miércoles, 1 de junio de 2016

El Calendario

Limitación de Garantías

No quiero insultar a nadie, pero como ustedes ya me conocen muy bien, de cualquier forma me las arreglo para insultar a todo el mundo de una forma u otra; y este escrito no es ninguna excepción.   Ahora, mis insultos no son intencionales, deliberados o premeditados; simplemente son calculados con una ambigüedad dilógica con estrictos fines de asepsia para así evitar un posible auto-menticidio.

El Calendario

Usted ya conoce el "calendario".  ¿Está seguro?  Yo no lo estaría tanto...  La pregunta es: ¿Qué calendario está usted mirando?  Todo el mundo mira al calendario si nó una vez, muchas veces al día, por supuesto a no ser de que usted esté muerto.  El calendario es el mejor invento de orden cronológico general y de esclavitud cíclica que usamos con la excusa de saber en qué momento del tiempo nos encontramos viviendo.

Lo cómico de todo esto, es que según el calendario que observemos, tendemos a creer que aquel tiempo que el susodicho calendario marca, es la época en que realmente existimos.  Bueno, tengo algunas malas noticias para usted: el "tiempo" o la "época" en que vivimos es simplemente una etérea forma del lapso universal y cósmico-espacio-temporal en que ésta canica de agua, tierra y humanos surtidos en la que anidamos, ni siquiera tiene una fecha determinada de comienzo, o fin.

Para ubicarlo un poco en las inmensidades del desconocimiento humano (y digo y hago esto con sumo respeto), el denotado concepto de espacio-temporal, o espacio-tiempo; es un modelo matemático de propiedades geométricas y secuenciales que combina el espacio y el tiempo en un único e indiviso continuum, como dos nociones conceptuales inseparablemente atañidas.  Según la defectuosa Teoría de la Relatividad de Albertito y de acuerdo con otras teorías físicas menores, dentro de este continuum de perpetuidad espacio-temporal se desarrollan todos los eventos físicos, cíclicos e irregulares del Universo.

Antecedentes

Según la laxista estipulación de la Teoría de la Relatividad, el tiempo no puede existir en forma autónoma de las tres dimensiones espaciales porque que al igual que ellas, el tiempo depende del estado de movimiento del observador.  En ciencias físicas, un "observador" es cualquier ente capaz de efectuar cotejos de magnitudes físicas.  De la forma en que trabaja, es que dos observadores miden tiempos asinartéticos del intervalo entre dos sucesos. 

La diferencia entre las duraciones medidas entonces, depende de la velocidad relativa entre los observadores.  Si agregamos un campo gravitatorio, la diferencia de intensidades de dicho campo gravitatorio también se convertirá en una dependencia para cada uno de los dos observadores.  Por eso es que consideramos el tiempo como una dimensión geométrica más.  ¿Le quedó claro?

De vuelta al Calendario

Antes de perderme en un debate analítico sobre las adalpelágicas profundidades de las tetradimensionales teorías relativistas, voy a aterrizar my psiquis en un lugar más pequeño, y voy a concentrarme en la efeméride del calendario.  Aquí revisaremos quién, cuándo y por qué se inventó este ordenado almanaque. 

El curso del Sol y la Luna son las formas más axiomáticas de medir la hora normal, y el año y la lunación se usaban más comúnmente como unidades de tiempo en las sociedades pre-modernas a nivel mundial.  Sin embargo, el calendario Romano contiene imbuídos restos muy antiguos de un año solar pre-Etrusco de 10 meses de duración.  Los primeros calendarios cincelados sobre superficies sólidas datan de la Edad del Bronce, escritos en un lenguaje que dependió del desarrollo de la escritura de los calendarios en el Antiguo Oriente, y de los calendarios Egipcios y Sumerios.

Un mayor número de sistemas de calendarios Orientales se hacen disponibles durante la Edad del Hierro, basados en el calendario Babilónico.  Estos incluyen el calendario del Imperio Persa el que a su vez dió origen al calendario de Zoroastro y al calendario Hebreo.

Y el enredo del calendario sigue.   Un gran número de calendarios Helénicos se propagaron y difundieron en la Grecia Clásica durante el período Helenístico, los que influyeron el diseño de calendarios fuera de la esfera del predominio Griego, dando lugar al origen de los diferentes calendarios Hindúes, así como el antiguo calendario Romano.

Los calendarios creados en la antigüedad eran "lunisolares", es decir; un calendario cuyas fechas indican tanto la fase de la luna, como el tiempo del año solar; y esto dependía de la introducción de los meses intercaladamente para alinear el año solar con los años lunares. Esto se basó principalmente en observaciones, pero puede haber habido intentos tempranos de modelar el patrón de intercalación en una forma algorítmica, como se evidencia en el siglo II en el fragmentado calendario Coligny construído en la Galia romana, y que representa la evidencia más importante para la reconstrucción del Calendario Celta.

El Emperador Julio César reformó el calendario Romano en el año 45 AEC al que se le conoce como Calendario Juliano.  El calendario Juliano ya no dependía de la observación de la luna nueva; este calendario se limitó a seguir el algoritmo de introducir un día bisiesto cada cuatro años.  Esto creó una disociación de los meses naturales con respecto a la lunación.

El calendario islámico se basa en la prohibición de intercalación por Muhammad en la tradición islámica, que data de un sermón celebrado en la fecha Juliana del 6 Marzo del año 632 AEC (9 Dhu al-Hiyya AH 10 en el calendario islámico).  Esto generó un calendario lunar basado sólo en el desplazamiento observacional relacionado con las estaciones del año solar.  Por eso es que la celebración de Ramadán se mueve 15 días hacia adelante cada año, y por ende; Ramadán nunca se celebra en la misma fecha calendaria nuestra.  ¿Qué cosas, no?

Como usted puede ver, los historiadores no tienen la más pelafustán idea de quién o cuándo la humanidad inventó su primer calendario.  Se especula que probablemente fué un neolítico troglodita primitivo (conocidos hoy como: "políticos") cuando por primera vez le talló una muesca a un palo o a un hueso para marcar el paso de cada luna llena.  Esto se desprende de que huesos con marcas utilizados para registrar las fases de la luna se han encontrado en África y Europa; y la antigüedad de estos hallazgos se remontan a alrededor de 20.500 años antes de La Era Común.

El origen etimológico de la palabra calendario, del Latín Clásico Kalendae (en Latín Vulgar es Calendas), se deriva del primer día de cada mes en el antiguo calendario Romano el que se basó en el Calendario Lunar Griego, y que los Romanos atribuyeron a Romulus, el mítico fundador de Roma; pero no hay mención en la historia de la persona que actualmente lo inventó.  El Calendario de Romulus tenía diez meses donde el primer mes del calendario comenzaba con el equinoccio de Primavera.  Un equinoccio es un evento astronómico en el que el plano del ecuador de la Tierra pasa a través del centro del Sol.  Esto ocurre dos veces al año.

Los meses del calendario de Romulus se denominaban de la siguiente forma: Martius (31 days), Aprilis (30 days), Maius (31 days), Iunius (30 days), Quintilis (31 days), Sextilis (30 days), September (30 days), October (31 days), November (30 days), y December (30 days).  Si usted lo nota, los meses del 5 al 10 tienen nombres de números: Quintilis–quinto; Sextilis-sexto, September-séptimo, October-octavo, November-noveno, December-décimo.

No todos los nombres de los meses son Romanos.  ¿Está usted sorprendido?  Pues no lo esté porque las sorpresas reales vienen más adelante.  Recuerde que después y aparte de la forma en que la placenta mental de los irreflexivos meollos cerebrales políticos funciona, los cielos es la parte más misteriosa de nuestra experiencia diaria con respecto a la forma en que medimos nuestro tiempo.

Entonces, ¿cuántos calendarios hay?

Veamos.  Tenemos varios tipos de calendarios.  Un sistema de calendario completo tiene una fecha diferente para cada día de la semana, así que el ciclo semanal no es por sí mismo un sistema natural completo; tampoco es un sistema para denominar los días dentro de un año sin tener un sistema para identificar los años.

El sistema de calendario más sencillo, simplemente calcula los períodos de tiempo a partir de una fecha de referencia.  Esto se aplica para el día o la hora en el día Juliano o Tiempo Unix, o sea un instante en el tiempo elegido al azar como el origen de una época en particular.  En la práctica, la única variación posible es el utilizar otra fecha de referencia, particularmente, un instante menos lejano en el pasado para conseguir que los números sean más pequeños.  Con esto, los cálculos de estos sistemas de calendario son sólo una cuestión de suma y resta.  Hay otros calendarios que tienen una o varias unidades de tiempo más largas.

Calendario Solar

Los calendarios solares le asignan una fecha a cada día solar.  Un día solar puede consistir en el período entre la salida y la puesta del sol, con el período de seguimiento de la noche.  También se puede calcular como un período entre eventos sucesivos tales como dos puestas de sol.  La longitud del intervalo entre dos eventos sucesivos permite variar ligeramente su duración durante el año, o puede promediarse como un día solar medio. Otros tipos de calendario también pueden usar el concepto de día solar.

Calendario Lunar

No todos los calendarios utilizan el año solar como unidad.  Un calendario lunar entonces es un calendario el que tiene los días medidos dentro de cada ciclo de fases lunares.  Debido a que la duración del mes lunar no es una fracción equivalente a la duración del año tropical, un calendario puramente lunar se desplaza rápidamente en contra de las estaciones, las que no varían mucho alrededor del Ecuador. Sin embargo, lo hace permanecer constante con respecto a otros fenómenos, en particular a las mareas.  Un ejemplo es el calendario islámico.  

Alexander Marshack, un académico independiente americano y arqueólogo Paleolítico, en una lectura polémica estipuló que cree que las marcas en un bastón de hueso (circa 25.000 AEC) representan un calendario lunar.  Otros huesos marcados en forma análoga también podrían representar calendarios lunares.  Del mismo modo, Michael Rappenglueck, un investigador alemán de la Universidad de Münich, cree que las marcas en una pintura rupestre de 15.000 años de antigüedad, representan un calendario lunar.

Calendario Lunisolar

Un calendario "lunisolar" es un calendario lunar que se compensa mediante la añadidura de un mes adicional, y según sea necesario para realinear los meses con las estaciones.  Un ejemplo es el calendario hebreo, que utiliza un ciclo de 19 años.  ¿Qué cosas, no?

Calendario Astronómico

El calendario hebreo de Qahal es un calendario astronómico y está basado en una estructura de organización teocrática en la sociedad israelita antigua que comienza el calendario en al año 5.591 AEC.

Un calendario astronómico se basa en observación constante.  Ejemplos de esto son el calendario religioso islámico y el arcaico calendario judío religioso durante el tiempo del segundo templo.  A este calendario también se le refiere como un calendario basado en la observación.  La ventaja de un calendario de este tipo es que es perfecta y perpetuamente preciso.  La gran desventaja es que la determinación de cuándo ocurriría una fecha en particular en el futuro, es muy difícil de conseguir.

Calendario Aritmético

Un calendario del tipo aritmético es aquel calendario que se basa en un conjunto de reglas matemáticamente exactas.  Un ejemplo es el calendario judío actual.  A este calendario también se le refiere como un calendario basado en reglas.  La ventaja de un calendario aritmético es la facilidad de cálculo para producir fechas determinadas.  La desventaja es la inexactitud, a pesar de ser "matemático".  Aunque el calendario sea muy preciso, su precisión sufre lentamente una merma con el paso del tiempo debido a cambios en la rotación de la Tierra.  Esto limita la vida exacta útil de un calendario aritmético a unos pocos miles de años, entonces después de esto, las reglas tendrían que ser modificadas a partir de observaciones realizadas desde la invención del calendario.

Calendarios Completo e Incompleto

Los calendarios pueden ser de un formato completo, lo que ofrece una manera más clara de computar el año; o pueden ser de conformación incompleta.  Los calendarios completos facilitan la manera de nombrar cada día en forma consecutiva, mientras que los calendarios incompletos no proveen esta ventaja.

Como un ejemplo de calendario incompleto está el calendario Romano original.  Como paradigma, este temprano calendario Romano no tenía la estructura de designación de los días en cada uno de sus meses de Invierno, sino que agrupaban estos días dentro de estos meses simplemente como "Invierno".  El calendario Gregoriano es un ejemplo de un calendario completo. 

El Calendario Gregoriano

El calendario Gregoriano, al que se le conoce también como calendario Occidental, o el calendario Cristiano, es internacionalmente el calendario civil más ampliamente utilizado. Este calendario fué bautizado "Gregoriano" después de que el Papa Gregorio XIII lo estableció en el mes de Octubre del año 1582, por lo tanto el egregio Español que nació en Felanitx, Mallorca, España; Don Cristóbal Colón, usó este calendario cronológico de navegación, et ideo ex parte est (por lo tanto y basado en lo expuesto), la fecha del descubrimiento de América, es completamente arbitraria.

El Papa cristiano Gregorius XIII nació como Ugo Boncompagni, y fué el Papa oficial de la Iglesia católica desde el 13 de Mayo de 1572, hasta su defunción en 1585.  Como usted puede ver, los "aliases" para esconder la verdadera identidad ya se usaban ampliamente en la iglesia católica desde tiempos A.  El hecho que Gregorius tomó el alias número XIII, pone al descubierto a los otros 12 papas anteriores que se escondieron bajo el mismo alias.  Poco original, ¿no cree usted?

El calendario Gregoriano fué una mejora del calendario Juliano.  El cambio se limita a una corrección 0,002% en la duración del año, lo que se traduce en aproximadamente 17.52 horas de diferencia durante el año, y con un impacto cronológico diario de una fracción de 0,048 por día; lo que se traduce aproximadamente en unos 2.88 segundos por cada día.  Esto caprichosamente acortó la duración cronológica del año.

La motivación para implementar esta reforma fué completamente despótica y egoísta, y no se adhiere a ninguna razón científica, lógica, o moral.  La moral en ese tiempo y como hoy, estaba a la venta y era una ganga.  Este cambio se realizó basado en el puro egolatrismo y flautía religiosos con el solo interés egomaníaco de acomodar la fecha de la celebración de la Pascua a la época del año en la que se celebraba cuando fué inventada por la Iglesia primitiva.  Debido a que la celebración de la Pascua estaba constreñida al Equinoccio de Primavera, la iglesia católica consideraba indeseable de que el año, por ser demasiado largo; causaba la constante deriva de la fecha de Pascua.  Otras religiones consideran esto como "matonaje cristiano".  ¿Qué cosas, no?

Esta reforma facista-narcisista fué forzada inicialmente entre los países católicos de Europa.  Los países Protestantes y los países orientales Ortodoxos continuaron usando el calendario Juliano tradicional, pero fueron forzados a aceptar la reforma Gregoriana después de un tiempo, y por meras razones de conveniencia en el comercio internacional.  El último país europeo forzado a aprobar la reforma fué Grecia, en el año 1923; el mismo año en que el Ingeniero Civil Juan de la Cierva inventó el autogiro, un aparato volador de alas circulatorias con un rotor sin retroalimentación.  Como usted vé, la guerra de los calendarios se arrastraba ya hasta poco después de que finalizó la Primera Guerra Mundial.

Y esto se complica, señores.  La reforma Gregoriana contenía dos partes principales: una parte es la reforma del calendario Juliano que se utilizaba hasta ese momento; y la otra parte fué una reforma del ciclo lunar utilizado por la Iglesia en conjunto con el calendario Juliano, también con la criptodinámica intención de re-calcular la fecha de la Pascua.  La reforma no fué de ninguna manera original.  Esta metamorfosis calendarista fué una modificación de una propuesta anterior hecha por Luis Lilio.

No se sabe mucho de Luis Lilio, pero sabemos que vivió entre los años 1510 al 1576, y es también conocido como Luigi Lilio, Luigi Giglio, o Aloysius Lilius.  Este hombre fué un médico, filósofo, astrónomo y cronologista italiano; y el "autor principal" de la propuesta que luego de algunas modificaciones menores, instauró las bases definitivas para el calendario Gregoriano, el cual fué plagiado y adoptado originalmente en el año de 1582.

La propuesta de Lilio incluía la reducción del número de años bisiestos en un lapso de cuatro siglos, de 100 a 97, para hacer 3 de cada 4 años bisiestos, años centuriales comunes.  Lilio también produjo un esquema original y práctico para el ajuste de los "epacts" lunares (la edad de la Luna calculada al 1° de Enero), un ajuste en el cálculo de la fecha de la Pascua anual.  Esto resolvió un gran obstáculo que impidió por largo tiempo la reforma del calendario Gregoriano.

La reforma gregoriana modificó el esquema del calendario Juliano de los años bisiestos de la siguiente manera:

Cada año que es exactamente divisible por cuatro es un año bisiesto, a excepción de años que son exactamente divisibles por 100, pero estos años centuriales son bisiestos si son exactamente divisibles por 400.  Por ejemplo, los años 1700, 1800 y 1900 no son años bisiestos, pero el año 2000 lo es.  ¿Qué cosas, no?

El Calendario Maya

El calendario Maya es un sistema de tres calendarios y almanaques entrelazados, el que fué utilizado por varias culturas precolombinas en Mesoamérica, pero principalmente por la civilización Maya.

La civilización Maya se desarrolló en un área que abarca el sureste de México, la totalidad de Guatemala y Belice, y las porciones occidentales de Honduras y El Salvador.  Esta región se compone de las tierras bajas del norte que abarcan la península de Yucatán, y las tierras altas de la Sierra Madre que van desde el estado mexicano de Chiapas, cruzando el sur de Guatemala y llegando hasta El Salvador, y las tierras serenas bajas del litoral del Pacífico.

Según la tradición mitológica Maya como se documenta en narraciones coloniales de Yucatán, y que se han reconstruído a partir de inscripciones de los períodos Clásico y Postclásico; repetidamente se le atribuye a la deidad Itzamná el haber contribuído con el conocimiento inicial del sistema de calendario de los Mayas ancestrales, junto con la escritura, y otros aspectos fundamentales de la cultura Maya.

Tzolk'in, como se denota en la ortografía Maya moderna; es el nombre generalmente adoptado por los investigadores del Calendario Sagrado Redondo, también conocido como el calendario de 260 días.  La palabra tzolk'in es un neologismo acuñado en Maya Yucateco, que significa "la cuenta de los días".  El calendario Azteca, que es el calendario equivalente al Maya; se le conoce como "Tonalpohualli" en la lengua Náhuatl.

El calendario tzolk'in combina el nombre de veinte días con trece números para producir 260 días únicos.  Estas fechas se utilizaban para determinar la fecha de los eventos religiosos y ceremoniales, y para la "adivinación" de hechos futuros como por ejemplo; el fin del mundo.  Cada día sucesivo se enumera desde el 1 hasta el 13, y luego la cuenta comienza otra vez desde el 1.  Independientemente de estos cálculos, a todos los días se les asigna un nombre secuencial a partir de una lista de 20 nombres asociados con jeroglíficos.

Algunos locos pronosticaron que el fin del mundo estaba sujeto al término del calendario Maya.  Esta catástrofe mayúscula fué inicialmente anunciada para Mayo del 2003, pero no pasó nada.  Entonces cambiaron la fecha del fin del mundo para principios del mes de Diciembre del 2012; pero tampoco pasó nada.  No contentos con esto, los adivinos fracasados decidieron que el fin del mundo ocurriría en conjunto con el término de uno de los ciclos del antiguo calendario Maya, siendo éste el solsticio de Invierno del año 2012, entonces la fecha prevista para el fin del mundo se pronosticó para el 21 de Diciembre de 2012, donde tampoco pasó absolutamente nada.  ¿Qué cosas, no?

Después se acabó el calendario Maya ¡y tampoco pasó nada!  Seguro que el clérigo ayunado de juicio estuvo envuelto en esta estúpida maquinación llena de promesas políticas.  No se preocupe, el fin del mundo lo anunciarán varias veces más en el futuro para mantenerlo bien informado.  ¿Qué lindo, no?

El Calendario Mapuche

El poco conocido calendario Mapuche es un calendario Lunar.  Este poco conocido calendario establece un año de 364 días, los que están distribuídos equitativamente en 13 meses de 28 días cada uno.  En este calendario se pueden distinguir los dos solsticios anuales en Junio y Diciembre –cuando el sol alcanza sus puntos más alto y más bajo con respecto al Ecuador en la esfera celeste--, y los equinoccios, donde el plano terráqueo del Ecuador se alinea con el centro del sol, normalmente en Marzo y Septiembre.   Entrambos, los solsticios y los equinoccios están directamente ligados con las estaciones del año.

Las Estaciones meteorológicas para los Mapuches tienen distinta duración: El Invierno (Pukem) y el Otoño (Rimü) duran 4 meses cada una.  La Estación más corta es el Verano (Walüng) la que dura apenas dos meses, y la Primavera (Pewü) que dura tres meses.

El Calendario de Uso Actual

El uso práctico primordial de un calendario es identificar días, y esto es simplemente para poder mantenerse informado acerca de sucesos en el futuro, para evitar metacronismos en la estipulación de eventos, y para registrar un acaecimiento que ya ha sucedido.  La identificación de días específicos también es instrumental para las aéreas agrícolas, civiles, religiosas o sociales. 

Por ejemplo, un calendario ofrece una manera de determinar cuándo iniciar la siembra o efectuar la cosecha; qué días son fiestas religiosas o civiles; que días marcan el comienzo y el final de los períodos de contabilidad de las empresas; y qué días tienen significado legal, tales como los impuestos, o la expiración de un contrato. 

Los calendarios son sin duda un sistema de cronometraje completo el que puede incluír la fecha y hora del día, los que juntos, especifican un momento preciso en las regiones sin fronteras del enigmático "tiempo".  Entonces, a esta altura ¿sabe usted qué exactitud contiene el tipo de calendario que tiene colgado en una de sus murallas?

Los calendarios más comunes de uso actual son los calendarios Gregoriano, religioso, nacionales, y fiscales.  Ya hablamos del Gregoriano.  El religioso mantiene las fechas importantes del año litúrgico y la observación de las fiestas religiosas; el nacional como el chino, el hebreo, el hindú y el Julián, son ampliamente utilizados para fines religiosos y/o sociales; el fiscal es un calendario público general que se usa para el ejercicio contable de un gobierno o de una empresa; y también está el vil y soez calendario político.

El Calendario Político

Ahora, los calendarios de los sucios y patibularios políticos (que ciertamente son amigos y compinches con los abogados deshonestos y los pedófilos y degenerados sacerdotes) son en realidad una colección ingente de "Agendas Personales", todas ellas disfrazadas y disimuladas como calendario en las que ellos acomodan, manejan y ordenan el tiempo y las fechas en que se dedican a despojar, robar, y raposear a la población.   

Lo típico que identifica a los calendarios políticos, es la falta de carácter moral, de honradez civil, y el exceso de deshonestidad intelectual.  Estos truhanes y bellacos "calendarios" están nutridísimos con delincuencia especulativa concienzuda, y por eso es que de aquí se deriva la acertadísima, popular y apropiadamente enraizada expresión: "Más ocupado que político robando".

¿Calendario?  ¿Cuál calendario?

El mayor problema con el calendario es que todos ellos, sin excepción alguna, comienzan en un momento y en un lugar escogido al albur en la infinita tela del complicado continuum-espacio-temporal; así que nadie sabe a ciencia cierta en qué fibra de esta tela que bordea el ruedo de lo supranatural nos encontramos.

¿Por qué digo esto?  Muy simple.  Aquí le ofrezco una sarta surtida y heterogénea de calendarios para los que he indicado el comienzo de su relación crono-espacio-lógica con respecto al año en que arbitrariamente vivimos hoy bajo el pancista calendario Gregoriano.

     Calendario:        Año recíproco:
Gregoriano
2016
Ab urbe condita
2769
Armenio
1465
Asirio
6766
Bahá'í
172–173
Bengali
1423
Berber
2966
British Año Regnal
Budista
2560
Burma
1378
Bizantino
7524–7525
Chino
4712 o 4652, (Mono de Fuego) 4713 o 4653
Cóptico
1732–1733
Discordiano
3182
Ethiopiano
2008–2009
Hebreo
5776–5777
Vikram Samvat
2072–2073
Shaka Samvat
1938–1939
Kali Yuga
5117–5118
Holoceno
12016
Igbo
1016–1017
Iraní
1394–1395
Islámico
1437–1438
Japones
Heisei 28
Juche
105
Julián
Gregoriano menos 13 días
Koreano
4349
Minguo
ROC 105
Thai solar
2559
1451606400–1483228799

Entonces, ¿en qué año estamos viviendo realmente?  Humm...  quién sabe...  Quizá lo más acertado es pensar de que vivimos en el pretérito pluscuamperfecto del indicativo; ¿o será que es el vigente pluscuamperfecto del subjuntivo, ya sea perfecto o imperfecto?  A veces pienso que podría ser el perfecto del indicativo, pero pareciese más como el presente imperfecto del futuro indicativo...   ¿O quizá un condicional o incondicional perfecto sin pluscuamperfección?

Es difícil de acertar porque hay tiempos simples y compuestos.  Por ejemplo, el indicativo tiene diez tiempos pasando por los condicionales compuesto y simple, el pretérito indefinido y hasta algo que se denomina: el futuro imperfecto.  ¿Qué diablos será eso?

Por otro lado, el subjuntivo tiene seis tiempos, contrario al imperativo que solo tiene uno; y después tenemos las formas impersonales como el infinitivo simple, el infinitivo compuesto, el gerundio simple y el gerundio compuesto; y todo esto para acabar en el participio...  ... y los calendarios que usamos hoy no indican ninguno de ellos.  ¿Qué cosas, no?

A veces nos preguntamos ¿por qué el tiempo (las estaciones) cambian tanto?, ¿por qué el Invierno dura tanto tiempo y la Primavera se atrasa?, ¿por qué el Verano es tan frío al principio y es tan caliente al final?, ¿y por qué el Otoño no corresponde a las fechas de su agenda? ...  Lo que quizá debiéramos preguntarnos es que si estamos usando el calendario apropiado y/o correcto.  Como hemos discutido anteriormente, el calendario es un sistema de medición de tiempo completa y absolutamente arbitrario y decididamente despótica.

El "tiempo" no comienza con el calendario, sino que con el origen del Universo el que sigue su camino impávido sin cambiar su rutina y sin detenerse.  Casi todos los movimientos celestiales son perpetuos y no se ajustan con respecto al calendario.  El calendario es el que se ajusta al paso del tiempo; y dentro del nutrido número de calendarios que poseemos y usamos, no hay ninguno exacto ni perpetuo.

Quizá nuestros lamentables calendarios están desfasados con respecto a los movimientos celestiales del Universo -los que casi no cambian- y nuestras "fechas" para las Estaciones necesitan ajustarse una vez más, aunque la Pascua cristiana ocurra en Enero.  Con un retraso de 2.88 segundos por día, en tiempo de pérdida acumulado en el calendario cristiano se monta a la cantidad 11,321,865,000.00 segundos desde el año Cero (0) hasta el final de este ciclo anual (2016). 

Esto arroja aproximadamente 24.528 días, lo que significa que nuestro calendario está atrasado alrededor de un mes con respecto al movimiento natural de los cuerpos celestes del Universo.  Entonces el "Verano" debería ocurrir casi un mes después de lo que tenemos calculado, lo que trae a la palestra la pregunta: ¿Es realmente "calentamiento global", o es simplemente "verano atrasado"?  Usted decida, pero antes de decidir, échele una miradita al compendio de hojas llenas de huérfanos números que cuelga de su muralla.  Y todo esto es sin contabilizar los segundos perdidos desde el infinito-1 hasta el año Cero donde comienza nuestra Era Común.  ¿Qué cosas, no?

En cualquier caso, todos ellos y sin ninguna excepción; los calendarios comienzan en una fecha al azar y albúricamente eventual, así que la exactitud corresponde solo a los calendarios mismos, y nó a los hechos, movimientos cósmicos, galácticos, astrales, siderales, planetarios, o astronómicos; y ni a los meneos y ondulaciones celestes del gran Universo en el que estamos estancados.  Ningún calendario, por más exacto que éste sea; tiene marcada la fecha de mi muerte.

Lo único que sé y que me importa hoy, es que mañana va a estar soleado, soleado como aquellos escasos días radiantes que tuvo el inmortal e imperecedero poeta del sempiterno hálito humano, Don Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca.

Del calendario colgado en una de las murallas de la cocina de mi casa, una hoja con un montón de días estampados en ella, se acaba de caer al suelo...

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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 




El Loco

domingo, 1 de mayo de 2016

Conquistando Aucanquilcha

Mis queridos leyentes y fieles lectores todos; ustedes, mis imperturbables decodificadores y descifradores de éstos, mis indefinibles y ensortijados escritos, acaban de leer un artículo sobre mis montañas y mis volcanes, pero para vuestro justificado estupor, aún no he terminado con estas maravillosas crestas de piedra cordillerana.  Y ahora, abusando de vuestra paciencia y lealtad literaria, en este escrito les emborracharé la psiquis con otro de mis demenciales cruceros cordilleranos.  Gracias por su entereza intelectual y probidad moral. 

Aucanquilcha

Aucanquilcha es un volcán de más de 11 millones de años de edad.  Esta montaña se formó durante el período Mioceno, que es la primera época geológica del Período Neógeno. El nombre Mioceno se deriva de las palabras Griegas μείων (meiōn, "menos") y καινός (kainos, "nuevo"), por lo que significa: "menos reciente".  Este período tenía sólo el 82% de los invertebrados marinos modernos que tenía su periodo anterior; el Plioceno.  El Mioceno se ubica entre su predecesor el Plioceno, y su sucesor, el Oligoceno.  Me pregunto: ¿de dónde habrá surgido la rimante palabra "obsceno"?

Aucanquilcha es un masivo estratovolcán de 6,176 metros de altura sobre el nivel del mar, y está sentado en la Región de Antofagasta en el norte de Chile, al oeste de la frontera con Bolivia, y forma parte de la Reserva Nacional Alto Loa, ubicado en la parte central de la Cordillera de los Andes.  Aucanquilcha forma parte de una agrupación más grande de volcanes conocidos como el "Cúmulo Aucanquilcha".  

Entre otras, en Aucanquilcha existe una antigua mina a una altitud de 5.950 metros, la que inicialmente se perforó en el año 1913; pero que se mantuvo bajo explotación desde 1950 hasta 1992.   Esta fué la mina ubicada a más altura en el planeta durante ese período, y su producto; azufre, era transportado usando llamas hasta el pueblito de Amincha, ubicado a unos 42 kilómetros de Antofagasta, una localidad tan desolada como Calihue.

No sé exactamente qué significa la palabra Aucanquilcha.  No sé si es un nombre o un vocablo, un patronímico o simplemente un término lingüístico.  Sé que posiblemente es una palabra Quechua o Mapudungún, y que si la desgloso arbitraria y semi-fundadamente, puedo señalar que en Mapundungún, "Auco" significa "Se terminó el agua"; "quilaleu" significa "tres ríos"; y "chabunco" (de la terminación "cha") significa "confluencia de agua".   Ahora, en Quechua que es la lengua prominente de esa región desde el Incanato; no he podido dilucidar ninguna palabra que por lo menos se acerque a la filología del vocablo.

El problema es que los monosílabos "au" y "qui" no existen en ninguna de estas lenguas, incluyendo el Quechua y el Aymará.  Entonces, basado en lo poco y esparcido que sé de la palabra "Aucanquilcha", temeraria y osadamente me aventuro a decir que Aucanquilcha podría significar "Lugar de Aguas".  No sé si usted haya visitado esas alturas, pero le aseguro que son sin duda abrasadora y tórridamente secas, pero no sé cómo estos lares eran durante su constitución Miocénica, la que quizá perduró hasta que fueron habitadas hace más de 21.000 años atrás, y donde posiblemente hubo abundante agua una vez.

Esta anécdota acerca de este volcán-montaña no se trata de una aventura del cuerpo o del espíritu, sino que una aventura de la psiquis existencialista.  Escalando Aucanquilcha aprendí cosas que no habría podido aprender jamás en las calles de ninguna de las sucias ciudades en que vivimos, en este planeta que obviamente gira en el sentido descaminado.

Aprendiendo de la Montaña

Si bien recuerdo, la primera vez que escalé una montaña fué cuando apenas contaba con seis años de edad (o quizá menos).  Mi amado tío Lucho me llevó a estos lugares por primera vez.  Fué una de las montañas que rodean la localidad de Agua Fría, en las vecindades de Angol, en la Araucanía chilena.  Aquí aprendí por primera vez el valor de subir una montaña.  Lo que aprendí fué que no es la montaña lo que hay que conquistar, sino que a nosotros mismos.  Esta verdad se hizo patente tiempo después entre los turbulentos días que forman mi vida.  El nombre Angol según el diccionario Mapundungún-Castellano significa: "subir a gatas".  ¿Qué cosas, no?

Creo que el escalar montañas nos enseña verdades importantes sobre nuestra vida.  Una de las cosas que aprendí de la montaña, es que los senderos que caminé me mostraron el duro trabajo de aquellos que los imprimieron por primera vez, y de aquellos muchos que los caminaron antes que yo.

Por ejemplo, Aucanquilcha me enseñó que el silencio es el mejor ruido.  También me aleccionó de que puedo viajar más lejos de mi meta, y lograr más de lo que creo que puedo; y que en medio de una senda de subida hay sólo dos opciones: conquistar la cima; o rendirse y retornar derrotado.  Esto fué importante porque aprendí que el llegar al pináculo de algo requiere gran perseverancia, obstinación y esfuerzo; y esto, sólo para dar el próximo paso adelante.  Cuando la vida me atrapa con sus sucias emboscadas de dificultad y obstáculos haciéndome difícil la existencia; pienso en aquellas jornadas de dura subida a la cumbre de Aucanquilcha, y recuerdo que lo único sensato que puedo hacer, es seguir porfiadamente poniendo un pie en frente del otro, y seguir escalando el trabajo de vivir.

Otra enseñanza que obtuve de este volcán milenario, es que hay que llevar sólo el peso necesario.  Como con la mochila de la vida, el peso de los pertrechos que cargamos o que arrastramos a nuestra espalda, se registra y es manifiesto cuando éstos se acumulan amotinadamente sobre nuestra vida.  Este embalaje es cierto para el saco de un viaje corto, o para la arpillera de la gran jornada de la vida.

Si puedo subir una montaña, puedo conquistar cualquier altura por sobre mi cabeza.  Esto por supuesto es totalmente incierto e indemostrable, pero el mantra todavía vive en mi mente y resuena tenazmente como un himno Védico de una entonación predestinada, como el numinoso sonido de la conciencia.  Conquistar la cima de una montaña no es solamente un logro físico, pero lo es también mental y emocional el que –al menos para mí- trae gran motivación.

Más Lecciones de Aucanquilcha

Cuando subo una montaña como el volcán Aucanquilcha, el que descansa cerca del volcán Santa Rosa, y aunque muchas veces lo hago acompañado, habitualmente subo impávido y envuelto en la recluída compañía de mi cariñoso equipaje emocional -el que acarrea mi esfuerzo y mi concentración - el que se explaya con el paisaje, con el silencio, y con la brutal naturaleza de Los Andes; y subo impávido hacia la cumbre; sin una dirección exacta, pero no marcho derrelicto.

¿Habrán sido los antiguos y olvidados dioses pre-colombinos que aún habitan los cosmos de Aucanquilcha, o habrán sido los penetrantes silbidos del tajante e incisivo viento Andino?  No lo sé, pero algo o alguien me ha imbuído estas profundas enseñanzas sobre la vida mientras me encaramaba invadiendo esas encumbradas alturas.

Aprendí por ejemplo que la audacia paga, pero que vale la pena detenerse y tomarse un respiro para ver dónde uno se encuentra; aprendí que el equilibrio ocupa el primer lugar entre las virtudes, que la impulsividad siempre debe ser la segunda, y que la desesperación engendra errores.

Aprendí que las situaciones más duras y estoicas son también los entornos más solitarios; y que siempre habrá una bosta la que pisaremos irremediablemente en nuestro camino por delante; aprendí que todas las subidas siempre encuentran una bajada velada e inesperada; y que la verdadera diversión solo comienza cuando se presionan y empujan los límites.

Aprendí que el verdadero Amor es lo que más duele; y que el éxito requiere de una gran confianza y perseverancia, y que la pereza rápidamente invita al fracaso; y que a veces la mejor manera de pasar un obstáculo es cortar a través de él; y lo que puede derrotarte, normalmente no lo ves venir.

También aprendí de la montaña que el progreso consiste en ser e ir, y no en tener o en llegar; y que en cada intersección de nuestra vida, hay una manera fácil y una manera difícil de tomar decisiones; y que si caigo herido, me puedo curar, lamer mis magulladuras, levantarme y proseguir la marcha.

Aprendí de la montaña otras cosas como por ejemplo que hay que siempre mantener el sentido del humor; que uno nunca debe creerse demasiado bueno como para no comenzar desde abajo; que nuestra familia es lo más hermoso y lo más valioso que siempre jamás tendremos en nuestras vidas; y que nunca debo tener temor de ser quien verdaderamente soy.

Aprendí que lo más difícil es aprender a perdonar, que debo explorar mi mundo y permanecer siempre curioso; que no debo tomarme muy seriamente a mí mismo porque nadie más lo hace; que debo llorar mis penas con alguien más porque alivia más que llorar solo; y que cuando se trata de chocolate, toda y cualquier resistencia es completamente inútil.

Aprendí que debo hacer las paces con mi pasado para que éste no me demuela el presente y me arruine el futuro; que nunca debo comparar mi vida con la de los demás, porque no tengo idea de cómo lucen sus jornadas; que nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz; que hay que ser excéntrico ahora, y no esperar a ser viejo para usar pantalones de color morado; y que el órgano sexual más importante es el cerebro.

¡La montaña está llena de enseñanzas!  Además me enseñó que nadie está a cargo de mi felicidad; que a tu trabajo no le importa que estés enfermo, solo a tus amigos les importa, manténte en contacto con ellos de cualquier manera en que puedas; no creas en milagros porque no existen; que el hacerse viejo es mejor que morir joven; y que la vida no viene envuelta en papel de regalo, pero sigue siendo un regalo.  ¿Qué cosas, no?

Desde la cumbre del Aucanquilcha, si miras al Este, podrás ver a la cansada Bolivia.  Una cosa más aprendí de Aucanquilcha...  nuestra vida es demasiado corta para lamentarse por mucho tiempo; o hay que mantenerse ocupado viviendo, o perseverar ocupado muriendo porque no hay que tomar decisiones permanentes basados en emociones temporales. 

Se puede aprender mucho de la vida subiendo una montaña, cualquier montaña; pero una montaña.  Cualquiera, hasta el más flojo, apático y enervado puede subir un cerro, una colina, un promontorio, una loma, un montículo, y hasta un pedestre mogote, pero subir una montaña verdadera toma a un ser más especial; a uno que se pueda elevar por sobre el nivel de una simple prominencia, a uno que debe ser capaz de negociar y resolver alturas y dificultades extraordinarias e inusitadas.

El impertinente e intruso ruido de la ciudad con todas sus falsas comodidades no nos deja tiempo ni de pensar ni de meditar.  Nuestra mente está constantemente presa en una inefable nube de preocupaciones y reacciones, y vivimos corriendo sin sentido de un lado para otro, porque no hay tiempo.  Y no hay tiempo porque tenemos muchas obligaciones con la sociedad, con la familia, con nosotros mismos, y con el resto de la humanidad.  Y así es como el tiempo que le deberíamos dedicar a nuestra conciencia se esfuma y desaparece en el cendal de las histéricas ciudades. 

En la montaña no pasa esto.  Nunca.  Escalando una montaña o un volcán como el dormido Aucanquilcha, juntos caminan nuestro esfuerzo sin distracciones, nuestra tenacidad sin mezquindades, y nuestros pensamientos sin obturación los que masajearán suavemente y con cariño los entumidos músculos de nuestra entorpecida conciencia.  Y durante la pesada marcha y enfrascados en nuestra lucha espiritual con nuestra envarada conciencia, sacudimos y despertamos también nuestros principios olvidados, y nuestra polvorienta moral, aquella que cuando éramos mozos jugando descuidadamente en aquel proverbial patio de baldosas verdes, estaba límpida y cristalina.

Una Experiencia

Tras un fláccido día anterior, un largo día caliginoso y húmedo casi a finales de Noviembre y durante el extraño interregno de las estaciones planetarias, que en mi Nueva Tierra se denomina "el Verano Indio", a la mañana siguiente partí en busca de las colinas.  Cada colina tiene su propia personalidad y un brutal genio, y escoger acertadamente una de ellas para que nos acompañe en una jornada, es siempre difícil; casi una parodinia.   

Partí hacia las nebulosas alturas esa mañana cerca de las seis de la madrugada, cuando el sol comenzaba a iluminar la tierra.  Dirigí mis largos y apurados trancos sin demora hacia unos montes que nunca había explorado antes.  Después de unas dos horas de marcha, sin saber realmente dónde estaba; me tropecé con un barranco.  He caminado desfiladeros antes, pero éste me llamó particularmente la atención.  El paisaje de la quebrada no era extraordinario en ningún aspecto, pero parecía tener la oculta y lúgubre catadura de una desolación luctuosa.  La soledad de esta hendedura supuraba un sentimiento de virginidad sepultural.

Mientras penetraba esta impávida garganta, no pude sacudirme la impresión de que el suelo en que caminaba no había sido nunca pisado antes por la planta de otro aventurero.  La pesada camanchaca que es peculiar del "verano indio", lo cubría todo.  Mientras me adentraba es sus entrañas, el inexistente sendero que ahora yo estaba creando me parecía tortuoso y serpenteante, y el sol que me seguía desde las plenitudes del cielo, seguido se escondía entre el ramaje que crecía rápidamente, hasta que se perdió completamente detrás de mis sudorosas espaldas.

Marché durante un largo tiempo poniendo especial cuidado en dónde pisaba.  De pronto y sin ninguna advertencia, penetró mi espíritu un incipiente temor que me anegó de vacilación y dudas.  En ese momento tuve miedo de tener un accidente, y que ningún ser humano podría salvarme si mi vida se quedase suspendida por un accidente de lamentables circunstancias.  Lidiando con el olor a miedo que se depura de la asustada mente, oí el ruido que hacen las ramas secas al quebrarse bajo la presión de una pisada.  Mi corazón se puso frío como la incisiva brisa de Media Luna.

Seguí mi jadeante marcha lentamente mientras que trataba de auscultar cuidadosamente aquel ruido para dilucidar qué era lo que oía.  El ruido aparecía y desaparecía a mi alrededor.  Era como si alguien o algo me seguía en mi marcha, la que estaba a punto de convertirse en una huída.  He mencionado anteriormente  en algunos de mis escritos de que no le temo a nada ni a nadie en el Universo, incluyendo todos y cada uno de los indeterminados dioses que la enclenque y disociada moral del Hombre ha inventado; pero a este punto, el ruidito éste ya me traía nerviosísimo y un poco apavorado.

Hice varias paradas para descansar, pero en realidad, yo sabía que estaba actuando, y esas cortas ancladas eran solo para pretender descansar, y en realidad las usaba para poder contener el ruido que yo hacía, y prestarle oído al que me perseguía.  Un terrible pensamiento me asaltó, súbito y emboscado: "Si pienso y creo que no le temo a la muerte, ¿por qué ahora estoy tan asustado?".  Y lo peor de todo es que este estado de pánico espiritual no era provocado por la inminencia de la muerte o por un peligro horripilante; simplemente goteaba parsimonioso desde un sórdido ruido, de un aparentemente indefenso susurro.  ¿Qué cosas, no?", me pregunté preocupado...

Por más que traté, con y sin disimulo; no ví nada ni pude saber desde dónde se desprendía el enervante y chisporroteante sonido.  El salobre temor me lamió la nuca y me mordió las sienes con sus inertes agujas estimulando desasosiegos y ansiedades en mi cabeza durante el resto del ascenso.  Tan absorto yo estaba con la distracción de no perder de "vista" el enervante ruido, que casi sin darme cuenta, me encontré en el cenit de una montaña desconocida para mí.  Desde la altura se veía una vasta y quieta llanura verde a la que un antropófago y anguloso río la rajaba salvajemente en dos.  Recordé que un río corta a través de un valle no porque es poderoso, sino porque es persistente.

Estas experiencias se diferencian de los sueños en que la realidad se oye, se siente y se puede tocar, opuesto a la idiosincrasia inconfundible de los sueños en que nada es auto-consistente.  Basado en esto que es real y propio, puedo decir que Novalis está completa y acertadamente en lo correcto.  "Novalis" fué el seudónimo de un poeta, escritor y filósofo de la época del Romanticismo Alemán el que su nombre de pila fué Georg Philipp Friedrich Freiherr von Hardenberg, hijo de padre minero (sin duda su padre habría de ser minero para poder desenterrar este tortuoso nombre).

Cito a Novalis porque él sostiene sin alardes que "estamos más cerca de la realidad cuando soñamos que soñamos".  Si escribo y describo como veo lo me ocurrió, sin ni siquiera sospechar de que es un sueño, aunque absolutamente pudo haberlo sido puesto que ocurrió y está en mis memorias aunque no recuerdo hoy claramente qué parte fué sueño o imaginación, o qué parte fué realidad; me veo obligado a clasificarlo como la filosófica anomalía a la que determinamos como "soñar despierto".  Comparto completamente este principio.  ¿Mis calificaciones para hacer esta aserción?: soy un soñador empedernido.

El descenso físico de la montaña fué sin accidentes o acontecimientos materiales, todos fueron abstractos, y todos ellos ocurrieron en mi mente.

El descenso de Aucanquilcha

El sol y el límpido aire de Aucanquilcha terminaron de alimentar mi espíritu y limpiar my psiquis durante el rápido y ágil descenso.  Cuando llegué a los cimientos de Aucanquilcha, reparé en que las montañas no tienen "pié", sino que tienen base...

Quizá sea menester subir una montaña de vez en cuando, o por primera vez si usted no lo ha hecho aún.  Quizá descubra más paisaje en su espíritu del que usted cree que tiene, quizá encuentre enterradas más virtudes de las que está usando; y por ventura, usted posiblemente pueda sacudir y cepillar aquellos principios morales y espirituales que el smog de la ciudad le ha estado maculando por tanto tiempo.

Anímese y busque una gran montaña para escalar.  Recuerde, la "edad" es un fenómeno que sólo vive en su imaginación.  El paso del tiempo poco a poco deteriora, menoscaba y termina aniquilando nuestro envoltorio corporal; pero el paso del tiempo alimenta nuestra mente, la desarrolla, la enriquece, y la hace más sabia y potente hasta que el cuerpo caduca.  ¡Úsela!  La experiencia no ocupa lugar, y a pesar de que la "edad" le cobra un pesado impuesto al cuerpo, para la mente es gratis y no necesita estanterías.

No subir estas montañas:

Antes de subir una montaña, asegúrese que no es la incorrecta.  Una montaña incorrecta es inservible, y le puede provocar más daño que beneficio.  Tampoco sea demasiado soñador, el sendero de las montañas son ásperos y difíciles, así que vaya bien aperado y con los zapatos apropiados.

Una Montaña de deudas

Nunca suba una montaña de deudas.  Estas montañas son imposibles de subir porque crecen constantemente alimentadas por sus propias acciones, y por más que avance, más atrás se queda.  Estas montañas no tienen cima.  Cuando estas montañas se acercan a construír una cima, entonces explotan desquiciadamente como un volcán demente y rabioso, y sólo dejan un hoyo insondable imposible de rellenar.  Recuerde: escalar significa subir.

Una Montaña de temores

Las montañas de temores también son muy inasequibles.  Al igual que la montaña de deudas, éstas las hacemos crecer nosotros mismos.  Además, a la montaña de temores no se le puede escalar, hay que confrontarla.  Estas montañas tampoco tienen cima.  Al enfrentar nuestros temores y miedos, los destruímos uno a uno sistemáticamente y con cada victoria, reducimos el tamaño de la montaña hasta que ésta deja de existir, por lo tanto ya no hay montaña, sino que solo queda una planicie, y las planicies son fáciles de caminar.

La Montaña de Nuestra Vida

La única montaña de la cual quizá nunca podamos conquistar su cumbre, es la montaña de nuestras vidas.  Esta montaña está viva y se mantiene en constante evolución.  Nos presenta cada día con nuevas alturas y nuevos pináculos, y cambia de fisonomía infatigablemente.  Lo que hoy parece una montaña, mañana puede lucir como una simple lomita, y lo que aparenta ser un sencillo promontorio, más tarde puede resultar ser una afilada cordillera.

Hay momentos en que conquistamos una gran altura de su tamaño en nuestro andinismo hacia su culminación, pero también hay momentos en que perdemos pié (nuestro pié, las montañas no tienen pié), y nos deslizamos cientos de metros hacia abajo, solo para comenzar la ascensión de nuevo.  Y la experiencia de otros acerca de andinismo, alpinismo o montañismo a secas, no nos sirve de nada porque nadie ha visto nuestra viva montaña, ni jamás la podrán ver en su totalidad como la vemos nosotros mismos.

Pero no es necesario conquistar uno, todos, o ninguno de los elevados apogeos de nuestra cambiante montaña de la vida; lo que es un riguroso menester es el conquistar algunos de aquellos pináculos.  Cada lomo que podamos conquistar de aquellos promontorios con que nuestra montaña nos presenta a diario, son una gran victoria, porque lo importante no es ganar o perder, ¡lo imperativo es no rendirse jamás!    No pretendo decirle cómo subir una montaña, solo quiero decirle que comience a hacerlo.

Trato de conquistar el Summit de mi montaña tenaz e infatigablemente cada día con renovado vigor, sabiendo que quizá jamás lo logre, pero lo hago incansable porque aparte de ser loco, soy curioso, y quiero descubrir qué es lo que hay allá arriba; porque hay que vivir antes de morir, y hay que reír antes de llorar.

Lo que pienso que tiene más valor para mí entre las cosas que he aprendido de la vida mientras subo gigantescos peñascos en mi afán de conquistar sus cimas, es que mientras más me gasto, más me doy cuenta de que la vida no es acerca de cosas materiales, u orgullo, o ego.  Creo que es acerca de mi corazón y por quién, o por qué cosas o motivos se mantiene latiendo.   Esto es porque cualquier tonto puede saber, la cuestión es entender.

No puedo obligarlo a hacer nada por usted mismo o por su familia, o amigos o conocidos o por la sociedad en que vive, así que lo único que puedo hacer es animarlo a la acción.   Bueno, aquí le va: ¡Anímese!  ¡Suba una montaña!  Este planeta es como un gran libro, y aquellos que no han subido montañas, han leído sólo una página de este vasto vademécum.  No se puede subir una montaña simplemente mirándola.

¡Anímese!  ¡Suba una montaña! 
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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 




El Loco