jueves, 1 de septiembre de 2016

La Península Mitre y el Faro de Cabo San Pío

Cuando yo era un pequeño humano, mi náutico padre me llevó en uno de sus largos navales viajes a Isla Navarino, en el sur de Chile y del planeta mismo, allá en los lares de Tierra del Fuego donde no hay fuego.  ¿Qué cosas, no? 

Este viaje fué providencial para mi memoria porque años después, cuando era más loco y aventurero, me acordé de una osada conversación que mi padre tuvo con otros marinos de la tripulación de aquel entonces.  Ellos estaban considerando la posibilidad de viajar por un par de días a la Península Mitre en Argentina ya que estaríamos fondeados en la Isla Navarino por alrededor de una semana, y con esto, habría el tiempo suficiente para una rápida visita.  La Isla Navarino está ubicada exactamente al nor-oeste de la Península Mitre, y la excursión sería cruzar a la ciudad de Ushuaia en Argentina, y emprender rumbo al sur hacia la península, a este antiguo dominio de los indios Onas; conocidos antiguamente como la gente Selk'nam. 

La razón de la que me puedo acordar para justificar y realizar este improvisado viaje, fué que uno de la tripulación mencionó que esos lugares eran hermosísimos y muy poco frecuentados, y que no se produciría otra vez la oportunidad de poder viajar allí si no lo hacían en ese momento.  ¡La emoción estaba en el aire!  Pero duró poco.  El viento del Sur es fuerte y constante, así que se llevó rápidamente las emociones y el entusiasmo enredado en su álgido ulular hacia el glacial confín de la península.  El viaje nunca ocurrió.  No sé de las razones que desbarataron los planes, pero en mi memoria ese recuerdo se quedó pegado como Patella Vulgata a la roca: La Península Mitre y el Cabo San Pío.  Años después, ese incisivo recuerdo me llevó una vez más a los remotos y fríos lugares del planeta.

La conversación de la tripulación hablaba de lo que encontrarían en Mitre: enormes colonias de aves australes, nutridos asentamientos de grandes mamíferos marinos, asimismo como grandes extensiones de pardos turbales, esos intermitentes pantanos faltos de oxígeno llamados "humedales", y las cavernas más australes del globo.  Esto es suficiente para que mi espíritu se embarque prestamente en una jornada de otra forastera, atolondrada  e irreflexiva aventura.  La meta sería llegar al faro de Cabo San Pío, y regresar sin decir ni pío.

Créanlo o nó, el tiempo pasa...

Años después junto con otros tres amigos locos, emprendimos una meridional jornada de descubrimiento hacia el austral Cabo San Pío.  La primera parte de la jornada fué establecer una base de operaciones en la ciudad Argentina de Ushuaia.  Allí dejaríamos algunos pertrechos y otros enseres y adminículos que no necesitaríamos para el viaje.  Llegar al Cabo San Pío era un desafío fenomenal porque según recuerdo (a esta edad la memoria a veces me juega pasodobles) no había caminos civilizados que llegasen a la península por el lado Oeste de Argentina, el lado donde nos encontrábamos.   

La Península Mitre en Tierra del Fuego se encuentra a unos 210 kilómetros de Ushuaia, y el faro San Pío, se sienta enfrente de Isla Nueva, la que está en territorio marítimo chileno.  No hay caminos que lleven humanos civilizados para esos lares.  Hay que seguir los senderos de los guanacos porque son lo únicos animales de cuatro patas que viven allí.  Hay muchos pájaros, peces y lobos marinos, y uno que otro gaucho argentino perdido buscando a Martín Fierro; pero éstos no dejan huellas o senderos en tierra, sino que en el agua como Joan Manuel Serrat i Teresa que deja senderos en la mar.  Éste cantante y poeta ya nos había advertido: “caminante no hay camino, sino estelas en la mar”.  

Bajo estas circunstancias, llegar a pie al Cabo San Pío es imposible, así que el plan era cubrir la mayor parte de la jornada en una chalúa desde Ushuaia hacia las Islas Tierra del Fuego, frente a la comuna de Cabo de Hornos en el lado chileno, hasta pasar la chilena Isla Picton.  Para lograr esto, tendríamos que encontrar a Barba Negra, a Francis Drake; o a algún chalupero argentino más demente que nosotros y que osase aventurarse en tamaña locura.  Este tipo de riesgos ha sido siempre la vid de mi vida.

El dinero no habla; sino que aúlla.  No nos costó mucho encontrar un osado y loco marinero que por el precio justo, nos llevase en nuestra correría.  Dijo que su nombre era Yehuin.  Yehuin era un tipo bastante pataco y fornido, con escasos dientes, pero con una sonrisa y un sentido del humor estupendos.  Años después descubrí que “Yehuin” es el nombre de un lago en Tierra del Fuego.  Yehuin era “papichento”(1).  Nombre o nó, este singular seudónimo me recordó al personaje “Laguna” del cuento de Manuel Rojas, aunque físicamente, ambos eran diametralmente opuestos.  Eran los comienzos del mes de Febrero, y las temperaturas oscilaban entre lo civilizado y lo político (también hubo días de mierda). 

(1)  Prognatismo.  Es el tener la mandíbula inferior prominente, superando en rango a la floja mandíbula superior.  Esto causa algunas deficiencias eco-reverberantes de pronunciación al hablar. La gente papichenta no puede mantener la boca abierta en los días de lluvia, porque se pueden ahogar.

Yehuin era muy diligente y confiable, y siempre te miraba con una sonrisa con la boca semi abierta exhibiendo aquel indigente y diseminado bosque de dientes que poseía.  Después de alinear planes y pagos, Yehuin nos mostró su argonauta nave.  Atada a un molo de palos estaba la flotante embarcación.  Era una extraña mezcla entre un remolcador, un pontón, y el Arca de Noé.  De alguna forma extraña, este bastimento emulaba el físico de Yehuin.  La embarcación era bastante amplia y con camarotes para seis.  No tenía baño el bajel éste, así que las transacciones intestinales y de la pilcha, había que hacerlas siempre a sotavento –popa o proa--, porque a barlovento; la tembleque micción y los “depósitos a la fuerza” caerían irremediablemente sobre cubierta.   

Zarpamos una antártica mañana de Febrero como a eso de las seis de la madrugada.  El viento silbaba helado y las aguas del estrecho estaban pesadas.  Los pájaros estaban callados esperando a que el sol se asomase por la frontera Este.  La embarcación poseía un pequeño y viejo motor diesel de dos tiempos que ronroneaba a patadas fatigosamente mientras que se adentraba seguro en las entumecidas aguas del canal Beagle. 

- ¡El viaje será largo! – dijo Yehuin mientras piloteaba la nave hacia la oscura boca del canal.

Todos asentimos con la cabeza.  Era demasiado temprano para hablar, y el café recién se estaba filtrando en la vieja y abollada cafetera.  También había mate, pero no era apto para nuestras mañanas.  El insistente martilleo del motor se fué desvaneciendo paulatinamente a medida de que nos acostumbrábamos a él, hasta que se hizo inaudible para nuestros oídos.   Ahora oía el embate de la metálica proa del Patoruzú(2) en contra de las menudas olas que cortaba en su avance.  El sol comenzaba a iluminar este lejano punto del planeta, y con la luz crepuscular, las siluetas de la costa se comenzaban a definir contra el inseguro y borroso telón de la bruma.

(2) Patoruzú es un cacique Tehuelche, un personaje cómico Argentino que vive en la Patagonia.   Patoruzú fue creado por Dante Quinterno en 1928, y es considerado el héroe más popular de la historieta argentina.

Este lanchón con semejante nombre seguía impávido su rumbo, y después de bebernos un buen café y comer unos bocadillos, estábamos más despiertos para disfrutar del paisaje.  Había unas toninas acompañándonos y que jugaban con el rompeolas de la proa, en lontananza, se vislumbraba una manada de lobos marinos descansando en una de las muchas playas que hay a lo largo del canal Beagle.  La travesía me trajo a la memoria los indios Alacalufes que una vez visité con mi argonauta padre en la Angostura Inglesa, en el Golfo de Penas, y de los Yaganes que habitaban aún más al sur.  Estas poblaciones indígenas datan desde hace más de 6.000 años.  Me paré contemplativo en la popa del Patoruzú, y miré la revuelta estela llena de danzantes burbujas que su ocupada hélice dejaba en el agua.  El alba seguía fría, opaca y húmeda.

Los primeros Alacalufes que conocí, los encontré en la Angostura Inglesa, que es la continuación del Canal Messier hacia el Sur.  A los Alacalufe se les conoce también como la gente Kawésqar, que en el lenguaje Yagán significa “comedores de moluscos”.  ¿Qué cosas, no? 

Navegamos casi todo el día.  De vez en cuando nos cruzábamos con algunas canoas y esquifes tripulados por aborígenes que nos saludaban a lo lejos agitando sus manos abiertas.  Las gaviotas ahora estaban más bulliciosas volando por sobre nuestras cabezas y tratando de mantener la baja velocidad del Patoruzú”.  La geografía del lugar parecía desolada.  Vimos algunos naufragios viejísimos varados en las orillas del estrecho.  Pensaba en qué habrá sentido Hernando de Magallanes cuando navegó por primera vez estas mágicas latitudes al servicio de Carlos I.  Me interpelo por qué Hernando “de Magallanes” se llamaba así.  Él no era de Magallanes, era de una localidad llamada Vila Sabrosa, en Portugal por allá por el año 1480.  Debería haberse llamado Hernando De Vila Sabra, o Hernando el Sabroso.  ¿Qué cosas, no?

Embrollo

Nuestros grandes y ambiciosos planes se comenzaron a desbaratar durante la última parte de aquel primer día de navegación, antes de llegar a las Islas Tierra del Fuego, aquellas que se encuentran en el medio del Canal Beagle en el lado Argentino.  La posición de la isla angosta el paso del estrecho en ese tramo, haciendo que sus aguas fluyan a gran velocidad hacia el Sur, lo que hace la navegación sumamente peligrosa.  Llevábamos ya varias horas de asengladura.  De pronto oí la voz de Yehuin:

- ¡Hora de parar! – Vociferó Yehuin – ¡La marea está alta y es mejor que esperemos la marea baja!

- ¿Cuándo será eso? – uno de nosotros preguntó.

- Mañana –respondió Yehuin haciendo una mueca de resignación.  - Vamos a atracar –agregó mostrando su desolada formación de adarajas y apuntando hacia la oscuridad con un dedo gordo como un bulldog sin patas, y comenzó a buscar una ensenada alrededor de la isla grande cuya figura ya se recortaba enfrente de nosotros.  Esta gran isla es la primera isla del pequeño archipiélago de las Islas de Tierra del Fuego.  ¿Mencioné que en estas regiones no hay fuego por ningún lado?

No estábamos muy contentos con la decisión porque queríamos avanzar más hacia el sur, pero Yehuin se mostró inflexible a nuestras demandas.  Inmediatamente redujo la velocidad linear de la embarcación a un paso perezoso, indolente y apático; y con la parsimonia de la ancianidad, siguió piloteando la barcaza por una angosta boca del Estrecho.  Después de más de una hora de lentas y repetitivas maniobras, fondeó remisamente el bote en un meandro del litoral.  La oscuridad de la noche ya se enseñoreaba en estas latitudes, y la ensenada en la que nos adentrábamos, estaba oscura como conciencia de político.  Sin más remedio que esperar el siguiente día, tomamos turnos para visitar sotavento.  Fuimos todos, menos uno de nosotros.

Después, preparamos una escueta y lacónica cena de campaña que consistía en pescado frito, huevos fritos, papas fritas, y empanadas de queso fritas.  Lo único que no estaba “frito”, éramos nosotros.  Todavía.  Fallamos en reconocer que toda esta fritura era un presagio de mal agüero.  Tuvimos una animada conversación sobre la cena, donde Yehuin se relajó un poco bajo la indolente presión etílica del trago, y nos contó de algunas de sus aventuras por los canales del Beagle.  Había vino, cerveza en tarros, y una botella de Pisco para emergencias.  Había otra botella en el botiquín en caso de catástrofe.  Estábamos preparados.

Durante la pseudo-cena, escuchábamos atentamente de Yehuin los relatos de algunas de sus espeluznantes historias acerca de sus aventuras por el Beagle que envolvía desde sardinas a sirenas.  Después de escucharlo por bastante rato, noté algo que me incomodó: me entró la severa duda de que Yehuin fuese argentino.  Yehuin no hablaba mucho, pero cuando lo hacía, no lo escuché ni una sola vez decir: “¿Viste?”.  Ésta es una clara e inconfundible característica eco-acústica-ocular típica del argentino-parlante.  La falta de esta expresión verbal en un legítimo argentino es muy grave y sospechosa.  ¡Es como si un chileno no dijese “huevón”!

No le dí mucha importancia al asunto porque lo más fundamental después de la cena en ese momento, era el Pisco.  Esa noche nos fuimos a dormir temprano en los incómodos y reducidos camastros.  Los únicos sonidos que se escuchaban era el reverberante resonar de las olas contra las hoscas arenas de la playa, y el tosco jadeo del motor en neutro.   A esta alta hora de la noche, Yehuin visitó sotavento. 

No sé cuánto tiempo pasó, pero me desperté sobresaltado al oír una angustiosa voz pidiendo ayuda.  Me alcé a mirar por la claraboya a través del caramanchel, pero todo estaba más negro que yogurt de alquitrán, y no se veía nada.  Todos nos levantamos rápidamente, cogimos nuestras linternas y salimos a cubierta a averiguar de qué se trataba el jaleo.  Sobre cubierta había una egoísta, desvergonzada y sucia ampolleta que sólo podía alumbrar un irrisorio espacio.  Me trajo a la memoria el cura de mi pueblo.  Noté que había un viento helado bastante enérgico, y que el Patoruzú se bamboleaba brioso a diestra y siniestra.  Cuando descubrimos que los angustiados alaridos provenían de la proa del barco, dirigimos el haz de luz de nuestras linternas hacia el origen de los gritos. 

Y ahí estaba.  Sentado compungidamente en la borda y con los cachetes al aire colgando de la salobre balaustrada hacia sotavento.  Era el gil que no visitó sotavento antes de irnos a dormir.  Era una escena cómica: con una mano se afirmaba desesperadamente de una “maceta de aforrar”(3), y con la otra trataba de mantener el equilibrio en la borda para no irse de espaldas al agua.  Tenía uno de los pasadores del pantalón atascado en un garfio de amarra, y no se podía bajar de la corta eslora, ni sacarse los pantalones para salir de esa indigna posición. 

(3)  Maceta de aforrar o Mandarria.  Este vocablo náutico es un diminutivo de la palabra: maza (martinete o cachiporra).  Es un cilindro de madera que se usa para amarrar y asegurar las jarcias, y también para fragmentarle o desintegrarle el cráneo al prójimo.  Las malas lenguas dicen que tiene otras aplicaciones, especialmente en las mareas muy largas, pero no quiero meterme en esto.  En los botes y veleros pitucos se le conoce como “Cabilla”.  ¿Qué cosas, no?

Cuando nos reíamos a carcajadas, el acongojado tipo grita:

- ¡Necesito papel “confort!” (Expresión chilena para papel higiénico)
- ¿Y por qué no trajiste? – Objetó una voz.
- ¡Sí traje huevón, pero el viento se lo llevó! – Explosivas risas se oyeron en el segundo plano.
- ¡Ya po’s huevones!  ¡Tráiganme papel!  - Chillaba el hombre con la angustia del abandono.
- ¡Tenemos lija no más! – Dijo otro iluminado del grupo.
- ¡Puta! ¡No weís más po’s huevón y trae papel! – La delirante voz reclamaba agitada.
- ¡Ya, huevón, ya! – Dijo otro mientras se dirigía a buscar este necesario rollo de papiro fecal.

La embarcación se sacudía cada vez más intensamente haciéndonos difícil mantener el equilibrio en la mojada y resbaladiza superficie de la cubierta.  El sujeto en cuestión con los pantalones a media asta  se cabeceaba peligrosamente en el filo de la borda, y oscilaba cada vez más ampliamente.  Las olas ahora se reventaban coléricas y violentas contra el casco del bastimento, haciendo que el agua salpicara por todas partes, entorpeciendo nuestra visión y desestabilizando nuestro precario equilibrio.

- ¡Parece que tenemos un temporal fuerte! – Gritó Yehuin con una voz grave y seria, quien hasta ahora no había dicho ni hecho nada, aparte de reírse a carcajadas de la cariacontecida condición de nuestro compañero de viaje. 

La cosa se estaba poniendo color de hormiga.  El agua del canal se encaramaba por ambas bandas bañando la cubierta de lado a lado mientras que el buquecito se escoraba sin piedad.  La cubierta estaba tan resbalosa como ética de abogado deshonesto, y no nos permitía acercarnos a socorrer a nuestro compinche en apuros sin caernos, o arriesgarnos a caer por la borda.  Yehuin desapareció hacia popa mientras gritaba algo acerca de ver que no se enredasen los amarres del anclaje.  Esto era importante porque la pedregosa batimetría del canal es de alrededor de 150 metros de profundidad.

Sin duda parecía uno de esos temporales dignos del Golfo de Penas.  Siempre me había preguntado cómo diablos este golfo adquirió semejante nombre, pero parecía obvio al observar la tempestad.  El Golfo de Penas es la ensenada del Pacífico entre el cabo de Tres Montes y las islas de Guayaneco, donde se les hacía penosa la navegación a las antiguas pequeñas embarcaciones que solían atravesarlo.

Como lo mencioné antes, la cosa se estaba poniendo color de hormiga (4).  El viento soplaba endemoniado y comenzó a llover.  La lluvia era gruesa y caía de lado empujada por el ventisquero, y nos golpeaba la cara como un manojo de agujas.  Nuestro defecante compañero estaba a punto de perder el equilibrio y caer por la borda, pero no podíamos socorrerlo porque no podíamos llegar hasta él.  La cubierta ahora estaba más resbalosa que lengua de político y no podíamos avanzar hacia él.  Éste nos miraba con una cara de pánico absoluto y más preocupado que madre de torero inepto.

(4)  La expresión “color de hormiga” significa que algo tiene mal aspecto, o que presagia dificultades o graves problemas; pero no tengo la más peregrina ni errabunda idea de donde salió, ni de como se originó este dicho.

Contratiempos y Percances

De pronto se oyó una sorda explosión seguida de unos alaridos incomprensibles que salían de la aguardentosa garganta de Yehuin.  

- ¡Se cortó la espía!, ¡Se cortó la espía!(5) – gritaba con los ojos desorbitados mirándonos como si estuviera haciendo una encuesta.

(5)  Una “espía” de amarre en términos náuticos es una gruesa cuerda de amarre, la que se asegura a una bita para mantener las embarcaciones fijas al muelle.  Nuestra espía estaba sujeta al ancla.

Creo que el único del grupo que sabía lo que era una espía era yo.  Sabiendo esto, se me heló la pajarilla.  Con el viento, la lluvia y las bajas temperaturas yo ya estaba helado, pero en ese momento, la pajarilla lo estuvo más.  ¡Esto significaba que nuestra embarcación estaba a la deriva!  Yehuin se daba más vueltas que un mojón en el agua tratando de destrancar un ancla de suplemento que llevábamos a bordo, pero sus esfuerzos eran inútiles.  El ancla estaba definitivamente atollada y no había nada que la hiciese desistir.

En medio de este desconcierto se oyó un grito de alarma:

- ¡El Silvio se cayó al agua!

No había mencionado antes el nombre de este consternado ciudadano porque el llamarse inverecundamente: “Silvio” en público; puede ser muy bochornoso.

Aparentemente el frágil pasador del pantalón que estaba enredado en el garfio de amarre se reventó súbitamente con uno de los violentos corcoveos del Patoruzú”, y Silvio se fué guarda abajo a poto pelado desapareciendo en las turbias y heladas aguas del golfo.  Afortunadamente (o nó), estábamos peligrosamente cerca de la playa, así que Silvio fué capaz de nadar hasta ésta, y escapar del peligro.  Seguía a poto pelado porque entre la caída al agua y la nadada a la playa, misteriosamente perdió los pantalones y los calzoncillos.

Ésta era la menor de nuestras preocupaciones.  El Patoruzú comenzó a zarandearse en todas direcciones mientras que Yehuin gritaba:

- ¡Vamos a encallar!, ¡Vamos a encallar! 

No se veía ni mierda.  La noche estaba  más oscura que la de “El Tortillero”, el temporal se acentuaba, la lluvia se intensificaba, y la marea se violentaba, y por desgracia, ¡otro gil se nos cayó por la borda!

- ¡Agarrarse mierda! – gritaba Yehuin colérico mientras se sujetaba con una mano a la cabeza una gorra marinera más sucia y grasienta que conciencia de fraile, a la vez que maniobraba desesperadamente el timón que parecía no hacerle caso para nada.  El barco seguía derivando hacia una masa negra que sobresalía del agua y que se recortaba contra las estrellas del firmamento, allá arriba. 

- ¡El Panqueque se cayó al agua! – bramó una voz preocupada.

Traté de mirar por la borda, y apenas pude vislumbrar al Panqueque nadando apurado hacia la playa, alumbrado por la violenta y mortecina luz de los relámpagos que azotaban esporádicamente la noche y que se escabullían prestos por entre las negras tormentosas nubes.  Le decían Panqueque porque era medio “dulce”.  Un nuevo relámpago alumbró la noche y también los blancos nudillos de mis puños aferrándose a una jarcia suelta.  Mi pajarilla no estaba solamente helada, ¡ahora se había puesto dura!  Aquí es cuando me doy cuenta de que estoy verdaderamente loco, porque bajo estas apremiantes circunstancias, me estaba divirtiendo secretamente.  ¿Qué cosas, no?

Entre este tremendo y desorganizado bochinche, perdí de vista al “Anchoa”, nuestro otro compañero.  Le llamaban “Anchoa” porque tenía cara de pescado y olía como una de ellas.  Traté de escudriñar a proa y a popa, pero no pude verlo. 

- ¡Yehuin!, ¿Hay visto al Anchoa? –grité preocupado sin poder ver a Yehuin.

Pasaron varios segundos nerviosos y escuche a Yehuin decir:

- ¡Se debe haber caído por la borda! – de pronto contesto Yehuin con una voz poco preocupada de cualquier otra cosa que no fuese su anclote de provisión.

Este asunto no se veía nada de bien, con tres en el agua la cosa ya no era aventura, sino que desventura.  Avancé hacia el entrepuente como pude y sin soltarme de mis apoyos para no terminar en el agua.  A duros esfuerzos llegué a la entrada y me asome a ver si podía ver algo con la escasa luz que la ampolleta desgraciada daba.  Y ahí lo ví: el Anchoa estaba de espaldas sobre el piso entre una mesa y unas cajas que se habían desestibado y danzaban al ritmo del Patoruzú”.  Estaba aturdido.

- ¡Encontré al Anchoa! – grité desahogado esperando que Yehuin me escuchase, pero Yehuin nunca contestó.

Rápidamente me dediqué a socorrerlo, pero era difícil la maniobra con todo el meneo alrededor mío, y además que el Anchoa era medio guatón, y pesaba más que la pena del pobre.  Finalmente pude agarrarlo de la guerrera y traté de levantarlo del piso.  Con gran esfuerzo pude apuntalarlo en una de las sillas apernadas al piso.  Tenía un chichón mayúsculo en la frente y estaba más lacio que pulpo desmayado.  No supe cómo ni cuándo se golpeó, o qué estaba haciendo cuando pasó, pero no había tiempo de averiguaciones así que lo amarré a la silla con una sirga para que no se cayera otra vez.  Fué un alivio el saber que no se había caído al agua.

Unos segundos más tarde, un tremendo e irascible sacudón remeció al  Patoruzú de proa a popa, y de babor a estribor.  La violencia del impacto nos envió a todos al piso de la cubierta, y prontamente el Patoruzú dejó de sacudirse.  Habíamos varado en la arenosa playa y el Patoruzú comenzó a escorarse  amenazadoramente sobre la borda de estribor.  Se oyó un dramático y enorme crujido, y el Patoruzú dejó de moverse completamente.  Después de unos tensos momentos en que nos percatamos de que estaríamos seguros ya que el barquito estaba encallado y sin destino, nos preocupamos de los giles que se habían caído al agua. 

Como ya estábamos en contacto con la playa, entre la oscuridad y la bulliciosa tormenta, los izamos a bordo con Yahuin a ambos quienes tiritaban de frío como virgen en celo, le pasamos un mameluco a Silvio para que cubriera su mohicano, y todos nos parapetamos bajo cubierta.  El Anchoa seguía desmayado.  Estábamos incómodos porque el barquichuelo estaba capotado y nada estaba horizontal.  Mientras estábamos ocupados tratando de acomodarnos, Yehuin se asomó sonriente por el dintel del camarote, y alzando la abollada cafetera en su mano izquierda, inquirió por entre su valle dental:

–  ¡Ché! ¿Quién quiere café?

El café fué bienvenido.  Sorbimos el caliente brebaje, nos arropamos, y tratamos de dormir mientras que nerviosos y desvelados esperamos el arribo de la siguiente madrugada.

No era lo que yo quería.

La aurora nos recibió con un tenue sol y una suave brisa.  Nos levantamos y salimos a la inclinada cubierta.  Yehuin nos salió al encuentro diciéndonos que había hecho contacto radial, y que seríamos rescatados en un par de horas.  El Anchoa estaba despierto y no se acordaba de qué fué lo que le pasó.  Nos preguntaba que había pasado mientras se acariciaba el chichón de la frente.  Antes de poder ponerlo al día de los hechos acontecidos la noche precedente, Yehuin interrumpió:

– Hay un compadrito amigo mío que los puede llevar al Faro de Cabo San Pío, -y luego agregó- No creo que el Patoruzú pueda continuar.  Pero no se preocupen, el seguro pagará los daños. –

Seguidamente, se fué a sentar sobre el huinche de popa a fumarse un rollo de algo que nunca supe lo que fué, pero que olía peor que aliento de abogado deshonesto.

Silvio y el otro gil (el Panqueque) que se cayó al agua estaban mal.  Ambos tenían fiebre y estaban tosiendo como gato viejo.  Esto nos preocupó.  Estábamos en el culo del mundo y nuestro botiquín de campaña no estaba preparado para esto.  Además, el chichón del Anchoa se resistía a desinflarse a pesar de la compresa de Agua de Árnica que le pusimos en la frente.  En vista de la apremiante situación y después de un breve conciliábulo de camarilla, decidimos volver a Ushuaia para darle el cuidado apropiado a nuestras bajas, y así evitar que la situación se agravara aún más.  Lo peor de todo fué que no pudimos encontrar la botella de Pisco de Emergencia. 

La cuadrilla  de rescate arribó en un par de remolcadores alrededor de unas dos horas después.  Luego de darles algunos primeros auxilios a nuestros machucados y lastimados exploradores de salón, nos transbordaron a una de sus embarcaciones, e iniciamos el cabotaje de regreso a la civilización, mientras el otro remolcador socorrería a Yehuin.  Antes de zarpar, Yehuin salto ágilmente desde el Patoruzú a la cubierta de nuestro remolcador, y nos dió un sentido abrazo de despedida a cada uno de nosotros.  Buen chato este Yehuin, pensé en introspectiva.

La isla grande de las Islas Tierra del Fuego fué alejándose paulatinamente a nuestras espaldas mientras nos dirigíamos hacia el Norte en busca de Ushuaia.  Apoyado en la balaustrada de estribor, me dediqué a mirar a las juguetonas toninas que habían vuelto a jugar con nosotros entre los alegres graznidos de las gaviotas que sobrevolaban nuestra barca.  Hacia popa solo se veía la blanca estela de espuma que dejaba la poderosa hélice del remolcador.  El cielo estaba limpio.

Me sentía un poco culpable porque embarqué a estos marineros de salón en una aventura que les quedó grande, y en la que todos salieron machucados, menos yo.  Me acordé del Capitán Araya...

Nunca llegué a la Península Mitre y nunca llegué a conocer el Faro de Cabo San Pío.  Y entre las olas y el áspero bufido del motor del remolcador, regresamos taciturnos a la Isla Navarino; sin decir ni pío.  Como si todo esto no hubiese sido suficiente, la ironía de la vida me abofeteó una vez más: el nombre de este remolcador era “Cabo San Pío”.

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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 





El Loco

lunes, 1 de agosto de 2016

Mapudungún, el Inmortal Lenguage Mapuche

Antes de comenzar, a mis lectores todos les pido encarecidamente un adalpelágico indulto sobre este delimitado escrito, porque es exclusivamente y arbitrariamente localista, ceñidamente regional, y sucintamente cultural.  Los humanos que actualmente viven (o han vivido) en el Austro de este azul hidroplaneta podrán reconocer las expresiones filo-gramáticas directamente asociadas con este artículo, pero el resto; estarán tristemente extraviados en los vastos apogeos de las imperecederas y agorafobias Lenguas Indígenas.  Realmente lo siento.  ¡Sí, po!    

Mapudungún Dialectal

Esta palabra: “Mapudungún”; se deriva de las expresiones Mapu (tierra, o la tierra) y Dungún (hablar, o discurso') las que serían las traducciones literales y puntuales bajo la reglas de la gramática generativa, al Castellano.  A veces Mapudungún se anota como "Mapuzugün", "Mapudungu"; y Dungún como "Dungün", dependiendo de su trascripción cacofónica o eufónica basadas en la etnolingüística Castellana hereditaria de la zona.  En cualquier caso, esta indestructible lengua inmemorial es la lengua de los Mapuches, la que originalmente se conocía como la lengua "Araucana".

La denominación de "Araucanos" fué el insubsistente nombre con que los incongruentes conquistadores españoles apodaron a la raza Mapuche.  Este arbitrario vocablo no se somete a las reglas de la Semántica, ni a los cánones de la Gramática Categorial, ni al orden de la Lingüística Confinada, ni a la suave sombra de categorías gramaticales Sintácticas, y tampoco es un Filologismo Lexicográfico, o una expresión Diacrónica o Sincrónica; y no se ajusta a ninguno de los Elementos Paratextuales de traducción.  ¿Qué cosas, no?

Según tengo entendido, a los Mapuches no les gusta para nada este exonismo porque es una albaquía indeseada del colonialismo español, lo que aún se considera ofensivo entre los orgullosos Mapuches.

El término "Mapuche" se utiliza para referirse en forma colectiva a los pueblos Picunche (gente del norte), Huilliches (gente del sur) y Moluche o Nguluche (habitantes de la Araucanía).  En resumen, los Mapuches son un grupo de habitantes indígenas del centro-sur de Chile y el suroeste de Argentina, incluyendo partes del territorio Patagónico, los que representaban una población de alrededor de 1.508.725 Mapuche-parlantes.  Los inicios de la cultura Mapuche se remontan unos 600 años antes de la Era Común.  

Exónimos, Endónimos, y otras Yerbas Epónimas

Aquí expongo una larga lista de aparentes exónimos españoles, pero que en realidad son palabras del nativo léxico Mapudungún, pero de las cuales nunca no preguntamos acerca de su formación o de su remoto génesis.  Aprendí estas palabras Mapuches desde que yo era un "cabro chico", pero nunca me enteré de dónde manaron estas circumbirúndicas palabras, o de lo que ellas significaban.  Y así crecí ignorante y ajeno a un tesoro lingüístico que he venido a descubrir más de 50 años después, mientras concentrado en vivir en una acelerada y agitada cultura adoptada. 

Exónimos son títulos asignados a lugares que no son de habla Castellana y que se han adaptado a las normas ortográficas Castellanas, y también pueden ser "nombres históricos" asignados por los españoles para ciertos lugares de la conquista, aunque no reflejen en absoluto el nombre actual o nativo del lugar caprichosamente re-bautizado.  Esto es común en las Américas, pero no en los dominios de la Fértil Provincia y Señalada en la Región Antártica Famosa, donde la herencia y el tesoro lingüístico Mapudungún, aún se conserva porfiadamente porque es Fuerte, Principal, y Poderoso.

Algunos ejemplos de exonimia moderna serían por ejemplo Beijing sobre Pekín, Bangladesh sobre Bengala, y Sri Lanka sobre Ceilán; y algunos ejemplos antiguos de exonimia del Imperio Romano serían París sobre Lutecia, Londres sobre Londinium, y Zürich sobre Turicum.  Un exonimio más moderno aplicable al Coa lingüístico gramatical de la sociedad cultural chilena, sería "Flaite" sobre "Peliento".

Si usted es (o era como lo fuí yo una vez) chileno, probablemente conoce muchos de estos lugares, pero le apuesto su zapato izquierdo (con o sin cordones) de que no tiene ni la más peregrina o emigrada idea del significado Castellano de los nombre de algunos estos conocidos lugares.  Estos epígrafes son los nombres actuales de lugares reales existentes, los que han mantenido su patronímico desde antes de que Érico El Rojo posase sus aventureras plantas en las frías y hoscas arenas del sur del planeta.

Las palabras Mapudungún no llevan acentos porque en el léxico Mapudungún no hay apóstrofos, esto es una mera "castellanización" de este lenguaje ancestral, por lo que al lenguaje "chileno" se transcribe de una forma un poco diferente.  Algunos expertos en nuestro transpuesto pasado de linaje etnolingüístico e idiosincrático y de alcurnia genealógica de progenie original; podrán disentir, discrepar y cuestionar justificada y lícitamente mi menesteroso e indigente conocimiento y mis audaces afirmaciones sobre la lengua Mapuche basados en mi paratradución de esta diversa cultura ortotipográfica, pero les pido de que no se olviden de que yo, un simple humano, soy apenas un humilde y espontáneo Ingeniero sin aspiraciones de adjudicada sapientiae.

Praesidium

En mi defensa como pensador libre, emancipado y sin tapujos de ninguna clase, quisiera exponer que la simpleza y candidez de mi conocimiento general, escasamente se explaya en las áreas de compuestos hidrocoloidales nacidos de bioingeniería y biotecnología aplicada.  Soy un estricto Efevretis desarrollado sin la ayuda de terceros ni a la sombra de primeros, y que se especializa en dar a luz responsabilidad ecológica dinámica e intelectual, arraigada en los principios básicos de Bioeconomía.  Forjo y desarrollo productos renovables eco-agrícolas, elementos consumibles en directo beneficio de la Humanidad, y concibo bio-productos industriales conscientes del medio ambiente y para el necesario y vital socorro del despojado factor humano.

Construyo, expongo, y ostento en práctica bases bio-económicas comerciales fundadas en programas de crecimiento de madurez de industria, aplicando los potenciales heterogéneos del Capital Humano administrado en la estricta horología de una economía de biodiversidad.  Todo esto, para establecer un sendero hacia BioHumaNomics.  En una nota más personal, soy un dedicado y asiduo Humanitario Engendrador y Cultivador de Infiernos que se enorgullece de sacudir violentamente los fundamentos perezosos y conformistas de aquellos que amo y respeto, para que su inercia intelectual, su postura indolente y su apatía emocional; no los mate. 

Entonces y al igual que la mayoría de ustedes, estoy alejado de los nativos orígenes de las Lenguas Muertas y de las veneras raíces de los Idiomas Agonizantes como el Mapudungún, y esto es una gran desventaja para decodificar los significados que se le dieron a las palabras y vocablos originales de la lengua de los Mapuches hace más de 3.000 años atrás.  

Traté de encontrar a los Caciques Mapuches Paineñamcu, Yanquetruz, Calfucurá, Vilumilla, Quintunguenu, Inacayal, Galvarino, Aillacuriche, Lincoyán, Colo Colo, Sayhueque, Michimalonco, Turcupichun, Nongoniel, y Huenecura; quienes son aquellos pocos de quienes me acordé para consultar con ellos acerca de mi escaso conocimiento de su ancestral lengua, pero desafortunadamente ninguno de ellos tiene un correo electrónico (e-mail).  Fresia tampoco estaba disponible (Fresia la indígena Mapuche, no el pueblo de Llanquihue, ni aquella herbácea perenne).

Un Investigador Extraordinaire

Es menester de que yo tome clases maestras del Egregio Explorador de los endo-espacios electrónicos de comportamiento no-linear que presentan aquellos desabotonados e ieiunium electrones longinquus-ligados que viajan céfiramente y a gran velocidad por cable, aire y satélite; el susodicho Escolar Don Pedro Leoncio Rojas Ramírez, quien es el Médium cabalista, Mago, Paladín Electrónico, Dragón del Ciberespacio, Ninja de la Web, y Mandrake Oficial Marista para encontrar gente perdida en el planeta con su poderosa Chueca Guerrera apodada modernamente: Internet.  En caso de que no se acuerde, “Chueca” en Mapudungún significa: “pelotear”, y la palabra Mapudungún es “Palin”.  Los españoles tienen un juego de pelota muy similar al Palin al que le llaman “juego de la chueca” por la forma del bastón con que se juega.  

¿Significados Desconocidos?

Este elenco de palabras que sigue a continuación es un muy reducido compendio de los léxicos más comunes (los que casualmente cruzaron my azarosa vida), y está en orden alfabético Mapudungún, el que curiosamente corresponde al mismo orden alfabético Castellano.  ¿Qué cosas, no? 

Estas palabras corresponden a una retahíla de lugares, nombres y expresiones lingüísticas que cruzaron mi vida cuando yo era chileno, pero que nunca jamás de los jamases se me olvidaron.  Espero que usted pueda reconocer la mayoría de estas dicciones, y disfrute de aquellas que no conocía, y que aún no conoce.

No he incluído un numeral de palabras mapuches obvias y quizá axiomáticas que cualquier humano nacido y crecido en el sur del planeta ya las sabe de corazón, como por ejemplo: "pilucho" (desnudo), o "caca" (cuñada de la mujer).  Tampoco incluí muchos lugares y parajes de la fisonomía chileno-mapuche porque si nó, este escrito se convertiría en un compendio súper guatón.

La Leyenda de Trentren Vilu y Caicai Vilu

La mitología y la religión Mapuche son un extenso e intricado sistema de creencias antiguas.  Estas leyendas y mitos únicos son comunes a los distintos grupos que componen el gran pueblo Mapuche.  Estos mitos hablan de la creación del mundo y de las diversas deidades y espíritus que residen en ella.

Trentren Vilu y Caicai Vilu

Estor personajes legendarios son dioses.  Trentren Vilu es el dios de la Tierra, y es un espíritu generoso y protector de la vida en todo el planeta.  Caicai Vilu es el dios del Agua, gobierna los océanos, y el origen de todo lo que habita en ellos.  Estos dioses eran enemigos entre sí.

El Mito

Según lo cuenta la mitología Mapuche, hace muchos miles de años lo que hoy es la provincia de Chiloé, fué una vez una sólida masa de tierra contigua a lo que conocemos hoy como Chile continental.  Un nefasto día, Caicai Vilu como una monstruosa serpiente apareció de pronto, e inundó las tierras bajas, los valles y las montañas, sumergiendo en el mar a toda la flora y la fauna de la región.  Al ver esto y sin demora, Trentren Vilu emergió de su morada para inmediatamente confrontar a su enemigo.  Durante la violenta confrontación, Trentren Vilu elevó las tierras cubiertas de agua y protegerla del desastre.  La batalla duró mucho tiempo, pero Trentren Vilu obtuvo; aunque costosa, una gran victoria.  Pero el daño ya estaba hecho y Trentren Vilu no pudo restaurar las tierras afectadas a su estado primitivo, quedando éstas en la desmembrada forma que el archipiélago de Chiloé tiene hoy.

Al término de la batalla, Caicai Vilu tuvo que rendirse y dejar como representante y propietario de todos los mares al Rey Millalobo (Millalonco), quién fué concebido durante el tiempo de la invasión, cuando una hermosa mujer Mapuche se enamoró de un león marino, y mataron la gallina.

Esta leyenda describe como se formó nueva región desfigurada por el agua y violencia de la batalla, y como delineó el nuevo estilo de vida marina Chilota.

Lugares y Palabras Chilenas - In Sermone de Verbis

Mapudungún                                   Castellano + localidad

Abtao:
Fin de la Tierra (o del continente).  Una isla de Chiloé
Aconcagua:
Lugar de gavillas. Montaña en la región de Valparaíso.
Aculeo:
Lugar donde llega el estero.  Una laguna en Paine, Maipo.
Alhue:
Alma de muerto, fantasma, espectro.
Alicahue:
Lugar reseco.  Localidad rural, Cabildo, Valparaíso.
Alico:
Agua caliente.  San Fabián de Alico, pueblo en Ñuble, Bío-Bío.
Ancoa:
Donde se seca el río.  Linares, Maule.
Angol:
Subida a gatas.  Ciudad en Malleco.
Antilhue:
Lugar asoleado.  Villa en Los Lagos, al Este de Valdivia.
Antillanca:
Piedrecilla del sol.  Centro de Ski, Osorno.
Antuco:
Agua del sol.  Comuna en la región del Bío Bío.
Arauco:
Agua gredosa.  Ciudad en la región del Bío Bío.
Arica:
Caliente de verdad.  Ciudad en la región de Parinacota.
Batuco:
Agua de la totora.  Localidad de Lampa, Santiago
Bochinche:
Gente bulliciosa, bullicio.
Buin:
Lugar a gusto.  Ciudad en Maipo, Santiago.
Butalebu:
Río grande.  Región en la cuenca del Bío Bío.
Caburga:
Lugar escarbado.  Lago en Pucón, cerca de Villarica.
Cachagua:
Lugar de pastos.  Balneario en Zapallar.
Cachantun:
Dolor del costado.
Cachapoal:
Lugar reverdecido o pasto que hace delirar.  Capital: Rancagua.
Cahuin:
Reunión, fiesta, borrachera, enredo.
Caicura:
Seis piedras.  Isla, Llanquihue, Puerto Montt.
Calafquen:
Lago como mar.  Lago, parte de la cuenca de drenaje del río Valdivia.
Caleuche:
Transformado a otro ser.  Mitología Mapuche.
Caupolicán:
Pedernal pulido.
Cauquenes:
Patos.  Capital de la provincia de Cauquenes, Maule
Cautin:
Donde abundan los cauquenes.  Araucanía.
Chaca
Tipo de pez-gato.
Chacabuco:
Chacagua:
Lugar de chacas.
Chacai: (Puchacay):
Arbusto ramnáceo (Lugar entre arbustos).  Concepción.
Chacra (Chacarilla):
Campo labrado y regado.
Chamal:
Indumentaria Mapuche. 
Chanco:
Brazo del río.  Comuna de Cauquenes.  Nada que ver con el queso chanco.
Chape:
Trenza.
Charquican:
Guiso con charqui.  Revoltijo.
Chepica:
Maleza.
Chiguayante:
Día nublado.  Ciudad en la provincia de Concepción.
Chillan:
Zorro-aguilucho.  Ciudad en la región del Bío Bío.
Chiloe:
Isla de las gaviotas.  Isla en la Región de Los Lagos.
Chimbarongo:
Cabeza torcida.  Ciudad.  Provincia de Colchagua.
Cochayuyo:
Hierba del mar, alga.  (genus: Durvillaea Antárctica).
Colbun:
Limpieza de la tierra (terreno).  Pueblo en Linares.   
Colchagua:
Donde abundan los renacuajos.  Maizal.
Colocolo:
Gato montés.
Concon:
Cumpeo:
Brote rojizo.  Localidad rural en Talca.
Cuncuna:
Oruga, gusano.
Cupilca (Chupilca):
Harina tostada remojada en chicha.
Curacautin:
Fiesta de los patos.  Lugar de reunión.  Ciudad en Malleco.
Curanilahue:
Vado pedregoso.  Ciudad en Arauco,  Bío Bío.
Curiche:
Gente negra.
Curico:
Tierra del Agua Negra.  Capital de la provincia de Curicó, Maule.
Elqui:
Lo heredado.  Provincia de Coquimbo.
Huechuraba:
Encima de la greda.  Ciudad de la provincia de Santiago.
Huelén:
Con desgracias, maldito. (Aplicable a abogados deshonestos, frailes pedófilos y políticos de mierda).
Huilliches:
Gente del sur.
Itata:
Pastoreo abundante.  Valle y río en la región del Bío Bío.
Ligua:
La adivina.  Comuna en la provincia de Petorca, Valparaíso.
Llaillai (Llay-Llay):
Mucho viento.  Pueblo, San Felipe de Aconcagua.
Llanquihue:
Lago perdido. Paraje escondido.  Comuna, Región de Los Lagos.
Llolleo:
Donde se pesca con redes llolles.  Pueblo en San Antonio, Valparaíso.
Loncoche:
Persona principal, cacique.  Comuna en Araucanía.
Lontue:
Región baja.  Ciudad, comuna de Lontué.
Macul:
Juramento, promesa.  Comuna de Santiago.
Maipo (Maipú):
Tierra cultivada.  (Comuna de Santiago).
Malloa:
Lugar de greda blanca.  Comuna en la provincia del Cachapoal.
Malloco:
Agua de greda blanca.  Localidad, comuna de Peñaflor, Santiago.
Manquehue:
Lugar de cóndores.  El cerro más alto del valle de Santiago.
Mapocho (Mapuche):
Gente de la tierra.
Maule:
Valle lluvioso.  Pueblo, provincia de Talca. 
Melipilla:
Cuatro volcanes.  Comuna de Santiago.
Nahuelbuta:
Tigre grande.  Parque Nacional, Araucanía.
Ñuble:
Lugar obstruído.  Provincia del Bío Bío.
Ñuñoa:
Lugar de flores amarillas.  Comuna de Santiago.
Olmue:
Paraje de olmos.  Comuna en Marga Marga.
Paine:
Color celeste, azul.  Comuna en la provincia del Maipo.
Palena (chilenismo):
Araña cruel (suegra).  Comuna en Los Lagos.
Panguipulli:
Cerro del puma.  Ciudad y comuna de Valdivia.
Panimavida:
Montaña del león (puma).  Villa en Colbún, Linares, Maule.
Peldehue:
Lugar de moscas.  Comuna de Colina.
Perquenco:
Agua contra los gases intestinales.  Pueblo en Araucanía.
Peteroa (Petrohue):
Lugar de humaredas.  Volcán activo, Curicó.
Pichidangui:
Balsa pequeña.  Villa costera, comuna de Los Vilos, Choapa.
Pichidegua:
Ratoncito.  Comuna y pueblo en Cachapoal.
Pichilemu:
Bosque pequeño.  Balneario en la provincia Cardenal Caro.
Pirque:
Trapos.  Comuna de Santiago
Pitrufquen:
Lleno de cenizas.  Ciudad, provincia de Cautín.
Polcura (Pocuro):
Tierra o piedra amarilla.  Localidad en la provincia de Tucapel.
Polpaico:
Agua sucia. 
Puchuncavi:
Fiesta pequeña.  Comuna de Valparaíso.
Pucón:
Entrada a la cordillera.  Municipalidad, provincia de Cautín.
Putaendo:
Los manantiales.  Comuna y ciudad de Aconcagua.
Puyehue:
Agua de pececitos puyes.  Comuna en Osorno.
Quilicura:
Piedra colorada.  Comuna de Santiago.
Rancagua :
Lugar de Pencas.  (Cachetones).  Capital del Cachapoal.
Renca :
Pencas (Plantas).  Comuna de Santiago.
Tabancura :
Lugar Pedregoso (Bajo de Río).  Barrio de Santiago.
Talagante :
Lazo del Hechicero.  Comuna de Santiago.  Nada que ver con el asunto del señor burro.  Por ningún sector.
Talca :
Trueno.  Ciudad, Región del Maule.
Talcahuano :
Trueno de Cielo.  Ciudad-puerto, Bío Bío.
Taltal :
Canto de Las Gaviotas (Sonido).  Comuna de Antofagasta.
Tarapaca :
Pampa Blanca.  Una de las 15 regiones administrativas de Chile.
Temo:
Árbol nativo (Boldo).
Temuco :
Agua de Temo.  Capital de la provincia de Cautín.
Tobalaba :
Escalones de greda.   
Traiguen :
Canto del Agua.  Ciudad, comuna de Malleco, Araucanía.
Vichuquen :
Rabo, cola, pedúnculo.  Comuna en Curicó, provincia del Maule.
Piedra Grande.  Comuna pituca de Santiago.
Yumbel :
Barro pantanoso.  Comuna en la provincia del Bío Bío.

Palabras, nombres y memorias

Por supuesto de que hay muchísimos más vocablos y palabras pertenecientes a esta pretérita y prístina lengua, pero estos son algunos de los lugares que recuerdo y en los que mi ligera planta se posó alguna vez en busca de amores perdidos en mi implacable deambulación por el planeta.

Y ahí lo tiene, sin tapujos ni invenciones aparte de mis errores grammaticae antecessoris, o antropológico-parlantes de esta magnífica y ancestral dialéctica Mapudungún.  Si encuentra errores, dése una palmadita en la espalda y dígale al gato que lo felicite, porque apenas le ponga el punto final a este escrito, no volveré a visitar este lugar de la profundum memoria.  Con respecto a errores, por favor, también recuerde lo que la gallina le dijo claramente al pato cuando éste, bajándose compungidamente (pero contento) del lomo de ella exclamó: "¡Ignoscere divinum, carissimi anatis!". 

Espero haberle reactivado poderosamente algunos de sus pulverulentos recuerdos junto con algunas de aquellas atesoradas reminiscencias de su juventud, y haber refrescado los gloriosos anales de las nostalgias escondidas y enredadas en las vastas memorias de su valiosa y productiva vida.

Post Scriptum: 

Los colores que atavían la patrimonial bandera Mapuche desplegada en el sitio Marista significan lo siguiente:

Colores y simbolismo de la bandera Wenufoye


Amarillo (chod o Choz):
Alude a la renovación, el símbolo del sol.
Azul (kallf)(celeste):
Representa la vida, el orden del mundo, la riqueza terrenal y el gran Universo.  En Mapudungún, es también un epíteto que podría traducirse como "sacro" o "espiritual".
Blanco (luq):
Es el símbolo de la pureza, la salud y la longevidad,   también con respecto a la sabiduría y la prosperidad.
Rojo (kelu):
Simboliza fortaleza, voluntad y el poder Mapuche, un símbolo de su historia.
Verde (Karur):
Encarna el significado de la tierra o de la naturaleza, de la sabiduría, de la fertilidad, y del poder curativo, un símbolo atribuído al, o a la Machi.


¡Peukallal Chaltumay! (Mapudungún para: ¡Chao y muchas gracias!)

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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 





El Loco