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miércoles, 1 de agosto de 2018

El Bolsillo

Estos son los recuerdos que he llevado en el bolsillo izquierdo de mis pantalones cortos de cotelé(nota) de color café oscuro desde que aprendí a caminar, pantaloncillos a los que odiaba con toda la energía de mi niñez porque me hacían lucir como una Barbie chueca, desnutrida y con bolitas.  Ahora ya no me importa porque esos pantaloncetes ya no me caben pero tampoco los he reemplazado, así que los sigo atesorando para, de vez en cuando; escarbar en su bolsillo izquierdo.  En aquellos tiempos, yo solía vivir en Valparaíso, Chile.

(nota)  En otros países al cotelé le llaman Pana o Corderoy.

Por alguna extraña razón aún por ser descubierta y que quizá jamás lo sea, mi joven Madre pensaba que me veía muy bien con esos pantalones a pesar de mis canillas y piernas flaquísimas, y unas rodillas que parecían un nudo mal hecho en una escuálida rama de árbol enfermo.  A esa edad yo no tenía libre albedrío (ningún niño lo tiene), así que no me quedaba otro remedio que usar los malditos pantalones cada vez que íbamos de visita a alguna parte.

Lo primero que debo confesar es que el bolsillo izquierdo de mis pantalones cortos de cotelé de color café oscuro, estaba roto, y por eso muchos de los conocimientos que adquirí durante mi temprana edad y que coloqué en ese profundo bolsillo; ya no están allí.  No sé si se cayeron hace poco o hace mucho tiempo, lo que sé es que ya no están ahí.  Más tarde en mi vida remendé el bolsillo, lo reforcé, y desde entonces he podido guardar muchas memorias, que como un anchuroso bolso (sin fondo) de mujer, este extraordinario bolsillo tiene una gran capacidad de carga y ahora contiene una barbaridad increíble de cosas heterogéneas, desordenadas y algunas sin sentido, y hasta algunas cosas que no sabía que tenía. 

Ninguno de los sueños que atesoraba en este imberbe bolsillo se ha perdido porque mis sueños siempre abrigan la gruesa veta de la dulce y perenne miel de mi imaginación, lo que los hace sumamente pegajosos, entonces se adhieren porfiadamente a las paredes del bolsillo de mis pantalones cortos de cotelé de color café oscuro, y por eso; nunca se caen.

El bolsillo izquierdo de mis pantalones cortos de cotelé de color café oscuro no es una computadora, ni un ábaco, ni un compendio bibliotecario de recuerdos ordenados, por lo tanto lo que cuenta es la cantidad que hay en él, y no el orden de sus contenidas memorias.  Por ejemplo, cuando me acuerdo de acordarme, me acuerdo de que la velocidad de la luz es rapidísima, pero nunca me acuerdo de cuál es la velocidad de la obscuridad.  A mí me parece que la luz y la obscuridad corren a la misma velocidad, sólo que en sentido contrario entre ellas. 

Y así, tengo memorias esporádicas y otras de largo alcance las que quizá no se hilvanan las unas con las otras entre sí, pero esto no se llama desorden, se llama espontaneidad, y yo, soy un tipo muy espontáneo.  Tan espontáneo como una sonrisa o como un susto.  Y por eso es que me gusta abrazar a los árboles.

Quizá parezca y suene muy infantil o hasta inmaduro de que a mi edad esté aún escribiendo sobre los disparatados años iniciales de mi vida, pero no tengo otro remedio porque es que nuestra sociedad completa y sin ninguna exclusión o excepción, aún vive ciegamente aferrada a las cómodas y mareadoras vueltas de la vieja edad de la rueda, sin avanzar moral o intelectualmente en forma madura, y además, estamos perpetuamente viviendo en el tiempo de una pequeñez de conciencia y estrechez moral sempiternamente atañidas a nuestras volubles existencias humanas. 

Por esto, creo que las viejas memorias se transforman en nuevas y poderosas memorias cuando las repasamos bajo el enjuiciador cristal de las edades de nuestras vidas y de nuestras conciencias, las que no han cambiado un ápice desde que éramos unos pendejos de 4 años y podíamos caminar erectos por debajo de la mesa del comedor, pero que hoy nos hemos dado cuenta que esas conciencias han crecido en tamaño, pero no en visión ni en ingenuidad.  La distancia que hemos arrastrado nuestros espíritus desde los 4 años hasta hoy, la hemos caminado con las mismas chancletas de nuestras existencias que violaron esas enormes distancias de la vida en un abrir y cerrar de ojos.  Antes de los 4 años no teníamos un espíritu libre, sólo obedecíamos órdenes.


A veces me pongo a pensar –lo que no es muy a menudo cuando es a menudo- y me pregunto ¿cómo ha sido posible para tan menudo bolsillo el atesorar esa enorme cantidad de reminiscencias?  Pues el viejo refrán dice que "El saber no ocupa lugar", pero no hace referencia al por qué, pero yo creo que el saber ocupa las distancias, los lugares y los tiempos de la historia, y éstos, son lugares.  Lo cierto es que los recuerdos no son nada más que una referencia infinitamente menor que un Quásar, una referencia atómicamente indivisible en nuestras mentes, que nos conecta a un universo inagotable de conocimiento.  Cada uno de estos recuerdos es un simple "link", el que oprimimos con el silente dedo de la nostalgia. 

El conocimiento sí ocupa lugar, ¡y mucho si lo escribimos! Si no fuese así, ¿para qué tenemos trillones de páginas escritas sobre él, cuatrillones de gigabytes con su electrónico contenido, y una red de información infinita y etérea de una magnitud espacial y galáctica -a la que llamamos "Internet"- con un google(1) de intangibles páginas de conocimiento empírico, fraudulento y verdadero?   ¿Por qué tenemos una cantidad Graham de data a la que podemos acceder en un yoctosegundo?  Simplemente porque aunque el saber no ocupe lugar, la memoria no es infinita, y debemos escribirla.

(1)  La palabra “Google” proviene del vocablo Googoplex.  Un googolplex es el número 10googol, o equivalentemente, 10 (10100).  Escrito en notación decimal ordinaria, es 1 seguido de 10100 ceros, es decir, un 1 seguido de un ceros googol.  ¿Qué cosas, no?

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Cuando el Hombre se dió cuenta de que el conocimiento que no se nos quedaba en la memoria era tantísimo, y que nuestros deficientes cerebros no eran capaces de contenerlo, decidió comenzar a guardarlos en una forma diferente para no perderlos.  Hace una chorrera de polvorientos milenios atrás (chorrocientos años), un visionario sin I-Pod ni Ordenador; un Macedonio llamado Ptolomeo I Sóter (El Salvador) quien fué Rey de Egipto por allá por el año 305 AEC, se le ocurrió construír la famosa Biblioteca de Alexandria, la que fué el anaquel de conocimiento escrito más grande de que se tenga memoria, y que contuvo más de 700.000 gruesos volúmenes de sapiencia rotulada apropiadamente. 

Estos formidables epítomes y compendios apenas fueron capaces de contener una nimia parte del conocimiento Humano acumulado hasta la época.  Comparados con nosotros hoy, ¡estos giles no sabían nada!, pero ciertamente el conocimiento ya ocupaba muchísimo lugar…

¿Qué tiene ésto que ver con mi bolsillo?  Pues nada.  Ya les advertí de que el bolsillo izquierdo de mis pantalones cortos de cotelé de color café oscuro (ya reparado), no es ni una computadora ni un ábaco, ni un compendio bibliotecario de recuerdos ordenados; y que se parece más a un elástico bolso de mujer.  Contrario a la Biblioteca de Alexandria, mi bolsillito guarda una cantidad ingente de "links" organizados al desordenado azar, y no guarda material alguno de ninguna especie sino estas circumbirúndicas(2) conexiones con mi memoria.

(2) Este término diccional o vocablo de facundia es de particular territorialidad, y es usado principalmente en Chile por algunas clases sociales connaturalmente desheredadas de una germanía ilustrada y apta, y es una aleatoria fusión de los inuendos del significado de las palabras: asombroso, secreto, misterioso, inexplicable y prodigioso.  Así que cuando usted quiera expresar su admiración por algo, o por algún asunto que confine el significado conceptual de estas varias palabras de la lengua Castellana; simplemente use este práctico vocablo chileno y refiérase al asunto en cuestión como: "circumbirúndico".

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En casi todos los casos que conozco, el dinero adormita la conciencia.  El dinero siempre encuentra fértiles tierras para diseminar y desarrollar su lado maléfico y protervo (porque todas las cosas tienen por lo menos dos lados).  Por ejemplo, el dinero encuentra fructíferos parajes en abogados deshonestos, políticos y frailes degenerados; y no hay absolutamente ninguna necesidad de validar este fenómeno, solamente hay que leer los diarios, ver la Tele, y escuchar el alarmante y escandaloso ruido que emiten nuestros Ayuntamientos, Alcaldías, Congresos, Capitolios, junto al gran cantidad de otras siniestras antres* gubernamentales diseminadas estratégicamente en nuestras atareadas ciudades.

Estas madrigueras que odiosamente albergan malolientes ratas y gusanos de cadáver, a las que llamamos inocentemente "Oficinas" (oficinas de abogados deshonestos, políticos sucios y frailes degenerados, eso es), las que se supone que sean para administrar justicia, pero resulta ser que son nada más que covachas albergando abundante inmundicia moral.  Todas estas “oficinas” no son más que la misma mierda con distintas grufted* moscas.

Sin embargo, la otra cara del dinero que adormita las conciencias hace su trabajo también y sin el menoscabo de las escabrosas acciones de su gemelo demoníaco.  Hay mucha gente que adora el dinero pero que también adora a su prójimo, independientemente de la forma en que éste esté hecho, y de la forma que éste piense.  Adoran a sus prójimos sólo porque son prójimos y porque simplemente, les adoran.  Estos seres especiales están hechos de una mágica materia etimológica que contiene amor al ser humano, amor a la humanidad, caridad, y respeto positivo y constructivo; y no tienen nada que ver con los misántropos del párrafo anterior. 

Puesto en los términos más simplistas de la lengua Castellana, estos filántropos seres humanistas buscan en una forma totalmente desinteresada la excelencia en cada faceta y circunstancias de la vida humana, para cada vida humana en forma indiscriminada, creando múltiples maneras y vías  para traer esa filosofía a fruición.  El caso curioso es que este dinero que adormita conciencias, también las despierta y las despabila en una gran forma.

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Si la gente piensa que tener piojos (Pediculus Humanus Capitis) es algo descastado por la sociedad, están muy equivocados.  Dependiendo de su punto de vista, esto puede ser cierto pero no se olvide de que hay un factor preponderante que determina si el hecho de tener piojos es un estigma social, o es simplemente una materia de orgullo. 

Para comenzar, la enfermedad más denigrante del hombre –del hombre denigrante digo- es la Alopecia Areata.  Esto es, una condición médica la cual es responsable por la pérdida del pelo.  Es denigrante porque apenas uno se vuelve calvo, le comienzan a tildar con muchos sobrenombres, y le cuelgan una pila de apodos infamantes y deshonrosos tales como:

Cabeza de rodilla
Resbalín de piojos
Cabeza de fósforo
Bola de billar
Cabeza de nalga
Bombillo de cuero
Cabeza de bala
Culito de mandril
Cabeza de teta
Frente infinita
Cabeza de talón
Pelón
Cabeza de poto
Cabeza de lengua
Cabeza de talón

Hay muchos otros apodos bastante más insolentes y humillantes los cuales no deseo nombrar.  Lo distintivamente cierto hasta la fecha es que lo único que puede detener la caída del pelo, es el suelo.

¿Cómo va a ser bonito que a uno le llamen así?  La gente no tiene la culpa de quedarse calvo, pero cuando se quedan calvos no hay remedio (hasta ahora).  Esto nos trae de vuelta a la idea de que el tener piojos es un beneficio.  Si usted tiene más de cincuenta años, o se quedó pelado antes de eso, simplemente no tendrá el privilegio de tener piojos.  ¡A mi edad el tener piojos es un gran privilegio!  ¡Pues claro!  Si tenemos piojos es porque tenemos pelo.  ¡Hijo, tenemos pelos! ¡Los pelados solo sueñan con tener piojos!


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Desde hace mucho tiempo he estado pensando en estas cosas, y hoy, he decidido estamparlas en este escrito.


No necesito cerrar mis ojos para recordar aquellos imborrables e inmortales días de nuestras inocentes y “libres” infancias.  En aquellos firmes días en que creíamos y actuábamos como si todo el tiempo y el mundo completo era nuestro.  Manteníamos siempre presente en nuestras mentes y en clara perspectiva de que el "mundo adulto" no cesaba de prodigarnos límites, cercas, reglas, barreras y formantes* que no consideraban la niñez, sino que "el comportamiento". 

Estos adultos no eran capaces de entender que no era ningún pecado ni una rebelión en contra de la sociedad el hecho de regresar a casa después del colegio o después de nuestras andanzas diarias por dondequiera que estas se hubiesen desarrollado, con los pantalones rotos, sin algún botón en nuestras camisas, con alguna nefasta mancha en nuestra chaqueta, o que tuviésemos un codo rasmillado,  las manos y la cara sucias, o que hubiésemos perdido la pelota de fútbol... o un zapato.  ¿Se ha dado cuenta que los zapatos perdidos son siempre de a uno?  ¿Qué cosas, no?

Tampoco les gustaba a los adultos el que trajésemos un invitado a almorzar o a cenar sin aviso, o que invitáramos a un amigo a la casa a jugar sin pedir permiso.  Nunca entendí por qué los adultos, que habían sido niños tal como nosotros un día ya ido; no entendieran estas cosas tan simples y honestas de la niñez sin dobleces.  ¿Donde las habrían olvidado?  ¿Quizá nunca tuvieron pantalones cortos de cotelé de color café oscuro?  No lo sé.  Nosotros siempre entendimos a los adultos y a sus formas de ser.  ¿Por qué les costaba tanto a ellos entendernos a nosotros cuando ellos "tenían mucha experiencia" en la niñez?  Tampoco lo sé.

Cuando pedíamos más pasteles y galletas, nos decían que no eran buenas para nosotros y que no deberíamos comer muchas; sin embargo, ellos se hartaban con las galletas.  Cuando pedíamos un pedazo de torta, apenas nos daban solo un menudo pedacito porque "era mucho para un niño".  ¿Acaso se olvidaron de que los estómagos de los niños no tienen fondo para postres, galletas, pasteles, dulces y helados?  ¿Cómo es posible de que los adultos tengan tan mala memoria?  No lo sé.  ¿Por qué decían que ingerir demasiadas calorías era malo cuando ellos se hartaban de licor?  Tampoco lo sé.

Cuando hablábamos y jugábamos con nuestros amigos imaginarios y nos divertíamos a más no poder con ellos, los adultos nos miraban con caras preocupadas y rápidamente buscaban la dirección del psicólogo o del psiquiatra y nos decían que no le habláramos a nadie de nuestros amigos imaginarios porque no existían.  ¿Cómo que no existían?  ¿Estarían locos estos adultos? ¡Por supuesto que eran reales!  ¡Si jugábamos todos los días con ellos!  Cuando los adultos les hablan a los otros adultos y les contaban cosas de ellos que no eran ciertas, cosas que eran imaginarias para que sus amigos pensaran que ellos eran más de lo que realmente eran, y tenían más de lo que realmente tenían…  No era eso imaginación?  Deshonesta; pero imaginación al cabo...

¿No es eso imaginario?  ¿Por qué cuando los adultos inventan historias fantasiosas acerca de ellos está bien, pero nuestros amigos imaginarios no lo están?  No lo sé.  ¿Por qué los adultos tienen historias imaginarias para sus amigos, las cuales las cuentan como ciertas;  pero nuestros juegos imaginarios no son reales?   Tampoco lo sé.  Lo único que sé es que los adultos tienen cientos de amigos imaginarios, y todos ellos viven en Internet.

Ya no le hablo mucho a mis amigos imaginarios de la niñez, ni como pastelillos ni galletas con ellos como solía hacerlo antes, ni juego tan seguido con mi dragón "Pantuflo", un títere de peluche de mi niñez el que siempre fué real, pero que hoy ya no juega…  Quizá simplemente porque ha pasado el tiempo.  Sí, ha pasado ya mucho tiempo, pero hoy estoy aquí otra vez intentando hablarle a mi vida de lo mucho que lamento el no tener a mis amigos imaginarios ni a mi dragón "Pantuflo" conmigo ahora en cada día que pasa, porque ellos disipaban mis amargos silencios y mi oscuros temores.

Pantuflo me consolaba cuando estaba triste mientras sorbía de a poco mis Sopitas de Dolor cuando veía secarse a alguno de mis ríos, y me murmuraba al oído que la pena era solo alegría mal encaminada.  Pero sé que mis amigos imaginarios y Pantuflo no se han ido para siempre.  Sé que están ahí en alguna parte aguardando…  Me gustan mis amigos imaginarios y también Pantuflo porque ellos nunca pretenden que todo está bien.  Pantuflo también  me dijo una vez: “Sé siempre tú mismo porque todos los demás ya están tomados”.  Creo que Pantuflo tiene razón.


Yo no entendía las cosas que pensaban los adultos de aquel entonces y sabía que sentiría miedo sin que ellos me sujetasen la mano.  Pero me entristecía cuando me llevaban de la mano porque ellos no querían tomar de la mano de mis amigos imaginarios, ni dejaban que "Pantuflo" me siguiera a distancia.  ¿Por qué se les olvidó el ser niños?  No lo sé.  ¿Cómo se les olvidó tan rápido el ser niños?  Tampoco lo sé.  Lo único que sé es que yo no me olvidaré nunca jamás, y es por eso es que sigo escribiendo sobre estas tonterías. 


Sí, tonterías digo porque para los adultos, las cosas que los niños decimos son siempre tonterías, esas tonterías que nos hacían felices, tonterías que ellos ya no saben decir... y no sé por qué se les olvidaron...  No lo sé...  Ya vé usted, ¡yo ya no sé ni mierda!

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Este cuento es para los que se sienten un poco decaídos, o quizá un poco deprimidos.  Este cuento no les resolverá su situación actual, pero les dará una perspectiva alternativa al escenario en que viven de momento.

En este mundo SIEMPRE hay un prójimo más cagado que nosotros, más pobre que nosotros, más solo y aislado que nosotros, más tonto que nosotros, más chico que nosotros, más guatón que nosotros, más grande que nosotros, más flaco que nosotros, más inteligente que nosotros, más huevón y más desesperado que nosotros.  ¡Ah!, y más feo que usted.

La cosa es, ponerse uno mismo en una seria perspectiva con respecto al mundo que nos rodea, por más injusto o vacío que éste sea o parezca.  Acuérdese que la libertad y la justicia son una fantasía, sólo el vivir de sueños es lo verdadero.  Si usted no es capaz de hacer esto con el poder innato que le brinda su calidad de ser humano y su carácter, pues entonces usted es una mierda, y lo mejor que puede hacer es tirarse de cabeza en un pozo séptico y dejar de disminuir al resto de la humanidad con su presencia en la tierra.  Y si es así, no me rebata estas irrefutables palabras porque apenas abra su boca, le disminuirá valor al total del heroico subsistir del género humano que lucha y se esfuerza por progresar como usted lo debería estar haciendo.  Digo esto exceptuando la presente compañía por supuesto.

Para empezar, el único problema que aún no tiene solución, es la muerte, y como dicen acertadamente los cubanos: "el resto chico, ¡es mielda!".  Lo paradójico de la muerte es que cuando usted se muera, se le resolverán automáticamente todos sus problemas, pero si usted se suicida (no es que se vaya para Suiza), perderá totalmente su calidad humana, que es el tesoro más grande y más valioso al que un ser vivo puede optar, y usted no será más que una bosta sin personalidad en un hoyo en el suelo.  Recuerde que la vida es la interrupción de la muerte porque la vida es pasajera, y la muerte; eterna.

Escuche ahora: no hay ningún cuento para usted aquí, solo le dije esto para que usted vea si usted mismo es un cuento, o usted es algo real.

Muchas veces la vida nos va a tirar tierra, lodo, piedras, y todo tipo de porquerías...  Nuestros conocidos hablarán de ayudarnos, pero quizá en realidad no les interese, y hasta puede que te empujen hacia un hoyo, y esto le hará sentirse solo, abandonado, sin amigos, sin salida…  Pero uno debe evolucionar porque cuando uno evoluciona, también crea evolución a su alrededor.  Eres libre para tomar decisiones con coraje, desprendimiento y a veces; con una dosis de locura.  Aprender es envolverse en el mundo de lo desconocido.  No tenga miedo de esto, ni miedo de cambiar, atrévase a desafiarlo todo.  Insista una y otra vez sin cansarse, recuerda que sin determinación se puede perder una batalla que ya parecía ganada.

Nunca se rinda porque el que no se rinde, puede ser avasallado, pero jamás vencido.  Siempre empiece de nuevo y nunca se olvide de lo que quiere y de lo que es.  No tenga miedo de equivocarse, de cometer errores y de saber que es necesario ser humilde para aprender.  Tenga paciencia para encontrar el momento adecuado para actuar.  El mundo está en las fuertes manos de aquellos que sueñan, de los que tratan, y de los que corren el riesgo de vivir sus sueños.  Recuerde que aquel que no se arriesga, no cruza el río y camarón que se duerme, se lo fornican los sapos.  Su valor como ser humano no cambia bajo las circunstancias.  Entonces salga allá afuera, ¡y viva como si no hubiese un mañana!

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Dicen que la vida tiene más vueltas que un trompo, pero yo creo que un mojón se da más vueltas en el inodoro antes de partir…  Sí, se dá muchas vueltas antes de partir, luego se levanta erecto, saluda heroico, y se va para siempre…  El trompo no hace eso...

Aquí hay una vuelta de la vida que dá para pensar.  Tiempo A hubo un granjero escocés muy pobre de apellido Fleming quién vivía en una pequeña aldea en Lochfield, Escocia, una aldehuela establecida por los Romanos en el siglo XVIII.  Un día al final de la tarde en que el señor Fleming regresaba del duro trabajo de sus campos, mientras cruzaba un pantano que colindaba la senda que él caminaba de regreso a casa cada día, oyó un apagado lamento pidiendo socorro que provenía del pantano que cruzaba.  Cuando se dió cuenta de que el lamento era una voz humana, dejó caer sus herramientas instantáneamente y se dirigió corriendo a toda prisa hacia el lugar desde donde provenía la voz.


Cuando llegó al lugar de los lamentos, descubrió que había un jovencito aterrado que apenas tenía los brazos y la cabeza afuera del pantanal, y gritaba y se esforzaba desesperadamente por liberarse del fango que se lo estaba tragando irremisiblemente.  Sin pensarlo dos veces, se abalanzó en el pantano en el que rápidamente se hundió hasta la cintura en el húmedo y negro barro que ya casi terminaba de tragarse al angustiado jovencito.  Sin titubear y arriesgando temerariamente su vida, el viejo granjero Fleming logró salvarle la vida al muchachito después de una descomunal lucha sin cuartel con el despiadado pantano, evitándole al muchacho una lenta y horrenda muerte.



Agotado por el esfuerzo, ayudó como pudo al temblante muchacho sobre sus pies, y le mandó de vuelta a su hogar.  Después de descansar unos momentos, se encaminó a su casa para poder bañarse y reposar.  Mientras salvaba las últimas leguas de camino que le distanciaban de su morada, se iba diciendo a sí mismo mentalmente: "Ese muchachito en el pantano podría haber sido mi hijo.  Ese niño atrapado en el pantano podría haber sido mi propio hijo…".  Cuando llegó a su vivienda su hijo salió a recibirlo como de costumbre, pero esta vez, el granjero Fleming le abrazó con más sentimiento que nunca, hasta que le brotaron dos pequeñas y sumisas lágrimas, las que se enjugó rápidamente antes de que su hijo las descubriera.



Pasó un tiempo desde que estos hechos ocurrieran y unos días más tarde, inesperadamente un elegante carruaje se acercó a su vivienda y se detuvo enfrente de la puerta de la humilde casa de su granja.  Fleming un poco perturbado y nervioso por el calibre de la insospechada visita, abrió la puerta para recibir al viajero.  Cuando la elegante y delicada portezuela de la carroza se abrió, de ella surgió un gentilhombre muy elegantemente vestido con ricos atuendos, y se le presentó al granjero como el padre del muchacho que el señor Fleming había asistido unos días antes.



"Primero" - dijo el aristócrata - "Quiero agradecerle mucho el que le haya salvado la vida a mi bien amado hijo.  Sé que usted ha tenido que arriesgar su vida en tan osado intento, así es que yo quiero recompensarlo debidamente."


"Mi estimado señor, le ruego que me disculpe, pero es que yo no puedo aceptar pago por haberle salvado la vida a su hijo.  Yo lo habría hecho por mi hijo o por cualquier otra persona", - contestó el granjero escocés humildemente.  En ese preciso momento, el hijo del granjero se asomó a la puerta de la cabaña de la familia para ver qué estaba pasando.


Al verlo, el noble hombre le pregunto al granjero; "¿Es éste su hijo, señor granjero?"


"Sí, lo es" - respondió el granjero orgullosamente con una sonrisa que delataba su orgullo.

"Comprendo y respeto sus deseos, y desearía proponerle un trato.  En honesta y desinteresada retribución por su heroica y magnánima hazaña, me gustaría que me permitiera que yo le ofrezca a su hijo el mismo nivel de educación del que mi hijo disfrutará en los años venideros.  Si su hijo se parece a su padre, no dudo de que se convertirá en un hombre del que nosotros dos estaremos orgullosos" - dijo el gentilhombre con una amplia y expectante sonrisa en su rostro.

El granjero Fleming pensó en el generoso ofrecimiento detalladamente durante unos momentos, y finalmente decidió  aceptar la propuesta porque él sabía que no podría darle a su amado hijo la educación a la que aspiraba, una educación que como granjero, él nunca podría pagar.  Y así, el hijo del modesto y humanitario granjero Fleming pudo asistir a las mejores instituciones de educación que existían en aquel entonces, y unos pocos años más tarde, el joven Fleming se graduó con honores en la Escuela Médica de St. Mary's Hospital en Londres, Inglaterra.  Poco después de esto, el joven estudiante proveniente de tan humilde origen se dió a conocer en el mundo como el renombrado Dr. Alexander Fleming, descubridor de la Penicilina.

¿Y qué tiene que ver este cuento con las vueltas de la vida?  Pues bien, algunos años después, un hijo del mismo noble al que el viejo granjero le había salvado la vida en el pantano, había contraído un severo caso de pulmonía y estaba a punto de morir.  Entonces, el ahora Dr. Alexander Fleming la salvó la vida al muchachito con penicilina.

¿El nombre del noble que educó a Fleming? Sir Randolph Churchill.  ¿El nombre de su hijo que fué rescatado de las manos de la muerte por el Dr. Alexander Fleming?  Sir Winston Churchill.  ¿Qué cosas, no?


Reminiscencia

Casi nunca he mencionado el bolsillo derecho de mi pantalón corto de cotelé de color café oscuro.  No, no lo he hecho porque no tengo mucho que decir de este bolsillo derecho.  En este bolsillo se suponía que yo guardase imágenes de rostros humanos virtuosos, honestos y verdaderos; aquellos rostros que las falsedades morales y los disfraces sociales aún no los habían manchado o tiznado.  Tristemente, a pesar de que tengo varios rostros guardados en ese bolsillito los que he recogido a lo largo de mi vida, no tengo muchos almacenados en el bolsillo derecho de de mi pantalón corto de cotelé de color café oscuro.
Aunque ahora ya soy material de museo, he vivido una larga vida, más larga aún extendida coerciblemente por ácidos y corrosivos sufrimientos, y no por los años que he vivido; sino por el largo camino que he recorrido en ella, y en mi incansable y continua busca por todas las grietas inmundas y las limpias de este planeta, aún no he podido lograr llenar este bolsillo por más que he tratado.  No he encontrado muchos rostros limpios, sino que una cantidad de máscaras licenciosas con dientes de saurios… pero seguiré tratando…  siempre… 

Por ahora, el bolsillo derecho de mis pantalones cortos de cotelé de color café oscuro está cerrado como puerta de avaro, sin embargo está pronto a abrirse para cobijar una límpida cara más.

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Et sub Glossarium Glossarium – (Cum amore legentibus)
Antre – Caverna, cueva
Formante – Cualquier cosa que limite, determine o defina
Grufted – Sucio, begrimado, tiznado
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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 



El Loco

lunes, 1 de agosto de 2011

El Parque Bestial Urbano

No sé si usted se ha habrá dado cuenta de que las ciudades en que vivimos; todas ellas, no son nada menos que un patético Parque Bestial Urbano lleno de animales dispares de todas clases y géneros. No me refiero al urbano "parque zoológico" porque en los parques zoológicos solo viven animales civilizados. El Parque Bestial Urbano es como la apócrifa e ilusoria Arca de Noé de una imaginación con sobredosis de esteroides y una cadena de problemas adenoideos endémicos, pero real. Hay una cantidad inverosímil de animales que existen y conviven en estas sociedades cosmopolitas desequilibradas concienzudamente por la pintoresca y egoísta repartición de la riqueza tangible, pero equilibrada por el carácter y naturaleza de sus salvajes y extraños habitantes.

Cuando emito el vocablo "riqueza" no me refiero como "ricos" a aquellas personas con más dinero y valores materiales que otros, a los cuales tan injustamente se les maltrata constantemente moral y socialmente por los depravados espiritualistas desviados, socialmente ciegos y flojos que siempre quieren algo por nada, y envidian y hablan mal de los que tienen más que ellos basados en un recelo completamente desalineado emocionalmente, malintencionado intelectualmente, y estimulado por una ideología moral practicante tan equivocada y tan desmedida como su incontinencia mental misma, barbárica y sin igual. Pero a la postre, este estereotipo de pensamiento es un producto típico de amebas mentales.

Cuando nombro "riqueza", me refiero a esos seres humanos que dejaron la calidad de animales cosmopolitas invertebrados socialmente acopiando una riqueza moral sólida, un haz de principios macizos y consistentes, un respeto por la ley y el orden, una educada observancia por sus congéneres, un desarrollo personal concreto del principio civilizado, y han amasado ideales prácticos, considerados e incluyentes. También, estos valiosos vertebrados han sido capaces de desarrollar y respetar una responsabilidad social e individual, una honestidad universal, una lealtad incondicional, un sentido responsable del estado de derecho; y ciertamente contribuyen a la cultura humana: un largo trecho desde los baladíes hombres con la gangrena moral de Jericó. En otras palabras, estos seres humanos "ricos" aglutinan consciente y voluntariamente los principios y los pilares básicos de la civilización moderna.

Pero al igual que un zoológico común y corriente, un Parque Bestial Urbano tiene animales. Animales de todas clases y aromas. Muchos animales. Entonces es menester nombrar algunos de ellos aquí para que podamos diferenciar sus géneros y sus distintivas idiosincrasias. Como les pasa a todos, a mí no me gustan todos los animales. Hay algunos que me gustan, otros que detesto, hay otros que me son indiferentes, hay otros que adoro, hay otros que me encabronan, hay otros que simplemente venero, y hay otros que espero se extingan lo antes posible. Todo depende de cómo nos identifiquemos con ellos.

¿Ha notado usted que las viejitas delicadas y las abuelitas tiernas siempre tienen perritos pequeños y cautivadores? ¡Es porque son como ellas! Este es el principio básico de la transferencia emocional y el paralelismo de identidad. Estas viejitas se hacen acompañar de estos perritos sumamente mansos, adorables, débiles como ellas y que requieren máximos cuidados, y que demandan mucho amor y cariño; ni más ni menos como las atenciones que las ancianitas mismas requieren.

Y claro, hay también aquellos que se creen Tarzán de Huerto sin regadío y tienen un Dobermann, o un Pastor Alemán, o un Bulldog con cara de maldito para expresar sus machismos aparentes y la vaga creencia de que tienen genitales extra. Y claro, ellos también los aman y los cuidan con el mismo cariño que lo hacen las viejitas, con la diferencia que cuando las viejitas se hartan del jodío perro porque se defecó o meó en la alfombra: les gritan: - ¡No vuelvas a hacer eso Lulú! ¡No te lo voy a permitir más!, y acto seguido recogen a Lulú con un apuro fingido y la ponen cariñosamente en el sillón mientras miran a Lulú seriamente con sus arrugados labios fruncidos haciéndole un puchero de reproche bien intencionado.

En cambio los dueños hormonales de los perrazos más grandes cuando éstos hacen lo mismo y los sacan de quicio, les gritan como desaforados: - ¡Sale perro culiao! ¡¿Por qué mierda no te v'ai a cagar afuera?!, ¡¿Cómo chuchas se te ocurre hacer esto?! -como si el perro les fuese a contestar-, y acto seguido y refunfuñando en voz alta incoherencias de un vocablo ininteligible emitidos por sus prepucios vocales, le pegan una tremenda patada al pobre perro por donde le caiga mientras que el despistado perro trata de esconderse donde pueda. Realmente no sé del origen de qué secreción glandular han salido estos mequetrefes.

Así como es bien sabido de que los dueños de animales, cualquiera que éstos sean, se comienzan a identificar con sus mascotas y hasta parecerse a ellas según dicen algunos, hay otros animales que se congregan dentro de las regiones cosmopolitas en jaurías, manadas y rebaños de su misma naturaleza horizontal, y que también son muy, pero muy parecidos entre ellos a través de sus cardinales esencias y recuas primitivas, las que comparten en casi todos sus rasgos existenciales.

Voy a nombrar a algunos de estos animales que constituyen estas piaras de peculiaridad cosmopolita. Antes de hacerlo, comprenda que cualquier parecido con su propia realidad o con la de su vecino es una mera coincidencia, y ésta indeliberada coincidencia quizá sea más real de lo que usted crea, quiera observar, o quiera aceptar, porque le guste o nó; usted probablemente también vive en uno de estos Parques Bestiales Urbanos. Empecemos por los animales que me gustan:

Me gustan los gatos. Los gatos son magníficos, pero un poco hinchapelotas porque son muy independientes y territoriales. A pesar de que los gatos son animales muy adaptables y "domésticos", y en contra de la inexperta creencia popular, su expectativa de vida está reducida en un ambiente hostil. Todo gato, de cualquier tamaño u origen, lleva inherente en sus genes los instintos básicos de su estado salvaje, y se acerca a los humanos por una actitud más de conveniencia y comodidad que de ingentes lazos de sentimientos de afecto. Si usted cree que el gato lo ama, ¡usted está loco! Esto no descarta la posibilidad de que algunas mascotas felinas lleguen a tener fuertes lazos afectivos con sus seres humanos elegidos. En fin, el gato hace lo que quiere, cuando quiere y donde quiere. No le pide permiso a nadie y no depende de su dueño para vivir en plenitud y comodidad, y cuando le dá la gana, para la cola y se marcha sin más trámite para el lado que sea que esté encarando. Los gatos son civilizados.

Ahora un animal que adoro. Adoro a los perros. Chicos y grandes, cualquier perro porque no necesito identificarme mucho con ellos. Todos los perros son cariñosos, leales, alegres, juguetones, y son una extraordinaria compañía. La mayoría de las veces son mejores que las personas. No importa cómo les tratemos, cuánto les gritemos y hasta cómo los castiguemos, ellos están siempre contentos de vernos, y nos reciben cada vez que llegamos a casa como si hubiésemos estado afuera de viaje por un largo tiempo. Apenas nos ven, saltan, mueven la cola con un frenesí que casi se les despega del culito, nos lengüetean y nos babean a más no poder, ¡y hay algunos que hasta se mean de felicidad! Dígame usted: ¿Cuantos amigos suyos hacen esto por usted? Los perros son entusiastas y devotos de sus amos. Cuando golpean su puerta, su perro sale disparado ladrando como si la visita fuera para él; y lo hace con el mismo ánimo cada vez que alguien golpea la puerta, sin importarle que la visita no sea nunca para él. Los perros son civilizados.

Aquí hay un animal que detesto. El Perezoso, mejor conocido como: empleado público. El Perezoso al igual que su congénere humano público ambos son folívoros, flojos y negligentes; y lo único que hacen durante todas sus vidas es comer, dormir y cagar. Hay excepciones por supuesto, pero yo no tengo la suerte de conocer a alguna todavía. A diferencia de sus semejantes cosmopolitas, los Perezosos de la selva misteriosa no se convierten milagrosamente en el correcaminos a las cinco de la tarde cuando hay que dejar la oficina. Lo milagroso de esto es que al otro día, apenas entran a la oficina, se transforman en Perezosos otra vez. ¡Vaya milagro de la naturaleza urbana! Esta actitud adquirida es producto neto de la carencia total de profilaxis sicológica que ha degenerado en profundas caries mentales. El depredador más grande y peligroso de este animalejo es el trabajo responsable. Los Perezosos no son civilizados.

Bueno, éste es un animal que me es bastante indiferente: el Pidulle(1). Este Enterobio Vermicularis es el vago cosmopolita, al cual sin poner mucho esfuerzo en buscar, usted puede encontrarlo sentado ociosamente en los bancos de las plazas hablando por su celular, vagando sin destino durante sus peregrinaciones en los Mall, durmiendo con la boca abierta en el maltratado pasto de los parques, fumándose la vida en las esquinas con sus inservibles amigos sin personalidad, y sentados en los cafés pretendiendo bizantinamente el estar haciendo negocios importantes con sus laptops acompañados de una pretérita tacita de café que les dura cuatro horas.

(1) Pidulle (Oxiuriasis): pequeñas lombrices que habitan y se revuelcan en la mierda ubicada en la parte final del intestino, más exactamente, en el ciego (ojetillo) intestinal grueso. Es un parásito Nematodo de los más pequeños, pero joden tanto como los políticos de calvicie intelectual.


También y muy a menudo se le encuentra apandillado en comité en los corredores de nuestras bufonas instituciones fiscales. Pero por cierto los Pidulles no nos son tan indiferentes después de todo ya que nos mantienen ocupados en actividades poco decorosas y socialmente sin gusto, como por ejemplo la de rascarse febrilmente los labios anales con el dedo pulgar mientras esbozamos una mueca semi-macabra de satisfacción y consuelo. Estos Pidulles sociales piensan que una docena de huevos frescos es caviar de gallina. No señor, los Pidulles no son civilizados.

Las tres alimañas que siguen en esta lista de sabandijas cosmopolitas sí que me encabronan y son las que me producen el eco seco y desabrido de las arcadas de mi espíritu. La primera, es la sanguijuela, o "político" como es mejor conocida por todos. No hay mucho que explicar acerca de estos quiltros sociales ya que todo el mundo sabe que son la desgracia personificada de la humanidad civilizada. Los políticos sin embargo, tienen una gracia muy singular que les diferencia particularmente del resto de los autóctonos del Parque Bestial Urbano cosmopolita: ¡se parecen a más de un animal! Por ejemplo, también se identifican muy cercanamente a través de una relación netamente de parentesco familiar, con los zorros y las ratas. Otra cosa que nunca me he podido explicar es ¿por qué a una mujer pública la llaman prostituta, pero a un hombre público le llaman "político"? ¿Qué cosas, no?

Las sanguijuelas políticas se diferencian de los científicos en que éstos últimos se esfuerzan por hacer posible lo imposible, mientras que los políticos se esfuerzan por hacer imposible lo posible. Por eso es que la política es la prostitución de la mente y del bienestar social, y la profundidad de sus ideas raramente va más allá de la superficie de sus grasientos y malolientes cueros cabelludos que más que cueros cabelludos, parecen escrotos prestados. He aprendido mucho basado en una enormidad de ejemplos contemporáneos e históricos de que los cabecillas políticos son un tropel desbandado de farsantes canallas, fuleros cobardes, mentirosos impostores y cuentistas traidores; casi todos incapaces de acaudillar a un pueblo inteligente, patriota y valeroso. Las sanguijuelas no son civilizadas. Esto lo digo con mucho respeto y cariño por las incomprendidas sanguijuelas reales. La diferencia fundamental entre una sanguijuela y un político, es que el político es el animal de la lengua larga y de las ideas cortas.

La segunda alimaña no merece mi abominación completa como el resto de las otras falacias humanas, pero estos vómitos morales me producen desagradables náuseas y sí me repugnan superlativamente. Ésta alimaña especial es el áspid clerical, el falso clítoris religioso; los curas. Más que repulsión, los curas me producen una despiadada lástima horriblemente amplia y espaciosa, más colosal que la que siento por la honesta e infortunada serpiente bíblica, que la pobre por decir la verdad y nada más que la verdad, fué sentenciada injusta e impúdicamente al averno por los siglos de los siglos. Amén. Suerte tuvo el procreador de que no existía el "FaceBook" en ese entonces. Los curas a la sazón, aparte de ser pedófilos y degenerados infantofilios, son una triste y resentida expresión intelectual de segunda clase. El áspid no es civilizado.

La tercera y la más sucia alimaña que yo más detesto, es el abogado deshonesto -- ¡verso!--. Y sí, aunque a usted le parezca tremendamente inverosímil e inexplicable, se sabe de la existencia de algunos abogados completamente honestos, los que están clasificados dentro del bestiario urbano como "Hombres de Ley". Nunca ha habido un parecido más grande y extraordinario entre una bestia inicua y un "humano". Es casi como si uno fuese el otro. El abogado deshonesto y la hiena son gemelos morales e intelectuales de una equivalencia y simetría genética portentosa. Ya vé usted, su dios personal comete grandes errores, y muy a menudo. Al abogado deshonesto se le puede clasificar como el modelo estándar de una bazofia tautóloga de alto precio, y a la pobre e inconsciente hiena (y deshonesta también por naturaleza hereditaria) como una tautologista prebenda; al final del día, ambas vanas existencias están construídas en inuendos absolutos que no justifican sus putrefactas existencias; ni siquiera en un perfil filosófico de cualquier analecta, por escuálida de que éste sea.

Los abogados deshonestos --estas formas de vida que penosamente sobrevivieron la Abiogénesis y que nunca pasaron una prueba Litmus-- son incuestionablemente los especímenes que yo más detesto con todas las fuerzas de mi existencia. Son el anticristo de todos los válidos principios morales y espirituales que gravitan sobre los seres humanos civilizados, tal como lo expresa y concede claramente y por escrito el Apóstol Juan acerca de estos libidinosos apóstatas sindicalistas (www.biblia.com). Uno de los grandes y más profundos valores morales de nuestra sociedad civilizada, es la superioridad personal y ejemplar a través de un probo respeto y obediencia de las reglas y cánones explícitos de comportamiento. Estos valores no son parte del arsenal de moralidad de estos confusos matones emocionales y promiscuos piratas urbanos: los abogados deshonestos, éstos que con su voraz apetito, vicio y desenfreno por la injusticia social, han parido la corrupción sin ningún dolor. No es raro encontrar grafiti en las murallas en los lugares que los abogados deshonestos frecuentan proclamando: ¡Muera el Roto Quezada!

Las enseñanzas morales enfatizan y acentúan la auto-cultivación personal del ser humano, la emulación del modelo de una moral ejemplarizadora, y la maestría del logro de un juicio experto, práctico, respetuoso y autoritativo; y no del mondo y lirondo conocimiento oportunista de las reglas. En otras palabras, éstas son las éticas de la virtud; y no la consumada antípoda adquiridas conscientemente por el abogado deshonesto. El depredador más peligroso para estas especies es la Ética Moral porque es una expresión demasiado grande para la comprensión y asimilación de esta piara. Las hienas no son civilizadas, y los abogados son escolásticos certificados de la deshonestidad y los catedráticos dómines del libertinaje moral. ¡Qué almorrana social más incómoda y embarazosa! Bueno, suficiente acerca del consorcio de estos antropófagos de la ética que convierten los principios morales en la más monstruosa Necrópolis de la Decencia.

Más sobre el Parque Bestial Urbano
Ahora, si usted se considera un participante activo de la "Carrera de Ratas", por favor reconsidere su digna y valiosa posición como ser humano. No se mezcle ni se deje arrastrar por el bodrio cosmopolita que flota en sus obscuros y empantanados océanos de sargazo intelectual. Acuérdese que camarón de se duerme, se lo culean los sapos. Dedíquese concentrada y honestamente a mejorarse a sí mismo como un digno ser humano en cada fibra de su naturaleza, conságrese a civilizarse concienzudamente, y aunque me quiera creer o nó, con esto logrará brindarse la felicidad permanente y recuperará el intrínseco e innato valor humano real que ya tantos han (o hemos) perdido.

Destínese a salir a la calle y a redescubrir que quizá usted no pertenece en su Parque Bestial Urbano local, y que usted es una clase diferente de "animal", y también descubra que el encontrarse a sí mismo no es tan difícil; lo que sí, toma cojones y valentía el alcanzarlo. Engalánese con una lustrosa armadura de valores morales, adornada con aquellas virtudes humanas suyas las que nunca ha perdido, y dedíquese a ser usted, un ciudadano moral y civilizado, un ser humano cabal, industrioso y productivo. Y hasta es posible de que encuentre a otros gladiadores tal como usted, decididamente involucrados en la misma ardua pero enaltecedora faena.

Esto será de un gran beneficio para su familia, para la sociedad en que habita, para la raza humana en conjunto, y por supuesto; para usted quien es el más importante integrante del Parque Bestial Urbano en que habita, porque en los Parques Bestiales Urbanos no se vive; sino que se habita. Tenga cuidado de todas maneras porque el ser civilizado no es un antídoto o una vacuna efectiva contra abogados deshonestos u otras basuritas y tumorcillos sociales de este tipo.

Yo le considero a usted como uno de mis lectores muy invisibles y tremendamente anónimos, le respeto incondicionalmente aunque no le conozca; y le dedico mis quizá perturbadores e insolentes pero realistas y muy honestos escritos, con un cariño único y una púdica pleitesía porque el que dá la cara en la calle a todos es usted, tal como lo hago yo. La cara que los demás observan en nosotros es simplemente la que reflejamos.

Ahora, ¿cara de qué tiene usted? ¿De civilita, de hiena, de perro, de gato, o de almorrana? Cara de raja no puede tener porque la raja no es un animal. Pues no sé qué cara tiene usted, ni tampoco sé cuál es el rostro que los otros le ven a usted, o el que usted les exhibe públicamente a la luz del día. De cualquier manera, todos los días usted se pone un rostro para salir a la calle y enfrentar la sociedad cotidiana, aunque sea una cara de huevón, o una cara de inocente y cándido bufón, o quizá su cara real. ¿Quién lo sabe? Cuando yo le vea, le diré platónica y diplomáticamente lo que pienso.

La cara es nuestra carta pública de presentación la cual leen e interpretan a diario nuestros prójimos conocidos y desconocidos, visibles e invisibles, honrados o abogados, sinceros o políticos, morales o curas. No cualquiera puede descifrar los escondidos jeroglíficos escritos en su talante, la mayoría solo pueden leer esas legibles marcas con que usted se adorna la cara a diario, y que sus lectores saben leerlas e interpretarlas con un gran nivel de destreza y clarividencia. Su cara es su fachada, es el traje moral que usted exhibe en su exuberante desfile diario por las barbáricas calles y los brumosos pasadizos de su ciudad --o Parque Bestial Urbano--, o como usted quiera llamarla.

Como la ropa, la cara se ensucia, y por más bien vestido que aparezca en sociedad, si su ropa está sucia y manchada, a veces es mejor circular en pelotas. ¿Cuántas de las caras que usted vé a diario, a su parecer; están sucias, o manchadas, o en ambos estados? Quizá no vea tantos rostros sucios como caras de hienas, de áspides o de sanguijuelas, o quizá caras de loros parlantes como la de mi cotorrienta suegra andando por las calles. Párese a mirar esos rostros más detenidamente la próxima vez que salga a la calle, pero asegúrese que su rostro esté limpio, o por lo menos; calato (2). ¿Ha notado que cuando usted mira a su prójimo en forma directa y abiertamente a los ojos, éste (o ésta) se pone tremendamente incómodo y al vuelo, desvía su mirada de la suya? ¡Pues claro, a través de los francos ojos se puede leer fácilmente lo que hay detrás de la máscara!

(2) Calato viene del vocablo Quechua: q'ala, que significa "desnudo" o "sin ropa". Esta palabra ha sido adoptada como parte del Castellano de diversas regiones de Sudamérica, especialmente en Chile. Los chilenos son extraordinarios. Es la única raza a la cual "se le para el hoyo".

En su ciudad debe haber millones, o cientos de miles, o por lo menos una cachada sumamente grande de gentes que exhiben sus rostros y se los leen mutua y recíprocamente, y los rostros de esta comparsa desorganizada quizá comunican más de lo que piensan. Para el que sabe leerlos, estos rostros enmascarados manifiestan su moralidad, su existencia misma. Cabe decir que la mayoría de la gente simplemente no sabe leer rostros. Usted habrá escuchado más de una vez a un congénere decir: "Este gallo tiene cara de gil". En realidad es la pura cara de gil porque es todo lo que usted puede ver, y además es su opinión personal. De todas formas, ¿sabe usted lo que es un gil? ¿Bajo la autoridad de quién? Humm, esto me huele a estreñimiento cerebral…

Para poder desenredar con certeza y veracidad los intrínsecos significados y mensajes empotrados en las lingüísticas manifestaciones y filologías de las caras de los demás, uno tiene que tener una moral límpida y un carácter desarrollado, o por lo menos, exhibir un porcentaje decente de civilidad; y no ser "cara de palo" como la mayoría de los demás.

¿Soy yo civilizado? ¡Por supuesto que nó señor! ¡Que vá! De acuerdo al gráfico Coa(3) chileno, yo soy un "pobre y triste huevón". Como a mí aún me queda mucha naturaleza de bestia ignominiosa y como estoy medio atorado entre las incivilidades urbanas y los seres civilizados, y sigo siento una triste mutación entre animalejo y humano; sigo trabajando arduamente y sin descanso por una mejoría cívica y espiritual personal para poder un glorioso día, engrosar merecidamente las filas de los "civilitas" evolucionados. A pesar de esto, todavía puedo leer la cara de una traidora y sucia hiena, oler la pestilencia de las inmundas sanguijuelas, y escuchar el siseo engañador y tramposo de los traidores áspides desde un largo kilómetro de distancia, aunque esté nublado y lloviendo.

(3) El Coa es el lenguaje oficial de la delincuencia chilena. Normalmente cualquier lenguaje mal usado degenera en una jerga o en un argot, fenómenos que representan un incivilizado parásito lingüístico. El Coa es peor que esto. La palabra coa tiene su origen en la palabra española "coba", que significa embuste o adulación falsa, y se dice que está originada en el caló español, el lenguaje de los gitanos. Como sea que sea el cuento, los chilenos se las arreglaron para transformar la palabrita hasta que llegó a ser "Coa". En Castellano podríamos expresar nuestra admiración diciendo: "¡Esto es increíble!"; en Coa chileno esto se diría: "¡Estos güeones la cagaron, po!".

Para bien o para mal, yo vivo en un Parque Bestial Urbano bastante grande y que está saturado de estos dañinos y deletéreos cernícalos, pero esto no es lo peor ni lo que me preocupe más. Lo más alarmante y perturbador para mí es que estos gorgojos no solo andan todos sueltos y dispersos por el Parque Bestial Urbano, ¡sino que estas sabandijas son capaces de reproducirse! Esto último, es la más casta expresión fonética hablada de la fórmula del terror más atroz, notorio, comprimido y agobiante que he conocido en toda mi expuesta vida.

Si usted piensa que por el carácter de lo que yo escribo soy una persona discriminante, segregadora y leonina, usted está inmerso en un estado sumamente, intensamente, hondamente, supremamente y tristemente despistado, pero aún así usted tiene algo de razón; porque a pesar de lo que enuncio abiertamente, yo no estoy completamente civilizado aún. Y quizá como usted, yo soy simplemente una persona de gustos y preferencias cuasi-civilizadas sumamente refinadas, y mis sentimientos discriminativos no están dirigidos a la raza o a la razón, sino que sus raíces perduran en el sueño de la civilidad. ¿Qué cosas, no?

Lo único que le pido encarecidamente a usted mi querido lector, es que en su ardua jornada hacia la liberadora civilidad, sacúdase ese comportamiento de boya que flota gandulezcamente en el amplio mar de la inconsciencia, y por favor haga un esfuerzo supremo y costoso, y no se deje arrastrar inmerecidamente por la miopía social, la hipoacusia moral ni la cofosis intelectual. No se encierre en las letrinas nomotéticas infestadas del S.I.D.A. legal, de la sífilis política y del coma religioso que nos traen consuetudinariamente los rapaces buitres del sentido común.

Mire al futuro con un espíritu totalmente exento de ametropía en su conciencia de Hombre, porque usted, ante todo es un Hombre. Deshágase de ese cultivado nihilismo intelectual hereditario que se le cuelga porfiadamente como una rémora hambrienta de cada pensamiento, de cada pálpito de su vida, y de cada hebra de su existencia. Cuando logre cabalmente este espíritu libre; si es usted una dama, se sentirá y danzará como las Doncellas Polovetsianas; y si usted es un caballero, se sentirá y obrará como El Cid Campeador. ¡Buena suerte en su jornada! ¡Oh!, casi se me olvidaba: ¡por favor hágalo con extreme urgencia!

El Loco.