jueves, 1 de agosto de 2013

El Burro

Esta historia incontrastable es para los que se sienten un poco decaídos, menoscabados, o quizá un poco deprimidos.  Este epigrama no le resolverá nada de su situación actual, pero le dará una perspectiva inconmensurable y además, una alternativa diferente al escenario en que está viviendo de momento.

Usted ya se habrá dado cuenta de que en este mundo siempre hay un prójimo más desdichado que nosotros, más pobre que nosotros, más solo y aislado que nosotros, más tonto que nosotros, más chico que nosotros, más guatón que nosotros, más grande que nosotros, más flaco que nosotros, más inteligente que nosotros, más necio y más desesperado que nosotros.  ¡Ah!, y más feo y más pelado que nosotros también.

La cosa es ponerse uno mismo en una seria perspectiva con respecto al mundo que nos rodea, por más injusto o vacío que éste parezca.  Acuérdese que la libertad y la justicia son una fantasía, sólo el vivir de sueños es lo verdadero.  Si usted no es capaz de hacer esto con el poder innato que le brinda su calidad de ser humano, o cree o piensa por un segundo que usted no tiene sobrada calidad humana para levantarse de cualquier caída;  pues entonces usted está convirtiendo una situación en algo mucho más serio de lo que parece.  No se quede sentado esperando por milagros porque no existen.  Si se cae tres veces, ¡levántese cuatro!, y si quiere caminar, ¡no se siente! 

Por más disminuído que usted se considere o se conciba en algún momento de su vida, sepa que usted tiene un valor innato.  Acuérdese de que usted fué el único sobreviviente que logró llegar a la meta final en la carrera más difícil, más mortífera, más dura, más combativa, más injusta y más larga de su vida; una carrera tan definitiva que decidiría el resto de sus existencia.  Está cabrón, ¿ah? 

Usted fué el único sobreviviente de más de 2,500,000,000 (dos mil quinientos millones por lo menos) de inquietos y nerviosos espermios que compitieron con usted en esa carrera vital por alcanzar el indiviso óvulo de su madre, y como nadie lo conocía a usted, todos estos giles estaban tratando de joderlo desde que comenzó la carrera, y estoy seguro que usted no estaba en la primera fila cuando comenzó la espantada.

Y aunque no le hubiese gustado, usted compitió porque no había mañana para los perdedores, y movió su colita y empujó con su cabecita, y no dió codazos porque no tenía codos todavía, pero estoy seguro de que se tiró peos, estornudó, transpiró, escupió, maldijo, le hizo zancadillas a los otros espermios, etc., y hasta recibió un "pollo en el ojo"(1); en otras palabras, asumió su responsabilidad de espermio e hizo lo que era menester hacer.

(1) Esta poco intuitiva expresión popular jerigonzal es una especie de fandango lingüístico-gramatical chileno.  Aunque la frase es gramaticalmente correcta, su significado académico escapa a la comprensión colectiva del lenguaje Castellano, y si usted no es chileno; necesita traducción.  Esta expresión de la lengua Castellana significa básicamente que usted ha recibido inesperadamente y en contra de su voluntad, la asquerosa esputación a alta velocidad de un tangible material  inanimado mucoso-pringoso, y de abiertas características viscoso- secretorias (ejemplo: moco, gargajo, mucosidad, secreción, flema, vela, loro, y pollo entre otras) sobre uno de sus desprevenidos ojos.  ¿Qué cosas, no?

Quizá nadie nunca sepa cuántas contingencias pasó en esta vital carrera, qué tremendo esfuerzo usted invirtió en este capital camino, y ni cuántas veces estuvo a punto de rendirse...  pero no se rindió, ni se detuvo a quejarse, y ni tampoco se arrinconó a llorar solo triste y abandonado en una olvidada arruga del útero.  Lo que hizo fué confrontar las circunstancias, ¡y luchó!  Solo gracias a su victoria basada nada más que en su propio e inalienable esfuerzo, es la única razón para que usted esté aquí y ahora leyendo las palabras de este loco, el que un día también ganó esta carrera en otra Olimpíada Uterina fenomenal.  Eso tiene un valor enorme, ¿no lo cree usted?  Pues entonces estampe una sonrisa en sus labios ¡y levántese!, porque aunque usted no lo crea, hay muchos ahí afuera que han depositado su confianza y sus esperanzas en usted...

Para empezar, el único problema que por ahora aún no tiene solución, es la muerte; pero ésta es una solución en sí misma.  ¿Qué cosas, no?  Lo paradójico de la muerte es que cuando usted se muera se le resolverán automáticamente todos sus problemas, pero si usted se suicida (no es que se vaya para Suiza), perderá totalmente su calidad humana, que es el tesoro más grande y más valioso al que un ser vivo puede optar.  Y es irrecuperable.

¿Y la perspectiva?

De vuelta a la perspectiva.  Esto pasó en Chisdasvinto, a unos kilómetros de Enevadita, y al sur de Pordócimo, en el límite norte con Cracopia, en el paupérrimo país de la goma. Chisdasvinto era una aldea de las más pobrísimas que han existido en la historia de la Humanidad, tan pobre así, que sus pobladores no podían beber agua porque ni siquiera tenían sed.  Todo en el pueblo era paupérrimo: las casas estaban casi derruídas por completo, las calles tenían más hoyos que la teoría de la relatividad, los animales eran transparentes y no tenían sombra, y los pobres niñitos del pueblo estaban tan flacos que después de que comían garbanzos, parecían un rosario ambulante, y de lo pobretones que eran, y el río que cruzaba el pueblo ¡tenía solamente una orilla!  La situación era definitivamente peor que la suya.

Un día temprano en la mañana, Hermenegildo (que era tan pobre que no tenía sombra) se levantó temprano como lo hacía cada mañana, y se fué en busca de su porfiado burro Hércules para comenzar la faena matutina de arar la mísera faja de tierra en la que plantaba algunos vegetales para el sustento de su familia.  La tierra era tan seca que cuando cosechaba las uvas, éstas ya eran pasas, y las alcachofas apenas daban una hoja.  Cuando se acercó a la gastada estaca clavada en el suelo la que servía de hangar, corral, meadero de perros y habitación para Hércules; éste no se encontraba allí.  Hermenegildo se alarmó grandemente porque Hércules nunca se alejaba de su cómodo alberge. 

Rápidamente y en una forma un poco frenética,  Hermenegildo se puso a buscar a su burro por todos los lugares que conocía y que le fué posible.  Nada.  El burro no estaba por ninguna parte.  Abatido, triste y un poco consternado por el extraño desaparecimiento de Hércules, Hermenegildo corrió desesperadamente de vuelta a casa a preguntarle a Elisenda Emeditación, su mujer de muchos años; a ver si sabía algo del paradero de Hércules.  Para su descorazonamiento, Elisenda Emeditación no tenía la más peregrina idea del paradero de Hércules, pero tanteó:

Elisenda Emeditación:  ¿Le diste agua a Hércules anoche? 

Hermenegildo:  ¿Agua?  - Vaciló un instante - ¡Se me olvidó!

Elisenda Emeditación:  ¡Qué jodienda contigo Hermenegildo!  ¡Ésta es la tercera vez que lo haces!  ¡Anda tú a saber por dónde anda el jodío burro tratando de beber!

Hermenegildo salió apresuradamente a la carrera (en Chilensis Sordidus Coa Linguam: "apretando cachete") y en silencio en busca del burro otra vez, y sin contestarle una sola palabra a su mujer porque él bien sabía que Elisenda Emeditación, a pesar de ser una cariñosa esposa, tenía un genio de los mil tres demonios.  Hermenegildo se dirigió expeditamente y corriendo más rápido que un Chasqui(2) en esteroides a preguntarle a su vecino que tenía su rancho ubicado unas dos leguas al sur de la alquería de él, y cuando llegó al lugar; encontró a Domiciano ordeñando alegremente una vaca overa.

(2) Los Chasquis eran  ágiles corredores de largas distancias en conjunto o en postas con un físico altamente capacitado para esta función, los que llevaban y entregaban mensajes, manjares reales como pescado y otros objetos de valor a través y a lo largo y ancho del Imperio Inca, principalmente al servicio del Sapa Inca.  Los Chasquis eran despachados a lo largo de miles de kilómetros, aprovechando el vasto sistema Inca de carreteras y puentes colgantes diseminados en los Andes de Perú y Ecuador.  En la costa de lo que hoy es Perú su ruta funcionó desde Nazca a Tumbes.  Las rutas Chasquis también se extendían hacia otras partes del Imperio en partes las que ahora son Colombia, Bolivia, Argentina y Chile.

Hermenegildo:  ¡Domiciano!  ¿Has visto a Hércules?

Domiciano:  ¡Coño de la Madre, Domiciano!  Pillé a Hércules montando a Bernardina esta mañana, y la sucia vaca ésta lo estaba disfrutando!  ¡Cuida a tu jodío jumento porque no quiero estar emparentado contigo, ¿oíste?! - refunfuñó Domiciano airado.

Hermenegildo:  Perdona Domiciano, te juro que no volverá a suceder.  ¿Sabes por dónde agarró Hércules?

Domiciano:  Lo ví arrancando p'al pozo seco.  A veces con la lluvia, el pozo coge algo de agua.

Hermenegildo salió disparado en dirección al pozo en busca de Hércules mientras que Bernardina lo observaba alejarse en tanto que rumiaba pienso con una enorme sonrisa y mientras que su cola se meneaba con una sospechosa velocidad.  Cuando Hermenegildo llegó a las cercanías del pozo, no vió a Hércules por ningún lado, así que comenzó a llamarlo en voz alta: "¡Héééérculeeees!,  ¡Héééérculeeees!, ¿¡dónde estáááááás!?  Después de unos instantes, escuchó un desabrido rebuzno que salía desde el fondo del pozo seco.  Se acercó presuroso al borde del pozo y miró hacia abajo.  Para su completo espanto, ahí se encontraba Hércules.  Estaba sentado en el fondo del pozo, y parecía no estar herido o magullado.

Le entró la helada desesperación a Hermenegildo porque el pozo era muy hondo y oscuro, y sería difícil rescatar a Hércules.  Mientras se rascaba los pocos pelos que aún se le aferraban al sebáceo cuero cabelludo, pensaba frenéticamente como iba a sacar al burro del pozo, pero con el nerviosismo, no se le ocurría nada práctico.  No podía bajar un lazo porque al comenzar a tirar el burro hacia arriba, éste se ahorcaría con su propio peso.  Nadie podía bajar a amarrar el burro porque de otra manera no habría forma de que él solo pudiese tirar al burro y al ayudante hacia la superficie, aunque hubiese conseguido más ayuda y correr la peligrosa eventualidad de tener entonces dos cautivos en el hoyo. 

Nadie tenía una grúa, un tractor o una polea, o ningún artefacto similar que pudiese servir para levantar tamaño peso.  Mientras esto pasaba, Hércules rebuznaba cada vez más alto, contribuyendo a la desesperación de Hermenegildo.  Con el ruido de los aullidos bestiales que pegaba Hércules, los pocos vecinos de la región se comenzaron a juntar alrededor del pozo atraídos por la infaltable curiosidad, y para ver cómo podrían ayudar a Hermenegildo con esta delicada situación.

Entonces, en un improvisado cónclave, Hermenegildo y sus vecinos se pusieron a discutir el asunto del burro:

Cloroaldo:  Oye Hermenegildo, ¿No es éste el burro viejo y flaco que tú tienes?

Hermenegildo:  Pues sí.

Andrónico:  La verdad es que está bien flaco.

Trigídia: ¡Pues claro!  - dijo la mujer de Andrónico.

Nicéforo:  Además de flaco y viejo, ya no sirve para nada…

Englatina:  Eso es cierto, eso es cierto - replicó la esposa de Nicéforo.

Domiciano:  ¡Pues p'a culiar vacas sí que sirve el mulo ése!

Sandalio:  ¿Cuánto pesa Hércules?

Hermenegildo:  Como unos 150 kilos…

Andrónico:  ¿¡150 kilos!?  ¡Putas si está flaco el jodío burro!

Trigídia: ¡Pues claro! 

Nicéforo:  Humm… debería pesar por lo menos unos 270 kilos para estar sano…

Englatina: Eso está bien.

Hermenegildo:  ¡Joder!  ¿¡Vamos a hablar de la salud del burro, o lo vamos a sacarle del hoyo!?

Trigídia: ¡Pues claro!

Domiciano:  Pero espera un momento, Hércules probablemente esté herido y te va a costar un ojo de la cara el veterinario.

Hermenegildo:  Además, si ya no va a poder trabajar en el campo, ni para charqui te va a servir.

Sandalio:  No hay forma de sacar a Hércules de este hoyo, deberíamos sacarlo de su miseria…  - entonces Hércules dejó escapar un rebuzne fenomenal que les puso los pelos de punta a todos.

Hermenegildo:  Quizá ustedes tengan razón… pero es como de la familia…

Englatina: Eso está bien.

Nicéforo:  ¡Mujer, a ver si te callas la boca!

Domiciano:  Creo que ya tienes suficiente familia con Elisenda Emeditación; ¿para qué coños quieres ese burro despilfarrado?

Trigídia:  ¡Pues claro!

Andrónico:  ¡Joder!  ¡Tú también Trigídia!  ¡Por dios cállate la boca!

Englatina:  Eso está bien.

Sandalio:  A ver ustedes mujeres, ¿por qué no se van a desplumar gallinas y le dejan estas cosas a los hombres?

Trigídia:  ¡Pues claro!

Englatina:  Eso está bien - y las dos se pusieron a caminar en dirección al gallinero que estaba a un tiro de piedra del pozo mientras Englatina preguntaba: ¿Está bien eso? - a lo que Trigídia respondió: - ¡Pues claro!

Nicéforo:  Mira Hermenegildo, si Hércules no se muere pronto, lo mataremos tratando de sacarlo.

Sandalio:  No hay forma de sacar a Hércules de este hoyo, deberíamos sacarlo de su miseria…  - entonces Hércules dejó escapar otro rebuzne más fenomenal que el anterior que les puso la carne de gallina a todos, especialmente a la conciencia de Hermenegildo.

Cloroaldo:  Aparte de eso, si se nos muere en la intentona, tendremos que enterrarlo, y eso es más trabajo.

Hermenegildo:  ¿Qué hacemos entonces?

Andrónico:  Sugiero que le dejemos caer una piedra grande en la cabeza a Hércules, y después lo enterramos en el mismo pozo.  Este pozo ha sido un peligro y tenemos que resolverlo.

Hermenegildo:  ¡Pero eso es cruel!

Sandalio:  ¡Más cruel es dejarlo sufrir en estas condiciones!  ¡Joder!  ¡Acabemos con el burro de una vez ya!  - a esta altura, Hércules apenas emitía rebuznos ya que estaba agotado de tanto rebuznar-.

Hermenegildo:  (profundo suspiro).

Finalmente, Hermenegildo decidió que el burro ya estaba muy viejo, estaba sufriendo, ya no servía para mucho y además, el hoyo del pozo seco necesitaba ser tapado de todas formas para evitar accidentes como éste en el futuro.  Y en un sanseacabó, Hermenegildo resolvió que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo, y que lo mejor sería enterrarlo y acabar con esta tragedia.

Apesadumbrado por esta decisión pero consciente de que esto era lo mejor, le pidió a todos sus vecinos que le ayudaran en tan nefasta tarea.  En silencio todos fueron a buscar sus palas, con la excepción de Cloroaldo, que se puso a buscar una piedra grande.  Unos minutos más tarde, Cloroaldo regresó al pozo donde ya los otros estaban esperando con palas, con una enorme piedra que apenas la podía sostener.

Hermenegildo:  No quiero tirar la piedra.  ¡Es como matar a un miembro de la familia!

Domiciano:  ¡Joder Hermenegildo!  ¡Ya te he dicho que ya tienes más que suficiente con Elisenda Emeditación!  ¡Acaba de joder!

Nicéforo:  Cloroaldo, dame esa piedra que yo la aviento.  - Seguidamente y con algo de dificultad, Cloroaldo le entregó la piedra a Nicéforo. 

Hermenegildo:  Apunta con cuidado Nicéforo para que no lo hagas sufrir.

Nicéforo:  No te preocupes que le daré en medio de la cabezota que éste tiene. - Y se asomó a la orilla del pozo para ver mejor.

Hércules que estaba mirando hacia arriba y escuchando lo que sucedía, se dió cuenta de lo que estaba pasando y comenzó a rebuznar desesperadamente, y los rebuznos ahora le salían con gallos. 

Hermenegildo:  ¡Apúrate Nicéforo que no puedo aguantar más esta tragedia!

Entonces Nicéforo sin más dilación cerró el ojo izquierdo para apuntarle a la cabeza del burro.  El problema era que Nicéforo era turnio y no se podía determinar si le estaba apuntando a Hércules, o a la luna.  Después de una neurasténica sesión de rápidos parpadeos y cambios de ojo, Nicéforo aparentemente pudo enfocar el ojo pivotante, y sin más prórroga arrojó la dura piedra al vacío.  Se hizo un profundo silencio que duró apenas un par de segundos, y de pronto se escuchó un ruido pesado y seco; como cuando uno deja caer un trozo de carne con violencia en un mesón de madera.  Se oyó un quejido que al principio fué fuerte, pero inmediatamente se disolvió en el silencio del fondo del pozo.  Acto seguido, todo se aquietó y no hubo ni un ruido que saliese del pozo…

Silenciosamente y sin hablar, todos los vecinos cogieron sus palas y empezaron a tirarle tierra al pozo en una forma maquinalmente resignada.  Ya se estaba haciendo de noche, y la visibilidad comenzó a perderse rápidamente, así que el piquete se apresuró aún más con las paladas de tierra.  Menos de media hora después ya estaba completamente obscuro, y apenas se reflejaban las siluetas de los aplicados vecinos que se encajaban contra el horizonte de la obscuridad del campo; típico de las noches Chisdasvintias.  De pronto, Cloroaldo dijo:

Cloroaldo:  Parece que ya acabamos con esto...

Hermenegildo:  ¿Por qué dices eso, Cloroaldo?

Andrónico:  Parece que se escucha la tierra que tiramos cayendo al fondo, que ya debe estar bastante elevado.

Trigídia: ¡Pues claro!  - dijo la mujer de Andrónico que había regresado con Englatina trayendo vino para los sedientos trabajadores-.

Nicéforo:  Sí, yo también puedo oír el ruido, pero no puedo ver nada con la obscuridad.

Englatina:  Eso es cierto, eso es cierto.

Domiciano:  ¡Ya llegaron las cotorras otra vez!

Sandalio:  ¿No te parece que el ruido es un poco extraño?

Hermenegildo:  Ahora que lo dices…

Andrónico:  Tienes razón, suena bastante raro, ¿no?

Trigídia: ¡Pues claro! 

Nicéforo:  Humm… deténganse.  Demos una mirada.  ¡Englatinaaaa!  - gritó - ¡trae una vela!

Englatina: Eso está bien.

Cuando todos se acercaron a la orilla del pozo bajo la temblorosa luz de la titilante candelilla, Hermenegildo y los otros se quedaron totalmente sorprendidos de lo que vieron... el ruido que oían, era producido por el mismo Hércules, que con cada palada de tierra que le caía en el lomo, se la sacudía y daba un paso encima de la tierra, acuñándola con sus pezuñas...   Y había estado haciendo esto con cada palada de tierra que los hombres arrojaban al negrísimo hoyo del pozo; de una negrura y lobreguez que emula el futuro político de nuestros pueblos.

Y en un instante, todo el mundo miró atónito y boquiabierto cómo Hércules de un ágil salto, alcanzó hasta la boca del pozo, pasó graciosamente por encima del borde, y salió trotando con la cabeza erguida levantando polvo de tierra con sus cascos pollinos, y con un tremendo chichón adornándole la frente.  Hércules inmediatamente se encaminó directamente al bebedero de los cerdos que estaba cerca, y bebió hasta que se hartó. 

Después de beber y de patear el suelo dos veces, se dirigió a ver a Bernardina que estaba con su hermana Santupalancia, que por cierto era una diosa de vaca con una ubre divina, y unas ancas que cualquier yegua se las envidiaría; y que podía abrir de par en par unos ojos adornados con unas cepilladas pestañas más ampliamente que cualquier vaca del Condado cuando estaba ejecutando "aquello".  Caballerosamente y con gran delicadeza, Hércules se las desayunó a ambas en perfecto orden y en medio de un festival de alegres quejidos y rumiadas de vaca.  Esto lo hacía porque Hércules era de Talagante(3).  Después se fué a su estaca, se acomodó encima de una gavilla de paja que descansaba al pie de la estaca, y se durmió placenteramente.

(3)  Talagante es una pequeña ciudad, capital de la comuna y de la provincia del mismo nombre (¿qué original, no?).  Esta localidad se encuentra en la región metropolitana de Santiago de Chile.  La palabra "Talagante" es una palabra derivada de la lengua Quechua (Talacanta), lo que significa literalmente "Lazo de Hechicero".  El título de Hechicero era el epígrafe propio del Curaca, o Gobernante de la tribu.  Los Quechuas habitaron y dominaron este vallecito central por encargo del Imperio Inca hasta la disruptiva llegada de los españoles.  Con respecto a lo del burro...  es otro cuento.

Domiciano:  ¡Jodío animal!  ¡P'a lo único que sirve la bestia ésta es p'a culiar vacas inocentes! ¡Que lo parió!

Hermenegildo se encogió de hombros sin decir nada, se dió media vuelta, y enfiló hacia su pago.

Y aquí acaba la historia de Hércules.  Lo que importa de la historia es sólo lo que podamos aprender y estrujar de ella.  Muchas veces la vida nos va a tirar tierra, lodo, piedras, y todo tipo de porquerías...  Nuestros conocidos hablarán de ayudarnos, pero quizá en realidad no les interese, y hasta puede que te empujen más hacia abajo en el hoyo, porque muchas veces, los seres humanos cuando no están un milímetro por sobre el simio, están un largo centímetro bajo el cerdo.  Esto te hará sentirte solo, abandonado, sin amigos, sin salida… 

El truco para salir del pozo es sacudirse la bazofia y la mierda que la vida te arroja, y usarla para dar un paso hacia arriba, aunque sea un pequeño paso a la vez.  Toma cada uno de los problemas y las situaciones difíciles de tu vida como un escalón hacia arriba, hacia la boca del pozo.  Si no te rindes y tratas, podrás salir de los pozos más profundos, y así construirás tu carácter.

Cuando uno evoluciona, también crea evolución a su alrededor.  Eres libre para tomar decisiones con coraje, desprendimiento y a veces; con una dosis de locura.  Aprender es envolverse en el mundo de lo desconocido.  No tengas miedo de esto, ni miedo de cambiar, atrévete a desafiarlo todo.  Insiste una y otra vez sin cansarte, recuerda que sin determinación se puede perder una batalla que ya parecía ganada.

Nunca te des por vencido, siempre empieza de nuevo y nunca te olvides de lo que quieres y de lo que eres.  No tengas miedo de equivocarte, de cometer errores y de saber que es necesario se humilde para aprender.  Ten paciencia para encontrar el momento adecuado para actuar.  El mundo está en las fuertes manos de aquellos que sueñan, de los que tratan, y de los que corren el riesgo de vivir sus sueños.  Recuerda que aquel que no se arriesga, no cruza el río, y que camarón que se duerme, se lo fornican los sapos.  Tu valor como ser humano no cambia bajo ninguna de las efímeras circunstancias que cruzan tu camino a diario.  El valor de Hércules el burro, siguió siendo el mismo mientras estaba en el pozo y cuando estaba fuera de él. 

Tú eres esto y mucho más, simplemente porque eres un ser humano, y además; tu valor no es solo el que te asignan los demás, pero es principalmente el valor que tú te asignas a tí mismo.  Lo más importante de esto, es que en esta incolora historia hay envuelto un  concepto que si no es el más brillante, es el agente más diligente y dinámico del éxito: la Perseverancia. 

La Perseverancia es una facultad que desarrollan los hombres que están conscientes del potencial de su poder interno; aquellos que por virtud de la convicción que tienen en sus propios méritos y capacidades, obtienen generalmente el logro de éxitos notables y de numerosas consecuciones fructíferas.  Perseverancia no es ni más ni menos que el triunfo de la fuerza de Voluntad sobre las falacias de sí misma.

Pocas personas nacen en una cuna de oro, empero; todos y sin excusa pueden aspirar a conquistar fortuna en sus vidas, esto a través de una secuencia continua de esfuerzos racionales y de un gran atrevimiento personal.  Aquí no hay espacio para flojedad, indecisiones, pereza, desmadejamiento, o excusadas debilidades; porque el poder de voluntad sin perseverancia ni método, no puede existir.  En esto tampoco hay zonzos milagros envueltos ni la fantasiosa y fachendosa intervención divina; esto es puramente una realidad humana alcanzable y palpable que se llama claramente: Perseverancia.  Hércules y los espermios, son tremendamente perseverantes.



El Loco