora total y 11.9 metros de manga, con un tonelaje bruto de más de 2,000 toneladas métricas, y un calado de 4.6 metros.  Posee un casco reforzado para impacto con hielo diseñado especialmente para la ardua y peligrosa navegación polar, y un poderoso motor que ronronea como tigre en celo.

Nota del Autor: Es necesario este tipo de embarcaciones para navegar las aguas polares porque en la piragüa de Guillermo Cubillos es imposible hacerlo.

El Nombre

Este bastimento fué bautizado como “Piloto Pardo” en honor y memoria de Luis Antonio Pardo Villalón, el Teniente Mayor y Capitán del carguero y remolcador “Yelcho”.  Luis Pardo y su tripulación rescataron a los hombres varados de la Expedición de Resistencia de Sir Ernest Shackleton en la Isla Elefante, Antártida, en Agosto de 1916.

El Épico Rescate

Después del dramático viaje de la inepta chalupa “James Caird”, Ernest Shackleton intentó y fracasó tres veces en rescatar a la tripulación abandonada en la Isla Elefante.  Tres otros barcos intentaron rescates: el “Southern Sky” de la compañía ballenera English Whaling, el “Instituto de Pesca N ° 1” del Gobierno de Uruguay, y el “Emma”, una embarcación  financiada por el Club Británico de la ciudad de Punta Arenas, pero éstos jamás llegaron a destino a la Isla Elefante.

Ante la inhabilidad y urgencia de producir un rescate frente a los constantes fracasos,  en el mes de Julio de 1916, el “Yelcho” fué autorizado por el presidente de Chile, Don Juan Luis Sanfuentes Andonaegui, para escoltar y remolcar al “Emma” en un lugar a unos 320 kilómetros al sur del Cabo de Hornos, pero este tercer intento tampoco fructificó.

En el claro amanecer del 7 de Agosto de 1916, se ordenó al “Yelcho” bajo el mando del Capitán Luis Pardo, a dirigirse a Puerto Stanley para atoar al “Emma” y a los exploradores británicos de regreso a Punta Arenas.  Este fué el cuarto intento.  ¡Estas heroicas historias me erizan los pelos de la nuca!

El gobierno chileno ofreció el “Yelcho” para el rescate a pesar de esta embarcación no estaba bajo ningún punto de vista en condiciones de operar en aguas antárticas.  Estas estúpidas y ridículas decisiones son típicas de políticos mentalmente disturbados con necios esfínteres mentales sin posibilidades de morioplastía*, las que hacen eco con las de aquellos abogados deshonestos y los indecibles frailes degenerados.  La decisión fué indudablemente una hebetudez* y fué atronada, pero afortunadamente trascendió en un resultado positivo.   Esto prueba que los unasinous*  dioses protegen al imbécil natural.

Con un heroísmo épico y una audacia epopéyica, sin radio para comunicarse, sin un sistema de calefacción adecuado, sin iluminación eléctrica y sin un apropiado doble casco, el pequeño titán tuvo que cruzar más de 800 peligrosísimos kilómetros náuticos con que el Pasaje de Drake nos agasaja salvajemente durante el brumal* invierno antártico.

El 25 de Agosto de 1916 a las 00:15 horas El “Yelcho” navegó rumbo a la Isla Elefante con 22 hombres bajo el mando de Pardo, llevando a los británicos Shackleton, Frank Worsley y Tom Crean.  Después de atravesar las complejas mareas y canales del lado Oeste de Tierra del Fuego, el laborioso “Yelcho” se encaminó hacia el Canal Beagle.

Dos días después de una sacudida marea, el día 27 a las 11:15 horas el “Yelcho” ancló en la isla chilena Picton, donde cargó 300 sacos de carbón de la Estación Naval de Puerto Banner hasta que hubo un total de 72 toneladas estibadas en el barco.  El proceso de embarque se completó en solo 12 horas y el 28 de Agosto a las 3:30 horas, levó anclas y zarpó en dirección a Isla Elefante.  A 97 kilómetros al sur de Cabo de Hornos, el puesto de vigía advirtió los primeros icebergs danzando en las frígidas aguas saladas.

A las 11:40 de la mañana del 30 de Agosto, la niebla se disipó y se pudo distinguir el campamento en la Isla Elefante.  El “Yelcho” fondeó de inmediato en la bahía.  En menos de una hora y con dos vigorosos viajes en una pequeña chalupa, todos los miembros de la Isla Elefante estaban a salvo a bordo del “Yelcho”, el que navegó raudo y pensante de vuelta a Punta Arenas.

Nota: El cabo fué llamado “Punta Baliza” por Roberto Araya y Francisco Hervé, geólogos de la Universidad de Chile en 1966.  Más tarde fué llamado “Punta Elefante” por la Expedición Antártica Argentina en referencia al elefante marino (Mirounga leonina), y en relación a la Zona Antártica Especialmente Protegida denominada ZAEP 132 Península Potter, Isla Rey Jorge (25 de mayo), Islas Shetland del Sur.  La ZAEP 132 se extiende desde el sur de la punta Elefante hasta la saliente rocosa denominada Peñón 7, abarcando 2,17 km² de la península Potter. Recuerde que los argentinos son extremadamente peligrosos dibujando mapas.  Nunca consultan con Condorito o Patoruzito.

Corolarios

Después de la peligrosa pero exitosa misión de rescate de 1916, el nombre de “Yelcho” se le dió a las calles y barcos de Chile, particularmente a través de la costa más meridional de Chile, en Puerto Williams, y es allí donde la proa del “Yelcho” se ha conservado y se exhibe prominentemente como un tributo al Capitán y su tripulación.

El 27 de Enero de 1945, mientras las tropas soviéticas liberaban sistemáticamente los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau en Polonia; el cumplido “Yelcho” fué dado de baja y utilizado como licitación en la Escuela de Suboficiales de la Armada de Chile. El 27 de Enero de 1958, el “Yelcho” se retiró por decreto 190 y en 1962 se vendió a ASMAR según los términos de la Ley 14.564 (5 de Mayo de 1954) por $300,000 Pesos chilenos.  Triste, muy triste...

En cuanto al “Piloto Pardo”, éste fué dado de baja y desmantelado en Enero de 1997, no antes de efectuar muchos viajes a la Antártida.  Después de esto y en sus años de plata, fué a servir otros propósitos menos temerarios.

No me he olvidado de la Villa Las Estrellas...

Villa Las Estrellas ofrece una jornada inmortal y memorias imperecederas para el que la visita.  Es simplemente mágico estar en uno de los puntos más lejanos y escondidos del planeta, en el continente más frío del universo que conocemos, el de más altura, el de más vertiginosos y gélidos vientos, y a pesar de la inmensa cantidad de hielo y nieve; el lugar más seco y probablemente el menos poblado del globo terráqueo.  

La Antártida es un continente que ha sido completamente hundido por el hielo, esto no solo ha dado forma a su única topografía, sino que también ha influído en su evolución geopolítica.  Este semi pucelágico* lugar es uno de los más insólitos parajes del planeta el que ahora se ha convertido en una importante reserva de la biósfera.  Su sublime belleza contrasta con sus intensas y descomunales condiciones climáticas extremas, y convierten a Villa Las Estrella en un destino idiocrásico*, infrecuente e hipnotizador para aquellos privilegiados que logran visitar las estupendas comarcas del fin del mundo, para aquellos quienes osadamente cruzaran el dintel de entrada al gran Continente Blanco desde la Isla Rey Jorge.

Si vá a visitar, lleve ropa abrigadora, bototos, calcetas gruesas, calzoncillos largos y camiseta de manga larga, todo de algodón; lentes para el sol, bálsamo protector de labios, bocadillos, guantes apropiados, chaquetas impermeables, un gorro grueso que le cubra las orejas para evitar “sabañones”; y una larga y suave bufanda de alpaca como aquellas que le tejía su abuelita.  Esto es necesario para un lugar a casi 1.000 glaciales kilómetros al sur de Punta Arenas.  (No es necesario que las mujeres lleven pañitos personales -o tampones de güaipe.  ¿Qué cosas, no?

Escolión*

Güaipe o Huaipe.  Este es sin duda alguna uno de los vocablos indígenas post-chileno-mapudunguísticos más curiosos que conozco.  La expresión nació en el glorioso puerto de San Antonio hace ya innumerables años. 

Durante el esplendor del salitre, Chile comenzó a progresar económicamente y a mejorar el estilo de vida de la clase alta, y como es costumbre; cuando la habilidad pecuniaria se eleva, el Homo Chilensis se torna un poco más pretencioso y derrochador.  Entonces comenzaron a importar lujo desde Europa y Norte América.  Una gran cantidad de barcos arribaban a las cariñosas riberas de este largo y flacucho país con un surtido de mercancías de arte y vidriería muy dispendiosa. 

Para evitar el daño a los artículos durante la travesía oceánica, estas mercaderías se guarnecían en sus cajones con tozos de trapo, jirones de paño viejo y misceláneos retazos de lana, y desechos y restos de hilos de mercería, menesteres que tenían el desempeño de amortiguar la frágil carga.  Después de calar y descargar, al abrir los baúles, los estibadores se tropezaban con este rimero de guiñapos.  Entones, astutos como “el roto chileno”, los estibadores los aprovechaban como traperos o para hacerle mantención y limpieza a su maquinaria. 

El curioso nombre de estos despojos se comenzó a usar como término porque los marinos gringos llamaban a estos trapos viejos “wipes”, lo que significa en Inglés “toallitas”.  Entonces como todo error lingüístico, esta locución fonética pasó a ser “palabra” en su propio derecho: “Güaipe”.  De aquí se deriva el ramplón término: “¡más vulgar que un Tampax de güaipe!”.

¡Qué experiencia! 

Villa Las Estrella es naturalmente un lugar criogénico.  Muy frío.  Más helado que nalga de pingüino, especialmente cuando el viento deambula raudo por estas heladas estepas.   Esta villa posee un clima hiperbóreo, por lo que los turistas veraniegos experimentan temperaturas que arduamente superan los 0° Celsius en los días más tibios, mientras que los turistas psicrofílicos* invernales prueban unas máximas temperaturas que raramente superan los -40° Celsius cuando el sol esta alto y curioso en nuestra bóveda celeste.  El Invierno aquí, es una fría novia.

Durante la temporada estival, los cielos jamás se ensombrecen en su totalidad, ni se ennegrecen con las etéreas sombras del cosmos.  La luz solar es omnipotente durante el Verano, por lo que a las supuestas noches, les llamamos “noches blancas”.  En contraste, durante la temporada hibernácula* es cuando la soliterránea* luz de Inti* solamente se revela a lo más, unas 4 a 5 horas al día.  Por lo tanto, si usted está en su sano juicio, visite Villa Las Estrellas en Verano.  Ésta temporada es sin duda alguna la más benévola para explorar esta abditiva* zónula* empotrada en las áureas latitudes del continente blanco.

Si usted visita Villa Las Estrellas en Magallanes, su repositorio de memorias se enriquecerá con vistas únicas y tal vez inalcanzables en el futuro, con ebullentes vistas de poderosas ballenas y galantes pingüinos, una gran cantidad de hermosas aves marinas, la indeleble experiencia de atingir* la vida humana en la Antártica, alojarse en la “Estrella Polar” y comprobar que usted es uno de los poquísimos seres humanos que ha puesto su suave planta -aunque temporalmente-, en una contemporánea Edad del Hielo.  ¡Buena suerte Ötzi!

Para que quede gabelado* en el récord del conocimiento humano, Ötzi también es llamado el Hombre de Hielo, el Hombre Similaun, el Hombre de Hauslabjoch, el Hombre de Hielo Tirolés y la momia de Hauslabjoch.  Esta última “vivió” entre los años 3400 y 3100 antes de la Era Común (AEC) quien nos ha ofrecido una visión extraordinaria acerca de los europeos calcolíticos.  El período calcolítico es el período comprendido entre los períodos Neolítico y la Edad de Bronce, pero estoy seguro de que usted ya sabía esto.

Obvención*

A pesar de las inhóspitas comarcas en que se encuentra enclavada la Villa Las Estrellas, hay ciertamente claras ventajas comparadas con vivir en una selva de cemento como en la que vive usted en este momento tragando “Smog”.

Por ejemplo, en esta helada villa no hay crimen, ni hay tráfico, no hay “colas” en ninguna parte,  no hay “pacos” dando “partes”, no hay movilización pública contaminante ni tarifas de Metro que crean caos político y social, no hay religiosos pedófilos, abogados deshonestos ni políticos moralmente maricones, no hay lugares abarrotados de gente, no hay vagabundos ni individuos sin-casa porque no hay puentes donde puedan vivir,  no hay basura (incluyendo políticos, abogados y frailes), no hay problemas de inmigración, nadie reclama que no tiene mar, y en el departamento de música de su magisterial escuelita tienen flautas y no “flaites”. 

Lo mejor de todo es quizá que los cheques de pago pueden ser mucho más altos que en el continente chileno, especialmente más altos que el suyo (alrededor de un 120% más altos).  No se ponga envidioso.  Además, los pingüinos son civilizados y muy bellos con sus colas largas, brillantes picos anaranjados y blancas estrías ornamentales entre los ojos.  Caminan con garbo, y a veces cuando conversan pueden ser un poco bulliciosos, pero es lo que hay.

Otra cosa: a pesar de que la vida allí no es frenética, es muy activa y social; pero es más tranquila que la conciencia de mi abuelito Víctor.  No tienen “redes sociales” como usted, ellos usan sus redes para pescar.  Ellos conversan entre ellos y tienen contacto humano social sano y verdadero, no como usted que tiene todos sus amigos con nombres raros en internet, y probablemente no conoce a ninguno de ellos.  ¡Lo mejor de todo es que no hay milenials en esta aldehuelita!

La mayoría de los residentes que viven allí son parientes y familiares del contingente militar, así que no hay copucheo ni pelambres, y milagrosamente, ¡no hay ni una suegra!  Como usted puede apreciar, la organización es fantástica y sin paralelo.  Igual que en su país...  El dólar está disponible.

Caviat: Para calificar como residente y trasladarse a la villa, hay un estricto concurso nacional mas difícil que pellizcarle el poto a un ánima, así que no se haga muchas ilusiones.

Como usted puede ver, la vida en la Villa Las Estrellas es bastante más saludable que la vida que usted lleva en su ciudad, ¿verdad?  Si no está convencido, simplemente mire hacia afuera por alguna de sus ventanas, lea un diario, vea la tele, o escuche la radio si todavía tiene una, y dígame honestamente cuán idílica es su ciudad.  Si usted piensa y cree que la calidad de vida en su ciudad es mejor, quédese en ella, si nó; véngase a Villa Las Estrellas.

Nota: La palabra honestidad se escribe con hache (H) porque la hache es muda y a veces es mejor no decir nada y quedarse mudo antes de decir verdades que son dolorosas.  Me lo dijo Adela...

Bueno, me acordé

Acerca de los documentos que estaba buscando al principio de la historia, se trataban de documentos que guardaba desde aquellos tiempos de mi juventud y que traje conmigo a mi país.  Los documento en sí no tienen ninguna importancia para nadie, excepto para mí, pero lo que le he contado en este multitemático escrito, espero que le guste.  ¿Qué cosas, no?


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Et sub Glossarium Glossarium – (Cum amore legentibus)
Abditivo – Remoto, secreto, escondido
Atingente – conmovedor
Brumal - De, cómo, o perteneciente al invierno
Diplomática – Ciencia de descifrar escritos y textos antiguos
Escolión - Anotación a un argumento escrito en margen
Escriniario - Guardián de archivos; archivista
Exemplum – Cuento o anécdota con una moraleja
Gabela - Gravámen, impuesto
Hebetud – Estupidez
Hibernácula - Referente al Invierno
Idiocrasis - Peculiaridad intrínseca o característica única
Inti - Dios del sol y deidad patrona del imperio inca
Microsomático - Tener un cuerpo pequeño
Morioplastía - Restauración de partes perdidas del cuerpo
Obvención - Cualquier ocurrencia incidental o ventaja
Parvipotente – Tener poco poder
Periplo – Un viaje o un viaje alrededor de algo
Priscan  Antiguo; de los primeros tiempos
Psycrofílico – Quien prospera en temperaturas frías
Pucelágico – Relativo a la virginidad
Soliterráneo - de, cómo, o perteneciente al efecto conjunto del sol y la tierra
Somatastenia – Debilidad del cuerpo
Tropismo – Tendencia a reaccionar a estímulos de una manera específica
Ubi 'dies, ubicidad – Paradero del tiempo, paradero
Unasinous – Siendo igualmente estúpido
Zónula – Zona pequeña
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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 



El Loco

jueves, 1 de octubre de 2015

El Chepe

"El Chepe" es un tren de pasajeros que se desplaza desde el Estado de Chihuahua en México, hasta el puerto de Topolobampo al borde del océano Pacífico al otro lado del continente; también en México.  Sus rieles pasan por más de 37 puentes y 86 túneles, encaramándose tan alto como 2,400 metros sobre el nivel del mar -esto cerca de la parada "Divisadero" que marca la división continental y que es un mirador popular en el Cañón del Cobre.  Cada viaje de punta a punta toma aproximadamente 16 horas, unos cinco días si uno hace las paradas de rigor.  Una cosa curiosa es que la via férrea a veces cruza sobre sí misma para ganar altura.

Le llaman "el Chepe", lo que es una articulación fonética de la marca representativa del ferrocarril: Ferrocarril CHP (CH=che, P=pe), y CHP es para indicar Chihuahua-Pacífico.  El nombre completo del tren es: Ferrocarril Chihuahua al Pacífico.  Durante la Revolución Mexicana, a lo que ahora es El Chepe se le conocía como el "Tren de la Revolución".  ¿Qué cosas, no?   

El moderno tren Chepe fué construído en el año 1961, y hoy en día es el único tren de pasajeros en México y la única conexión terrestre entre las ciudades de Chihuahua en el Estado de Chihuahua y Los Mochis, en el Estado de Sinaloa.  Es una inolvidable experiencia pues en su largo recorrido por la Sierra Madre Oriental y las Barrancas del Cobre permiten admirar paisajes realmente espectaculares e inolvidables.

Desde su arranque, el Chepe se interna entre los majestuosos paisajes de la Sierra Tarahumara, el extenso territorio donde se conjugan los rasgos más importantes de la historia y el folklore de la cultura Tarahumara, la cultura Rarámuri, y las Barrancas del Cobre o Copper Canyon, como es conocido internacionalmente.  El Chepe sale todos los días del año de la estación de Chihuahua hacia Los Mochis, y de Los Mochis de regreso a Chihuahua a las 6:00 AM, terminado su ruta aproximadamente a las 21:00 horas durante la cual hace escala en los principales puntos turísticos de la ruta.


En el año 2006 mi familia y yo visitamos Chihuahua por un asunto de negocios mío, pero también era un viaje de vacaciones.  Hacían parte de mi comitiva mi esposa, mis tres hijos y los padres de mi esposa.  Allí encontramos al Chepe, y decidimos tomar esta ruta ferroviaria y aventurarnos anhelosos en los confines de los majestuosos paisajes de las Barrancas del Cobre, donde viven los indígenas Tarahumara y Rarámuri.  El tren era cómodo: coches comedor, coche bar y coches de pasajeros con asientos reclinables, aire acondicionado y calefacción, y además con servicio de alimentos y bebidas.


Es poco sabido, pero las Barrancas del Cobre o el "Cañón del Cobre" como se le conoce mejor internacionalmente, es cuatro veces más grande que el Cañón del Colorado en Arizona, USA.  A éste se le llama Cañón del Colorado porque el río Colorado (por su color arcilloso) lo talló durante los últimos 40 millones de años hasta lo que es ahora.  Nuestro interesante viaje en el Chepe nos llevó por uno de los recorridos más entretenidos y más espectaculares que he visto a lo largo de mi atolondrada y aventurera existencia humana.

La cosa es que nos levantamos antes de las 3:00 AM para viajar a la estación a alcanzar el tren.  Estábamos pernoctando en un rancho que le pertenece a un amigo mío que es uno de los descendientes directos de José Doroteo Arango Arámbula; alias  Pancho Villa, a unos 70 kilómetros de la ciudad de Chihuahua.  Después de más de una hora de viaje bandeando el costado del desierto de Chihuahua y haciéndole el quite a los borrachos que conducían camionetas destartaladas zigzagueando por la ruta, llegamos sanos y salvos a Chihuahua, y a la estación del tren.  Nuestro amigo nos apeó en la estación junto con nuestros bártulos.

Yo ya tenía los boletos para el viaje, pero me acerqué a la ventanilla para confirmarlos.  Una vez hecho esto, nos hicieron pasar al andén.  Y ahí estaba el Chepe.  Su locomotora y sus coloridos carros estaban sentados silenciosamente sobre los negros rieles.  En el andén había un surtido maremágnum de disímiles pasajeros.  La mayoría de la caterva la constituían indígenas Tarahumara y Rarámuri vestidos en sus coloridos ropajes y sosteniendo sus enseres en zurrones, escarcelas y costales, y las madres acarreando sus retoños en los brazos o cargados a la espalda a modo de mochila.  También había turistas surtidos, la mayoría mexicanos, pero se veían algunos escasos europeos que se distinguían claramente por lo blancos que eran, por los ropajes inauditamente inapropiados para el viaje que llevaban, y por la cara de perdidos por la falta de conocimiento para hablar un lenguaje exquisitamente "mexicano" y más local que el ombligo. 

Entre los pasajeros que esperaban la orden de abordar, en una banca de madera arrimada contra la muralla de la estación, estaba sentado un viejo loco con cara de maldito que nos miraba rencorosamente.  Yo siempre con un ojo avizor para proteger mi familia, ya lo tenía en la mira al viejo éste.  Como muchos mexicanos entienden bastante inglés, con mi quebrado italiano me dirigí a mi suegro (que es italiano) y le dije: "ha il volto di quel vecchio pazzo, tenerci lontano da lui", lo que según yo y mi tarzanesco italiano, significa: "ese viejo tiene cara de loco, mantengámonos alejados de él".  La ley de Murphy probó sin lugar a dudas de que aunque empírica, es efectivamente correcta: el viejo de mierda entendió claramente lo que le dije a mi suegro y apuntándonos con su dedo índice comenzó a vociferar a grito pelado: "¡Facista, facista!".  ¿Éste trasnochado veterano se habrá creído que yo era Benito Mussolini?  ¿Qué cosas, no?

Este viejo chico vestía un terno blanco medio amarillento muy arrugado.  Al parecer, lo había planchado con un repollo.  El terno se veía ajado y deformado, y tenía manchas visibles quizá de antiguas comidas grasosas, las que se habían quedado a vivir en el traje.  Claramente el terno necesitaba un cambio de aceite.  También llevaba escondida debajo de la chaqueta una camisa que en sus orígenes, hubiese podido ser blanca, pero que ahora era de un sospechoso color almendra pálida, casi podrida.  Los zapatos eran de un incierto negro con blanco y no combinaban para nada con la vestimenta.  Al parecer, su vestimenta era el legado de algún gánster con bastante mala suerte.  Los calcetines que envolvían sus ridículos pies eran cerúleos y con esto, uno se podía dar cuenta que su mamá no lo sabía vestir.  Para coronar este "Pierre Cardín" ambulante en desgracia, este hombrecito llevaba un sombrero al estilo Pedro Navaja, también sucio, con marcas de traspiración, y descalabrado por los años de abuso.

No lo sabía aún, pero este viejo chico mal amarrado se convertiría más tarde en una punzante e irritante cefalalgia.

A las seis de la mañana en punto el conductor del tren dió la voz de "¡Todo el mundo a bordo!", y todos los pasajeros esperando abordar comenzaron a subir al tren.  En las puertas de los carros había conductores uniformados revisando los boletos e indicando dónde ir a sentarse.  Una vez que nos conciliamos en los acomodaticios asientos del tren, hubo una corta espera antes de que el penetrante silbato del tren anunciara que dejaba la estación.  Estábamos excitados con el temprano comienzo de esta aventura.  El tren comenzó a desplazarse lentamente por sus arrabios rieles en busca de la salida de Chihuahua.  Los niños y los suegros estaban soñolientos debido temprana madrugada, y se acomodaron en los mullidos sillones y se durmieron plácidamente mientras que el tren nos farfullaba al oído con el sordo paso de sus zapatos de acero: "tacá-tacá (pausa), tacá-tacá, (pausa), tacá-tacá (pausa) ..." y así,  lenta pero seguramente fué dejando en lontananza a la histórica ciudad de Chihuahua, nombre que en el lenguaje Nahuatal significa: "entre dos aguas", aunque en la lengua Tarahumara significa: "lugar seco y arenoso".

No sé cuánto tiempo pasó, pero de pronto apareció el conductor en su impecable uniforme oscuro y con su negro quepís adornado con el logo del tren, para validar los boletos.  Los niños y los suegros continuaban durmiendo a pesar de los lentos pero bruscos bamboleos que daba el tren.  Los boletos parecía una guía turística más que boleto.  Tenían una lista y un horario de todas las paradas, indicaciones sobre hitos y mojones a lo largo de la ruta, y donde uno podía bajarse a visitar, y tomar el próximo tren para continuar a la siguiente parada.  Es como el metro, pero sin el olor a sobaco y a meado.  El conductor le propinaba un hoyo al boleto en el lugar correspondiente con su perforadora manual, la que llevaba convenientemente amarrada a un cordelito alrededor de su cuello.

El tren ya había salido de los límites de la ciudad de Chihuahua y había aumentado su velocidad.  El "tacá-tacá (pausa), tacá-tacá, (pausa), tacá-tacá (pausa)..." era ahora más rápido y más estrepitoso, y los tumbos; más robustos.  Para mi intranquilidad, noté que el enjuto viejo chico vestido de un umbroso blanco estaba sentado al final de nuestro vagón, y que nos miraba incesantemente apuntándonos con el dedo índice.  No le hice mucho caso, y me integré a los bellos durmientes mientras que mi esposa seguía leyendo una de las inagotables guías turísticas que acarreaba en una bolsa hecha de fibra de agave; y entre los tacá-tacás y los secos tumbos, me dormí sin oneirodinias.

Poco tiempo había pasado cuando me despertó la alabarda de los pasajeros que se apuraban en ir al carro-comedor que había abierto sus puertas para el desayuno.  Debería haber sido como a eso de las siete de la mañana, pero me importaba un coco porque no estaba ni apurado, ni en horario.  Cuando miro los números de cualquier reloj, siempre me acuerdo de que el número 30 está envidioso del número 3, porque si el 30 fuese "sincero", sería como el tres...  Despertamos a la familia, y nos dirigimos a calmar nuestros jugos gástricos al carro comedor.  Cuando nos dirigíamos al carro-comedor, pasamos enfrente del seco viejo chico que estaba dormido desparramadamente en su asiento.

El carro-comedor no estaba muy congestionado y había espacio de sobra para todos.  Nos sentamos en una gran mesa y comenzamos a explorar el Menú.  El Menú no era extenso, pero contenía manjares de desconocidos nombres y de los que no tenía la más emigrada idea de lo que eran; y se listaban otras viandas que sonaban a vetandas.  Como mi familia y yo somos sumamente osados y resueltos, pedimos valientemente al azar en esta audaz "Ruleta Rusa de la Manducatoria Mexicana".  Ordenamos diferentes platillos y todos resultaron ser unos delicados manjares dignos del sensorial paladar y las sensuales papilas gustativas de Bacchus (Baco).

Mientras terminábamos de desayunar, yo estaba en la segunda taza de café cuando de pronto, por la puerta de del carro-comedor; apareció el vejete con su pálida cara.  Traía el sombrero en la mano, y su cenceña cabeza exponía unos patéticos pelos grises largos y grasientos a modo de peinado sin ninguna personalidad.  Apenas entró al carro-comedor nos vió y dirigiéndose hacia donde estábamos y apuntándome con el dedo me gritó: "¡Facista, facista!".  Uno de los meseros se dio cuenta de esto, y se llevó al viejujo de un brazo hasta el fondo del carro donde lo sentó en una mesa aislada.  Desde allí nos miraba sin decir palabra. 

Esa mañana como a las 8:30, llegamos a nuestra primera parada: Cuauhtémoc.  En el poblado de Cuauhtémoc se encuentra la comunidad menonita más numerosa del mundo.  Los menonitas son una rama pacifista y trinitaria anabaptista, la que es otra de las incontables ramas sueltas del autodenominado cristianismo.  El nombre de este pueblito, Cuauhtémoc; se deriva del último Emperador Azteca que rigió Tenochtitlán (La Triple Alianza) desde el año de Su Majestad de 1520 a 1521.  En realidad no había mucho que ver en esta parada, así que nos montamos en el tren otra vez, para seguir a La Junta.

La Junta es una preponderante conjunción de varias vías ferroviarias y carreteras y un poblado eminentemente ferrocarrilero.  Su circumbirúndico nombre tiene su origen precisamente en la construcción de las líneas férreas y sus convergentes autopistas ya que es el punto donde se unen o se "juntan" el Ferrocarril Chihuahua al Pacífico, y la Carretera Federal 16

Nos apeamos brevemente en la estación de La Junta a comprar algunas de las chucherías que los indígenas vendían en el polvoriento y seco andén.  El viejo no se bajó del carro y nos miraba agudamente por una de las ventanas del tren.  Yo lo tenía en el reojo sin perderle pisada porque no sabía si este viejo loco era capaz de algo.  Cada vez que giraba mi cabeza hacia él, me apuntaba con el torcido dedo índice gritando su coloquial: "¡Facista, facista!".  "Viejo de mierda" –pensé para mí.

El tren silbateó y todos los turistas regresaron al tren, el que inició su ferromecánica marcha hacia su próximo destino: San Juanito, situado en el punto más elevado de la Sierra Madre Occidental, en el municipio de Bocoyna.  San Juanito en sus días de oro fué un centro de embarque de madera procedente de los aserraderos que se dedicaban a la explotación forestal de la Sierra.  No nos bajamos aquí porque era la hora de almorzar, así que nos fuimos al carro comedor.  Y el vejete atrás...

A esta altura el viejo ya me generaba un gran problema sexual: cada vez que lo veía, ¡se me hinchaban las pelotas!  Tomé una beligerante actitud defensiva anticríptica –mayormente para contrarrestar sus irracionales y esporádicos embistes y proteger a mi familia de un posible potoconloco(1).  Cada vez que me cruzaba con este individuo, lo miraba fijamente a los ojos apuntándole con mi dedo índice el que posicionaba desde mi nariz hacia adelante.  Mantenía mis ojos tremendamente abiertos y sin pestañar mientras le miraba fijamente, y le mostraba mis dientes con la mandíbula inferior superpuesta sobre la superior de modo que la cara se me veía papichenta.  Sostenía esta posición por unos pocos segundos mientras cruzaba delante de él dándole la cara. 

 (1) "Potoconloco".  Esta nomenclatura pseudodóxica Castellana es otro chilenismo protomorfo-lingüístico del demagógico Coa popular y fescennine chileno; de la cual su sumpsimus sería: un lío mayor pero sin grandes consecuencias, lo que se puede resumir con otra expresión chilena: "despelote".  

Cuando hacía esto, el viejo chico se me quedaba mirando perplejo y quizá un poco asustado, pero unos minutos después y cuando se recuperaba del cernícalo torpedeo fantodial, nos buscaba donde quiera que nos dirigiésemos, y cuando nos encontraba comenzaba a repetir sus fantochadas.

El tren seguía su marcha.  La próxima parada fue más larga porque había mucho más que ver.  Nos apeamos en el poblado de Creel (y con el viejo jodío atrás).  Este pulverulento y arrinconado pueblo ferroviario dedicado a la tala de árboles tiene varios miles de habitantes los que han rediseñado Creel como un centro turístico regional y como la "puerta de entrada" a las Barrancas del Cobre.  Sus innumerables y folklóricos boliches de venta, sus económicos hoteles rústicos y sus conexiones de autobuses y guías de turismo lo convierten en un buen punto de partida para visitar y explorar sus cañones periféricos, y algunas comunidades indígenas de las sierras altas.

Esa noche pernoctamos en un hotel en que la mitad del edificio colgaba en un acantilado de unos 800 metros de profundidad.  ¡Asomarse al mirador de madera (que era la extensión del "living") para ver el acantilado daba un julepe(2) mayúsculo!  Después de visitar las tiendas cerca de la estación del tren y cenar en un aburrido restaurante, nos fuimos a dormir.  Al otro día haríamos tres excursiones durante el día, y para esto; deberíamos estar bien descansados.  Cuando salimos del restaurante para dirigirnos al hotel, no ví al vejete por ningún lado.  Dando un suspiro de alivio, caminé en silencio hacia el hotel.

(2)  Julepe.  La palabra julepe sostiene diferentes significados dependiendo de quien la conozca.  Por ejemplo, es el nombre de un juego de naipes, también puede significar esfuerzo excesivo, o reprimenda; e incluso es el nombre de una bebida medicinal la que contiene eucaliptus.  En este escrito significa susto.  La palabra julepe se deriva del Catalán: julep o Xulepe.

La mañana llegó temprana y bulliciosa con taconeos en el entablado de los corredores del hotel acompañados de excitadas voces bajando al comedor a desayunar.  Eran casi las seis de la madrugada.  Si yo hubiese sido uno de estos Rumís, diría que es pecado mortal el levantarse tan temprano cuando uno está de vacaciones, pero como no soy ortodoxo, no digo nada; solo lo pienso...

La primera excursión fué a la Reserva Ecológica "Arareco" operada por los indígenas Tarahumara.  Allí hay un hermoso lago de aguas turbias con botes a pedales, y para joder, una misión (capilla) con su campanario al estilo Jesuíta construída cuando estos frayes vinieron a América a revolver el gallinero sin que nadie los hubiese invitado.  Pero bueno, es lo que hay.  Como estas construcciones obscenas no me apetecen, nos retiramos apuradamente del lugar para seguir viaje a Cusárare.

El nombre Cusárare viene del lenguaje Rarámuri de los nativos Tarahumara, y significa "Las Aguilillas".   Después de un vapuleado viaje en una camioneta de pasajeros más vieja que la injusticia y más parchada que momia; llegamos a la cascada de Cusárare.  Quizá si usted haya visitado "El Salto del Ángel" en Venezuela, o la cascada Yosemite en California, o la cascada subterránea Ruby Falls que se encuentra en las entrañas de la Montaña Lookout cerca de Chattanooga en Tennessee; la cascada de Cusárare no le impresionará, pero así y todo, es hermosa y tiene lugares para bañarse entre las gigantescas rocas que la forman.

La cascada exhibe un torrente permanente de apenas unos 30 metros de altura, y es considerada una de las cascadas más bonitas de México.  Para referencia, El Salto del Laja en Chile es una cascada de escasos 20 metros de altura, y la última vez que visité allí encontré sus parajes sucios, diseminados de basura por doquiera, con grafiti por todos lados, y los precios de sus establecimientos eran ridículamente caros.  Espero que hayan limpiado un poco porque dá vergüenza ajena referirles este sitio a los turistas.  Cuando visité (hace mucho tiempo atrás) mi hijo de cinco años me dijo con su prístina voz en Inglés: "¿Papá, por qué está tan sucio?".  Mi respuesta fue categórica: "Porque no han civilizado este lugar aún".

Después de una activa visita terminamos nuestro vertiginoso romance con Cusárare, y nos dirigimos al pequeño pueblo de Batopilas antes de que se nos terminase el día.  La fósil camioneta tosía y refunfuñaba mientras subía por los interminables recovecos y curvas del camino de tierra y ripio en busca de la cumbre de la montaña que alberga gloriosa y generosamente a Batopilas.  El olor a ala del chofer no contribuía a disfrutar el viaje.  Debido al constante culebreo del camino, a estos viajes en la zona les llaman "Dramamina Express".

Batopilas está incrustada en la parte inferior del precipicio del Cañón Batopilas, y fué fundada por los conquistadores españoles en 1632 como un centro de minería para extraer Argenta (plata).  Desde que los españoles comenzaron a explotar estas minas, docenas de minas de Argenta extraordinariamente productivas han sido perforadas en la zona; y se estima que las minas de la zona han producido siete veces más Plata que la famosa mina de Argenta de Kongsberg, en Noruega.  En Batopilas la minería está ahora agonizando.  Como diría el Puertorriqueño de El Pantano Maldito"¡Hay mijo, es un pueblito de lo más mono, oye!".

Mientras el sol ya se retiraba apuradamente entre las montañas a esconderse en su cubil nocturno, regresamos a Creel.  Durante el viaje de regreso realicé que habíamos disfrutado de un largo día sin el demente vejete gritón arruinándonos el viaje.  A pesar de los tumbos de la camioneta y del horrible olor a sobaco proletario del chofer, me dormí plácidamente en el poco mullido asiento de atrás de la camioneta mientras que mi involuntaria mente soñaba con la inmortal Juana...

Esa noche dormí profundamente y mi cansado y patriarcal cuerpo tuvo la oportunidad de recargar baterías, mitigar dolores, y aminorar parte de la centenaria lasitud que constantemente arrastra encarnada en la balumba de mi humanidad.

La mañana siguiente me despertó sobresaltada.  Cuando abrí los ojos después de que me vapulearan para despertarme y decirme que me apurara porque el tren se acercaba, mi mujer y mi suegro enfilaron inmediatamente hacia la oficina del hotel para registrar nuestra salida.  Entre tanto que mis hijos terminaban atolondradamente sus desayunos y mientras mi suegra trajinaba los últimos preparativos.  A pesar de que había dormido bastante, aún me sentía cansado, pero me consolé pensando que no haríamos escala en la siguiente parada del tren en el pequeño poblado de Pitorreal, una comunidad de unas 20 a 24 casas, y que seguiríamos directo a Divisadero, un lugar rodeado de un espectacular paisaje de montañas; así que podría dormir un poco más en el tren.  Pero me olvidé del viejo de mierda.

Apenas nos montamos en el tren, ví que esa vieja colilla del escroto de Benito Mussolini ya estaba acomodado en nuestro carro, probablemente para hacernos el viaje desagradable.  Apenas nos acomodamos, el tren partió raudo en busca de Pitorreal donde desmontaría solo a algunos pasajeros y seguiría camino a Divisadero.  No llevábamos ni cinco minutos de marcha cuando oí la desagradable voz del viejo gritando otra vez: "¡Facista, facista!".  Me volteé enseguida y lo ví de pie apuntando su sucio dedo hacia nosotros mientras chillaba como verraco.  Ya bastante molesto, me paré con la decidida intención de arrojar al viejo por la ventana del tren, tal como lo hice tiempo atrás en Sulmona, Italia con un individuo parecido a éste. 

El animalejo Italiano aquel que arrojé del tren en esa ocasión era más joven y cuando cayó en el térreo y polvoriento suelo no muy lejos de la estación de donde habíamos zarpado, y después de rodar revolcadamente unas cuantas veces, se paró lleno de tierra y me ofreció airadamente su puño maldiciendo a viva voz, pero para él, era ya demasiado tarde.  El tren se alejaba muy rápido para que este animalejo lo pudiese alcanzar, así que se quedó botado a unas dos leguas de la estación de Sulmona.  No fué lo más elegante, pero resolvió el problema.  Basado en el éxito de esta experiencia, calculé que también trabajaría con este viejo ladillento(3).  Casualmente, este episodio en Sulmona también ocurrió cuando viajaba con mis suegros y éste se acordaba vívidamente de ello, así que cuando me paré tan decididamente, súbitamente me agarró de un brazo y me dijo:

- ¿Lo vas a tirar del tren?
- ¡Sí! –contesté airado-.
- No –me dijo- vamos muy rápido y podría ser peligroso...

Miré a mi suegro en los ojos y acepté su intemporal sabiduría, y acto seguido; me volví a sentar en el mullido asiento del Chepe.  Afortunadamente el Conductor se encontraba en nuestro carro, y le advirtió al viejo que si seguía gritando lo haría bajarse en la siguiente estación.  Esto contuvo a la momia viviente, la que se quedó callada por el resto del viaje.

(3) Esta es otra cacofonología derivada de la neutropenia neuronal del lenguaje popular chileno.  "Ladilla" es el nombre vulgar con que los chilenos denominan al "Pthirus pubis", ese incómodo insectito anopluro ectoparásito que a veces llevamos en los pendejos y que molestan tanto como los políticos.

Quizá esto les parezca exagerado, pero no lo es.  Para mí, el arrojar a veces gente fuera de trenes en movimiento es un deporte bastante ameno y satisfactorio porque rápidamente resuelve problemas.  El remoquete de "el Loco" lo obtuve basado en repetidamente probados méritos, y en mis acreditadas y audaces acciones, por lo tanto; me lo gané en buena ley y sigue siendo tan válido hoy, como cuando jugaba pichangas en el viejo patio aquel de baldosas verdes.

No me dí cuenta cuando paramos en Pitorreal porque dormí placenteramente hasta que la sirena del tren anunció su llegada a Divisadero.  Nos apeamos del tren con nuestra impedimenta, y nos dirigimos al hotel "Divisadero Barrancas" en el cual teníamos hechas nuestras reservaciones.

Divisadero es un lugar con vistas de las Barrancas del Cobre, de Urique y Tararecua simplemente espectaculares, en donde se puede tener contacto con las comunidades Tarahumaras, saborear sus comidas típicas y comprar sus expresivas artesanías.  El hotel Divisadero está ubicado en el mismo borde de un enorme y profundísimo acantilado que al mirar hacia abajo desde los balcones de las habitaciones, produce una incomoda sensación de vértigo debido a su increíble altura, y donde la acrofobia siempre está presente y aglutinada en el tablado de sus extendidos balcones.

El hotel Divisadero está a una altitud de 2.200 metros sobre el nivel del mar, y sus acantilados parece que tienen 2.100 metros de profundidad.  Dicen que el eco se demora tres días en llegar de vuelta cuando uno grita hacia abajo.  La entrada del hotel es rústica y decorada exquisitamente con grandes ventanales y una gran y acogedora chimenea, y en donde también están ubicados la recepción y el bar.  En el segundo nivel de este edificio de madera hay un comedor panorámico amplio de altos techos, y creo que sus habitaciones ofrecen la mejor vista de todos los lugares en que estuvimos en las Barrancas, a pesar de que hay un ligado semanticismo panorámico entre todos estos lugares.  

En este lugar hicimos varias excursiones y nos quedamos allí por tres días.  Entre los varios lugares que visitamos, el que más me gustó fué Paquimé.  Afortunadamente el viejo de mierda no estaba alrededor porque las excursiones eran pagadas.

Paquimé es la mayor zona arqueológica de la región y sus estructuras de barro representan a los pueblos y culturas del desierto de Chihuahua.  Su establecimiento se originó alrededor del año 700 de la Era Común, y alcanzó su apogeo en los siglos XIV y XV.  Esta cultura es importante porque su arquitectura marcó un hito en el desarrollo de la arquitectura del asentamiento humano en esta vasta región, y es un ejemplo desacostumbrado de la tremenda organización y uso del espacio en la arquitectura.

Paquimé fué un punto y la vía de comercio para el intercambio cultural entre la cultura Puebla del Suroeste de los Estados Unidos y el Norte de México, y las civilizaciones más avanzadas de Mesoamérica –la que es una región y el área cultural en las Américas, que se extiende aproximadamente desde el centro de México a Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, y el norte de Costa Rica- dentro de la cual las sociedades precolombinas florecieron antes de la colonización española de las Américas en los siglos XV y XVI.

La región de Mesoamérica es una de las seis áreas en el mundo donde estas antiguas civilizaciones surgieron independientes, y la segunda región en el continente Americano después de Norte Chico (Caral-Supe) en el norte costero del Perú.  Paquimé es ahora un sitio de UNESCO.

Nota del Autor: Nos saltamos San Rafael, Cuiteco, Bahuichivo, Loreto y Sufragio.  La única razón para no visitar estos lugares fué que queríamos volver a Chihuahua dentro de una semana de nuestra partida para visitar otros lugares en el Estado, incluyendo el Museo de Don José Doroteo Arango Arámbula, alias: Pancho Villa, el Centauro del Norte.

Otra Nota del Autor: ¿Sabía usted que lo primero que hacen los Mexicanos cada vez que se despiertan es mirarse la mano (cualquier mano) y decir: ¡Hola mano!?

"Posada" fué la parada de más adelante.  La estación Posada Barrancas está al lado de Areponapuchi, un pequeño poblado con un par de minúsculas tiendas que está localizado en el mismo borde del cañón.  El nombre del pueblito es "Arepo", lo que no tiene nada que ver con las "arepas" venezolanas.  Aquí hay varios miradores para contemplar y disfrutar las espectaculares vistas del cañón.  Fuimos al Parque de Aventuras Barrancas del Cobre donde nos encaramamos a una soberbia tirolesa (cable), en la que uno cruza una parte del cañón a gran velocidad sobre un precipicio de más de 1.500 metros de altura sujeto por unos meñiques y delgados cablecitos.  Aquí es donde la pajarilla y el julepe se fusionan carnavalescamente en la pilcha.

Después de agotar nuestras reservas de adrenalina en esta actividad, nos dirigimos a Témoris.  En la estación de Posada vislumbré al viejo con su bolsa sucia preparándose para subir al tren.  La sola vista del este viejo me revolvió el estomago de pensar que tendríamos que soportar sus estúpidos gritos y su hostigosa actitud.  La idea de tirarlo del tren me sabía más atractiva y cercana con cada encuentro con el viejo.

Témoris es otro pueblito minúsculo situado en el corazón de las Barrancas de la Sierra Madre Occidental.  En ese tiempo en que visitamos, sostenía una población de alrededor de 1.300 personas.  Témoris es la localidad más poblada del área y el asentamiento del municipio de Guazapares en Chihuahua.  A una gran altura sobre el nivel del mar, ofrece vistas asombrosas e imponentes de sus profundísimos acantilados, despeñaderos, e insondables simas; y con más túneles que un queso suizo.  Creo que lo bautizaron Témoris porque cuando te asomas a uno de sus precipicios, ¡"Te-morís" del susto!

Ese día no ví al viejo.

Dejamos el pequeño pero cómodo hotel en Témoris -del cual no recuerdo su nombre- para re-abordar el Chepe que ya estaba descansando en la estación férrea esperando a sus pasajeros y haciendo ronronear los roncos motores de la locomotora.  Anteriormente, cuando hice las reservaciones en este hotel previo a nuestro viaje, el anuncio del hotel decía que era de "dos estrellas", pero no mencionaron que al parecer las "estrellas", eran de cartón.  A lo que yo estoy acostumbrado y entiendo por "dos estrellas" difiere de lo que encontré allí.  En fin, no tengo reclamos sobre hotel, ni del servicio, ni de las acomodaciones, o de la comida, pero creo que deberían anunciar el hotel como "dos asteroides" en vez de "dos estrellas".

El viaje a El Fuerte desde Témoris toma un poco más de 3 horas a pesar de que la distancia entre estos dos sitios es solo de 132 kilómetros.  El tren no se mueve a gran velocidad y no puede debido a lo agreste y escabroso de la vía.  Es un viaje un poco largo y algo agotador, pero la hermosura de los paisajes hacen la travesía muy llevadera, con o sin un viejo de mierda gritando: "¡Facista, facista!".

Llegamos a El Fuerte a las 7:30 PM un poco cansados, y nos ubicamos inmediatamente en el hermoso y colonial Hotel Posada Hidalgo; hermoso pero muy caro para el objetivo del viaje.
Al siguiente día nos levantamos temprano y después de consumir un desayuno a "lo mero macho", nos dirigimos a disfrutar de las atracciones de El Fuerte.

En mi muy modesta opinión de fogueado y avezado viajero y aventurero, El Fuerte es una de las ciudades coloniales más hermosas y magníficas en esta región nor-occidental de Sinaloa.  En su apogeo y por varios siglos, El Fuerte fué un importante punto y enlace comercial para los abundantes mineros que excavaban en busca de oro y plata.  Hay una cantidad de fascinantes mansiones coloniales alineadas a lo largo de las calles adoquinadas que llevan a la Plaza de Armas del lugar.  Esta grata estampa me hizo recordar a "Lima la Vieja" en Lima, Perú.

El Fuerte (no la ciudad) fué erigido en 1610 para proteger la ciudad (fundada en 1564) de los sanguinarios indios Zuaque y Tehueco que forman parte de los varios pueblos indígenas denominados Cáhitas.  Las numerosas tribus Cáhitas habitaban en lo que son los actuales estados mexicanos de Sinaloa y Sonora.  El Fuerte es quizá más famoso porque es la cuna del legendario y romántico Don Diego de la Vega, conocido por nosotros desde que éramos chiquitos como "El Zorro".  No sé por qué cuando escucho esta palabra siempre me acuerdo de la Juana...  En 1590 los pantufleros Franciscanos llegaron a contaminar y emponzoñar la zona.

Nuestra última parada fué en Los Mochis, nombre que significa: "Lugar de Tortugas".  Ésta es una ciudad portuaria en la costa levantina del Mar de Cortés.  Los Mochis es la única ciudad de México a la que se puede arribar en tren, carretera, mar y aire.  Aquí visitamos la bahía de Topolobampo e hicimos un recorrido en yate por las diferentes bahías del lugar.  Sin sorprenderme, descubrí que el viejo de mierda también estaba a bordo del yate de turismo, pero ya no gritaba "¡Facista, facista!".  Quizá ya estaba asustado con todas las caras malditas que le puse cada vez que me cruzaba con él.  Desafortunadamente, la oportunidad de tirarlo al agua no se presentó.

Después de una agradable travesía ignorando al viejo de mierda, nuestra visita a Los Mochis terminó en una gran mesa de restaurante donde disfrutamos por primera vez de mariscos y pescado frescos.  Las ciudades grandes ya no me atraen, así que apenas mis compañeros de viaje se saciaron de visitar lugares, regresamos al hotel para embarcarnos al día siguiente en el Chepe para regresar a Chihuahua.  El Chepe zarpaba a las seis de la mañana desde Los Mochis, así que tendríamos que levantarnos muy temprano al otro día.

Al día siguiente y una vez que llagamos a la estación del tren, entre la gente que estaba esperando que el animal de fierro se pusiera en movimiento, estaba el jodío viejo que ya era una estampa desagradablemente permanente en nuestra jornada.  El Chepe no se hizo esperar y el conductor nos indicó que subiéramos a bordo para partir.  Nos subimos al carro y por supuesto, el viejo desgraciado se subió detrás de nosotros murmurando en voz baja: "¡Facista, facista!".  Esto me repitió el incómodo problema lúbrico: ¡se me volvieron a hinchar las pelotas y me dieron unas tremendas ganas de asestarle una buena patada en los mariachis!

Después de acomodarnos, yo ya estaba exasperado con el viejo de mierda que se sentó en el extremo opuesto del carro que ocupábamos.  La mañana estaba oscura porque el sol aún no había aparecido, en el carro nuestro había muy escasos pasajeros, y el conductor no estaba por ninguna parte.  Ante las propicias circunstancias, me paré sutilmente de mi asiento y me dirigí rápido hacia el viejo.  El Chepe ya iniciaba su lento movimiento.  Creo que el viejo se asustó al verme caminar hacia él tan decididamente.  El vejete estaba sentado contra la ventana, y su sucio bulto descansaba sobre la parrilla por encima de los asientos.  Lamentablemente (o afortunadamente) para el viejo, todas las ventanas del tren estaban abiertas porque el aire acondicionado todavía no estaba en funcionamiento.

Lo miré fijamente a los ojos con mi mejor cara de loco y sin titubear, veloz y osadamente tomé el bolso del vejete copuchento y ladillento y lo arrojé por la ventana del tren hacia el andén de la estación mientras que el tren seguía su marcha.  El viejujo rápidamente saltó del tren dinámico como ardilla en celo y se fué a recuperar su morral.  ¡Nunca había visto un viejo más arrugado y más ágil que éste!  Había calculado mal pensando que el viejo se demoraría más en bajar del tren, y antes de darme cuenta, el viejo jodío ya venía de vuelta hacia el tren dando saltitos de pony (Equus ferus caballuscojo con su bulto en la mano.  He aprendido que situaciones apremiantes requieren soluciones rápidas y efectivas, lo que no deja tiempo para medir consecuencias.  Por lo tanto, como visitante en Mexico, me ví obligado a reaccionar a lo mero macho.  ¿Qué cosas, no?

Unos dos o tres metros antes de que el viejo alcanzase nuestro carro que ya iba en veloz marcha, rápidamente cerré la puerta de entrada al carro bloqueando la escala de acceso, y el viejo molestoso no pudo subirse de vuelta al tren, y después de propinarle un par de frenéticos manotazos a la portezuela, se quedó irremediablemente abajo mientras que furioso gritaba con la cara roja y las venas del cuello hinchadas como sapo de asequia: "¡Facista, facista!", al tiempo que blandía su apretado puño de blancos nudillos en el aire colérica y exasperadamente.  Obviamente este viejo estaba más loco que Juana de Arco.

Y ahí se quedó el vejete: solo, energuménicamente furibundo y sin poder molestarnos más.  Mi suegro me dirigió una solapada sonrisa de complicidad y aprobación, mientras que mi suegra y mi mujer me daban un largo discurso acerca de buenas maneras, respeto, caballerosidad, civilidad y no sé qué otra porquería que no venía al caso, pero no importaba pues el problema estaba resuelto y aparte de una rabieta mayúscula, el viejo molestoso no sufrió ninguna otra consecuencia visible.  Como yo tengo un alma tremendamente caritativa, me apiadé del viejo de mierda y le arrojé su sucio sombrero que había dejado olvidado en su ex-asiento.  Esto lo menciono humildemente para que quede claro que donde quiera que vaya, yo siempre hago la caridad.

El Chepe se fué alejando ufano con su "tacá-tacá (pausa), tacá-tacá, (pausa), tacá-tacá (pausa)...".  Miré distraídamente hacia la butaca en donde había estado sentado el viejo cuando salíamos de la estación.  El asiento seguía vacío y estaba más callado que una uña.  El largo viaje de vuelta a Chihuahua lleno de cortas y pintorescas paradas fué tranquilo y sin presiones; y lo disfruté casi más que el viaje de ida. 

En el futuro si vuelvo a viajar a Chihuahua y me encuentro con el viejo, antes de que reaccione le comenzaré a gritar: "¡Facista, facista!", le apuntaré en la cara con mi dedo vaginal, lo seguiré por doquiera que ande, y le exhibiré mi mejor cara de loco con ojos desorbitados y todo; porque en esto, no me gana nadie.

El Loco

The Sincipitis Porcus