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martes, 1 de noviembre de 2016

La Criptogénica Historia del Lápiz

¿Se ha preguntado usted alguna vez sobre los orígenes del humilde lápiz?  Sí, ese aparatito largo, delgado y vestido de amarillo que nos sirve (y que nos ha servido por centurias) para escribir, al que en Chile le llaman cariñosamente: “lápiz de mina”.

Antes de hacer su estreno de gala en sociedad el arquetípico lápiz como lo conocemos hoy, éste no existía; y su desarrollo se debió a un fortuito pero notable descubrimiento en el año 1564 de la Era Común.  Pero antes de entrar de lleno en materia, revisemos algunos utensilios de escritura que se usaron hasta la isopiptesis llegada de nuestro humilde y contemporáneo lápiz.

La palabra “lápiz” proviene de la palabra francesa antigua “pincel”.  Del lenguaje Latín del Periodo Post-Clásico, la palabra inglesa “pencil” (lápiz) se deriva de la palabra latina “Penicillus”, lo que significa "colita", y que se refería originalmente a pincel fino de un artista, los cuales estaban hechos de pelo de camello.  Esta palabra: “Penicillus” es también el origen para la palabra “penis” o “pene”.  A pesar de la gran similitud entre “pencil” y “pene”; este último se exclusivamente usa para “escribir” en otra dimensión.

Incluso antes del descubrimiento y el uso de pigmentos (1), el ser humano usaba diferentes instrumentos y métodos para “escribir”.  Coloco la palabra “escribir” entre comillas porque la “escritura” (2) se inventó alrededor de unos 6.000 años atrás durante el comienzo de la Edad del Bronce, pero antes, el erecto habitante de este revuelto planeta se expresaba comunicativa, articulada y artísticamente usando una serie de materiales arcaicos para hacer sus marcas y manifestaciones en cavernas, piedras, árboles y otras variadas y disimilares superficies.  

Ellos utilizaban trozos de carbón encontrados al azar, remanentes de la invención del fuego de la Edad de Piedra, plantas y otros instrumentales y herramientas disponibles en el área en que nuestros peludos y fornidos antepasados sobrevivían.  En caso de que se esté preguntando, la tiza blanca recién se comenzó a utilizar en el siglo XIX en los salones de clases europeos.

(1) Un pigmento es un material que cambia el color de la luz reflejada como resultado de la absorción selectiva de longitud de onda.  Este proceso físico es diferente de la fluorescencia, fosforescencia, y otras formas de luminiscencia, en el que un material emite luz.

(2) Se estima que la escritura fué inventada a finales del IV milenio antes de la Era Común en Mesopotamia, y las marcas que se usaban en ese entonces se denominan escritura cuneiforme.   La invención de la escritura puso la distinción entre la historia y la prehistoria. 

Los Primeros Instrumentos de Escritura

Los incipientes instrumentos y utensilios de escritura específicamente manufacturados para esta civilizada función eran “autónomos”, es decir, tenían una funcionalidad inherente a su vida útil, la que era la longitud de su existencia física.  Entonces, estos instrumentos de uso manual no se consumían, y desafortunadamente también se usaban para otras funciones menos dignas e innobles que el documentar. 

Los había para el uso con y sin pigmento.  En el caso de los instrumentos sin el uso de pigmentos, y quizá los ejemplos más antiguos conocidos de “escritura” que poseemos, fueron creados mediante la hendedura de una superficie plana usando una herramienta rígida.  Para esto no era necesario utilizar un pigmento ya que las marcas de escritura se “tallaban” o “esculpían” sobre una apropiada superficie de uso.

Los chinos tallaban huesos y conchas de tortugas para escribir en su Jiaguwen, los que eran huesos marcados para usar en la adivinación por allá en el segundo milenio antes de la Era Común.  En Sumeria, Babilonia, e incluso en la Grecia Micénica, se produjo escritura cuneiforme pulsando con fuerza física un instrumento triangular sobre tablillas de arcilla blanda, creando así las marcas características de la escritura cuneiforme.  Más tarde, los astutos romanos avanzaron la tecnología, y comenzaron a utilizar manecillas de plomo sobre tablillas aperadas con una blanda superficie hecha de cera de abejas, las cuales podían ser reutilizadas.  Éstos fueron los precursores de la “tableta” (digo yo). 

A su vez, los más modernos instrumentos de escritura que usaban pigmentos también fueron desarrollados por los artificiosos romanos, y éstos también fueron los impulsores de nuestro lápiz moderno.  Estos lápices Romanos fueron el inicial "lápiz de mina" ya que llevaba un cilindro de plomo envuelto en madera el que utilizaban para escribir sobre madera, piel de animales, o sobre papiro entre otras apropiadas superficies.  Los romanos solían llamar “mina” al plomo.

Un Hecho Circumbirúndico

En el año de 1564 y por accidente, los lugareños en Cumbria, Inglaterra, descubrieron un enorme depósito de grafito el que fué descubierto en un lugar montañoso muy alto llamado Seathwaite Fell.  Los lugareños –que eran pastores de Ovis Orientalis Aries (ovejas), encontraron que este material era muy útil para marcar sus mamíferos cuadrúpedos ungulados domésticos.  El 25 de Marzo de ese mismo año ocurrió la Batalla de Angol en la Araucanía chilena, donde el Conquistador Castellano Lorenzo Bernal del Mercado derrotó y mató al Toqui Mapuche Illangulién.

Este recién descubierto depósito de grafito se encontraba en un estado bastante puro, y en bloques que se podían seccionar sin dificultad en pequeñas barritas.  Hasta la fecha, este depósito de grafito sigue siendo el más grande encontrado en esta forma sólida.  Usando este nuevo compuesto, se descubrieron muchas aplicaciones para éste, como por ejemplo para hacer moldes para metales fundidos.  De esta forma el grafito, de la noche a la mañana, pasó a ser de un elemento sin valor, a adquirir un valor enorme.  Más tarde, se encontraron otros depósitos de grafito en diferentes lugares del mundo, pero no poseían la misma pureza y calidad que el grafito de Seathwaite Fell, entonces estos otros grafitos debían de ser pulverizados para eliminar sus impurezas.

Basados en el descubrimiento del grafito, desde el año 1860 los ingleses ostentaron la producción exclusiva de lápices cuadrados de barras de grafito, esto; hasta que se encontró un método de reconstituír el grafito en polvo.   En 1860, paralelamente la “Pony Express” comenzó a correr sus diligencias entre Saint Joseph, Missouri, y la ciudad de Sacramento, en California.  La primera diligencia partió de St. Joseph el 3 de Abril de 1860, y arribó a Sacramento el 13 de Abril de 1860; y en Noviembre 6 de ese mismo año, Abraham Lincoln fué elegido el decimosexto Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.  Este año de 1860 fué muy movido. 

El Lápiz de Conté

En un esfuerzo por crear una herramienta más útil y manejable para hacer marcas y para escribir, el primer ensayo que se hizo para fabricar minas hechas de grafito pulverizado y compactado, se realizó en la alemana ciudad de Núremberg en el temprano año de 1662; para lo cual se utilizó una mezcolanza de grafito, azufre, antimonio y arcilla para mantener la coherencia de este aserrín de grafito.  Ese mismo nefasto año se extinguió el Raphus Cucullatus, conocido por la humanidad como el pájaro Dodo; quien era el hermano del Pezophaps Solitaria, otro pájaro extinto que no volaba.  ¿Qué cosas, no?

Para conseguir que el grafito fuese un poco más sencillo y práctico de usar, usuarios como topógrafos y artistas envolvían o forraban delgadas varillas de grafito con cáñamo o con piel de Ovis Aries.  En el año 1565 mientras que los portugueses estaban ocupados fundando la ciudad de Río de Janeiro en Brasil, el botánico y zoólogo suizo Konrad von Gessner reveló un dibujo de una delgada varita de grafito confinada dentro de un tubo hecho de madera.  Ésta fué la primera representación moderna oficial de un lápiz de madera.  

En el sacudido año de 1794 durante la guerra de la Francia revolucionaria con Gran Bretaña, Francia se encontró completamente carente de la superior calidad del grafito Inglés, por lo que entonces el ministro de Guerra francés Jean Baptiste Noël Bouchotte, le encargó al talentoso pintor e inventor francés tuerto, Nicolas-Jacques Conté, que encontrase una solución urgente y viable para esta carencia de lápices.   El ingenioso Conté entonces molió grafito impuro y de mala calidad y lo mezcló con arcilla húmeda, luego a esta masa amorfa le dió un formato de barras, y luego las metió al horno para cocinarlas.  El resultado final de este mejunje asado fué un lápiz de mina bastante aceptable.  

El Lápiz de Thoreau

La gran innovación de Conté llevó a décadas de experimentación.  Los alemanes decidieron meterse en la carrera del nuevo invento, y comenzaron a experimentar con una infinidad de proporciones entre arcilla y grafito para hacer lápices blandos y duros, y que hiciesen marcas más oscuras, o más claras.  Esta carrera de experimentos no se limitó solo a Europa.   En 1821, en los Estados Unidos de Norteamérica, míster Charles Dunbar descubrió por casualidad un depósito de grafito de buena calidad en Bristol, New Hampshire; y decidió también meterse en la carrera de los lápices con su cuñado John Thoreau.

Esta carrera de lápices era auspiciosa y lucrativa.  En 1820, la primera factoría que produjo lápices en masa fué una establecida por un gil llamado William Munroe, en Concorde, New Hampshire; y a pesar de que sus lápices eran de bastante mediocre calidad, éste se hizo millonario vendiéndolos.  

John Thoreau era un habilidoso hombre de negocios quien después de graduarse de la Universidad, estaba desempleado.  Entonces sin tener otra cosa que hacer, comenzó a ayudar con el nuevo y bisoño negocio de la familia.  Thoreau desarrolló nuevas técnicas en el refinado del grafito, las que hicieron los lápices “Thoreau” menos frágiles y menos grasientos, y en ese entonces éstos se convirtieron en los mejores lápices que América tenía para ofrecer.  Obviamente el negocio adoptó el apellido de la familia (Thoreau) para darle un nombre y una marca a estos afamados lápices.  La empresa de los Thoreau fué capaz de ofrecer una variedad de lápices a los que numeraron desde el Nº 1 (el más blando) hasta el Nº 4 (el más duro).  Este sistema de numeración para los lápices se continúa usando hasta el día de hoy.

El gusto y la preferencia por un lápiz específico se acomodó por sí solo: Los lápices Nº 1 eran muy suaves y blandos, y manchan con facilidad; el Nº 3 era muy duro y por lo tanto, se quebraba fácilmente; el N° 4 era sumamente duro y no era apto para escribir sobre superficies blandas como el papel; pero el lápiz de mina Nº 2 resultó ser el lápiz correcto y apropiado para escribir sobre cualquier superficie, y se convirtió en el lápiz de preferencia para la mayoría de la gente, y como muchos de ustedes ya lo saben, es perfecto para rellenar las burbujas de las tarjetas de la Polla-Gol.

Nota del Autor:
La ligera película dejada por el grafito en el papel es increíblemente delgada.  Esta capa de grafito es mil veces más delgada que un cabello humano.  De acuerdo con el matemático inglés John Barrow, un solo lápiz de mina Nº 2 podría trazar una línea de más de 1.126 kilómetros de longitud hasta llegar a la goma.  ¿Qué cosas, no?

El Color Amarillo

Originalmente, los lápices se pintaban para disfrazar la pobre calidad de la madera en que estaban contenidos, pero los lápices más finos y elegantes forrados con madera de buena calidad estaban terminados sin barniz o pintura.  En la Exposición Universal de 1889 en París, Francia, la que conmemoraba el Centenario de la Revolución Francesa y la toma de La Bastilla; una compañía Austro-Húngara fabricante de lápices reveló un suntuoso lápiz de lujo.  

Este boato nuevo lápiz estaba hecho con los mejores materiales existentes, y fué llamado “Koh-I-Noor” que en el lenguaje Persa significa “Montaña de Luz”, en honor al diamante más grande conocido hasta ese momento.  Este magnífico y hermoso diamante terminó adornando la corona británica.   Se piensa que éste, el más fino de los lápices del planeta fué pintado de color amarillo en honor a la bandera del imperio.  El color se suponía que fuese  dorado, pero el color más cercano al dorado disponible en ese entonces era el amarillo no patito feo.

Esta osada estrategia de marketing trabajó muy bien en un principio, y el color amarillo se comenzó a asociar con “calidad”.  Pero al poco tiempo después y debido a su gran éxito, un enjambre de imitadores comenzó a pintar sus lápices de color amarillo, entonces la “calidad” se hizo invisible quedando disfrazada de amarillo.  ¿Qué cosas, no?

Y Hablando de Coronas...

Durante el primer uso de los lápices de grafito, la gente utilizaba grumos de miga de pan para borrar errores porque la miga era fácil de obtener y de usar; pero este artefacto no era perfecto.  En el año 1770, el ex-teólogo, filósofo natural, químico, educador y teórico político liberal Joseph Priestley notó que el uso de una extraña materia que era recolectada de algunos árboles en Sudamérica, resultó ser especialmente apta para eliminar las marcas del lápiz de grafito.  

Entre otras cosas, Priestley también descubrió el Oxígeno al que llamó "aire defologisticado".  Con este nuevo “gas” descubierto, Priestley después inventó el agua con gas.  Obviamente Priestley no era productivo ni adecuado antes de renunciar al clérigo, pero cuando abrió los ojos y lo hizo; se convirtió en un magnífico y fructífero ciudadano el que ahora se daba cuenta de la realidad.

Como la Corona Británica era muy famosa en todo el mundo, los fabricantes de lápices decidieron “coronar” a sus productos con una práctica corona, pero sin insultar a la Corona Real.  Para esto, usaron el “caucho” de Priestley, y desde entonces, la forma física final del lápiz tomó su forma concluyente y definitiva.    

Los Lápices Modernos

Ningún lápiz moderno contiene una “mina” de plomo como los antiguos romanos solían llamarle; y lo que contienen hoy es una calculada mezcla de polvos de grafito y arcilla finamente molidos.  Antes de mezclar estos dos elementos, ellos se purifican por separado para extraerles cualquier materia ajena a estos materiales, y la mezcla se seca en moldes de forma que crean grandes bloques cuadrados.

Los Lápices de Colores

La historia del lápiz de cera de color no está clara y se pierde entre cuentos y suposiciones, pero el uso de los elementos básicos con que estos lápices eran hechos, está bien documentada y se remonta a la Época de Oro de la Grecia Antigua, historia que más tarde fué propiamente documentada por el escritor, científico, naturalista y militar latino romano Gaius Plinius Secundus, conocido como Plinio el Viejo, amigo personal del Emperador Vespasiano. 

Los materiales a base de cera han sido los preferidos por los artistas durante siglos debido a su resistencia al deterioro, a la intensidad y el brillo de sus colores,  y sus cualidades únicas de manipulación.  A pesar de que los lápices de colores se habían estado utilizado para otras funciones por décadas, no fué hasta principios del siglo XX en que se produjo lápices de cera de colores con una calidad artista aceptable.  

Los primeros fabricantes que iniciaron la producción masiva de lápices de colores de cera de buena calidad, incluyen a la fabrica Faber-Castell en 1908, y después a Caran d'Ache en 1924.  Más tarde, la fabrica Berol Prismacolor se metió en el baile en el año 1938, el mismo año en que Adolfo Hitler abolió el Ministerio de Guerra y creó el Oberkommando der Wehrmacht (Alto Mando de las Fuerzas Armadas.) para reemplazarlo. 

El lápiz de color, lápiz-crayón, o lápiz-pastel como se le conoció al principio, a diferencia de los lápices de grafito y carbón, los lápices-pastel de colores tienen un núcleo en base a cera o aceite, y contienen proporciones variables de pigmentos, aditivos y agentes aglutinantes.  Este lápiz de color -o policromo- es una mezcla de varios elementos minerales como grafito, cera y arcilla, procesados e integrados para hacer la “mina”, la que es una médula de cera con pigmentos y otros aditivos.  Múltiples colores se mezclan para obtener una gran variedad de lápices de diversos colores.

La Parábola del Lápiz

Érase una vez un fabricante de lápices.  Me gusta siempre comenzar mis historias con esta frase porque es la que siempre oía cuando alguien me leía un libro de cuentos, y todos estos cuentos; aún viven almacenados e inquietos en los numerosos pliegues de mi vasta y activa memoria.

Este meditabundo y considerado fabricante de lápices, cada vez que terminaba de construír cuidadosamente uno de ellos, lo hacía a un lado para darle consejos antes de ponerlo en su caja.

-  “Hay 5 cosas que necesitas y debes de saber antes de que yo te envíe al mundo.  Recuerda estas cosas siempre y nunca te olvides de ellas.  Si haces esto, te convertirás en el mejor lápiz que un fabricante pueda soñar" - le dijo concienzudamente al lápiz.

- "La primera es: Tú serás capaz de hacer muchísimas y muy diferentes cosas, pero esto ocurrirá solo siempre y cuando estés en la mano de alguien".

- "La segunda es: Tú experimentarás de vez en cuando un doloroso y agudo proceso de perfeccionamiento, pero lo necesitas para ser un mejor lápiz".

- "La tercera es: Debes de ser capaz de corregir rápidamente y sin constricciones cualquier, y todos los errores que cometas".

- "La cuarta es: No te olvides jamás de los jamases de que la parte más valiosa e importante que posees, es lo que llevas dentro".

- "Y la quinta es: En todas y cualquier de las innumerables superficies en que seas utilizado, debes dejar tu marca, una buena marca, y sin importar las condiciones de las superficies en que escribes; debes de continuar escribiendo".

El lápiz entendió claramente el intrínseco valor de los lúcidos consejos de su bienhechor, y se comprometió a recordar y a practicarlos todos ellos, entonces cuando su hechor lo depositó cuidadosamente dentro de su caja, el lápiz llevaba firmemente arraigados estos propósitos en su corazón.  Fin.

Reflexión

Esta corta y sencilla parábola del lápiz, lleva contenida importantes y sólidas enseñanzas las que he tratado de practicar durante mi exacerbada vida.  

Ahora, si usted pretende momentáneamente que está tomando el lugar del lápiz, evoque, retenga y practique sin titubear estas magníficas enseñanzas, y si lo hace; lo más probable es que se convierta en la mejor persona que usted pueda ser.  Haciendo un paralelo con estos principios para el lápiz, ellos lucen como algo así para nosotros:

Primero: Usted será capaz de hacer muchísimas y muy variadas cosas, pero sólo si usted se permite a sí mismo la libertad y el compromiso de hacerlo; y permitirle a otras personas que tengan acceso a todas las virtudes que usted posee.

Segundo: Usted experimentará un proceso de mejoramiento de vez en cuando, y éste puede llegar a ser bastante duro y doloroso.  Esto ocurre cuando nos enfrentamos con los –a veces- numerosos y complicados problemas y desafíos que se nos presentan en la vida; pero esta adversidad la necesitamos para poder convertirnos en individuos más fuertes y resistentes.

Tercero: Usted debe de ejercer su mejor y más sincero esfuerzo para ser capaz de corregir cualquier error que cometa sin sentirse derrotado o minimizado.  El reconocer errores nos hace más nobles y más fuertes, y lo más importante; nos hace ser sinceros con nosotros mismos.

Cuarto: La parte más importante y más valiosa que siempre poseeremos es la riqueza humana que llevamos dentro.  Éste es un obsequio que le pertenece a usted, y es el material de lo que usted está hecho en su interior.  Nadie le puede quitar esto.

Y quinto: En todas las superficies o condiciones en las que deba caminar o desenvolverse durante su valiosa existencia, siempre deje una buena y saludable marca.  Sin importar cuál sea la situación o lo difícil que ésta sea, siempre debe continuar incansablemente haciendo sus deberes, y manteniendo siempre alta su responsabilidad.

Le traje a colación esta humilde parábola sobre el lápiz para recordarle de que usted es una persona especial y muy valiosa para mí, y para nosotros todos; y para que nunca permita que le desaniman o que usted llegue a pensar de que su vida es insignificante, o que usted no es capaz de realizar un cambio; porque aunque usted no lo piense o no lo crea; le necesitamos mucho.

Esto me trae a la memoria un axioma que siempre se balancea en las inquietas e impacientes olas de mi filosofía de vida: ¿Actuamos basados en el Valor de la Verdad, o lo hacemos fundados en la Verdad del valor?  Dígame usted...

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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias.  



El Loco

domingo, 1 de mayo de 2016

Conquistando Aucanquilcha

Mis queridos leyentes y fieles lectores todos; ustedes, mis imperturbables decodificadores y descifradores de éstos, mis indefinibles y ensortijados escritos, acaban de leer un artículo sobre mis montañas y mis volcanes, pero para vuestro justificado estupor, aún no he terminado con estas maravillosas crestas de piedra cordillerana.  Y ahora, abusando de vuestra paciencia y lealtad literaria, en este escrito les emborracharé la psiquis con otro de mis demenciales cruceros cordilleranos.  Gracias por su entereza intelectual y probidad moral. 

Aucanquilcha

Aucanquilcha es un volcán de más de 11 millones de años de edad.  Esta montaña se formó durante el período Mioceno, que es la primera época geológica del Período Neógeno. El nombre Mioceno se deriva de las palabras Griegas μείων (meiōn, "menos") y καινός (kainos, "nuevo"), por lo que significa: "menos reciente".  Este período tenía sólo el 82% de los invertebrados marinos modernos que tenía su periodo anterior; el Plioceno.  El Mioceno se ubica entre su predecesor el Plioceno, y su sucesor, el Oligoceno.  Me pregunto: ¿de dónde habrá surgido la rimante palabra "obsceno"?

Aucanquilcha es un masivo estratovolcán de 6,176 metros de altura sobre el nivel del mar, y está sentado en la Región de Antofagasta en el norte de Chile, al oeste de la frontera con Bolivia, y forma parte de la Reserva Nacional Alto Loa, ubicado en la parte central de la Cordillera de los Andes.  Aucanquilcha forma parte de una agrupación más grande de volcanes conocidos como el "Cúmulo Aucanquilcha".  

Entre otras, en Aucanquilcha existe una antigua mina a una altitud de 5.950 metros, la que inicialmente se perforó en el año 1913; pero que se mantuvo bajo explotación desde 1950 hasta 1992.   Esta fué la mina ubicada a más altura en el planeta durante ese período, y su producto; azufre, era transportado usando llamas hasta el pueblito de Amincha, ubicado a unos 42 kilómetros de Antofagasta, una localidad tan desolada como Calihue.

No sé exactamente qué significa la palabra Aucanquilcha.  No sé si es un nombre o un vocablo, un patronímico o simplemente un término lingüístico.  Sé que posiblemente es una palabra Quechua o Mapudungún, y que si la desgloso arbitraria y semi-fundadamente, puedo señalar que en Mapundungún, "Auco" significa "Se terminó el agua"; "quilaleu" significa "tres ríos"; y "chabunco" (de la terminación "cha") significa "confluencia de agua".   Ahora, en Quechua que es la lengua prominente de esa región desde el Incanato; no he podido dilucidar ninguna palabra que por lo menos se acerque a la filología del vocablo.

El problema es que los monosílabos "au" y "qui" no existen en ninguna de estas lenguas, incluyendo el Quechua y el Aymará.  Entonces, basado en lo poco y esparcido que sé de la palabra "Aucanquilcha", temeraria y osadamente me aventuro a decir que Aucanquilcha podría significar "Lugar de Aguas".  No sé si usted haya visitado esas alturas, pero le aseguro que son sin duda abrasadora y tórridamente secas, pero no sé cómo estos lares eran durante su constitución Miocénica, la que quizá perduró hasta que fueron habitadas hace más de 21.000 años atrás, y donde posiblemente hubo abundante agua una vez.

Esta anécdota acerca de este volcán-montaña no se trata de una aventura del cuerpo o del espíritu, sino que una aventura de la psiquis existencialista.  Escalando Aucanquilcha aprendí cosas que no habría podido aprender jamás en las calles de ninguna de las sucias ciudades en que vivimos, en este planeta que obviamente gira en el sentido descaminado.

Aprendiendo de la Montaña

Si bien recuerdo, la primera vez que escalé una montaña fué cuando apenas contaba con seis años de edad (o quizá menos).  Mi amado tío Lucho me llevó a estos lugares por primera vez.  Fué una de las montañas que rodean la localidad de Agua Fría, en las vecindades de Angol, en la Araucanía chilena.  Aquí aprendí por primera vez el valor de subir una montaña.  Lo que aprendí fué que no es la montaña lo que hay que conquistar, sino que a nosotros mismos.  Esta verdad se hizo patente tiempo después entre los turbulentos días que forman mi vida.  El nombre Angol según el diccionario Mapundungún-Castellano significa: "subir a gatas".  ¿Qué cosas, no?

Creo que el escalar montañas nos enseña verdades importantes sobre nuestra vida.  Una de las cosas que aprendí de la montaña, es que los senderos que caminé me mostraron el duro trabajo de aquellos que los imprimieron por primera vez, y de aquellos muchos que los caminaron antes que yo.

Por ejemplo, Aucanquilcha me enseñó que el silencio es el mejor ruido.  También me aleccionó de que puedo viajar más lejos de mi meta, y lograr más de lo que creo que puedo; y que en medio de una senda de subida hay sólo dos opciones: conquistar la cima; o rendirse y retornar derrotado.  Esto fué importante porque aprendí que el llegar al pináculo de algo requiere gran perseverancia, obstinación y esfuerzo; y esto, sólo para dar el próximo paso adelante.  Cuando la vida me atrapa con sus sucias emboscadas de dificultad y obstáculos haciéndome difícil la existencia; pienso en aquellas jornadas de dura subida a la cumbre de Aucanquilcha, y recuerdo que lo único sensato que puedo hacer, es seguir porfiadamente poniendo un pie en frente del otro, y seguir escalando el trabajo de vivir.

Otra enseñanza que obtuve de este volcán milenario, es que hay que llevar sólo el peso necesario.  Como con la mochila de la vida, el peso de los pertrechos que cargamos o que arrastramos a nuestra espalda, se registra y es manifiesto cuando éstos se acumulan amotinadamente sobre nuestra vida.  Este embalaje es cierto para el saco de un viaje corto, o para la arpillera de la gran jornada de la vida.

Si puedo subir una montaña, puedo conquistar cualquier altura por sobre mi cabeza.  Esto por supuesto es totalmente incierto e indemostrable, pero el mantra todavía vive en mi mente y resuena tenazmente como un himno Védico de una entonación predestinada, como el numinoso sonido de la conciencia.  Conquistar la cima de una montaña no es solamente un logro físico, pero lo es también mental y emocional el que –al menos para mí- trae gran motivación.

Más Lecciones de Aucanquilcha

Cuando subo una montaña como el volcán Aucanquilcha, el que descansa cerca del volcán Santa Rosa, y aunque muchas veces lo hago acompañado, habitualmente subo impávido y envuelto en la recluída compañía de mi cariñoso equipaje emocional -el que acarrea mi esfuerzo y mi concentración - el que se explaya con el paisaje, con el silencio, y con la brutal naturaleza de Los Andes; y subo impávido hacia la cumbre; sin una dirección exacta, pero no marcho derrelicto.

¿Habrán sido los antiguos y olvidados dioses pre-colombinos que aún habitan los cosmos de Aucanquilcha, o habrán sido los penetrantes silbidos del tajante e incisivo viento Andino?  No lo sé, pero algo o alguien me ha imbuído estas profundas enseñanzas sobre la vida mientras me encaramaba invadiendo esas encumbradas alturas.

Aprendí por ejemplo que la audacia paga, pero que vale la pena detenerse y tomarse un respiro para ver dónde uno se encuentra; aprendí que el equilibrio ocupa el primer lugar entre las virtudes, que la impulsividad siempre debe ser la segunda, y que la desesperación engendra errores.

Aprendí que las situaciones más duras y estoicas son también los entornos más solitarios; y que siempre habrá una bosta la que pisaremos irremediablemente en nuestro camino por delante; aprendí que todas las subidas siempre encuentran una bajada velada e inesperada; y que la verdadera diversión solo comienza cuando se presionan y empujan los límites.

Aprendí que el verdadero Amor es lo que más duele; y que el éxito requiere de una gran confianza y perseverancia, y que la pereza rápidamente invita al fracaso; y que a veces la mejor manera de pasar un obstáculo es cortar a través de él; y lo que puede derrotarte, normalmente no lo ves venir.

También aprendí de la montaña que el progreso consiste en ser e ir, y no en tener o en llegar; y que en cada intersección de nuestra vida, hay una manera fácil y una manera difícil de tomar decisiones; y que si caigo herido, me puedo curar, lamer mis magulladuras, levantarme y proseguir la marcha.

Aprendí de la montaña otras cosas como por ejemplo que hay que siempre mantener el sentido del humor; que uno nunca debe creerse demasiado bueno como para no comenzar desde abajo; que nuestra familia es lo más hermoso y lo más valioso que siempre jamás tendremos en nuestras vidas; y que nunca debo tener temor de ser quien verdaderamente soy.

Aprendí que lo más difícil es aprender a perdonar, que debo explorar mi mundo y permanecer siempre curioso; que no debo tomarme muy seriamente a mí mismo porque nadie más lo hace; que debo llorar mis penas con alguien más porque alivia más que llorar solo; y que cuando se trata de chocolate, toda y cualquier resistencia es completamente inútil.

Aprendí que debo hacer las paces con mi pasado para que éste no me demuela el presente y me arruine el futuro; que nunca debo comparar mi vida con la de los demás, porque no tengo idea de cómo lucen sus jornadas; que nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz; que hay que ser excéntrico ahora, y no esperar a ser viejo para usar pantalones de color morado; y que el órgano sexual más importante es el cerebro.

¡La montaña está llena de enseñanzas!  Además me enseñó que nadie está a cargo de mi felicidad; que a tu trabajo no le importa que estés enfermo, solo a tus amigos les importa, manténte en contacto con ellos de cualquier manera en que puedas; no creas en milagros porque no existen; que el hacerse viejo es mejor que morir joven; y que la vida no viene envuelta en papel de regalo, pero sigue siendo un regalo.  ¿Qué cosas, no?

Desde la cumbre del Aucanquilcha, si miras al Este, podrás ver a la cansada Bolivia.  Una cosa más aprendí de Aucanquilcha...  nuestra vida es demasiado corta para lamentarse por mucho tiempo; o hay que mantenerse ocupado viviendo, o perseverar ocupado muriendo porque no hay que tomar decisiones permanentes basados en emociones temporales. 

Se puede aprender mucho de la vida subiendo una montaña, cualquier montaña; pero una montaña.  Cualquiera, hasta el más flojo, apático y enervado puede subir un cerro, una colina, un promontorio, una loma, un montículo, y hasta un pedestre mogote, pero subir una montaña verdadera toma a un ser más especial; a uno que se pueda elevar por sobre el nivel de una simple prominencia, a uno que debe ser capaz de negociar y resolver alturas y dificultades extraordinarias e inusitadas.

El impertinente e intruso ruido de la ciudad con todas sus falsas comodidades no nos deja tiempo ni de pensar ni de meditar.  Nuestra mente está constantemente presa en una inefable nube de preocupaciones y reacciones, y vivimos corriendo sin sentido de un lado para otro, porque no hay tiempo.  Y no hay tiempo porque tenemos muchas obligaciones con la sociedad, con la familia, con nosotros mismos, y con el resto de la humanidad.  Y así es como el tiempo que le deberíamos dedicar a nuestra conciencia se esfuma y desaparece en el cendal de las histéricas ciudades. 

En la montaña no pasa esto.  Nunca.  Escalando una montaña o un volcán como el dormido Aucanquilcha, juntos caminan nuestro esfuerzo sin distracciones, nuestra tenacidad sin mezquindades, y nuestros pensamientos sin obturación los que masajearán suavemente y con cariño los entumidos músculos de nuestra entorpecida conciencia.  Y durante la pesada marcha y enfrascados en nuestra lucha espiritual con nuestra envarada conciencia, sacudimos y despertamos también nuestros principios olvidados, y nuestra polvorienta moral, aquella que cuando éramos mozos jugando descuidadamente en aquel proverbial patio de baldosas verdes, estaba límpida y cristalina.

Una Experiencia

Tras un fláccido día anterior, un largo día caliginoso y húmedo casi a finales de Noviembre y durante el extraño interregno de las estaciones planetarias, que en mi Nueva Tierra se denomina "el Verano Indio", a la mañana siguiente partí en busca de las colinas.  Cada colina tiene su propia personalidad y un brutal genio, y escoger acertadamente una de ellas para que nos acompañe en una jornada, es siempre difícil; casi una parodinia.   

Partí hacia las nebulosas alturas esa mañana cerca de las seis de la madrugada, cuando el sol comenzaba a iluminar la tierra.  Dirigí mis largos y apurados trancos sin demora hacia unos montes que nunca había explorado antes.  Después de unas dos horas de marcha, sin saber realmente dónde estaba; me tropecé con un barranco.  He caminado desfiladeros antes, pero éste me llamó particularmente la atención.  El paisaje de la quebrada no era extraordinario en ningún aspecto, pero parecía tener la oculta y lúgubre catadura de una desolación luctuosa.  La soledad de esta hendedura supuraba un sentimiento de virginidad sepultural.

Mientras penetraba esta impávida garganta, no pude sacudirme la impresión de que el suelo en que caminaba no había sido nunca pisado antes por la planta de otro aventurero.  La pesada camanchaca que es peculiar del "verano indio", lo cubría todo.  Mientras me adentraba es sus entrañas, el inexistente sendero que ahora yo estaba creando me parecía tortuoso y serpenteante, y el sol que me seguía desde las plenitudes del cielo, seguido se escondía entre el ramaje que crecía rápidamente, hasta que se perdió completamente detrás de mis sudorosas espaldas.

Marché durante un largo tiempo poniendo especial cuidado en dónde pisaba.  De pronto y sin ninguna advertencia, penetró mi espíritu un incipiente temor que me anegó de vacilación y dudas.  En ese momento tuve miedo de tener un accidente, y que ningún ser humano podría salvarme si mi vida se quedase suspendida por un accidente de lamentables circunstancias.  Lidiando con el olor a miedo que se depura de la asustada mente, oí el ruido que hacen las ramas secas al quebrarse bajo la presión de una pisada.  Mi corazón se puso frío como la incisiva brisa de Media Luna.

Seguí mi jadeante marcha lentamente mientras que trataba de auscultar cuidadosamente aquel ruido para dilucidar qué era lo que oía.  El ruido aparecía y desaparecía a mi alrededor.  Era como si alguien o algo me seguía en mi marcha, la que estaba a punto de convertirse en una huída.  He mencionado anteriormente  en algunos de mis escritos de que no le temo a nada ni a nadie en el Universo, incluyendo todos y cada uno de los indeterminados dioses que la enclenque y disociada moral del Hombre ha inventado; pero a este punto, el ruidito éste ya me traía nerviosísimo y un poco apavorado.

Hice varias paradas para descansar, pero en realidad, yo sabía que estaba actuando, y esas cortas ancladas eran solo para pretender descansar, y en realidad las usaba para poder contener el ruido que yo hacía, y prestarle oído al que me perseguía.  Un terrible pensamiento me asaltó, súbito y emboscado: "Si pienso y creo que no le temo a la muerte, ¿por qué ahora estoy tan asustado?".  Y lo peor de todo es que este estado de pánico espiritual no era provocado por la inminencia de la muerte o por un peligro horripilante; simplemente goteaba parsimonioso desde un sórdido ruido, de un aparentemente indefenso susurro.  ¿Qué cosas, no?", me pregunté preocupado...

Por más que traté, con y sin disimulo; no ví nada ni pude saber desde dónde se desprendía el enervante y chisporroteante sonido.  El salobre temor me lamió la nuca y me mordió las sienes con sus inertes agujas estimulando desasosiegos y ansiedades en mi cabeza durante el resto del ascenso.  Tan absorto yo estaba con la distracción de no perder de "vista" el enervante ruido, que casi sin darme cuenta, me encontré en el cenit de una montaña desconocida para mí.  Desde la altura se veía una vasta y quieta llanura verde a la que un antropófago y anguloso río la rajaba salvajemente en dos.  Recordé que un río corta a través de un valle no porque es poderoso, sino porque es persistente.

Estas experiencias se diferencian de los sueños en que la realidad se oye, se siente y se puede tocar, opuesto a la idiosincrasia inconfundible de los sueños en que nada es auto-consistente.  Basado en esto que es real y propio, puedo decir que Novalis está completa y acertadamente en lo correcto.  "Novalis" fué el seudónimo de un poeta, escritor y filósofo de la época del Romanticismo Alemán el que su nombre de pila fué Georg Philipp Friedrich Freiherr von Hardenberg, hijo de padre minero (sin duda su padre habría de ser minero para poder desenterrar este tortuoso nombre).

Cito a Novalis porque él sostiene sin alardes que "estamos más cerca de la realidad cuando soñamos que soñamos".  Si escribo y describo como veo lo me ocurrió, sin ni siquiera sospechar de que es un sueño, aunque absolutamente pudo haberlo sido puesto que ocurrió y está en mis memorias aunque no recuerdo hoy claramente qué parte fué sueño o imaginación, o qué parte fué realidad; me veo obligado a clasificarlo como la filosófica anomalía a la que determinamos como "soñar despierto".  Comparto completamente este principio.  ¿Mis calificaciones para hacer esta aserción?: soy un soñador empedernido.

El descenso físico de la montaña fué sin accidentes o acontecimientos materiales, todos fueron abstractos, y todos ellos ocurrieron en mi mente.

El descenso de Aucanquilcha

El sol y el límpido aire de Aucanquilcha terminaron de alimentar mi espíritu y limpiar my psiquis durante el rápido y ágil descenso.  Cuando llegué a los cimientos de Aucanquilcha, reparé en que las montañas no tienen "pié", sino que tienen base...

Quizá sea menester subir una montaña de vez en cuando, o por primera vez si usted no lo ha hecho aún.  Quizá descubra más paisaje en su espíritu del que usted cree que tiene, quizá encuentre enterradas más virtudes de las que está usando; y por ventura, usted posiblemente pueda sacudir y cepillar aquellos principios morales y espirituales que el smog de la ciudad le ha estado maculando por tanto tiempo.

Anímese y busque una gran montaña para escalar.  Recuerde, la "edad" es un fenómeno que sólo vive en su imaginación.  El paso del tiempo poco a poco deteriora, menoscaba y termina aniquilando nuestro envoltorio corporal; pero el paso del tiempo alimenta nuestra mente, la desarrolla, la enriquece, y la hace más sabia y potente hasta que el cuerpo caduca.  ¡Úsela!  La experiencia no ocupa lugar, y a pesar de que la "edad" le cobra un pesado impuesto al cuerpo, para la mente es gratis y no necesita estanterías.

No subir estas montañas:

Antes de subir una montaña, asegúrese que no es la incorrecta.  Una montaña incorrecta es inservible, y le puede provocar más daño que beneficio.  Tampoco sea demasiado soñador, el sendero de las montañas son ásperos y difíciles, así que vaya bien aperado y con los zapatos apropiados.

Una Montaña de deudas

Nunca suba una montaña de deudas.  Estas montañas son imposibles de subir porque crecen constantemente alimentadas por sus propias acciones, y por más que avance, más atrás se queda.  Estas montañas no tienen cima.  Cuando estas montañas se acercan a construír una cima, entonces explotan desquiciadamente como un volcán demente y rabioso, y sólo dejan un hoyo insondable imposible de rellenar.  Recuerde: escalar significa subir.

Una Montaña de temores

Las montañas de temores también son muy inasequibles.  Al igual que la montaña de deudas, éstas las hacemos crecer nosotros mismos.  Además, a la montaña de temores no se le puede escalar, hay que confrontarla.  Estas montañas tampoco tienen cima.  Al enfrentar nuestros temores y miedos, los destruímos uno a uno sistemáticamente y con cada victoria, reducimos el tamaño de la montaña hasta que ésta deja de existir, por lo tanto ya no hay montaña, sino que solo queda una planicie, y las planicies son fáciles de caminar.

La Montaña de Nuestra Vida

La única montaña de la cual quizá nunca podamos conquistar su cumbre, es la montaña de nuestras vidas.  Esta montaña está viva y se mantiene en constante evolución.  Nos presenta cada día con nuevas alturas y nuevos pináculos, y cambia de fisonomía infatigablemente.  Lo que hoy parece una montaña, mañana puede lucir como una simple lomita, y lo que aparenta ser un sencillo promontorio, más tarde puede resultar ser una afilada cordillera.

Hay momentos en que conquistamos una gran altura de su tamaño en nuestro andinismo hacia su culminación, pero también hay momentos en que perdemos pié (nuestro pié, las montañas no tienen pié), y nos deslizamos cientos de metros hacia abajo, solo para comenzar la ascensión de nuevo.  Y la experiencia de otros acerca de andinismo, alpinismo o montañismo a secas, no nos sirve de nada porque nadie ha visto nuestra viva montaña, ni jamás la podrán ver en su totalidad como la vemos nosotros mismos.

Pero no es necesario conquistar uno, todos, o ninguno de los elevados apogeos de nuestra cambiante montaña de la vida; lo que es un riguroso menester es el conquistar algunos de aquellos pináculos.  Cada lomo que podamos conquistar de aquellos promontorios con que nuestra montaña nos presenta a diario, son una gran victoria, porque lo importante no es ganar o perder, ¡lo imperativo es no rendirse jamás!    No pretendo decirle cómo subir una montaña, solo quiero decirle que comience a hacerlo.

Trato de conquistar el Summit de mi montaña tenaz e infatigablemente cada día con renovado vigor, sabiendo que quizá jamás lo logre, pero lo hago incansable porque aparte de ser loco, soy curioso, y quiero descubrir qué es lo que hay allá arriba; porque hay que vivir antes de morir, y hay que reír antes de llorar.

Lo que pienso que tiene más valor para mí entre las cosas que he aprendido de la vida mientras subo gigantescos peñascos en mi afán de conquistar sus cimas, es que mientras más me gasto, más me doy cuenta de que la vida no es acerca de cosas materiales, u orgullo, o ego.  Creo que es acerca de mi corazón y por quién, o por qué cosas o motivos se mantiene latiendo.   Esto es porque cualquier tonto puede saber, la cuestión es entender.

No puedo obligarlo a hacer nada por usted mismo o por su familia, o amigos o conocidos o por la sociedad en que vive, así que lo único que puedo hacer es animarlo a la acción.   Bueno, aquí le va: ¡Anímese!  ¡Suba una montaña!  Este planeta es como un gran libro, y aquellos que no han subido montañas, han leído sólo una página de este vasto vademécum.  No se puede subir una montaña simplemente mirándola.

¡Anímese!  ¡Suba una montaña! 
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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 




El Loco

sábado, 1 de diciembre de 2012

Calihue

Calihue (Mapudungún: lugar solitario)

No hace mucho que apareció un reportaje en el periódico Norteamericano "The Washington Post" el que hace una reseña acerca de un par de pueblos abandonados en el norte de Chile.  Esta crónica no es ni completa ni precisa, carece de seriedad, y está plagada de fútil ignorancia propia de una pseudo-periodista nacida en Zagreb, Croacia, y la que se llama a sí misma "Escritora y Viajera".  El autodenominado título de "Escritora" con que caprichosa y arbitrariamente se inviste Anja Mutic le queda desmedidamente grande, y lo de "viajera"; ¿quién lo sabe?

Partes de su gacetilla rayan en lo insolente debido a que está en firme posesión de un nalgudo y augusto oscurantismo intelectual idiosincrásico francamente penoso.  Quizá su pancartilla sea adecuada para aquellos de ligero discernimiento y una tremenda falta de cultura distintiva, porque para los mejor informados no lo es.  Lo único de nómada que tiene esta comedianta sin estilo es su enano conocimiento itinerante y su achatada educación divagante.  Esta hembra es muy pobre de conocimiento, y que quede claro que los pobres de conocimiento no son aquellos que tienen poco; sino que aquellos como ésta que necesitan mucho.   

Entre las voces indígenas de la toponimia chilena está la palabra Pisagua.  El gran legado de nombres asignados a lugares, gestas, entidades, cosas, objetos, costumbres e historia que nos legaron nuestros antepasados, están basados en coherentes lenguas pretéritas sin alfabeto fonético que datan de más de 10.000 años de antigüedad y que no sólo engolfan el  territorio de Chile, sino que también a la mayoría de la rica y extensa toponimia lingüística sudamericana; por rudimentarias que estas lenguas-dialecto hayan podido ser.

En muchos casos hay palabras y expresiones de dialéctica compuesta y de morfología integrada, como por ejemplo la palabra: "Pisiyaku".   Esta palabra mítica andina de la región del Qollasuyu, que es la región de los estados Aymarás ubicados en el sur del Perú, Bolivia, Chile y Argentina;  combina dos palabras: "pisi" del quechua que significa "poco"; y la palabra "yaku", del Quechua también que significa agua; palabra que más tarde se cohercionó en la palabra "Pisagua".  Los culpables de esto fueron la mayoría de los colonizadores y conquistadores españoles que empujados por el escaso y atrasado intelecto de la época y arrastrados por su urgente falta de civilidad; encabezaron la consciente y sistemática destrucción de la identidad, discernimiento científico, tradiciones, cosmovisión humana, historia, costumbres locales, disposición organizacional, peculio económico,  ritos religiosos Andinos, y el respeto por idiosincrasias más avanzadas que las de ellos, y como resultado; queda la voz Pisagua, que en realidad significa “poca agua”.  Pisagua es también un arcaico pero acreditado lenguaje del Perú, conocido también como "Pisabo" o "Pisahua".

Ella, esta "turista-cuentista" -que bajo el mismo mecanismo de su despojada y ayunada onomástica filológica, estas palabras se podrían fusionar como: "turicuenta".  Por ende y etimológico contexto, esta turicuenta en la grandiosidad perdurable de su ignorancia e insensibilidad cultural, pretende explicar un vocablo surcado de quizá más de 10.000 años de ejercicio y culturización labrada, con una neolengua que es un subgrupo de dialectos germánicos occidentales que comprenden el Alemán, el Yiddish, el Bajo Alemán, el Neerlandés, el Afrikáansy y el Frisón; propulsores iniciales del protoinglés, una lengua de alfabeto fonético de aproximadamente unos escasos y diletantes 1.500 años de antigüedad.

Entonces esta liviana turicuenta "traduce" la palabra Pisagua como "piss" (palabrota que significa meado en Inglés) y "agua", desgajada del Castellano; lengua a la que también liviana e ignorantemente llama "Español".  Lo peor de todo, es que califica para que un periódico de este rango la publique sin un mínimo o informal examen de verificación cultural.  Eso prueba una vez más que no importa la calidad y el estatus del periódico, a la postre la mayoría de ellos termina siendo un mefítico vasallo del inodoro.  ¿Qué cosas, no?

Bajo ninguna consideración o calificación por generosa que ésta sea; yo soy un escritor.   Pat'e'perro(1) tal vez, pero no un escritor.  No señor, ni sobrio ni borracho, yo no soy un escritor.  Por lo tanto estoy fehaciente e incuestionablemente calificado competentemente para emitir esta examinada opinión; porque sin duda puedo oler y recoger el rastro de un mamarracho y un zascandil, donde sea que vislumbre a un fementido legañil, a un fallido Chamán, y a un desacertado charlatán. 

(1) "Patiperro" o "pateperro" es una expresión de imbuído coloquialismo chileno que significa andador, andariego, andarín, callejero, errabundo, trotamundos; alguien my aficionado a pasear y a viajar.  Yo nací caminando y no voy a parar, porque al igual que  ustedes, tengo un boleto de ida aún sin cobrar.

Hay una "Ciencia de la Humanidad" que tiene sus orígenes en la humanidad misma del Hombre, en las ciencias naturales y en las ciencias sociales.  La esencia de esta ciencia ha sido, desde su nacimiento y tradición, una comparación transcultural de la cual su relativismo pedagógico se ha convertido en el cánon de su área de investigación.  El nombre de esta ciencia es: "Antropología Social".  Esta disciplina comprende a la Antropología Cultural, la Antropología Física, la Antropología Arqueológica, y la Antropología Lingüística.  El estar al menos ligeramente informado de esto antes de abrir la boca, es un elemento básico para calificar como Homo Sapiens y permitirnos el deponer el altercado que aparentemente algunos de nosotros continuamos teniendo con el básico concepto de "caminar erecto".  Tal vez esta mujercita debiera instruírse un poco antes de desparramar deyecciones residuales sobre el papel, propias de un intelecto innoble y servil.  ¡Pobrecita!, quizá ella no sepa lo que muchos debieran de saber, que para hablar; hay que saber.

Este libelo de radical mal gusto me llamó especialmente la atención porque yo estaba preparando –créanlo o nó- un escrito acerca de la mina de nitrato de potasio "Santa Laura", al interior de Iquique; y casualmente el pueblo de Humberstone nombrado en el circense panfletillo de esta desorientada mujercilla; está ubicado en la misma región.  Debido a esta pestilente regurgitación periodística amarilla irresponsable e ignorante, he decidido publicar mis más simples y verdes pensamientos acerca de Santa Laura, más temprano de lo que tenía planeado.

Epigrama

En el año de 1872, la Empresa de Extracción de Nitrato Guillermo Wendell fundó las obras salitreras de Santa Laura, mientras que en el mismo año, James Thomas Humberstone fundó la compañía "Empresa de Nitratos del Perú", y con ésta, estableciendo las obras excavadoras de "La Palma".  Ambos complejos –Santa Laura y La Palma- crecieron vertiginosamente convirtiéndose en pintorescos poblados, donde Santa Laura servía de cobijo para más de 200 acérrimos y curtidos trabajadores y sus familias.  Estos pueblitos se caracterizaban por sus hermosas construcciones al estilo arquitectónico inglés.   Después de un tiempo, ambas faenas fueron abandonadas en 1960 mucho después de que la Primera Guerra Mundial (1914-1918) pusiera fin a la dominación chilena de la industria.  Una de las varias razones para esto fué que Alemania se vió obligada a desarrollar sus propios nitratos de amoníaco sintético en forma masiva, y con ello la necesidad de formar pueblos de trabajadores para sustentar esta gargantúa empresa, asegurando así la mano de obra necesaria para su producción.

Mientras que las obras de La Palma se convirtieron en una de las extractoras de salitre más grandes de toda la región; Santa Laura se quedó rezagada porque su producción era baja y no podía competir con La Palma para abastecer a compradores de grandes cantidades.  Más tarde, Santa Laura fué adquirida por la Compañía de Nitrato Tamarugal en el año 1902.  En 1913, la productora de nitrato Santa Laura se vió forzada a detener su producción hasta que introdujo el proceso de extracción de vástagos (Shanks), una tecnología de lixiviación en cachuchos, la que aumentó su productividad y la puso en un nivel más competitivo.  Sin embargo el modelo económico se desmoronó durante los arduos años de la gran depresión de 1929, y en el caso específico de Santa Laura, también debido al brillante desarrollo del amoníaco sintético; un perfeccionamiento de los alemanes Fritz Haber y Carl Bosch, lo que conllevó a la industria del nitrato -una fuente natural de nitrógeno- a la fabricación y producción industrial de fertilizantes.

El pueblito de Santa Laura

Este pequeño pueblito extraviado en la historia está situado a 48 kilómetros de la ciudad de Iquique, en la región de Tarapacá al norte de Chile, comarca a la que los Chinchorros, los indígenas que poblaban todo aquel territorio llamaban su tierra.  Hubo otras obras salitreras y "centros de nitrato" las que incluyen varios pueblitos erigidos por necesidad, y he tenido la infinita fortuna de conocer a algunos de éstos y de caminar con mi invasora y capitana pisada sus desaparecidas calzadas, otrora llenas de vida, esperanza y sudor.  Estas eternales ciudades que aún respiran el aroma de las secas arenas y se ventilan con los inflamados y quemantes vientos de Atacama cuentan entre ellas a Aguas Santas, Chacabuco, Puelma, María Elena, Pedro de Valdivia, y la que guardo codiciosamente en mi corazón: Mamiña (ella es un cuento para otro momento).  Hay muchas otras olvidadas poblaciones lastimosamente diseminadas en esas secas tierras que la historia bordó con sangre y arena, pero éstas pequeñas joyas son las que yo personalmente conozco.

Santa Laura no es un "pueblo fantasma".  ¡No señor!  "Pueblo fantasma" es un concepto y una insinuación nacida de ignorantes supersticiones producto de sectas mentales pobres y de conjeturas ignorantes explotadas por Hollywood y otras plumas sueltas y promiscuas  que no tienen ninguna apostasía con la realidad.  Para que un pueblo sea "fantasma", en él tienen que vivir fantasmas.  Si llamásemos "fantasmas" a todos aquellos lugares donde actualmente frecuentan los fantasmas, entonces tendríamos que llamar "fantasmas" a todos aquellos sectores dondequiera que se convulsionan los políticos.   Santa Laura no es un pueblo fantasma, ni fantasmas viven en él.  Santa Laura es un digno pueblo que ha sido ignominiosamente tragado por la inmensidad inconsciente del lascivo proceder humano y de sus estultos sistemas de egoísta economía.  ¿Hay políticos que la visitan?  Quizá, pero cualquier ciudad que se respete tiene sus fantasmas ambulantes.

Cuando Santa Laura vivía refulgente, era un centro bullente de una actividad frenética e imparable; tanto así, que la industria de aquella región se convirtió en la explotación industrial más rentable del planeta.  La industria del nitrato y del salitre, a partir de la década de 1860 y por más de 50 años fué la industria más lucrativa y fructuosa del mundo poblado.  Más de 200 explotadoras retoñaron en el norte de Chile para usufructuar de los nuevos yacimientos descubiertos, y procesar el enorme caudal de esa riqueza adormilada.  El norte de Chile se transformó avivadamente en un torbellino de actividad delirante y furiosa, transmutándose desde vacante a fecundo; y este punto del globo se convirtió en el más importante y notable proveedor de salitre natural en el mundo.  Y Santa Laura; en medio de ello.

Tal como la fugaz y perecedera pero embriagante y cegadora promesa de la fiebre del oro, la riqueza del salitre tentó con sus alucinaciones y vapores de riqueza soliviantándoles la voluntad a centenas de ingenuos trabajadores que trascendían la región, y que acudieron a estas calderas sin techo persiguiendo la quimera de la fortuna.  Las apasionadas y enardecedoras arenas de este gran anfiteatro de un tórrido e imperdonable sol se convirtió despachadamente en las moradas improvisadas de miles de obreros y sus familias, quienes abortaron la germinación de incontables caseríos espontáneamente erigidos en torno a las salitreras.  La vida era dura, pocas flores prosperan en el candente y abrasador yunque del Pillán(2) Antü y su esposa Wangulén.  Pero esos pampinos estaban acostumbrados al calor porque ellos no sólo vivían bajo los secos lengüetazos del ardiente astro, pero que también trabajaban entre los "serpentines" de las minas padeciendo sus 50 demoníacos grados de temperatura sin flaquear ni transpirar sangre, para completar sumisamente y sin tropezar la alta cuota diaria de salitre que les imponía la insensible administración.

(2)  Del Mapudungún, Pillán significa Espíritu, Antü  es Sol, y Wangulén, Estrella.

No hay registros confiables o disponibles que hagan referencia a esa época para hacer una afirmación acertada acerca de la densidad de población en la zona, pero se calcula estimativamente que entre los años 1939 al 1942 y en su momento de mayor apogeo industrial mezclado entre los ecos de la Segunda Guerra Mundial, hubo unas 3.500 a 4.000 personas viviendo en una ringlera de pueblos y campamentos alrededor de estos centros de febril producción.  Estas tenaces colectividades eran en su mayoría de una profunda rizoma pampina que en otra época conoció sin pedirlo (1879-1883), la pólvora, las balas, y los continuos toques a degüello proferidos por algún desconocido ordenanza quizá de uno de aquellos que cabalgaban con el Séptimo de Línea montando sus negros y lustrosos caballos y arremetiendo con sus Cargas del Infierno; gratuitos obsequios de una guerra nacida en el averno.  Estos fueron los tiempos en que el mentado "Corvo" que les servía para pelar los alambres de la dinamita usada en las excavaciones, se comenzó a utilizar como arma de combate, terminando como parte del pertrecho bélico de la soldadesca del ejército Chileno.     

La cultura pampeana (o pampina) traspasa una etapa zafral que se inicia en la Prehistoria, y que transita por la época pre-araucana de trashumantes cazadores y recolectores, hasta las herencias culturales más colindantes con nuestro tiempo que corresponden a la pampa araucanizada, ésta; la coronación de un largo y lento proceso de transculturación de la que su conformación se manifestó claramente hacia fines del siglo XVIII, y que hasta hoy, ha franqueado incesantemente las centurias como lo hace hoy el deleitoso mate.  En la hoy abandonada Santa Laura, todavía se pueden encontrar los desteñidos vestigios de su época de plétora como su oficina ubicada en las cercanías y que llegó a albergar unas 450 familias de mineros, la desusada maquinaria de Redox, y un destartalado convoy ferrocarrilero de transporte minero que se utilizaba para acarrear el blanco y valioso serrín los escasos 47 kilómetros restantes desde Santa Laura, hasta Iquique, la escotilla Oeste del mundo civilizado.

Hoy por hoy ya no se puede caminar descuidadamente por aquellas hermosas y solitarias explanadas que rodean estos pueblitos tan secos y tan pampinos, porque las fauces de la muerte acechan ocultas entre las voraces quijadas de las innúmeras minas olvidadas que yacen esparcidas ciegamente en el lugar, durmiendo un sueño despierto y desvelado para poder atrapar, de un tarascón violento hecho de fuego y azar, al peregrino sonámbulo ése que si pisa mal, no volverá a despertar. 

El Cementerio

Estoy seguro de que Santa Laura tenía un cementerio, o algo que se le asemejase.  Tiene que serlo a pesar de que nadie hable de ello.  Santa Laura tenía una superficie de casi 2 kilómetros cuadrados de yacimientos salitreros en el que trabajaban un linaje de hombres fuertes y sufridos, cuyos espíritus descansan perdidos en algún socavón del desierto, en algún féretro callado, en alguna tumba de arena, en alguna necrópolis olvidada... pero todos ellos se murieron, y se tomaron turnos para hacerlo, porque con lo único que pudieron contar en vida, fué la muerte, y ya no recelan de ella, porque sólo los vivos le temen a la muerte; y el que vive apurado muere apurado, y el que muere apurado, muere atrasado.

Nota:

En 1883 en Chile se produjo finalmente la secularización de los cementerios producto de los esfuerzos borbónicos que se venían arrastrando desde principios del siglo XVIII.  El viejo cuento de la pelea por el poder entre la iglesia y los monarcas revivieron los intentos de las autoridades Españolas (La Casa de Bourbon de Francia) para regular el absurdo, extenso, y esclavizante poder social de la iglesia.  Con este nuevo decreto -las Leyes Laicas- los Borbones aprobaron una legislación que regulaba los velorios, los funerales y los entierros en las propiedades de las iglesias, disminuyéndoles el negocio a los curas.  Recuerde que los Reyes Borbones primero gobernaron Navarra y Francia en el siglo XVI; y además durante el siglo XVIII los miembros de la dinastía Bourbon de Francia también ocupaban tronos en España, Nápoles, Sicilia y Parma.

Los Borbones apelaban a que la insuficiente ventilación, la falta de luz y el reducido tamaño de la mayoría de los templos religiosos transformaban a estos recintos en activos focos de infección (¿acaso no lo han sido siempre?) lo que era un constante peligro para la salud pública y la higiene en general. No era raro que los feligreses muriesen de enfermedades pulmonares y otras infecciones afines después de haber estado inhalando un aire insalubre cargado de inmoladoras infecciones las que no se podían eliminar ni disimular por más incienso que los curas quemasen.  España ejercitó su poderoso músculo internacional en el Reino de Chile a través de su Primer Marqués de Osorno y Virrey del Perú mientras que éste servía como Gobernador Real de Chile, el pequeñín irlandés don Ambrosio Bernardo O'Higgins, quien encabezó los esfuerzos para cumplir con el mandato real de efectuar los entierros fuera de la propiedad de las  iglesias. 

¿Y dónde estará el cementerio de Santa Laura?  Oficialmente no existe ninguno del que yo haya podido averiguar, y no conozco a ninguna persona que lo sepa.  Sé que en esta pesquisa no tendré mucha suerte, porque a nadie le gusta hablar de la muerte.  Quizá nunca lo tuvo.  Quizá los muertos de Santa Laura yacen en terreno forastero, cubiertos de tierra ajena y borrados por el viento.  Quizá se hayan ido a visitar a los Chinchorros y a sus momias secas, o todavía sus persistentes espíritus estén deambulando en sus ajadas casas de murallas huecas. 

Invadí con mis forasteras pisadas las heredades de un pequeño cementerio en las cercanías de Santa Laura.  Parecía más un cementerio general en donde se daban cita los muertos cuerpos que llegaron desde varias cercanías.  Estaba seco, solo, y abandonado como el clamor del pobre.  No había flores en las tumbas porque el desierto ha sido siempre estéril de ellas, pero aún perduraban aferradas a sus nichos unas coronas mortuarias tejidas con secas flores hechas de papel.  Y también se podía ver la discriminación social que persigue al pobre incluso después de su muerte.  Se podían ver unos acomodados sepulcros de cemento y unas tumbas notorias por sus acabados crucifijos y póstumas efigies que identificaban a un administrador, a un oficial, o a un supervisor; pero en las numerosas hornacinas de los pobres, apenas se distinguían unas carcomidas cruces fabricadas con madera de desecho, y tristemente; algunos de los nichos no tenían ni una marca que denotara que allí yacía un digno ser humano.

¡Fútbol!

Algunos de estos hombres caídos habían sido futbolistas en sus días mozos, y muchos habían integrado el fiero e imperecedero equipo de fútbol "Santa Laura".  El equipo de fútbol de la salitrera Santa Laura llegó a ser uno de los más fieros y renombrados de la época.   No había otro equipo que pudiera con él, y contrincante que se le oponía, caía víctima inevitable del poderío y soberanía de sus pampinos jugadores.  Estos equipos eran pobres, la mayoría de sus paupérrimos integrantes jugaban descalzos, sin camisetas ni pantaloncillos apropiados; pero jugaban estos partidos como si sus vidas dependieran de una victoria final. 

Una vez al año y para el campeonato de fútbol regional, los administradores de la salitrera les proveían a los jugadores de su equipo con uniformes, e incluso con zapatos de fútbol.  Estos gladiadores de las arenas que acostumbrados a vencer descalzos ahora se encontraban en posesión y pezuñescamente armados de botines futbolísticos reales, y con esto, multiplicaban su poderío pateador, y sus firmes plantas desbarataban a cualquier equipo adversario.   No había mucho que hacer durante los Domingos en Santa Laura y su eterno desierto de caliente aliento, así que todos los hombres asistían a un estadio de campaña a ver los partidos; y como siempre, acompañados de sus sufridas y heroicas mujeres.

Farewell

Duerme tranquila Santa Laura que llegó la hora, y no me gusta decirte adiós porque tu adiós no maquilló un hasta pronto, no disimuló un quizá, y tu partida fué final.  Soy un hombre afortunado porque me es difícil decirte adiós, porque la historia de la vida, no importa cuán larga ésta sea, a la hora de partir es más veloz que un parpadeo.  Vete a dormir en paz Santa Laura, tu trabajo está ya hecho y no tienes que esperar.  No estaré triste porque lo que no he perdido de tí, lo he adquirido para siempre, y no se podrá borrar.  Y cada día que pasa y muere en ese seco horizonte que oculta disimuladamente el seguro Mar de Chile en su desértico rebozo de arenas y montañas; me traerá tu vehemente fulgor de antaño el que aún podré vislumbrar en el fondo oscuro de mis drenadas pupilas cada vez que mire al negro cielo desde este lugar tan lejano. 

Pero con la lágrima que derramo por tí también esbozo disimulada una férvida sonrisa cuando pienso que llamamos a los territorios en que yaces y a las gentes que los habitaron antaño, "civilizaciones primitivas".  Miro a mi alrededor en el mundo en que vivo hoy, y después de ver lo que veo me cuestiono: ¿quiénes son realmente las gentes primitivas?  ¿Es quizá simplemente que yo esté viviendo en la Era Moderna del Primitivismo?  Muchas veces parece ser...  muchas veces...
 
Aprendí de tí Santa Laura, que alcanzar lo imposible solo toma un poquito más de tiempo.  Farewell Santa Laura.


El Loco