miércoles, 26 de mayo de 2010

Acerca del Dia Nacional del Exalumno Marista

Estimados Compañeros:

Les informo que el domingo 06 de junio se efectuará una misa en nuestro colegio, con motivo de la celebración del Dia Nacional del Exalumno Marista. Similares eventos se haran ese dia, en distintos puntos de nuestro pais.

Gracias por acompañarnos

martes, 25 de mayo de 2010

ENCUENTRO DE NUESTRA PROMOCION 1972 IAE




El día 07 de mayo en un restaurante denominado “Mar de Viña” se llevó a cabo una gran reunión de los sobrevivientes del terremoto y de la promoción 1972.
Fue una grata velada, acompañada por una entretenida conversación. Se presentaron algunos excompañeros que hace tiempo no veíamos. La lista de los asistentes fue: Luis Vergara, Germán Acevedo, José Luis González, Leonardo Villarroel, Miguel Castro, Fernando Bolt (estuvo con nosotros en primero medio), Hernán Medina, Raúl Cereceda ,José Antonio Cabello, Antonio Haddad, Miguel Angel Candia, Federico Zapata ,Héctor Villena, Manuel Rodríguez, Pedro Rojas, Sergio Contreras, Jaime Awad, Esteban Ahumada, Vicente López, Vicente Pérez, Francisco Fernández, Juan Carlos Carvajal, Miguel Bellot, Nelson Barriga, Octavio Calle, Angel Marticorena y Ramón Morales Total 27 asistentes

Fallo nuestro querido profesor don Jorge Gutiérrez debido a un resfrío que lo tenia enfermo.


Dentro de los brindis salió la posibilidad de hacer un encuentro en Zapallar, en casa de Federico Zapata y sus dos vecinos, en el fin de semana largo en Octubre. Se iniciarán las coordinaciones correspondientes (se espera que se forme la comisión coordinadora)


Foto Inicial: Estabamos en el Restaurante y tambien estaba la pareja que ganó el Champion de Chile (rodeo)...Nelson Barriga con su mejor postura circunspecta se retrató al lado de la pareja.....4 puntos buenos. (El restaurant completo cantó la Canción Nacional)







Foto 1: Vista general de asistencia



Foto 2: Vicente López y Vicente Pérez en grata conversación


Foto 3: Germán Acevedo, Miguel Castro, Fernando Bolt, Hernán Medina y Raúl Cereceda.


Foto 4: Sergio Contreras haciendo un salud. Jaime Awad a su derecha. El pelado de primer plano es Nelson Barriga



Foto 5: Vicente Pérez luchando con un picoroco


Foto 6: Nelson Barriga conversando con Luis Vergara



Foto 7: Manuel Rodriguez, Hector villena, Angel Marticorena y Federico Zapata.



Foto 8: Angel Marticorena, Federico Zapata y Miguel Angel Candia. Escucha Hernán Medina



Foto 9: Miguel Castro, Ramón Morales y Octavio Calle


Foto 10: Manuel Rodriguez, Hector Villena conversando con Esteban Ahumada


Foto 11: Jaime Awad y Sergio Contreras conversando con Vicente Pérez y Nelson Barriga



Foto 12: Jose L. González, Luis Vergara y Germán Acevedo




Foto 13: Ramón Morales saludando a Fernando Bolt



Foto 14: Vista General de la asistencia



Foto 15: Hernán Medina escuchando atentamente a Federico Zapata y Hector Villena


Foto 16: Esteban Ahumada (primer plano), Francisco Fernández y Hernán Medina


Foto 17: Miguel Angel Candia escuchando a Antonio Haddad, José A. Cabello, Leonardo Villarroel, José Luis Gonzalez, Fernando Bolt.



Foto 18: Francisco Fernandez se despide de Héctor Villena


Foto 19: Vista general de los asistentes


Foto 20: Juan Carlos Carvajal conversando con Miguel Castro- Mostrando su pelada, Nelson Barriga

miércoles, 5 de mayo de 2010

Punta Arenas

Mis queridos Maristas todos; hoy les escribo acerca de la inmortal ciudad de Punta Arenas porque ésta legendaria ciudad tiene un lugar permanente en las cóncavas regiones de mis recuerdos. Cuando yo era apenas un niño de corta edad pero de largos pensamientos, mi padre era un Capitán de la gallarda Marina de Chile quién me llevó en uno de sus numerosos viajes al Sur a visitar esta portentosa ciudad la cual durante mi corta visita, dejó en aquel tiempo una huella profunda y duradera en mis jóvenes ojos, y demarcada inmanentemente en el impresionable y antológico espíritu que entonces me investía.

Para el beneficio de aquellos que no conocen estos polares y remotos parajes, Punta Arenas es la ciudad más austral del planeta situada sobre el Estrecho de Magallanes a solo 1.418 kilómetros de la gélida y cándida Antártida, y que se ha mantenido viva a horcajas de una de las rutas comerciales más históricas del mundo, y su prosperidad se ha levantado y ha caído con las fluctuaciones de esta ruta humana ancestral de comercio. Punta Arenas disfrutó de su primer importante auge económico durante la fiebre del oro de California, cuando sirvió como puerto de escala a los numerosos veleros y embarcaciones durante el masivo éxodo en pos de la quimera del oro. Aunque la importancia de su puerto disminuyó considerablemente después de la apertura del Canal de Panamá (Agosto 15, 1914), Punta Arenas alcanzó su mayor prosperidad durante los inicios del siglo XIX como el centro más importante del comercio internacional de lanas. Hoy, Punta Arenas refleja una gran mezcla de culturas desde rancheros (ovejeros) ingleses a marineros portugueses; y sigue siendo un fascinante testamento de la historia de la riqueza en Chile.

Punta Arenas es también el punto de partida para excursiones a los andurriales y paisajes más espectaculares del mundo. La mejor localidad para obtener una vista impresionante de la ciudad es el promontorio Cerro La Cruz, que ofrece un espléndido paisaje de las ordenadas calles de la ciudad, de sus coloridas azoteas de latón, y por sobre la ciudad se puede ver el indomable Estrecho de Magallanes. Entre las atracciones más interesantes de la ciudad están el Museo Salesiano de Mayonino Borgatello, que lo fundó una orden de misionarios italianos (aún de origen desconocido para muchos), y el Centro Cultural Braun-Menéndez con sede en una de las rimbombantes mansiones que es herencia de una de las prósperas familias de la época. El museo Salesiano de Mayonino Borgatello ofrece una exposición extraordinaria y ecléctica a los visitantes y turistas de prácticamente cada aspecto de la región. La colección de artilugios del Museo acaparada por los misionarios durante sus extensas incursiones en el área se compone de toda clase de artefactos, desde cerámicas hasta raras especies de animales.

El Centro cultural Braun-Menéndez está igualmente aperado de artificios y ofrece una detallada e íntima ojeada de la vida de las prósperas familias comerciales y mercantiles que habitaron esta ciudad indeleble. Provista con las antigüedades europeas más finas, exquisitos pisos de mármol italiano, y con delicados y magníficos frescos delineados en los cielos rasos, ésta ostentosa mansión provee una buena reseña de la estatura económica de Punta Arenas antes del colapso económico que le propinó arteramente la apertura del Canal de Panamá.

Desde la ciudad se pueden realizar viajes por el día a las pintorescas poblaciones de pingüinos ("pingüineras"), al majestuoso Parque Nacional Torres del Paine, la grandilocuente puerta de entrada a la gran Antártida Chilena, y al sitio reconstruído del otrora sufrido Fuerte Bulnes. También sirve de punto de partida para excursiones más largas como a Christchurch, en South Island, Nueva Zelandia. Muchos de estos son viajes cortos, pero mi viaje de regreso a Punta Arenas va a ser un poco más largo. Sé positivamente que regresaré a Punta Arenas por dos razones atávicas fundamentales: le besé el dedo gordo del pie al indio Ona (o Patagón) en la plaza de Punta Arenas, y comí Maqui negro hasta que me dió diarrea. Cualquiera que sabe esto, sabe bien entonces que una jornada de regreso a Punta Arenas es inevitable.

El Maqui negro
El maqui chileno (Aristotelia Chilensis) es una fruta de arbusto que es originaria y que se encuentra profusamente en la región de la Patagonia, y de acuerdo a la escala ORAC que incluye todos los alimentos en existencia conocidos en el mundo, el maqui chileno contiene (lejos) más antioxidantes que cualquier otro alimento conocido por la impertinente raza humana. La apología Mapuche del maqui es que si comes de este fruto, regresarás una vez más a la región donde lo comiste. Leyenda o no, esto es lo que cuenta el furtivo correo de las brujas, y yo lo creo a ciegas y sin preguntas.

El mito del Indio Ona
Este es otro cuento o saga mitológica de la ciudad de Punta Arenas, un apólogo de origen insondable y de raíces diversas. De cualquier manera, la tradición dicta que si le besas (o le chupas - según sea tu gusto-) el dedo gordo del pie al indio Ona que es parte de, y está sentado bajo el monumento en memoria a Ferdinand Magellan situado en la plaza de Punta Arenas; volverás a Punta Arenas sano y salvo. La creencia más popular de esta tradición es que los marinos que cruzaban el Estrecho de Magallanes (que era peligrosísimo para la navegación) por primera vez, le besaban el dedo gordo al indio para que les protegiera en su próxima travesía por el Estrecho, y así pudiesen arribar sanos y salvos al puerto de Punta Arenas otra vez. Creo que para mí es tiempo de ir a besar ese gastado y lustroso dedo gordo otra vez.

Un poco de Historia
Punta Arenas es la capital de la región de Antártica Chilena y de Magallanes (XII Región). El nombre de esta ilustre ciudad fué oficialmente cambiado a "Magallanes" en 1927, pero en 1938 recuperó su nombre de Punta Arenas. Algunos le dan crédito al explorador del siglo XVII -Vice Almirante Británico John Byron- por el nombre y el primer establecimiento organizado de la ciudad con parte de los sobrevivientes del hundimiento de su buque el HMS Wager en la costa de Patagonia; pero no fué hasta mucho después (1843) en que el gobierno chileno la organizó oficialmente como la ciudad que conocemos hoy. El nombre de Punta Arenas se deriva del término español "Punta Arenosa", una traducción literal del nombre inglés "Sandy Point". Punta Arenas ha sido también conocida como "la ciudad de los techos rojos" por las azoteas de metal pintadas de rojo que caracterizaron la ciudad durante muchos años.

El pobladito sureño argentino de Ushuaia (¿viste?), al que los habitantes lugareños generosa, inconsciente, y desorientadamente le denominan "CIUDAD", también reclama su posición como la metrópolis más austral del mundo, aunque este caserío público tenga menos de la mitad de la población de Punta Arenas. Punta Arenas es la tercera ciudad más grande en toda la Región de la Patagonia después de las ciudades argentinas mas norteñas de Neuquén y Comodoro Rivadavia. ¿Ushuaia quiere llamarse ciudad? ¡Que lo parió!

Magallanes es parte de la región de la Patagonia Chilena y se le bautizó como tal por el explorador Portugués Fernando de Magallanes (Nacido en Sabrosa, Portugal en 1480, fallecido en Cebu, Filipinas en Abril 17, 1521) quién circunnavegó la tierra, y que pasó enfrente de la actual localidad de Punta Arenas en 1520, solo un año antes de su muerte. Documentos históricos de navegación ingleses de la época se refieren a esta localidad como "Sandy Point".

Punta Arenas está situada en la orilla noreste de la península de Brunswick. Además de la orilla del este, con los establecimientos de Guairabo, de Río Amarillo y de Punta San Juan, la península está en gran parte deshabitada. El municipio (comuna) de Punta Arenas incluye toda la península de Brunswick, todas las islas al oeste de Isla Grande de Tierra del Fuego, al norte del Canal Cockburn y del Canal Magdalena. Las islas más grandes son Isla Santa Inés, Isla Desolación, Isla Dawson, Isla Aracena, Isla Clarence, Isla Carlos, e Isla Wickham. Con la excepción de Isla Dawson que de acuerdo al último censo (2002) tiene una población de 301 habitantes, las islas están en gran parte deshabitadas. De acuerdo al mismo censo, la Isla Clarence tiene una población de apenas cinco habitantes (y tres teles).

Dos tempranos establecimientos españoles fueron intentados a lo largo de la costa del Estrecho de Magallanes. La primera incursión en 1584 fué llamado "Nombre de Jesús", que sucumbió en gran parte debido al riguroso clima, a la tremenda dificultad de conseguir alimentos y agua, y las enormes e imposibles distancias hacia otros puertos españoles. La segunda colonia, "Rey Don Felipe", fué iniciada en una localización a unos 80 kilómetros al sur de Punta Arenas. Esta localidad se conoció más adelante como "Puerto del Hambre". Estas colonias españolas fueron establecidas como vanguardias militares con el intento de prevenir saqueo y pillaje perpetrados por piratas ingleses, y por supuesto, para controlar el Estrecho de Magallanes. La parte irónica de esta historia es que un capitán inglés pirata, Thomas Cavendish, fué el que rescató al último superviviente (su enemigo) de Puerto del Hambre de las garras de la muerte en 1587. ¡Plop!

Más historia (esta parte en honor al Chunchito)
Como lo mencioné arriba, en el año 1843 el gobierno chileno envió a una expedición con la tarea designada de instituir un establecimiento permanente en las orillas del Estrecho de Magallanes. Para esto se construyó y se puso en servicio una pequeña nave de vela llamada Goleta Ancud, que bajo el comando del marino británico John Williams transportó a un equipo de 21 personas que incluían al Capitán, a dieciocho tripulantes, a dos valientes mujeres que no creían en El Trauco, más la respectiva carga necesaria para que la expedición pudiese cumplir con el mandato del gobierno chileno. El acto de fundación del establecimiento ocurrió el 21 de septiembre de 1843. Aunque el sitio era perfectamente adecuado para construír una guarnición militar con el objeto de defender la costa ya que está situado estratégicamente encima de una pequeña península rocosa, no era adecuado ni estaba capacitado para convertirse en un asentamiento civil apropiado. Teniendo en cuenta estas formidables dificultades, el gobernador militar Don José de Los Santos Mardones en 1848 decretó el cambio de la guarnición desde este punto a su actual localidad, situándola a ambos lados del río de Las Minas (que aparte de las dos mujeres de abordo, eran las únicas minas que había en la región), y rebautizando la avanzada como Punta Arenas.

Si se les quedó dando vueltas en la memoria el asunto de El Trauco, El Trauco era aquel brujo, chico como enano con joroba y feo como la bigotuda de mi suegra que pasaba sus días encaramado sobre los árboles de los sublimes bosques chilenos a la espera de lanzarse sobre alguna de las inocentes muchachas que daban cándidos paseos por la foresta. Esto es parte de la bendita mitología chilena.

A mediados del siglo XIX, Chile utilizó Punta Arenas como una colonia penal y para confinar a personal militar con "problemas de comportamiento" (de ahí es que viene la costumbre de mandar a los "cacos" al sur), asimismo como un lugar de inmigrantes colonizadores. En diciembre de 1851, se produjo un motín de prisioneros encabezado por el Teniente Cambiaso, que dió lugar al asesinato del gobernador Muñoz Gamero y del cura del destacamento, conllevando el asesinato de muchos civiles inocentes y la destrucción de una gran parte de la ciudad incluyendo la iglesia y el hospital. Este motín fue conocido como "El Motín de los Artilleros". El motín fué audazmente resuelto por Comandante británico Stewart del buque HMS Virago, un buque de vapor impulsado por ruedas de paleta, apoyado por dos naves chilenas: Infatigable y Meteoro.

Los problemas fueron resueltos y la ciudad fué restaurada expeditamente y Punta Arenas comenzó un acelerado progreso impulsado por el rápido crecimiento de la industria de las ovejas, por el tráfico marítimo debido al descubrimiento del oro en California, y con el incremento del comercio debido a su estratégica y principal posición como ruta comercial. Entre 1890 y 1940, la región de Magallanes se convirtió en la región más importante del mundo en la cría de ovejas, donde la compañía Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego controlaba más de 10.000 kilómetros cuadrados entre Chile y la Argentina meridional para este efecto. La casa matriz y las jefaturas de esta compañía al igual que las residencias de sus dueños estaban establecidas en Punta Arenas.

El molo de abrigo (puerto) de Punta Arenas, aunque expuesto a tormentas, era considerado uno de los más importantes puertos de Chile antes de la construcción del Canal de Panamá. Este puerto también fué usado afanosamente como estación de abastecimiento de carbón por los numerosos buques de vapor que transitaban entre los Océanos Atlántico y Pacífico. Hoy, Punta Arenas es una ciudad vibrante y moderna y cuenta con una población de alrededor de 160.000 gloriosos y aguerridos chilenos, una creciente industria, un comercio diversificado; y estoy seguro, con algunos inmortales Maristas.

Y lo último acerca de Punta Arenas...
En la primavera de 1962 cerca de final de año y en una de mis travesías a Punta Arenas con el engendrador de mi naturaleza, en ese entonces cuando yo todavía usaba el pelo y los pantalones cortos (pero ya no me comía los mocos), el clima en Punta Arenas no estaba muy bueno que digamos. Ese día hacía un viento más fuerte que la cresta, estaba nublado, húmedo, y hacía mucho frío. Estábamos de paso por el Hotel Cabo de Hornos que quedaba frente a la Plaza (no sé si está ahí todavía o si existe) donde pasamos a buscar a otro marino amigo de mi progenitor para ir a recorrer algunos lugares de interés en las afueras de la ciudad. Yo estaba abrigado apropiadamente para la excursión con dos sweaters que me había tejido mi mamá con lana peluda y mucho cariño, con camiseta y camisa, con una chaqueta impermeable, con calcetines gruesos de alpaca, con pantalones de tweed (que los odiaba), con un lindo gorro de vicuña que me quedaba súper grande, y con un paquete de galletas Tritón en el bolsillo de mi chaqueta. Las galletas Tritón eran mis favoritas y las fabricaba McKay S.A., fundada en Talca en 1892 (pero las galletas eran frescas). ¿Se acuerdan de "galletas McKay, más ricas no hay"?

Ese día fuimos a ver un lugar en el campo que quedaba bastante lejos de Punta Arenas (o por lo menos así me pareció) que no me acuerdo qué es lo que era, ni de dónde queda, pero en el que había una cachá grande de ovejas. Lo que sí me acuerdo es de que había un viento infernal que hacía que lloviera de lado, con unas ráfagas de viento impresionantes que silbaban entre mis canillas flacas y que me empujaban y hacían que me costara mantenerme caminando derecho y sin caerme al barro. En una de esas repentinas ráfagas hiperbóreas, el céfiro me voló el bendito gorro que a pesar de estar mojado y pesado, surcó raudamente atentando sobrevolar por el aire septentrional, pero que terminó perdiéndose entre las matas y los corderos. Unos huasos que nos acompañaban trataron de alcanzarlo y rescatarlo, pero el gorro desapareció fugazmente entre la lluvia, el viento, las matas, y las patas de las ovejas mojadas y gritonas; y nunca más lo volví a ver al gorro éste... No me preocupé mucho porque la verdad es que el gorrito no me gustaba p'a n'a.

Al final del día me acuerdo de que me dieron chocolate caliente con leche en un tacho de metal que estaba abollado por todos lados y hablaba de tiempos mejores, en el que me tomé el chocolate a sorbitos cortos y sabrosos para no quemarme los labios o la lengua mientras nos secábamos la ropa en frente de una fogata bulliciosa que emitía intermitentemente repentinos quejidos de madera mojada y de relatos fabulosos. El lugar olía a humo, a humedad e historia, y mientras el vapor se elevaba tímidamente desde mis vestimentas, en las bóvedas de mi imaginación sin riendas donde estos recuerdos aún navegan con una nostalgia cadenciosa, se sentía como estar en otro mundo de otra edad. El humo y la humedad no me molestaban, y la historia de ese momento se impregnaba lánguidamente como un epígrafe en la piel de badana que cubría mi mente hecha de primigenios cristales siderales. Me sentía contento y aventurero.

Esta es otra razón arbitraria y egoísta que esgrimo para excusar mi retorno a Punta Arenas; no para encontrar el famoso gorrito, sino para comprarme uno nuevo, pero esta vez que me quede bien y me cubra la cabeza, especialmente ahora que tiene menos pelo. ¡Punta Arenas, estás fraguada en la profunda entelequia de mi niñez! ¡Te añoro!

¿Cuántos de ustedes mis queridos Maristas indisolubles tendrán algún gallardo y aguerrido antepasado que contribuyó con trabajo, sudor, valentía, sacrificio y lealtad a forjar esta patrimonial y mitológica ciudad?... Busquen...

Bueno Maristas todos, esto pasó por un zapatito roto, y mañana les cuento otro. Estoy seguro de que ustedes saben de todo esto y quizá más que yo acerca de Punta Arenas, pero simplemente quería refrescarles la memoria desde mi escritorio Marista con mi inextinguible y pertinaz pluma que no conoce el silencio.

El Loco.

sábado, 10 de abril de 2010

El Hermano Luis Izquierdo Madariaga: un Marista al cubo (Marista3)

Este es un humilde homenaje a mi querido Tío Lucho, a mi profesor de la ciencia y de la vida, a mi guía espiritual, a mi amigo incondicional, a mi sólido refugio en los tiempos de mi más excelsa inquietud, a quien quiero y respeto más que a la vida misma; a este egregio e irreemplazable Marista que ha dado su vida entera desinteresadamente y sin caprichos por el bien de su familia, de sus alumnos, y de sus hermanos, y de sus amados seres humanos todos sin excepción alguna, a quienes siempre puso en un lugar preponderante y en frente de su vida y de sus necesidades.

Quizá fuí el más loco de tus sobrinos, quizá el más inmaduro de tus alumnos, quizá el más desordenado de tus seres humanos, quizá el más estrepitoso capítulo de tu vida familiar, y tal vez el más grande dolor de cabeza que jamás hayas tenido y el que te dió la mayoría de las canas que ahora adornan tu santa cabeza; pero no te quepa duda alguna querido Tío Lucho que te profeso el amor más profundo que un alma puede contener, el respeto más sólido que un corazón pueda albergar, y sin duda alguna el reconocimiento más caro que ni el más alto sacerdote de la más alta silla sería capaz de obtener, y quiero que sepas que aún conservo prístina y atesoro egoístamente aquella luz mágica y renovadora con la que generosamente me investiste y me inundaste durante aquellos largos años míos incomprensibles de inmadura indecisión, con la que has iluminado mi arduo camino.

No quiero hacer referencia histórica de tu vida ni de tu irrevocable vocación Marista en esta misiva que te escribo hoy desde el profundo, claro, y sereno fondo de mi indomable corazón, el que sigue siendo tan salvaje, latiendo a destiempo, y silvestre como antaño. Esto no es una biografía tuya. Todos sabemos lo mucho que has hecho por tantos y durante tantísimo tiempo. Todos sabemos cuánto has dado desprendidamente tantísimas veces, y sabemos de las numerosas manos que se extendieron hacia tí con esperanza que recibieron tu cariñosa y pródiga ayuda sin tener que esperar. Esta misiva mía es simplemente una de mis extravagantes formas de darte las gracias por lo que mucho significas en mi vida, y en la de innumerables otros.

A veces me pregunto acerca de los aciagos días de tu extrema niñez, y de cómo sorteaste las innumerables vueltas y artimañas con que la vida te puso a prueba, y cómo lograste tan eficientemente transformarte en quién eres hoy. No tengo respuestas a esta preguntas, solo tengo los resultados a la vista. Te envidio en una forma sana y cariñosa, eres mi Tío y un ejemplo indeleble que perdurará en mi tiempo infinito y en la memoria de los hombres, especialmente en los apretados pliegues de mi apasionada memoria y en lo que me quede de tiempo útil en este baladí punto del Universo. Para saber de ti, es sólo materia de buscarte en la Internet, en las memorias de tus alumnos, en los recuerdos de los Hermanos, en las almas de tus amigos, en las sonrisas de tu amante familia, y en el reguero de luz de estrellas con que has marcado la ruta de tu increíble y titánica vida.

Sé que la mayoría de la gente te conoce como el "Hermano Luis Izquierdo", tu "alias" en la comunidad, tu título en el clan Marista, y eso está bien porque has sido un hermano para todos, pero nosotros, los más cercanos a ti, te conocemos como el "Tío Lucho".

Para mí, las palabras "Tío Lucho" incluyen mucho más que tu dedicada vida profesional y las incontables cosas buenas que hiciste para tantos, incluye tu poderoso espíritu de gran alcance y el sentido inmenso de la vida que te condujo para hacer tanto, para tantos, y en tan poco tiempo. Y digo poco tiempo porque realmente no importa cuánto tiempo vivirás entre nosotros, porque las vidas de gente como tu son siempre demasiado efímeras para los que te conocemos y te amamos. Tal vez yo haya sido el ser humano más afortunado en la historia de la humanidad por haberte conocido desde mi más temprana edad, de tener el privilegio de conocerte y de amarte, y el tiempo que he pasado contigo es un tesoro inusitado que nadie podrá quitarme jamás.

Fuíste como un padre para mí en muchos aspectos; fuíste un amigo para mí en gran medida, fuíste mi confidencial traficante de esperanzas, me aconsejaste sabiamente, me enseñaste a mirar las caras más feas de la vida con un ángulo diferente, a transformarlas en talantes más hermosos y más aceptables, nos reímos juntos y también me hiciste reír hasta en los momentos más amargos, y me enseñaste que el humor es más importante que la seriedad de un ceño fruncido. Y estoy orgulloso de haber aprendido todo esto de tí, y contigo.

Lo más importante y valioso que he aprendido de tus sabias y fraternales palabras fué que no debo seguir los caminos ya construídos, pero en cambio debo ir donde no hay caminos y dejar una senda; que mi medida como hombre no reside en cuando estoy gozando de momentos de éxito, pero reside donde mi corazón y mi alma se encuentran en tiempos de desafío y controversia; que mi supremacía sobre otros anida en la virtud y no en el poder; que es absurdo que un hombre gobierne a otros quien no puede gobernarse a sí mismo (Absurdum est ut alios regat, qui seipsum regere nescit); que debo correr mas rápido que mis sueños para poder alcanzarlos; que todos soñamos de diferente manera, que aquellos que sueñan de noche en las hendiduras polvorientas de sus mentes despiertan para descubrir que su sueño fué una mera y quimérica vanidad, pero aquellos que soñamos de día somos peligrosos porque podemos cazar nuestros sueños para hacerlos posibles, y que el futuro le pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños; que aquellos con imaginación y sin deseos de aprender son pájaros sin alas; que es duro ser derrotado, pero que es aún más duro no haber tratado de triunfar; que las pequeñas mentes son víctimas de domesticación y son fácilmente vencidas por desgracias, y que las mentes superiores se elevan sobre todo esto; que nuestras vidas deben ser una excitante y salvaje aventura, o ser nada; que la vida es como un dado, que a pesar de que te dá una cara, te muestra cuatro más y sabes que aún hay por lo menos otra cara escondida; y que no importa quién lleguemos a ser en esta vida, porque después del juego, el Rey y el Peón terminan en la misma caja. Me enseñaste un tremendo montón enorme de muchas cosas más, pero el resto quiero atesorarlo mezquinamente en el invariable poder de mi existencia para poder disfrutar de pasarlo y compartirlo en algún apropiado momento con mis hijos, con mis amigos, y con el resto de la humanidad.

Desde niño he leído sobre grandes hombres en los pesados y cenicientos volúmenes de historia, pero estos libros nunca describen la experiencia humana verdadera. Hablan de grandes hombres, pero ¿cuántos de esos hombres han tocado realmente nuestras vidas de una manera significante? ¿Cuántos de esos grandes hombres te formaron con amor y cuidado y fijaron el curso para el resto de tu vida? La mayor parte de los grandes hombres de historia tocaron muchas vidas, pero en forma ligera y tangencial, desde la difusa distancia, a través de las secas palabras de un libro, pero tú me mostraste que los hombres verdaderamente grandes, los héroes inolvidables, tienen un impacto directo en las personas, ellos imprimen una diferencia palpable y superior, un impacto más positivo y más duradero en aquellas afortunadas vidas que tocaron. Los verdaderos grandes hombres son simplemente como tú, mi querido Tío Lucho.

Al final, la historia de la humanidad no es la historia del mundo, si no que es la biografía de nuestros grandes hombres.

Quiero agradecerte humildemente el me hayas enseñado a luchar cada lucha con toda la energía y el poder de mi existencia, con un sólido escudo de sonrisas, con la inquebrantable espada de la verdad y con una reluciente capa de humanidad para que mis enemigos huyeran en pánico ante la vista de tan magnífico paladín. Tus enseñanzas me prepararon para batallar cada batalla con gracia, y a no dar ni pedir tregua, y a luchar hasta que se evapore la última gota de mi irreverente energía. Siempre lucharé con la gracia, con la virtud, y con la determinación que tu fértil alma me regaló.

Por último mi querido Tío Lucho, quiero agradecerte que hayas tenido la paciencia de plantar de una manera tan subrepticia esas pequeñas semillas que provocaron una diferencia tan fundamental en nuestras vidas, por lo menos, en la mía. Por ejemplo, me enseñaste a que debemos reír y encontrar siempre el humor en las cosas sin importar cuáles éstas sean; me enseñaste a que lleve mi “vida” adentro y no arrastrándola detrás mío. Tu sabes esto mejor que nadie porque tu no vives tu vida, tú la celebras, la disfrutas al máximo cada día, tú haces cada momento de tu vida un momento apoteósico, tu transformas el diario vivir en una gala cotidiana, en un olímpico saludo a sí misma, haces de cada día una explosión colorida de vida y con eso, me enseñaste a sentirme bien de mi mismo, me enseñaste que para ser una buena persona no necesito talento o capacidades, y también me enseñaste y nos demostraste fehacientemente que la “familia” lo es todo.

Tío Lucho, quiero que sepas (y para que quede claro y sin duda en los historiales de nuestras vidas todas) que no has cruzado nuestras vidas desapercibidamente, y que yo, tu sobrino loco -el humanitario cultivador de infiernos-, está infinitamente orgulloso y egoístamente agradecido de que seas "mi" Tío Lucho.

¡Larga vida a ti Tío Lucho!
Rodrigo
(El Loco)

lunes, 5 de abril de 2010

Pehuén

Esta es una sinopsis de una de mis repentinas semillas de memoria que cada primavera brotan raudamente, y la escribo más que nada para mi entretención y sin aspiraciones literarias, y solo quiero compartirla con ustedes. Les cuento esto porque aprendí mucho del Pehuén, aunque no un erudito, un sabio.

Cuando era chico y muy joven, yo tuve un caballo que se llamaba Pehuén. Nunca supe cómo mi caballo blanco y negro obtuvo su nombre, de dónde venía esta extraña palabra, que raíces tenía, ni cual ere su significado.

Quiero especificar "cuando era chico" porque aunque no lo crean, debajo de este viejo Marista hubo una niñez vibrante y gloriosa, y ahora que estoy convertido en un viejo (o como mi hermana Carmen Cecilia lo diría en una forma políticamente correcta: un "Señor Antiguo" o como mi hermano Francisco Javier me denomina cariñosamente: "fósil viviente"), todavía me acuerdo vívidamente de algunos capítulos perdidos en la turbulenta inmensidad de mi niñez y que se han quedado atorados en los innumerables pliegues de mi imaginación precoz y perenne que nunca abandonó mi mente. También quiero aclarar que mi caballo Pehuén ERA UN CABALLO Y NO UNA CEBRA en caso de que algunos de aquellos astutos zorros lo estén pensando, y SÍ, a pesar de mi edad, la memoria NO ME FALLA.

En todo caso, mi caballo era fuerte, alto, orgulloso, inteligente, cariñoso, leal y libre; era mi amigo de la niñez y nunca me criticó mis payasadas, ni mi inmadurez. El sólo me escuchaba y me acarreaba en su lomo ancho y seguro cuando recorríamos los lindos campos de sur de Chillán, en Las Vertientes en esos cálidos e inolvidables veranos que pasé en los campamentos del Tío Lucho. El Pehuén estaba conmigo cuando yo estaba triste, cuando yo estaba enojado, cuando me sentía defraudado por las arteras maniobras de la vida, se paseaba alrededor mío comiendo pasto y mirándome de soslayo de vez en cuando con sus grandes ojos y sus pestañas grandes y frondosas como las cejas de mi Tío Honorio. Su exuberante cola, como el moño de mi Tía Julia, me golpeaba cariñosamente para traerme de vuelta a la realidad sin apuro, de a poco, suavemente. Su relincho, atronador como los ronquidos de mi Tío Miguel, me recordaba que era hora de volver, y en su lomo de paso cadencioso, suave como los arrullos de mi Madre, me traía cada vez que moría el día, de vuelta a casa.

Chillán, Las Vertientes, San Fernando, Pangal, La Cueva de los Pincheira que mas que cueva parecía un refugio de Milodones, y un montón grande de lugares míticos que solo existieron en nuestra lejana niñez, pero que nunca murieron y todavía consiguen emboscar estrepitosamente nuestra polvororienta nostalgia de vez en cuando, llenándola con los ecos mágicos e imperturbables de aquellos tiempos dormidos. El Pehuén representa todo esto para mí. Aunque el Pehuén no estuvo en muchos de estos lugares, no me importa, es como si él hubiese estado allí.

Durante aquellos tiempos desordenados de la vida aprendí que "Pehuén" era el nombre Mapuche de nuestro árbol nacional, la Araucaria Araucana, la especie más robusta e implacable de las coníferas. Es un árbol estoicamente imperecedero y perenne con un diámetro del tronco de alrededor de 2 metros y de más de 40 metros de altura. Un gigante fabuloso y antiguo como el tiempo; actual y perseverante como nuestras vidas. El Pehuén representaba y representa todo eso. Por lo menos para mí, en mi niñez inundada de imaginación y esperanzas, y ahora en mi vida cansina, también inundada de imaginación y esperanzas.

El Pehuén, a su manera; me enseñó que es posible llenarse de verduras, pero no de pasteles, me enseñó que a veces estar asustado está bien. Me enseñó a no esperar que un extraño me limpie la nariz, me enseñó que o sigues pedaleando, te bajas de la bicicleta, o te caes. Hay que jugar, no mirar como otros juegan, pensar que tu mochila es la más pesada hasta que recoges la de otra persona por equivocación, y que a veces dos es una muchedumbre. Aprendí del Pehuén que hay que lengüetear el helado antes de que se derrita, que a mi abuelita no le importa oír la misma historia un montón de veces, a otras personas no les gusta; es importante golpear primero, esconder la coliflor cocida en la servilleta funciona solo una vez, hay que mirar hacia ambos lados no solamente en las calles, hay que hacer olas, las aguas estancadas se mueren, y también el Pehuén me enseñó que 100 es harto.

También me mostró que mientas más fuerte sopla el viento, más alto mi volantín se elevará, que no hay que ahorrar tiempo, hay que usarlo, que hay que ser el primero en imprimir huellas en la nieve recién caída, que la gente notará tus pies si usas calcetines desiguales, que debo defender a mi hermano, que silencio puede ser una respuesta, que hay que seguir golpeando hasta que abran la puerta, que lloriquear atrae atención pero no amigos, que no pierdo nada pidiendo el cuarto deseo, que el pez grande sí se come al pez chico, y que mientras estoy decidiendo si busco o no my red, las mariposas se están escapando.

Aprendí mucho más del Pehuén, pero hoy hasta aquí no mas llego (quizá me esté fallando la memoria después de todo). Echo de menos al Pehuén, porque el Pehuén fué un buen caballo.

Ahora que estoy "más Antiguo", añoro mas al Pehuén cuando my princesa, mi hija de 9 años Giuliana María me pide inocentemente un caballo, un "horsey" para tener, y aquellos profundos, claros, imaginativos e inquisitivos ojos reflejan unos ojos que fueron antaño míos y que gastaban sus lágrimas en pos de mis sueños. No sé como carajo voy a hacer con lo del caballo en Arlington, Virginia, en una casa en que el patio apenas es suficiente para las ardillas, los zorros plateados, los ciervos, los mapaches, los topos, los pájaros y la ruidosa ebullición de vida que se pelea por marcar el escuálido territorio del patio de mi casa. Ya le encontraré una solución al asunto del caballo.

Sinceramente espero que ustedes hayan tenido un caballo como el Pehuén, o al menos un perro, o un gato, o por último un loro o por lo menos una jodía rata que los haya escuchado, porque a veces éstas compañas fueron las únicas que prestaron seria atención al llanto y a la alegría de nuestras almas.

El Loco.