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sábado, 1 de julio de 2017

Filosofía y Mansedumbre

Si usted piensa que la filosofía es aburrida, es probablemente porque no la entiende. 
Si usted piensa que la filosofía es inoportuna, es probablemente porque no la concibe. 
Si usted piensa que la filosofía es soporífera, es probablemente porque no la razona. 
Si usted piensa que la filosofía es letárgica, es probablemente porque no la deduce. 
Si usted piensa que la filosofía es lacia, es probablemente porque no la piensa. 
Si usted piensa que la filosofía es inapetente, es probablemente porque no la discierne.  
Si a usted no le gusta la filosofía, dedíquese a la tartarología.
Éstos son principios y apotegmas axiomáticos.

No puedo hacer que al ser humano le guste la filosofía porque la filosofía en su aspecto más intrínseco, es algo en que el invertir tiempo y poder mental es un riesgo el que quizá nunca rinda algún resultado.  La filosofía como ciencia surge en el siglo Vl antes de la Era Común en Grecia, cuando el hombre comenzó seriamente a cuestionar el origen de las cosas y los conceptos acerca de si mismo, y acerca del mundo en que vivía.   La historia de la filosofía es una larga historia saturada de innumerables batallas intelectuales sobre algún asunto transcendental o primordial sin respuesta.  Aquí le traigo más...

La filosofía entonces prorrumpe como un esfuerzo racional para explicar fenómenos a través de una promoción lógica de las habilidades intelectuales humanas, en un denuedo para delinear una frontera clara entre lo mítico (o religioso), y lo real.  Hay otras hipótesis sobre el origen de la filosofía, pero estas no están acreditadas.

Yo no soy filósofo, pero sí soy muy filoso.

Como en todo lo que hacemos en este mundo, nos gusta segregar.  La filosofía no es una excepción.  En el caso de las ciencias, segregación es una eficiente manera de manejar y administrar amplios campos de conocimiento en una forma ordenada y no repetitiva.  Si a este punto en la lectura usted ya esta aburrido de leer esta pseudo-epistemología, le sugiero cariñosamente que vaya entonces a mirar el cajón de los tontos, al que nosotros llamamos: “televisión”.

Empiricismo versus Racionalismo

Empiricismo

Los empiristas afirman que la práctica sensorial es el punto de origen de todo nuestro conocimiento.  Según ellos, los sentidos nos proveen de todo conocimiento sobre el mundo, y que sin esta base, no seriamos capaces de asimilar conocimiento alguno.  La opinión es que la percepción es el proceso embriónico desde donde se generan todas nuestras creencias.  Básicamente, el empirismo manifiesta que basados solamente en nuestras experiencias sensoriales, nosotros germinamos todas nuestras creencias y todo nuestro conocimiento.  ¿Qué cosas, no?

Un ejemplo clásico de un empirista es el filósofo británico John Locke (1632-1704).  Su teoría de la mente es frecuentemente considerada como el origen de las concepciones modernas sobre la identidad y el yo; siendo Locke el primero en definir el yo a través de una continuidad de conciencia.  John Locke postuló que en nuestro nacimiento, nuestra mente es in lienzo en blanco (epistemología: tabula rasa), y que nacemos sin absolutamente ningún contenido intelectual.

Contrario a la filosofía Cartesiana la que se basa puramente en conceptos preexistentes, Locke sostiene que el cerebro del ser humano al nacimiento, esta vacio de conocimientos o ideas, y que la acumulación y el aprendizaje de conocimiento está basado exclusivamente en la experiencia emanada desencadenada de las experiencias en nuestra percepción sensorial.  Esto es ahora conocido como: Empirismo.  Locke también estableció la ideología de la ciencia acerca de que cualquier concepto debe de ser probado reiteradamente, y no hay idea o concepto que no pueda ser objetado.  Con esto, se especula que Locke asentó el método de introspección.

Es entonces viable ver cómo el empirismo ha reclutado muchos discípulos.  Basados en esto, es prácticamente imposible identificar una sola creencia que no haya llegado a nosotros por medio de algún sentido de la experiencia, ya sea la vista, el oído, el tacto, el olfato, o el gusto.  Esto nos llevaría rápidamente a creer que los sentidos del ser humano son la única fuente de adquirir conocimiento, y la base inicial de la convicción y de las e ideologías.  No todos los filósofos están de acuerdo en que los sentidos son la única fuente para producir conocimiento o creencias.  

Racionalismo

Los Racionalistas aseveran que el origen de todo conocimiento es la razón, y que los sentidos son herramientas de ésta.  La teoría explica que sin poseer jerarquías y ordenamientos provistos por la razón, no seríamos capaces de entender, organizar, interpretar, y utilizar en forma práctica nuestro conocimiento o nuestras experiencias sensoriales.  Las sensaciones no significan nada sin discernimiento.  El racionalismo en su forma más simple alega que todas nuestras convicciones racionales y la totalidad de nuestro conocimiento, están basados única y exclusivamente en los principios y conceptos originales con los que nuestra mente está equipada al nacer.  Entonces, el desarrollo de nuestras ideas, conceptos y creencias son generados y legitimados por la razón, junto con cualquier otro concepto lógicamente deducible y generado por la matriz  de estos primeros principios.

En forma natural después de que nuestra mente ha sido amaestrada, pensamos acerca de todo lo que observamos en términos de “causa y efecto”, y con esto organizamos y racionalizamos nuestras experiencias y conocimiento lógico. Racionalizamos los acontecimientos como eventos que provocan otros eventos, pero en términos puramente de “sentidos sensoriales”, sólo vemos que ciertas eventos ocurren antes que otros.

Por ejemplo, un cazador le dispara a un pato salvaje y entonces el pato cae desde su vuelo muerto al suelo.  Eso es lo que vemos.  Lo que no percibimos es un tercer elemento llamado  causalidad o procedencia.  Lo que creemos es lo que vemos y es, en nuestras mentes, lo que sucedió.  El cazador le dispara al pato lo que hizo que el pato muriera.  Completamente fuera de esta experiencia sensorial esta lo que no experimentamos: el disparo ni el vuelo del pato.

La experiencia observada aparentemente no induce el concepto de “causalidad” en nuestra mente, entonces usamos nuestros sentidos solo para interpretar lo que experimentamos. Por lo tanto, le causa y su efecto son jerarquías que no pueden ser percibidas por nuestra experiencia, por ende; éstas deben de ser incorporadas tangencialmente a la experiencia por nuestra disposición mental anterior, la que justificaría una conexión con la experiencia sensorial.  Ésta es la perspectiva racionalista.  ¿Qué cosas, no?

Pregúntese usted: ¿Soy Racionalista, Empiricista, o sigo pegado el cajón de los tontos?  Quizá esta corrosivamente incisiva y acerba pregunta lo inicie –o por lo menos lo interese-  en los amplísimos y salvajes ámbitos de la filosofía. 

Non Dubium Quaeritur (Cuestionemos la Cuestión)

El racionalismo sigue siendo un concepto altamente seductor, y eróticamente atractivo para aquellos seres cautivados por las matemáticas y las lindezas de una teoría unificada, aunque esta teoría nunca haya sido probada en la práctica.

Como a mí me encanta y me fascina alborotar el gallinero intelectual, le traigo algunas preguntas filosóficas para que se entretenga ya que probablemente jamás las podremos contestar, tal como el antiguo teorema de la muerte.  Estas preguntas están dirigidas a su sentido nomológico y objetivo en donde un raciocinio libre de creencias y dogmas, puede navegar el anchuroso, infinito e inquieto océano del raciocinio.  No necesita un salvavidas para aventurarse en estas adalpelágicas aguas.

¿Hay vida después de la muerte?

Antes de que comience a poner caras raras y a poner los ojos blancos, sepa que esto no es un dodoísta debate religioso entre el cielo y el infierno, o de donde vamos a parar por una eternidad después de la muerte.  He mencionado esto anteriormente: No me importa si me voy al “cielo” o al Horno; tengo buenos amigos en ambos sitios.  Esta pregunta es una gran adivinanza ciega y adivinar lo qué viene después de la vida, es una gran hipótesis muy imaginativa que no ha podido ser evidenciada.

Mientras más observamos y aprendemos de las intrigas del universo usando los periscopios intelectuales de los grandes filósofos en el nivel más alto, o aventurándonos en el demoledor desierto de la Teoría Cuántica en el nivel mas atomista, no encontramos ni una explicación, o peor; una argumento o una entelequia verificable y aceptable que nos lleva a pensar o a apostar que sólo tenemos una oportunidad en este asunto al que llamamos “vida”, porque no conocemos ningún otro estado de existencia que se asemeje a lo que conocemos como vida.

¿Qué cree usted?  Piense.

¿Tenemos realmente libre albedrío?

Libre albedrio es conocido también como una disyuntiva del determinismo: no tenemos absolutamente la más peregrina idea si nuestras vidas están controladas por una encadenación fortuita de eventos precursores, o por otras fuerzas extranjeras; o si realmente constituimos operadores libres de nuestras decisiones y de nuestra voluntad. Los filósofos han estado debatiendo esto durante milenios, y sin ningún fin aparente a la vista.

Si las cláusulas estipulativas de nuestras decisiones están afectadas por una enlace perpetuo de causalidades, entonces el determinismo es real y cierto, y por ende; no tenemos libre albedrío.  Pero si el indeterminismo (lo contrario de determinismo) es auténtico, entonces decidiríamos nuestras acciones en forma circunstancial.  Algunos filósofos  arguyen que bajo estas condiciones, aún no tenemos libre albedrio.  ¿Es quizá entonces esto es solo un producto fractal?  

Revolviendo más el gallinero intelectual, está el inconveniente de que la neurociencia ha demostrado que nuestros cerebritos toman decisiones antes de que estemos conscientes de ellas.  Entonces, si no poseemos libre albedrío, ¿cómo evoluciona la conciencia? Si la conciencia está ligada a la percepción del paso del tiempo, ya la percepción de que el pasado es fijo y perfectamente determinista, y que el futuro es incognoscible; pero si el futuro está predeterminado por el pasado; no habría libre albedrío y el paso del tiempo no tendría incidencia alguna en la determinación de libre albedrio.

¿Qué cree usted?  Piense.

¿Es real nuestro Universo?

No se tire los pelos. Esta es una pregunta Cartesiana clásica.  La raíz de la pregunta es ¿cómo sabemos que lo que percibimos es real y no una ilusión vinculada a otra civilización incorpórea?  Existe la posibilidad de que somos el efecto de una simulación elaborada.  Subiendo al siguiente palo del gallinero intelectual deberíamos preguntarnos: ¿está esta civilización que ejecuta la simulación también en una simulación?  Esta es una pregunta regresiva.  Es posible entonces que no seamos realmente quienes creemos que somos.

Conjeturando que los seres que ejecutan dicha simulación también son participantes en ella, nuestras identidades reales son susceptibles de ser eliminadas.  ¿Es esto la muerte?  Esta inescudriñable cuestión filosófica nos obliga a reevaluar entonces lo que razonamos como "real".  Los realistas Modales argumentan que si el universo que nos rodea aparenta ser racional, entonces tenemos que declararlo como real y legítimo.  Quizá Cipher, uno de los personajes de la película “La Matrix”, tuvo la razón cuando dijo después de comerse un bistec "simulado": "La ignorancia es felicidad".

¿Qué cree usted?  Piense.

Descanso Mental

Afírmese los pantalones porque las cosas ahora se ponen más metafísicas.  Estos son los espacios donde se cuestiona la existencia y la naturaleza fundamental de la realidad.  Matemáticamente, si usted se lanza de cabeza desde el piso 35 de un edificio, (digo que se tire de cabeza para que nada le pase a sus pies) jamás llegará al suelo, por lo tanto estará atrapado en una caída infinita. 

En REALIDAD, lo más probable es que se haga mierda cuando llegue al suelo.  Entonces sus amigos lo tendrán que recoger con una espátula, lo tendrán que poner en una bolsita plástica chica, y lo pueden enterrar en cualquier jardín ya que no requerirá mucho espacio.

Si creemos que lo real es tangible, ¿por que creemos en los dioses?  Lo real es el estado de las cosas como realmente existen.  Lo contrario a esto es idealismo, el estado de las cosas en nuestra imaginación.  Esto nos lleva a los campos de la objetividad.  Sigamos.

¿Podemos realmente experimentar algo en forma objetiva?

Hay un gran contraste entre entender y experimentar el mundo imparcialmente a través de un marco exclusivamente objetivo.  Estas experiencias son exclusivamente instancias individuales de experiencia subjetiva y consciente (Qualia).  La Qualia nos explica que el reconocimiento y aprendizaje de nuestro entorno es observado exclusivamente usando nuestros sentidos y la profunda cavilación de nuestra mente.  Todo lo que sabemos ha sido  depurado por un número de procesos fisiológicos y cognitivos innatos en nosotros mismos.

Por lo tanto, nuestra experiencia subjetiva del medioambiente es personal y exclusiva.  La apreciación subjetiva de un perro, por ejemplo; varía de persona a persona.  Dependiendo de cómo analizamos al perro a través de nuestros filtros fisiológicos y cognitivos, tendremos una percepción del perro, y cada persona, según como éstas filtran sus percepciones, cada una percibirá al perro en una forma diferente.

Por lo tanto, la observación del mundo y la adquisición de conocimiento, sólo puede ser obtenido por medio de un cerebro, y en virtud de esto, el perro sólo puede ser caracterizado subjetivamente.  Entonces puedo aventurarme a decir que la verdadera calidad objetiva no puede ser observada o conocida.  Un segmento importante de la filosofía Budista se basa en el límite que pone este vacío fundamental, lo que es una consumada antítesis del idealismo de Platón.

¿Qué cree usted?  Piense.

¿Existe un sistema moral mejor que el resto?

Desafortunadamente como seres humanos, jamás seremos lo suficientemente competentes de distinguir claramente entre acciones correctas e incorrectas.   El problema principal es que cada uno de nosotros evalúa las acciones basados en nuestras propias creencias y valores morales, los que no necesariamente estarán de acuerdo con los de los demás.

A través de la historia del Hombre, un sinnúmero de filósofos han declarado el haber diseñado un método superior para evaluar las acciones humanas, e instituir un código de conducta más objetivo.  Dejo fuera a teólogos y políticos porque estos no tienen moral.  Pero el asunto de elucubrar un método justo para evaluar acciones humanas no es fácil.  Nuestras vidas son altamente intrincadas e imprecisas, y son tan diferentes las unas a las otras que para instaurar una moral universal o una ética absolutista, es casi imposible.

El empobrecido consejo de tratar a los demás de la forma en que quieres que te traten a ti, es menesteroso e incompleto.  Este impensado jueguito de palabras suena bien, pero descarta la emancipación moral y elimina la coacción de la justicia, dando lugar al despotismo.  Este simplista juego de palabras no concibe contextos más complicados como por ejemplo, el bien común.

¿Es moral el sacrificar unos pocos inocentes para salvar a muchos?  Es obvio que la moral no es solamente un concepto cultural prevaleciente, sino que es además una íntegra parte de nuestra índole personal.  Y si es justificable sacrificar unos pocos por el bien general, ¿sacrificaría usted a su propia familia?  ¿Dónde queda la “moral” en esta situación?  Esto demuestra que la moral es un asunto normativo, porque nuestro sentido del bien y del mal cambia con el paso del tiempo.

¿Qué cree usted?  Piense.

¿Dios existe?

Simplemente es imposible saber o determinar la existencia de lo que mucha gente llama “dios”.  Los ateos asimismo como los creyentes están terriblemente equivocados en sus huecas promulgaciones de la existencia de este imaginario, absurdo e insostenible ente; y los agnósticos como yo, tenemos razón.

Antes de gritar como vieja tonta en peligro, aprenda la diferencia entre ateo y agnóstico.

Los verdaderos agnósticos piensan en forma Cartesiana acerca de estos ficticios seres míticos denominados “dioses”.  Los agnósticos son capaces de distinguir las dificultades epistemológicas envueltas en este asunto metafísico, además de entender los tremendos impedimentos en los métodos de la búsqueda de la verdad.  No sabemos casi nada sobre las mecánicas internas del universo para ser capaces de proponer cualquier tipo de afirmación en este aspecto.  Si los dioses son tan grandes y poderosos, ¿cómo es posible que quepan en estas cabecitas tan pequeñas que poseemos?

Demasiados se aprisionan voluntariamente en el naturalismo, esa insinuación de que el universo funciona bajo procesos autónomos, sin excluir la posible existencia de un gran proyectista que inició el movimiento todo lo que existe.  Esto se llama deísmo, y entonces vivimos en una simulación donde los “dioses” manipulan todos los títeres.  O tal vez los gnósticos son los entes lógicos y poderosos que habitan una existencia más allá del último palo del gallinero intelectual del que no estamos conscientes.

Estos tampoco son o constituyen los dioses eruditos y todopoderosos de las tradiciones abrahámicas, pero presuntamente; son entes autoritarios.  Recuerde que estas preguntas no son preguntas científicas, sino que pretenden ser un ensayo de ponderación abstracta o Platónica para forzarnos a examinar nuestros límites humanos y nuestras infundadas y gratuitas creencias.

¿Qué cree usted?  Piense.

René Descartes

Descartes fué un pensador y filósofo francés que esgrimió la duda escéptica como preámbulo a la construcción de una filosofía racionalista.  Este filósofo estaba convencido de que todos nuestros dogmas y afirmaciones basados en la experiencia de los sentidos, pueden ser disputados, pero con creencias evidentes como "estoy pensando", no hay lugar para fundar y sostener una duda razonable.  Descartes trató entonces de encontrar otros principios básicos invulnerables a la duda racional que pudiesen suministrar un asiento racional obvio para las demás convicciones legítimas.

La mayoría de los filósofos piensan que Descartes no logró su cometido y fracasó en esta búsqueda, pero que como resultado del desenvolvimiento de este ejercicio; se estableció su fracaso.  El Racionalismo entonces, ha persistido y perseverado como ideación persuasiva para aquellos a quienes las matemáticas y las bellezas de la teoría unificada les atraen.

¿Los beneficios de la Filosofía?

Pues bién, aparentemente estas ideas expuestas lucen más que una selva de palabras inentendibles para el laico intelectual, pero para el que tiene la habilidad y el deseo de mejorar como ser humano, la filosofía tiene varias ventajas.

La práctica de la filosofía instruye en una serie de meritorias idoneidades que son aplicables en una pluralidad de profesiones.  La piedra angular que la educación filosófica ofrece es el pensamiento crítico, que es el análisis objetivo y la evaluación de un asunto con el fin de formar un juicio apropiado; y el razonamiento inductivo, que es el análisis y la investigación de evidencias que permitan medir la probabilidad de un argumento.

Por otra parte, la filosofía como ciencia de práctica fundamenta que un dilema muy seguido puede poseer varias soluciones, y enseña al pensamiento a acometer los problemas desde una variedad de ángulos distintos, proceso conocido como "pensamiento lateral".  

Lo más importante de todo esto mis queridos lectores, es que hay que reconocer que la filosofía no es una colección de sergas a asimilar o a aprender, sino que es puramente una perspectiva metodológica de pensamiento, y para la resolución lógica y metódica de problemas, lo que es una ventaja y un beneficio que actúa en socorro de casi cualquier profesión.

¿Qué cree usted? 


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Et sub Glossarium Glossarium – (Cum amore legentibus)
Tartarología – Creencias sobre el infierno, o en mitología clásica; el lugar debajo de la tierra donde van las “almas” de los muertos.
Apotegma – Aforismo, sentencia.
Serga – Hazaña, hecho.

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Post scriptum et quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.

Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas, corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas, mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que habrá disponible basado en su pedido.  Gracias. 




El Loco

lunes, 1 de diciembre de 2014

Esquirlas del Espíritu

Mi espíritu tiene una serie de esquirlas filudas que están presas en mi mente.  Algunas de estas astillas a veces crecen más de lo normal y es necesario lijarlas un poco para que sus filosas aristas no perforen o rajen el prístino y dilatado tul de mi indomable espíritu.  Como las suyas, estas esquirlas no se pueden eliminar porque son engendros y apéndices de nuestras frágiles y enfermizas naturalezas, pero como casi cualquier otra cosa, se pueden mantener bajo control con un poco de mantención y cuidado.  Estas afiladas esquirlas provienen de las inconquistables aéreas de mi cerebro, las que se escapan subrepticias y sibilinas para refugiarse en los perennes ejidos de mi espíritu incalculable.

No hay esquirlas más importantes, o más grandes que otras, sino que algunas son más desagradables que otras en la larga escala de lo ingrato, lo displicente y lo sórdido, y son más notorias en las abultadas jerarquías de lo desleal y de lo intolerante.  Por lo tanto, no hay un "orden" o un "escalafón" de serie o de sucesión para ordenarlas.  Son lo que son: diarrea mental o "caldo de cabeza sin sal".  Por lo tanto, hay que limarlas a medida que crecen y se comienzan a notar. 

Este escrito puede bautizarse como un vómito emocional, como un estertor espasmódico de vergüenzas ajenas, o como una regurgitación efervescente de la basura que se queda a veces enredada en los fuelles del caletre de mi ondulada mente.  Este escrito no tiene ni lógica ni orden discernible y las esporádicas e incongruenciales apariciones de su contenido no obedecen a ningún orden establecido de acuerdo a su lógica personal, ni a la nomotética universal, o a la nomológica natural; son simplemente la bizarra e idiótica bazofia de mi inclaudicable mente.

Para poder cifrarlas en este pergamino electrointernetoscríptico, raspé cuidadosamente la negra tinta vieja y seca que se quedó pegada en el fondo de los muchos tinteros casi vacíos que subsistieron abandonados después de ser usados, y a esos rayados de tinta seca les agregué un poco de agua amarga; y con esta libidinosa materia escribí la sarta de tonterías que sigue, las cuales usted puede escoger el leerlas o nó, u ocupar su tiempo en algo más sano y productivo.  Lo que usted leerá a continuación son los coléricos brincos y respingos de mi atolondrada pluma escarbando entre los acervados lóbulos de mi azorado cerebro, perpetrando una necesaria auto-profilaxis a costa suya.  Espero que le guste saltar.

No hay hombre que pueda comprar mi luz, ni hay hombre capaz de comprar mi silencio.
--RAG—

El Territorio de lo Insano, el Territorio de mi Mente (en 10 saltitos)

Salto 1

Amo a la Humanidad pero bajo ningún punto de vista amo a todos los humanos; y menos a los engendros humanoides que son parte de aquellos a quién no amo, y estos últimos no son parte de la Humanidad porque son bestias irracionales producto de una sociedad enferma, decadente y mañosa.  Los más destacados sandios de esta estirpe son los maleantes consuetudinarios: los abogados valetudinarios y ladrones, los políticos nanocefálicos apestosos, y los numerosos sanguisugentes sacerdotes de incestuosidad mental, moral y espiritual.  A esta basura la puedo identificar a una milla de distancia porque todos huelen a rata muerta, cuando no a buitre sarnoso.

Debo de aclarar de que yo NO AMO a estos neotenios, pero nunca dije que los ODIO.  Para odiar a alguien, éste "alguien" debe de poseer al menos un valor humano matriz, una brizna de civilidad, una mísera menudencia de moral con la cual poder ensañarse.  Estos esbirros no la poseen ni en su más mínima expresión enunciada, entonces; ¿a quién odia el Loco se preguntará usted?...  Pues bién, es muy simple: odio a los mosquitos, a las pulgas, a la traición, odio que se me acabe el papel higiénico en el momento menos oportuno, y odio que me mientan y que me dejen esperando.

Amar a la Humanidad es un trabajo largo y terrible como el trabajo de vivir, y la mayoría de las veces, este trabajo no paga bien.  Creo que esto se deriva de que el concepto de la "humanidad" como lo conocemos y aceptamos hoy se generó con el Homo Sapiens, porque antes de él los "seres humanos" que caminaban este planeta eran nada más que unos impensantes brutos y oportunistas carroñeros.  Algo anormal de estos últimos antropoides caminantes se nos quedó enredado penosamente en los genes y en el DNA, y nunca nos hemos podido deshacer de este estigma, huella que es la mácula que nos ha marcado para siempre.  Es por este básico y cardinal principio de que yo egoístamente, pero con completa razón; amo a la Humanidad pero jamás a todos los entes que la integran; especialmente a aquellos que malograron la aguja de su compás moral.  ¡Que se mueran los feos!

Salto 2

Siempre he pensado que si sigo un sueño auténtico no dejaré rastro ni trazo, y ni sendero que ilumine a los ciegos pasos de sus pisadas sin huella; y ni siquiera la secuela de una frágil sombra de luz muriente porque los sueños están hechos de una ingrávida luminiscencia y de una eterna y etérea inconsciencia.  Y muchas veces, incontables veces; me he quedado rodeado de una clara oscuridad mirando atónito hacia el infinito, temeroso, dudando, soñando sueños desconfiados,  delirando irrealidades que ningún otro mortal jamás se ha atrevido a soñar antes. 

Tomo responsabilidad por mí mismo y por las muchas acciones que perpetro a través de mi vida porque haciendo esto, desarrollo un hambre inmensa por soñar; y más aún, por cazar esos inmanentes y locos sueños míos.  Sí señor, soy un optimista y un irremediablemente inquieto soñador.  Tengo que soñar muy alto y muy seguido para poder alcanzar las estrellas, y cuando no las puedo alcanzar, rabioso y vengativo agarro una bocaronada de viento solar, o un puñado del polvo de la cola de un errante cometa, o por lo menos le esputo rabioso una de mis cárdenas memorias a una de esas desprevenidas nebulosas que cruzan incautamente mi camino.

Un sueño es el infinito y sudoroso coito de la imaginación y el deseo, la total cópula de la fantasiosa utopía y la realista materialidad humanas.  Estas quiméricas irrealidades viven vibrando furiosamente en el desconocido callejón de los sueños violados.  El sueño tiene vida propia, y la ordeña y la estruja de los tejidos de nuestro espíritu y de nuestra inconsistente y quebradiza calidad humana.  Y cuando un sueño nace, no puede morir ni nada puede matarlo.  Pedro Calderón de la Barca escribió "La Vida es Sueño".  Pero la Barca estaba terriblemente equivocado, tal como su subconsciente Monólogo de Segismundo.  La vida es real, el sueño es su espíritu.

Salto 3

Cuando miro a aquel negro bosque que me arranca furiosas lágrimas, debo de respirar profundo y recordarme a mí mismo de que aquella espesura a la que miro, es solo una fronda de árboles malditos en un desecrado concierto, y a los que puedo mirar parapetado desde la seguridad de las sólidas almenas de mi invencible espíritu.  Estos árboles son mis miedos y mis temores.  Ese obscuro y negro bosque está arbitrariamente hecho de mis miserias y de mis frustraciones, de mis derrotas y de mis profanaciones, de mis cegueras y de mis forzados silencios.  Y los frutos de sus ramas, son mis jacintinas inconsciencias. 

Y me dá pena el silencio que guardo porque éste no puede hablar, y me dá pena la bulla que hago porque ésta no puede callarse, pero ambas penas viven en la armonía de los lugares recoletos, talayóticos, y telúricos de sus propias existencias tan duras como la Edad del Hierro; sin vida y sin visitantes, en las puertas donde la oportunidad nunca golpea.  Viven en ese negro bosque que me arranca furiosas lágrimas.  Pero las lágrimas y las sonrisas se parecen mucho a mí, a lo que yo soy porque ni mis lágrimas ni mis sonrisas están confinados a ningún sentimiento en particular; porque a menudo lloro cuando estoy feliz, y sonrío cuando estoy muy triste.

La pena es como la soda cáustica en agua hirviente: limpia efectivamente todas las cañerías que acaudalan nuestra angustia.  Y cuando la pena se desliza jabonosamente por nuestras delicadas enfermedades sentimentales, toma la basura que las obstruye, y la convierte en lágrimas.  A veces profusamente, y a veces nó.  Como el pobre Humberto que derramó tan solo una lágrima, porque era tuerto.  Y las lágrimas son el desagüe del espíritu, la cloaca de nuestra índole; son las que llevan la sucia inmundicia que acongoja nuestro espíritu, y las evapora en nuestras mejillas, y las destila sobre nuestras faldas, y las confunde con los resbaladizos mocos.  Afortunadamente, este tipo de líquido no se puede reciclar.  Y así, cuando dejamos de llorar nos sentimos un poco mejor, y el negro bosque que nos quiere arrancar nuestras lágrimas se queda incapaz, sólo con su fronda de árboles malditos en desecrado concierto, y a los que ya podemos mirar sin temor desde las elevadas y tenaces almenas de nuestros irreductibles espíritus. 

Salto 4

Y no estoy más Loco porque mi amigo Bering me alimenta cada día con pequeños trozos de Mallorca, me nutre dadivosamente con imperceptibles y celulares fragmentos del dietario de nuestra historia, y con diseminadas efemérides de una estatura abaculística gigantesca; como si él estuviese alimentando con el júbilo de un dorado trigo mancebo, a un hambriento pollo loco.  Y así, grano a grano me espanta aquellos fríos sueños de una obscuridad iniluminable, y me ayuda a imaginar lo inimaginable.  Entonces esas tristezas ya no pueden estallar en sonidos, ni en gemidos, ni en pensamientos raros, ni en irreflexiones furiosas, y entonces se mueren secas y desteñidas en un oxidado candil Camborio.

Y Bering, como todos mis amigos, no camina detrás de mí porque yo no lo guío.  Tampoco camina delante de mí porque no soy un seguidor.  Sólo camina a mi lado porque somos amigos.  Digo esto sinceramente porque no hay nada que no haría por aquellos que son realmente mis amigos; y porque no tengo ni la más peregrina idea de cómo amar a mis amigos a medias o en mitades, pero también porque ésa no es mi naturaleza ni nunca lo será.  Es crítico el saber amar íntegramente porque la amistad verdadera es lo más difícil de encontrar, y es un fenómeno más raro que el amor mismo; y por eso hay que salvarla a costa de lo que sea.

Y como ya se ha hecho una costumbre sin inercia, este pollo loco busca esos interminables granos dorados de la amistad para nutrirse cada vez que se levanta el sol.  Y este raro pábulo engorda.  Me engorda el espíritu, me engorda los sentimientos, me engorda los deseos de triunfar, y me engorda la humanidad que llevo orgulloso por delante tal como me enseñó a hacerlo mi tío Lucho.  Y cuando termino de masticar esos dorados granos de trigo mancebo, escupo afanoso sus mancillados hollejos los que (como las lágrimas) arrastran consigo mis insensibilidades y mis enojos, y los escupo lejos, por allá, donde ni siquiera pueda pisarlos, y dentro de los anchurosos sacos, de las oficiosas talegas y de las dilatadas alforjas de su complicidad, esa basura del espíritu se muere pegada a esos hollejos, y se seca irremediablemente para siempre. 

Salto 5

Siempre he pensado que si hablo, mis palabras deben ser más hermosas que mi silencio porque ésta es la única manera digna de ocultar mi encabritado y nefasto silencio.  El problema es que mis palabras no son hermosas, ni suaves, ni bonancibles, ni condescendientes; sino que son bestialmente honestas como el ácido muriático, y muchas veces hieren como los fríos y traidores puñales en las arteras manos de los hermanos Heredia.  A veces trato de disfrazar mis palabras con complacientes y oficiosas mentiras, pero estas circenses máscaras se despegan fácilmente y se caen estrepitosamente desde mis enmascaradas palabras como cuando se derrumba incontenible el grandioso edificio "Ilusión" después de ser apuñalado por una traidora infidelidad.

Debo ser muy cuidadoso con mis palabras, especialmente con aquellas ácidas, corrosivas y malintencionadas porque a pesar de que mi afilada lengua carece completamente de huesos, garras, colmillos o cartílagos, es lo suficientemente poderosa y letal para destruír un corazón, para asesinar un sueño, para desecrar una certeza, para aniquilar una ilusión, para tornar una verdad en delación, y para inmolar una virgen esperanza.  Las palabras tienen un gran poder, y si lo absorbemos, con ese poder es posible aprender aún más.  Aprender por ejemplo que por cada palabra altisonante que pronunciemos, debemos de tener también una acción grandilocuente que le corresponda.  Puedo aprender palabras que otros hombres no pueden oír, puedo aprender palabras que otros hombres no pueden entender, y puedo descifrar la enfática revelación de su armonía, lo que otros hombres no pueden comprender.

Un pensamiento sin palabras está ciego, a pesar de que las palabras y los pensamientos siempre se escriban con la misma tinta y provienen del mismo tintero.  Quiero que mis palabras no lleven polvo, que mi gramática no tenga antónimos, que mi retórica no tenga esquinas, que mi elocuencia no tenga ventanas rotas; y que mi mensaje deje en el aire una estela de lagartos indignados y sedientos.  Es mejor tener mucho que decir y pocas palabras para hacerlo, que tener muchas palabras y nada que decir.  Las palabras despiertan el pensamiento, y cuando éste se despierta, ya no se vuelve a dormir.  El pensamiento puede corromper palabras, y palabras pueden corromper el pensamiento; por eso es que debo de ser muy cuidadoso con mis palabras.

Salto 6

Los días malos son como las moscas, hay que matarlos y no preocuparse más de ellos porque un día malo no hace una vida mala ni nos desvían de la preciada meta de la jornada (¡a no ser que usted sea huevón, por supuesto!).  Cuando un día malo me visita sin invitación, tengo tres opciones para defenderme: o dejo que este día de mierda me defina, o dejo que me destruya emocionalmente, o lo utilizo para hacerme aún más fuerte.  Los días malos no tienen el abismante poder de un río furibundo que puede fragmentar y dividir una planicie, que puede dividir una montaña, o que puede desmenuzar un valle; un día malo es solo un tonto pedrusco parado ilusamente en medio de un torrentoso e iracundo río tratando de detener sus arrasadoras e inatajables aguas.  El mejor escudo contra un día malo, es una sonrisa permanente a través de la cual se puedan ver claramente los dientes.

Creo que el mejor remedio para un día malo es actitud porque la única opción de un día malo, soy yo.  Cuando llegue al final de su vida, usted tiene la opción de morirse callado, o estacionar su automóvil y seguir a pié.  A veces pienso que los días malos son los mejores terapistas para nuestra salud mental.  Un día malo es como una horrible tormenta, pero cuando hemos capeado la tormenta, no nos acordamos de cómo la aguantamos ni de cómo la franqueamos.  En estas cosas de la vida, nunca estamos seguros si nuestras tormentas realmente pasan o se calman; pero una cosa es cierta: al salir de una mala tormenta en nuestras vidas, ya no somos la misma persona que éramos antes de que la borrasca comenzara y nos despeinara los sentidos antes de que aquel mal día naciese.  Eso es todo lo que es un mal día.

Casi siempre me olvido de los días malos, y nunca me olvido de que los días malos; todos ellos terminan siempre a la medianoche, y el beneficio que nos traen es que ponen en perspectiva a los días buenos.  Un día malo puede ser malo para nuestros egos, pero si los entendemos bien, son un gran beneficio para nuestros espíritus y una nueva aventura para nuestro carácter.  Nunca me preocupo de un día malo porque no me soluciona el día siguiente ni me borra los errores del día anterior, sino que solo me priva de la energía que necesito para ultimar el día malo que estoy viviendo.  Cuando un día malo llega hay que aprender del pavo real.  Éste despliega su hermosa cola sin importar si el día es malo, o es feriado.  No se olvide de que todos los días cuestan caros.  Cuando se nos termina un día, bueno o malo; es un día menos que nos queda para vivir y gastar, así que trate de gastar sabiamente cada día; aunque sea malo.  El peor día malo es aquel sin sonrisas.  Al final, los días malos son como moscas, hay que matarlos y no preocuparse más.

Salto 7

Las sonrisas son gratis.  ¡Regálelas!  Nunca dejo que mis labios se enteren de mis problemas y mis aflicciones porque así, pueden sonreír constantemente sin saber lo que ocurre en el inestable piso de arriba.  Para mí, el sonreír infatigablemente es extraordinariamente importante porque un día la vida se va a cansar de mi firme sonrisa, y dejará de joderme.  Y el tamaño de tu sonrisa debe ser como cuando abrazas a alguien querido que no has visto en diez años, y a quién no verás por otros diez.  Mientras más grande es la sonrisa, menos lugar ocupa.  Una gran sonrisa desplaza las arrugas del espíritu y extirpa y elimina las espinillas del mal humor, además cuesta menos que la electricidad y da más luz.  La Mona Lisa era lisa, pero su sonrisa no lo era porque no hay ninguna cosa seria que no se pueda decir con una sonrisa.

La razón del por qué a veces me olvido sonreír no es porque haya perdido mi sonrisa, lo que pasa es que ella está bajo mi narizota y a veces no la veo, entonces se me olvida de que está allí y no la esbozo como debería.  Debo siempre de recordar que entre la baba y los mocos, hay siempre una sonrisa.  La sonrisa más valiosa es aquella que dibujan nuestros labios cuando nada nos está saliendo bien en nuestra vida, y si sonreímos estando solos, agobiados y sin compañía, entonces esa sonrisa es realmente genuina.  Sonreír es la mejor segunda cosa que puedo hacer con mis labios, aunque los tenga partidos.  A veces alguien vive porque tiene una sonrisa tuya de la cual se ha aferrado, y que no sabes cuándo la regalaste.  La sonrisa es el preámbulo de la risa, y cuando yo ya no pueda reírme de mí mismo, entonces será la hora en que los demás se rían de mí.

La primera honesta sonrisa que esbocé en mi vida fué poco después de haber nacido, cuando me dí cuenta de que estaba vivo y de que tenía mucho tiempo por delante, y decidí que apenas aprendiese a caminar podría ir en pos de todos mis sueños.  Y así lo hice.  Desde chiquito.  Ahora ya no me queda mucho tiempo pero he conseguido agarrar los sueños más salvajes que me robaban la siesta, algunos de aquellos que corrían más rápido que yo, unos pocos de los que se veían tan grandes cuando yo era tan chico, los que parecían más difíciles cuando no sabía lo que significaba fácil, y algunos de aquellos que parecían imposibles antes de que yo creyera en lo posible.  Ahora los tengo a todos ellos amarrados apretadamente con mis sonrisas, y encerrados estrechamente en los capachos de mi espíritu... y por eso es que yo sonrío.  Y además porque una honesta y amplia sonrisa exacerba e irrita grandemente a aquellos que quieren destruírme.

Salto 8 (un salto lleno de transcursos y tropezones)

La única razón por la que el sol se levanta cada mañana sobre el horizonte, es porque nosotros estamos aquí para verlo llegar.  La Luna no se esconde, sino que se apresura por detrás del planeta para vernos otra vez en la alborada que despide a la pasante noche. 

A veces viajo al sol cuando estoy soñando, y en mi jornada en ocasiones veo al tonto de Ícaro estampado en el suelo con sus pendejas alas de cera.  Para viajar al sol solo se necesita imaginación, ni alas de cera ni las infernales máquinas de tiempo.  Además, el sol viaja hacia nosotros todos los días, pero es cortés visitarlo de vez en cuando, por eso es que a veces viajo al sol cuando estoy soñando.

Tomamos diversas y extrañas medicinas para mejorar el funcionamiento de nuestro cuerpo, entonces ¿sería lógico que tuviéramos pensamientos extraños y diversos para fortalecer nuestra débil sabiduría?  Las mejores ideas siempre han sido paridas por pensamientos extraños e insólitos, por lo que podría deducir que las tonterías y las ingenuidades que salen de mi cabeza podrían ser la base de algo magno, de algo heroico, de algo proverbial y soberbio. 

Creo estrechamente que mi destino no es un asunto de oportunidad o de ocasión, sino que es claramente una cuestión de elección propia.  Mi destino no es algo que yo espere o una cosa que esté escrita (y francamente no sé dónde chuchas se podrían escribir semejantes cosas), mi destino es un poder alto el que debo alcanzar con sabiduría, paciencia y esfuerzo.  Yo soy dueño y forjador de mi propio futuro y me rehúso a creer que el regulador de mi futuro sea el mentado "destino", porque a la postre; el futuro no es nada más que un pasado adelantado con la ventaja del tiempo.  Creer en el destino es un desatino.  Aparte de todo, el "destino" no es nada más que una invención Griega, producto de una cosmogonía mítica, una teoría que versa sobre la existencia y también envuelve a la Epistemología.  Si usted no entiende y comprende estas ciencias, usted no sabe lo que es el destino, y si entonces usted cree en el "destino", usted está más loco que yo.

Creo que cuando el mundo era plano, el sol también era plano.  Todo era plano, hasta el pensamiento humano era plano.  Y las estrellas y los cometas y las galaxias, todo ello era plano, y los asteroides y los meteoros y los objetos transneptunianios, ¡todos eran planos!, y hasta los Pulsares y los hoyos negros, y los otros planetas y las estrellas binarias y los supercúmulos y las nebulosas: todo plano.  Ahora todo es esférico.  Me gusta más así.  Ahora que sé que el sol es esférico sus rayos cariñosos me entibian más, su luz es más clara, y su superficie es más amplia aún para sembrarle mis sonrisas sobre su cálida piel cada vez que lo visito.  Y ahora que casi todo es esférico, lo único plano que queda en el Universo, es el cosmos infinito del triste pensamiento humano.

Salto 9

Alma vs Espíritu

Alma
Siempre me he preguntado acerca de la incongruencia del "alma", esa stultum absque scientia", un guasón pero efectivo embeleco del absurdo magisterio religioso.  Lo circense que hace este concepto risible es que el término "alma" (o ánima del latínanima) se refiere conveniente y arbitrariamente a un principio o entidad inmaterial puramente metafísica e invisible, que se supone que poseen los seres humanos vivos.  También es chusco el hecho de que la descripción y representación de sus intrínsecas propiedades y características, varía grande y salvajemente de acuerdo a las diferentes y disparatadas tradiciones y perspectivas filosóficas o religiosas de cada grupo místico.

El inescrupuloso concepto de "alma", etimológicamente no tiene sentido alguno ni lógica discernible.  Etimológicamente la palabra del idioma Latín: "anima" se usaba para designar el principio por el cual los seres vivos están provistos de animación y moción propias.  Como se ha definido este sentido originario, las plantas, los animales, los insectos, los seres humanos, y todo cuerpo que tenga movimiento propio; estarían entonces dotados de "alma".  De hecho y de acuerdo con la tradición religiosa judeocristiana, el alma es la principal cualidad identificadora del movimiento en la materia viviente, lo que convierte a la materia inerte a materia moviente (activa o viva), independiente del desplazamiento ajeno.  Por consiguiente, las cucarachas tienen alma (de sacerdote pedófilo, pero la tienen).

Los avances en la fisiología y neurología permitieron reconocer que los seres animados obedecen al mismo tipo de principios físicos que los objetos inanimados, al mismo tiempo que pueden desarrollar actividades diferentes de éstos, como la nutrición, el crecimiento, y la reproducción.  Entonces, basados en la lógica y no en la brujería, el "alma" como concepto rectilíneo y esotérico; no es nada más que una flatulencia de mentes subsoladas. 

El "alma" como todos los tristes dioses, no existe.  De hecho, el "alma" está dividida en múltiples conceptos que no se ponen de acuerdo entre ellos (en este sentido, son fuerzas políticas), tal como los pobres dioses.  El alma difiere en materia seria y respetuosa a partir de la filosofía occidental, pasando por la filosofía Griega, por el alineado Tomás de Aquino, por la infundada teología cristiana, por las absurdas e inmanentes "enseñanzas bíblicas", por el ingrávido magisterio católico, por la circense y festivalera iconografía religiosa, por el concepto de alma del antiguo Egipto, por las creencias Budistas, por el Chakras Hinduísta, por el Hitodama o el Reiki Japoneses, por el "Qui" Chino,  y por una sarta interminable de definiciones grotescas y populares en la generalizada teosofía de lo absurdo.

Espíritu
El espíritu en cambio es uno solo, es un solo concepto inalienable y real porque se puede percibir.  La palabra "espíritu" (del Latín spiritus: "aliento") se puede también emplear con otros significados y connotaciones diferentes, pero la mayoría de ellos se utiliza en relación con una sustancia no corpórea en contraste con el cuerpo material.  La palabra espíritu se usa a menudo para referirse en forma metafísica a la conciencia o a la personalidad.  Las nociones de espíritu y de "alma" a menudo y erróneamente se superponen, ya que ambos conceptos contrastan con el cuerpo físico, y ambos se conciben cómo sobrevivientes a la muerte corporal, especialmente en el ocultismo religioso.  Así es como venden la "pomada" de que después de la muerte hay vida eterna porque el espíritu (alma) no muere jamás.  ¡Qué huevada más aburrida!  ¿O sea que (religiosamente) cuando muera, me encontraré con las almas de Genghis Khan, o de Al Capone, o de Julio César, o de Mandrake, o de Jack The Ripper (el Descuartizador de Londres), o con todas ellas?  ¿Y después qué?  ¿Me siento a jugar "Canasta" con las abuelas muertas por una eternidad eterna para siempre jamás?  ¡Qué huevada más aburrida! 

Volviendo al espíritu.  Etimológicamente, Espíritu también significa ánimo, aliento, coraje, vigor, y en última instancia; esta palabra se deriva originalmente de la expresión Proto-Indo-Europeo: (s)peis, que no tiene nada que ver con la rúbrica de "alma".  El espíritu es real y se percibe sensorialmente como energía incorpórea pero omnipresente, no cuantificable en substancias, pero es una energía que está presente individualmente en todos los seres vivos.  Ahora; metafóricamente el espíritu puede ser la intención subyacente de un texto a diferencia de su significado literal, especialmente en asuntos relacionados con la ley donde decimos: "Hay que seguir la letra de la Ley, pero debemos practicar su espíritu".  También, el espíritu se demuestra en la lealtad y la sensación de inclusión en la historia social o en la esencia colectiva de un pueblo, de una institución o de un grupo, como por ejemplo el "espíritu de supervivencia" o el "espíritu de progreso".

La diferencia es de suma y vital importancia porque en nuestro contexto humano real, la Lógica nos navega y conduce desde la "a" hasta la "z"; pero la Imaginación nos lleva a cualquier parte y a todos los lugares; y lo que les sostiene a ambas, es el espíritu.  Con el "alma" hay que morirse primero (con los dedos cruzados) y esperar a ver si pasa algo...  algo que nunca sabremos...  ¡Qué huevada más aburrida! 

Salto 10

Perseverancia.  Me gusta mucho la perseverancia porque ella derrota al tiempo, derrota al fracaso, derrota la procastinación, derrota la insuficiencia humana; derrota la duda, y porque asimismo derrota a la derrota.  Me gusta pensar que la perseverancia es la firmeza de carácter y la fuerza de voluntad en perseguir una meta o hacer algo, a pesar de la aflicción, la dificultad, los obstáculos, los impedimentos, o el retraso en alcanzar el éxito.

Dicen que un pendejo de mujer tira más que una yunta de bueyes, pero la perseverancia es aún más poderosa que esto, porque al contrario de lo otro, la perseverancia está consciente en nuestras mentes.  La perseverancia es como las gotas de agua, las que pueden llenar un valle no importa cuán lentamente se acumulen, y esto es porque ellas nunca se detienen.  La mayoría de los hombres han sido derrotados porque perdieron su perseverancia, y con esto; nunca se dieron cuenta de lo cerca que estaban de la victoria cuando se rindieron.  A veces la perseverancia camina muy lentamente, pero nunca camina hacia atrás.  La perseverancia te permite pelear la misma batalla más de una vez para poder ganarla.  ¡Siempre es demasiado temprano para rendirse!

Durante my encabritada vida me he podido dar cuenta y convencerme de que hay muy pocas cosas imposibles para mi diligencia y mi habilidad.  Mis sueños y mis grandes metas no las he logrado alcanzar por la fuerza, sino que con el poder de mi perseverancia.  Con habilidad ordinaria y perseverancia extraordinaria, todo es posible.  La perseverancia es como un par de manos que trabajando logran y obtienen resultados reales, y no como un millón de manos unidas en insubstancial oración y que no producen nada.  Perseverancia implacable no es obstinación: la perseverancia viene de la voluntad, la obstinación de un capricho o de un mal hábito.

La perseverancia una de las bases del espíritu, el secreto de todos los triunfos; nunca una esquirla porque en el ámbito de las ideas, todo depende del entusiasmo, pero en el mundo real, todo se apoya en la perseverancia.  No sea huevón: Persevere.

No más saltos

Bueno, se me acabó la tinta hecha de agua amarga (por lo menos por ahora).  A mi espíritu aún le quedan una serie de esquirlas repartidas y diseminadas por entre sus interminables parajes, pero después de este demente escrito, éstas ya no son tan puntiagudas e incisivas.  Son más romas, más suaves ahora.  Ya no me pinchan la imaginación cuando duermo, ni me arañan el espíritu cuando sueño, ni me lijan la paciencia cuando estoy inquieto, y no me aguijonean la iniciativa cuando quiero volar, ni me rasgan el virginal y delicado velo de los sueños.  Ahora ya más pulido, puedo engalanar mi inquieto e indomable espíritu otra vez con sus hermosas sombras de colores.

Lo único que uno siempre espera y que nunca viene, es la gloria; y lo único que siempre viene y que uno nunca espera, es la muerte.  ¿Qué cosas, no?




El Loco

jueves, 1 de marzo de 2012

Mi Abuelito Víctor

Mi abuelito Víctor no fué un hombre; él fué un Universo colosal contenido en el alma más grandiosa que jamás haya brotado de la raza humana. A pesar de que en círculos generales se cree que nadie es eterno, mi abuelito Víctor lo es. Su vida no se consumió como lo hace un cigarrillo o como las brazas de una fogata olvidada; sino que ardió como un sol desesperado, ardió como el amor de la pimienta, ardió inclemente como el crudo petróleo de los pobres Lunes de Pablo Neruda, pero que nunca se cansó de ser hombre, ni tuvo nunca una raíz en las tinieblas, ni tampoco tuvo una Isla Negra... y escribió mucho más de Veinte Poemas sin atarlos a ninguna Canción Desesperada.

Cuando mi abuelito Víctor estaba vivo, yo no sabía el tesoro que tenía, ni la colosal magnitud de éste. Como es natural, la ceguera de la estultez de la juventud, aquella que nos cubre la vista egoístamente porque nos deja ver solo lo que queremos ver y no la vida en su plenitud, también estaba presente y firmemente arraigada en mis ciegos ojos. Pero a pesar de esto, la vida de mi abuelito Víctor era una luminaria tan poderosa y grande, que su sabia luz traspasaba mi ceguera aunque tuviese los párpados cerrados; y sus palabras ilustradas y precisas desbastaban cualquier barrera de inmadurez con su locuacidad y juicio.

Mi abuelito Víctor nunca se quejó de la naturaleza como lo hace la mayoría de los hombres, por habernos dado tan corta edad sobre la faz de esta tierra, ni tampoco se quejó de la velocidad con que pasaba el tiempo, ni se quejó por la fragilidad e inconstancia de nuestra idiosincrasia. Él usaba cada segundo de su vida para enriquecer a los demás, y así; enriquecerse a sí mismo; él me decía que el tiempo no pasaba rápido sino que éste no tenía la paciencia de esperarnos a que nos decidiéramos a hacer algo con nuestras apáticas vidas, y siempre me dijo que la fragilidad humana residía en la calidad y durabilidad de nuestras convicciones, y no en la lasitud de nuestras imperfectos géneros. Todo esto, lo llevaba siempre coronado con una amplia y virtuosa sonrisa de labios juntos, para que nadie viera el diente que le faltaba, pero cuando me sonreía a mí, sus labios se desplegaban en franca cortesía sin vergüenza del pequeño ojal de las encías de su boca.

Mis Memorias de Él
Tengo tantas memorias de las nutridas enseñanzas de mi abuelito Víctor, que no sé por dónde empezar para contarlas. En cierta forma, él era un loco como yo, pero su locura era por los demás; sin egoísmo y con un amor infinito por sus congéneres que no poseían la titánica voluntad ni la hercúlea talla de su humanidad, especialmente por nosotros; su familia. Las memorias que tengo de él no son como las escondidas y calladas memorias del silencio; sus memorias son como una explosión de mil arcoíris exhortados, como un bullicioso trueno demente, como una mítica fantasía fuera de control, como las -a veces profusas- lágrimas que sirven bien y por igual a la alegría y a la tristeza, mis memorias de él son como una manada de sueños reales y de realidades soñadas; sus memorias siempre han estado ricamente sazonadas de sabiduría, amor y bravura, es decir; llenas de ese "abuelito Víctor".

El Prójimo
Recuerdo que un día regresábamos a paso cansino por el Cerro Alegre hacia donde él vivía, de vuelta de una de esas épicas caminatas por el centro de Valparaíso, cuando vió un pobre hombre sentado en la calle, su espalda apoyada en contra de una sucia pared meada de perros, y que con su brazo extendido sin esperanzas hacia el egoísmo de los hombres, pedía limosna. "Ése es Juan José", me dijo; "él era un hombre de buena situación hasta que perdió su único hijo y su mujer en un incomprensible accidente del cual él se sentía responsable. La pena y la culpabilidad le agobiaron de tal manera, que destruyeron su espíritu de hombre, y ahora vive en las calles compartiendo éstas con los perros vagabundos".

Agarró al hombre de un brazo cuidadosamente y lo hizo levantarse, lo llevó a casa de donde ya estábamos muy cerca, y ante la incredulidad de mi abuela lo hizo tomarse un baño. Sacó un traje de su armario, una camisa limpia, calcetines y calzoncillos, y hasta un par de zapatos; e hizo que este hombre se vistiera con ellos. De verlo así, el pordiosero de la calle, ya no era más. Acto seguido, todos nos sentamos a la mesa y comimos. Creo que ésta fué la primera comida caliente que esta pobre alma humana había comido en meses.

Después de comer, mi abuelito Víctor lo acompañó a la puerta de la casa, le dió 5 Escudos -dinero que le dolió no porque no tuviese mucho, sino porque salía del fondo de dulces para sus nietos- y se despidió de él deseándole una mejor vida. De la boca del hombre no escapó ninguna palabra, pero pude ver en sus profundos ojos llenos de soledad, unas sentidas pero abrigadas lágrimas de agradecimiento que decían más de lo que pudiesen haber dicho un millón de palabras elocuentes. Mi abuelito Víctor no era un hombre; él era un Universo colosal contenido en el alma más grandiosa que jamás haya brotado de la raza humana.

El Verano y La Playa
Durante los largos y calurosos veranos chilenos en que pasábamos nuestras vacaciones en su casa del Cerro Alegre, mi abuelito Víctor nos llevaba a la playa Caleta Abarca, el balneario de moda en aquel entonces; cada tarde inmediatamente después del almuerzo. Afanosamente nos preparaba un sandwich de "Dulce de Membrillo" con mantequilla junto a unas frutas en una cesta de mimbre, un par de botellas del delicioso "Néctar Watt's" de damasco, y enfilábamos hacia la playa. Antes de esconder otras golosinas dentro de la cesta, me daba una mirada de complicidad llena de secretos porque mi abuela era partidaria de que bebiésemos agua en la playa y de que no comiéramos dulces, pero mi abuelito sabía que yo prefería ese néctar, así que arriesgaba su cuello por su nieto; ese proyecto de hombre que apenas se levantaba un escaso metro del suelo.

Él entonces, me tomaba de la mano cariñosamente para que caminásemos hacia el "Ascensor Turri" que nos dejaría a los pies del Cerro Alegre. Recuerdo que su mano era huesuda y fuerte. Mientras caminábamos, observaba su recia mano curtida por el sol de muchos años y adornada con una infinidad de pequeñas cicatrices, marcas del combate de la vida, que se enseñoreaban por sus huesudos dedos. Las venas de sus manos eran enormes, se levantaban sobre la superficie de su mano hinchándole la piel, y a mí me parecían como unas cañerías blandas con las que me entretenía oprimiéndolas con mi dedo índice para ver cómo se detenía el flujo de sangre, y para soltarla otra vez y ver cómo se hinchaba rápidamente de sangre apurada nuevamente esa cañería de su mano. Recuerdo que a pesar de la temperatura que hubiese, sus manos eran suaves y estaban siempre tibias.

Cuando llegábamos a Caleta Abarca, rápidamente buscaba un lugar estratégico entre el mar y el boliche que vendía "churros" y "maní confitado", desplegaba nuestras toallas en la cálida arena, y nos ayudaba a doblar la ropa. Apenas estos quehaceres se habían cumplido, corría con nosotros a la orilla del mar donde nos mojábamos los pies temerariamente en las gélidas aguas del Mar de Chile. Nosotros no sabíamos nadar, ni yo estaba lo suficientemente loco aún para meterme en esas aguas tan frías voluntariamente; así que nadábamos en la arena. Sin preocuparse de lo que pensaran o dijeran los demás, mi abuelito Víctor nadaba en la arena con nosotros. Su cuerpo flaco y desgarbado que mostraba claramente el abuso de los años de esfuerzo y de la impunidad de la vida, le hacían lucir menos "tarzanezco" que otros caracteres en la playa, pero eso no importaba nada porque él, sí era un héroe de punta a cabo para nosotros, especialmente, para mí. Los días de playa fueron muchos, tantos como los recuerdos que tengo de él.

Los Juegos de Aventura
Los fines de semana cuando no íbamos a la playa porque estaría muy congestionada con los oficinistas y aquellos otros que viven sus vidas solo un escueto par de días a la semana, nos quedábamos en casa, en esa casa enclavada en ese cerro tan porteño que olía a café tostado y a avellanas maduras; y jugábamos en ese patio de tierra que me dió tantos magullones en las canillas y raspaduras en las rodilla, las cuales mi abuelito Víctor limpió tantas veces con tanto amor y dedicación con esas férreas manos de él, manos rigurosas y disciplinadas del arduo trabajador que él era.

Apenas le quedaba pelo, pero se rehusaba a usarlo como un ridículo y risible escudo en contra de la calvicie. Lo mantenía corto e iba al peluquero seguido. Su peluquero le encantaba ver a mi abuelito Víctor en su boliche porque con un par de tijeretazos y en menos de dos minutos, cobraba por un corte de pelo completo, y no había casi nada de pelo que sacudirle de la ropa. Mientras le cortaban el pelo, él mantenía su imborrable sonrisa seria, seria como un juego de ajedrez, pero dulce como la inocencia de su madurez.

Entonces, en casa jugábamos a indios y vaqueros. Construíamos un "Fuerte" en el patio de esa tierra ancestral que vivió los bombardeos de Sir Francis Drake, con cajones de madera en los que un día habían habido duraznos peludos, tomates, duraznos pelados, manzanas y naranjas. El "Fuerte" hasta tenía techo. Por unas rústicas ventanas podíamos disparar hacia afuera y protegernos de las flechas que nos atacaban. Vestíamos unos fantásticos trajes de pistoleros con unas brillantes y plásticas pistolas que disparaban unos proyectiles que parecían supositorios, llevábamos unos sombreros vaqueros y unas chaparreras que habrían sido la envidia de Pancho Villa, allá en el rancho grande.

Mi abuelito Víctor era siempre el "indio malo" que nos atacaba en el "Fuerte". Debería haber tenido unos 72 años, pero su alma aún estaba en pañales. Él se vestía con un taparrabos hecho de los maltraídos restos de una cartera de gamuza café de mi abuela, llevaba unos mocasines dignos de "Toro Sentado"; su cabeza la adornaba un noble penacho Dakota hecho con plumas de gallina de alta alcurnia que había confeccionado él mismo; un arco hecho de una rama de la higuera que había en el patio, y una flechas de mimbre adornadas con las plumas de menos "pedigree" y abolengo de la misma infortunada gallina. ¡Lo mejor era su "Pinto"! Su caballo se llamaba "Pinto", se llamaba igual que el caballo del indio que acompañante al "Llanero Solitario". El nombre original de este indio era: "Tonto"; pero que graciosamente y por obvias razones, se lo cambiaron a "Toro" para los países de habla Castellana.

"Pinto" era un soberbio caballo hecho de un palo de una escoba vieja al que le agregó en un extremo una cabeza de caballo de madera que había hecho él mismo con sus gastadas herramientas, "Pinto" tenía un ojo más grande que el otro, pero esto no importaba. "Pinto" también tenía una cola frondosa digna del caballo del César, confeccionada con otra desdichada prenda de mi abuela quién nunca sospechó de estas extrañas desapariciones; y para coronar este magnífico bruto, llevaba un soberbio par de riendas de cáñamo, y tenía una montura negra que se negaba a mantenerse en posición, y que colgaba floja de la panza del caballo. El Libertador José de San Martín (conocido en sus círculos personales como "Culo de Fierro") habría dado un brazo por este soberbio palafrén.

Aparte de esto, mi abuelito Víctor se pintaba la cara artísticamente con "pintura de guerra", producto del botín de un malón ejecutado en una osada incursión a los cosméticos de mi abuela, se pintaba unas franjas rojas en sus mejillas, se adornaba un ojo con un círculo negro como un mapache, se montaba en su "Mustang" y galopaba alrededor del "Fuerte" profiriendo gritos de guerra propios de "Caballo Loco", mientras que nosotros le disparábamos nuestros supositorios plásticos de color blanco desde el "Fuerte" bajo ataque.

Ése era mi adorado y dedicado abuelito Víctor. Como pueden ver, mi abuelito Víctor no fué un hombre; él fué un Universo colosal contenido en el alma más grandiosa que jamás haya brotado de la raza humana.

Los que Partieron Antes
Cuando alguna otra persona moría, ya fuese del barrio o nó, mi abuelito Víctor no escatimaba esfuerzos para ayudar y consolar a la familia. No era raro auspiciar velorios en la casa de mi abuelito Víctor, quien ofrecía solícitamente su amplia y vieja casona del Cerro Alegre para llevar a cabo estos tristes pero necesarios menesteres de nuestras quebradizas y finitas existencias humanas.

Mi abuela preparaba con celo de hechicera medieval su legendario y bien conocido clery para distraer las memorias, y para amasar el dolor de las almas en pena. Nunca pude descubrir de dónde sacaba mi abuela tantas copas para el clery. Las pequeñas y regordetas copas estaban en multitud por doquier, semi-llenas y llenas, porque mi abuela no dejaba copa que pasara de medio tanque, y patrullaba el "living" armada con un cucharón de cobre y un gran jarro de ese magnético clery que atraía copas como la miel a las moscas. Entretanto, mi abuelito Víctor recibía a los tristes invitados ofreciéndoles cálidas y reconfortantes palabras nacidas desde ese límpido fondo de su corazón de Hombre-niño. Su calidad humana llenaba todos los espacios, apagaba todos los ruidos, y enjugaba todas las lágrimas. No me acuerdo de haber llorado ni una vez en mi vida cuando estuve en su dulce y protectora compañía.

Durante mis Años de Estudiante
Durante el tiempo aquel en el que estaba estudiando Ingeniería en la Universidad Federico Santa María en Valparaíso, solía ir a su casa todos los Miércoles a visitarlo. Todos los Miércoles disfrutábamos de un almuerzo cariñoso, y compartíamos nuestro amor y nuestras alegrías. Infaltablemente cada vez que la visita terminaba y yo regresaba a mis actividades insanas; él escurría furtivamente un crujiente billete nuevo de 50 Escudos en mi bolsillo, y con un abrazo aún más cálido que su sonrisa, se despedía de mí.

Un Miércoles perdido entre las desordenadas semanas de mi vida, no fuí a visitarle. No teníamos teléfono ni ninguna manera práctica de comunicarnos, así que no le pude avisar del cambio de planes de última hora. Ese Miércoles pasó sin mayores altibajos, pero el día siguiente y mientras estaba en medio de una de mis clases en la Universidad, de pronto le ví asomarse a la puerta de nuestra aula. Se detuvo en el dintel y al ver que interrumpiría la cátedra, retrocedió en el acto y se quedó esperando en el pasillo. Mi profesor preguntó si alguien conocía a ese señor, y un poco avergonzado levanté mi mano y dije que era mi abuelito Víctor. El profesor me pidió que saliese y fuese a ver qué pasaba.

Salí presuroso y con gran ansiedad del aula y me dirigí hacia donde mi abuelito Víctor estaba esperando. Al verme, desató su mitológica y amplia sonrisa que llenó todos los espacios y las grietas de los magnos edificios de la Universidad. Cuando le pregunté que por qué estaba allí, él me respondió de que estaba preocupado por mi ausencia el día anterior, y venía a ver si yo estaba bién. Una vez que comprobó a su satisfacción de que yo estaba en una pieza, me entregó una bolsita de papel que contenía un sándwich, una naranja, y un billete de 50 Escudos. Los había traído por si tenía hambre. Satisfecho de lograr su cometido, se despidió de mí tan cariñosamente como siempre, y regresó al Cerro Alegre. Esta vez, sí derrame un ardoroso y franco par de lágrimas de emoción. Sin duda, mi abuelito Víctor no era un hombre; él era un Universo colosal contenido en el alma más grandiosa que jamás haya brotado de la raza humana.

Su Partida
El día que murió temblaron todos los cimientos de mi vida. La angustia de perder ese colosal ser humano que exudaba tanto amor y piedad por sus prójimos, especialmente por su familia, dejó un vacío formidable que nunca he sido capaz de cerrar completamente. La pérdida que el Hombre sufrió con su partida, desequilibró completamente los fundamentos de la raza humana que le conocía. Si los dioses realmente existen; mi abuelito Víctor cierta e inequívocamente, fué uno de ellos.

¡Nunca ví ni he visto en mi vida tanta gente reuniéndose para despedirle! Su velada fué, a pesar de lo triste de su partida, uno de los momentos más felices de mi vida. Nunca ví tanta gente y de tantos lados diferentes llegando a despedirle de su morada terrena en su inesperada partida. Muchísimos de ellos compartieron tantas bellas memorias, tantas anécdotas y tantos actos de caridad, de buena voluntad y de misericordia que él había repartido con tanta abundancia y desprendimiento entre sus amados seres humanos sin distinción ninguna. Nunca ví tantos extraños relatando tantas cosas hermosas nada de extrañas en la vida de este colosal abuelo. La pena que provocó su muerte fué tan grandiosa, tan sideral; que mató a los ángeles que aún quedaban vivos; y es por eso que los ángeles ahora no existen. No hay duda de que mi abuelito Víctor no fué un hombre; sino que fué un Universo colosal contenido en el alma más grandiosa que jamás haya brotado de la raza humana.

El sólido e iluminado camino que dejaste marcado para nosotros, lo imprimiste tan bien y claramente con esos hermosos moldes de tu verdad; y lo bordaste tan detalladamente de tantos ejemplos excepcionales, que es imposible perderse en él si lo caminamos con la honestidad que lo ilumina. Gracias abuelito Víctor por ser quién fuíste cuando caminabas entre nosotros, e infinitas gracias por ayudarme a ser quién soy.

Cuando cavilo acerca de los grandes hombres que la historia ha descrito en sus arrugados papiros de tiempo suscritos con tinta y pluma, éstas minutas hablan de proezas y de actos de temeridad y descubrimiento, hablan de hechos, de lúcidos momentos de intrepidez y conquista, y narran detalladamente sucesos de exploración y triunfo; pero ninguno de estos volúmenes describen la intricada y profunda experiencia humana como las que derrochó tan generosamente mi abuelito Víctor. Quizá él haya ido a un hermoso lugar como su alma, un lugar hermoso; hermoso quizá como Caleta Tortel

No quiero quitarle crédito ni disminuír la solvencia de los grandes méritos que estos grandes hombres produjeron según la historia reporta, pero su impacto es sólo válido para la fría e impersonal historia… y sí, eso también tiene su valor… Pero el verdadero valor de los grandes hombres de la Humanidad radica en aquellos hombres que tocaron profunda y directamente nuestras vidas de una manera inexorablemente significante; y tú, abuelito Víctor, le has demostrado a tantos de que los hombres genuinamente magnos, los héroes imperecederos, tienen un impacto directo y final en medio de nuestras almas, dejándolo impreso para siempre en las mismas fibras de nuestra frágil pero implacable naturaleza mortal, con una diferencia palpable y fundamental tan perdurable y sempiterna como los espacios que llena la luz. Los verdaderos héroes no son hombres, sino que son como tú, abuelito Víctor; son un Universo colosal contenido en el alma más grandiosa que jamás haya brotado de la raza humana.

La Naftalina
Mi abuelito Víctor no era un hombre de muchos medios, sin embargo; daba la impresión de que tenía más de lo que poseía. Él era concienzudo y velador de sus patrimonios, y nunca desperdiciaba o malgastaba nada. Él era frugal, él era austero y no miserable como muchos otros que conozco bien. Mi abuelito Víctor tenía dos chaquetas para salir, chaquetas que mi abuela llamaba graciosamente con su acento sureño: "Paltó", que quizá era un derivado de la palabra francesa "paletot", que significa "sobretodo".

Cada vez que mi abuelito Víctor tenía que salir a alguna parte y debía usar uno de sus "paletós"; cuando se lo colocaba me miraba seriamente mientras sacaba tres bolitas de naftalina de uno de los bolsillos de la prenda y los depositaba en un mueble que asemejaba una "cómoda" que se encontraba en el pasillo de su casa. "Para que las polillas no se coman mi chaqueta" me decía muy serio. "a las polillas les duele el estómago con la naftalina y dejan la ropa tranquila". Acto seguido, se iba a sus quehaceres.

Cuando volvía de sus correrías de rigor, me llamaba y me decía mientras se sacaba el "paltó" y volvía a poner otra vez las tres bolitas de naftalina en el otro bolsillo de la chaqueta: "No hay que olvidarse de la naftalina, pero hay que cambiarla de bolsillo para engañar a las polillas. Así la ropa dura más". Luego colgaba la chaqueta y desaparecía por uno de los pasillos de aquella enorme casona llena de hermosas sombras. A pesar de los reclamos de mi abuela, a mi abuelito Víctor nunca le importó llevar ese característico y perfumado aroma que desprendía la naftalina. Él lo llamaba "olor a nuevo".

"Carloto" y "Ursus"
"Carloto" era un enorme y feroz gato de la casta "Norwegian Forest Cat". Era enorme porque era "guatón", y no porque la raza lo fuese. "Carloto" era un experto cazador de ratas y palomas, y un "gourmet" para comérselas. No sé que hacía con las ratas, pero cada vez que cazaba una paloma, la traía al dintel del dormitorio de mi abuelito Víctor, para que él la hirviera un poco en agua y se le cayeran las plumas, y después se la comía echado sobre las cubiertas de cemento que tapaban el gran pozo de agua de la casa. Lo feroz le venía del ancestral bosque Noruego, y lo grande ("guatón" para ser más exactos) le venía de tanto comer.

"Ursus" era un perro Pastor Alemán. La denominación "perro" es solamente un remoquete porque "Ursus" era un perrazo descomunal, feroz como el hambre, y manso como el pecho de una madre. "Ursus" es una palabra del Latín que significa oso, así que el nombre le calzaba a la perfección. También este mastín de mi abuelito Víctor era indómito y montarazmente fiero como el "Ursus" de "Quo Vadis?", y dejaba en vergüenza a los "dingos" y a los "dobermann" en cualquier terreno.

El asunto es que en muchas ocasiones cuando pasábamos tiempo en la casa, mi abuelito Víctor me llamaba y me decía: "¡Rodrigooo! Nieto, ¡ven! Vamos a hablarle a "Ursus" de las cosas importantes de la vida". Acto seguido, nos sentábamos bajo la generosa y fresca sombra de la anciana higuera del patio de la casa, y "Ursus" se echaba a un costado con la cabeza sobre las patas, y miraba a mi abuelito Víctor con sus enormes ojos resignados, sabiendo que venía otro de aquellos discursos acerca de las cosas de la vida. "Carloto" siempre aparecía para estas reuniones haciéndose el desinteresado, pero se echaba junto a "Ursus" y comenzaba a lamerse la piel metódicamente mientras escuchaba.

Y mi abuelito Víctor comenzaba su discurso diciendo: "Mira "Ursus", tu sabes que hay que ser siempre respetuoso en esta vida; hay que respetar a los demás y a su propiedad. El respeto te abrirá muchas puertas, más puertas que las que abren las palabras "tire" y "empuje" -y se sonreía al decirlo- así que aunque a veces no te sientas con deseos de respetar a alguien, hazlo de todas formas porque eso te hará más grande". Y así, mi abuelito Víctor hablaba de respeto, de responsabilidad, de honestidad, de perseverancia, de paciencia, de humildad, de valentía, y de otros muchos principios y virtudes tan dulces y ciertos, como los hermosos y jugosos higos que nos brindaba la anciana higuera de su patio.

Años después, cuando me "destonté"; me dí cuenta de que mi abuelito Víctor me hablaba a mí, me enseñaba a mí con su delicada cortesía y agudeza, y mientras le hablaba a "Ursus" y a "Carloto", él me inculcaba con infinito amor los valores más sólidos y más pristinos con los que se rigieron desde entonces los días de mi vida. Así fué como sin saberlo, absorbí grandes sorbos del manantial del alma más grandiosa que jamás haya brotado de la prodigiosa raza humana.

No más…
Ya he llenado varias páginas de mis recuerdos de él, y no acabo por decidirme dónde empezar a contarlos… Quizá como los recuerdos que usted tiene de su abuelo, o de algún otro ser querido que haya dejado una profunda huella en su existencia; estos recuerdos jamás se podrán relatar con la riqueza enorme con que los vivimos, ni con la intensidad con que se cincelaron en nuestras vidas, por eso; es mejor guardar algunos de estos nostálgicos recuerdos para disfrutarles egoístamente en la compañía de nuestros silentes pensamientos y de nuestras sosegadas añoranzas.

Lo que me Dejaste
Lo que aprendí de tí lo atesoro como atesoro los montaraces y bravíos sueños de mi vida. Lo que aprendí de tí, me enseñó a sortear los más difíciles caminos, y a salvar los más arduos y espinosos obstáculos de la agreste y larga calzada de mi vida. Quizá una de las cosas más importantes en las que me instruíste, fué el saber cuándo cerrar muchas de aquellas puertas a través de las cuales, el error podría haber entrado impune.

Sin embargo, la enseñanza más hermosa, desmedida y profunda que me dejaste no fueron tus juiciosas palabras ni tus sabios consejos; sino que fué esa tibia y aseguradora sensación que me dieron tus huesudas manos de arduos dedos, cuando me asías cariñosamente de mi mano y con infinito amor cada vez que caminábamos juntos sobre esos eternos adoquines de las gastadas calles del alegre Cerro Alegre.

Me gustaba caminar con mi abuelito Víctor porque sus pasos eran cortos como los míos; me gustaba caminar con él porque nunca se apuraba, siempre me daba tiempo para demorarme y observar las cosas. Me gustaba caminar con mi abuelito Víctor porque sus ojos veían lo que veían los míos y a la misma altura; veíamos piedras, veíamos palomas, y también veíamos el sol que se alejaba… La mayoría de las personas estaban siempre apuradas sin tiempo para detenerse y ver lo que nosotros veíamos. Me gustaba caminar con mi abuelito Víctor porque él tenía mucha paciencia, y porque él era joven como yo…

Lo que aprendí de tí lo atesoro con el más alto valor de la escala humana, porque aún no he podido encontrar a ningún otro hombre de tu estatura simplemente porque tú, mi querido abuelito Víctor, no fuíste un hombre; sino que has sido un irreemplazable Universo colosal contenido en el alma más grandiosa que jamás haya brotado de la prodigiosa raza humana.

Tu nieto de hierro, Rodrigo


The Sincipitus Porcus
El Loco